En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



martes, 15 de diciembre de 2009

poemas de carlos calero

Carlos Calero, Nicaragua







Alberti en mi sueño






Su risa fue abrazo mediterráneo, fue el tejido de un golondrinaje y balcones. Desperté del olor calcáreo y me posicioné del mar, de los islotes con mis manos abandonando la sal viva. Era carcajada y vela la playa del poeta; era un oficio tropical y la plenitud con arboleda hortelana de canas atigradas, era un rizado en altamar y el rescoldo azul del verano. Tocó tierra con su pasión y náufragos encantados --esbozado el apenas y la risa caminante de la mañana--. Fue hondo el golpe de sus remos rotos por los litorales y, únicamente, la prisa de quedarse vivo con urdimbre de arrecifes y metáforas urbanas: fue la mano del mundo, tallada por los orfebres del sueño y las vihuelas matinales. Entonces caldeaba olor en pleamar, con muelle mágico y oleaje de poemas; así revivió el poeta para reconocer su sed, encima del túmulo gutural de la ola, con cielo rojo, ira voraz y la pena sin penas, o los pezones de nuestras lagunas con sirenas.






El ruiseñor





Al poeta lo soñó el ruiseñor con ventana y espíritus, con el ala selvática pregonada desde la Torre de la Merced y su León colonial con don José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal de la vanguardia que se prestaron las casonas de la rebeldía. El pájaro alto y alado encontró cielo con destello del gorjeo; encontró memorias y pobló insomnios con huertas bronceadas. Así tronaba su tambor profano con cal y piedra de ecos iletrados: fue una voz breve y alta, la metafísica del trópico: esto nos recuerda la caricia celeste de sus poemas. Fue y será la fe del mundo por la poesía; estará acompañado con la peregrinación perenne de Rubén Darío. Fue y será la chispa de nuestros amaneceres, el sueño que vio alondras o poseyó el aire con séquito de pléyades, rozando la celda del misterio con locura e ingenio, y un espíritu indómito de Alfonso Cortés, el asombrado, en una locura de cuatro paredes.







El garrobo




"Y el soñador y el sol, predestinados
por tanto hallazgo,"
Jorge Guillén





Tiembla el verano. La piedra volcánica y la soledad soportan un sopor de asombros. El aire tiene alma, sube verde en visión al mediodía; los troncos tejen nudos con el tiempo. El arroyo del Cailagua desborda en recuerdos, con sed de espíritus; y el güis evoca tristeza en sus alas. Las indias bajan al círculo, se persignan, van desnudas, con ardor en los pubis; esperan la muerte del recuerdo pero se arrepienten: ven la brujería del silencio. Los indios abren tumbas y vuelven a su soledad de albas. El garrobo custodia los misterios con poder de resolana; su cabeza guarda el destello, guarda detalles, huele en el aire las almendras, y sube a la rama calcinada para poseer a la iguana desde el espinazo al asombro.







Epitafio para José Coronel Urtecho





Morir y recordar son riachuelos detenidos en la tierra; son la losa del tiempo y ya está dicho: agua mansa con escamas, plata nerviosa en el reverbero del follaje, lavanderas sin sostenes: San Juan de la Cruz entreve sombra y nubes descendidas hasta el puerto de San Carlos al mediodía. Son las tentaciones del agua y el susurrarle al río San Juan las penas de la fortuna; entonces, repentino empieza el nuevo poema, con pipa y tabaco que envían señales a la María Kautz quien custodia las cornisas del cielo cuando la mañana baja a organizar el rumor del café, la cocina con tortilla de maíz, gallo pinto y picadillos. Los ojos del Güegüense y su chinfonía paladean copita de miel de palo, cususa mareadora y en la antología, con los dedos ensalivados, pone señas a los mejores poemas de los poetas norteamericanos. El soneto carnal, olor a matas de rosas y rimas en cadena destraban la lengua del Tío Coyote y Tío Conejo para que don Rubén Darío conozca pangas, racimos de cangrejos y mojarras fritas con las sartenes de las memoria. Don José aspira viento oloroso a azucenas, y sincero lee versos de la biografía de su mujer que rugió al amor como leona; o saltó la cuerda de la felicidad para que el poeta se sentara a escribir poemas que se deshijaron en la Vanguardia. Al despedirse guardó el tabaco, apoyó su bastón sobre la tierra, restregó agua y jaboncillo al cuello del vestido de la Emily Dickinson donde dejó la pluma anidada y una esbelta garza de Solentiname mientras atento y sobresaltado Ernesto Cardenal descubre milagros sobre un árbol de cortés y la comunión liberadora del lago con el cielo. Desde la orilla de la playa habla Granada con el muelle; habla el campanario repleto de palomas, con cañones que nadie recuerda cuándo se dispararon, con glorieta solar y Joaquín Pasos o Manolo Cuadra remodelando sus poemas... La ciudad de beatas, sus destinos indescifrables, el sol encumbrado en los salones coloniales, la ciudad que duerme esquivando poemas del Coronel Urtecho, su golpe azul de campanas, la resurrección del barco negro y los tiburones del lago. Un itinerario intacto, las conversaciones con poetas jóvenes en su casa o Managua, el ramillete, la llave y ganzúas de posibilidades en la poesía, el duendecillo del verso en la punta de la lengua, los hijos, los nietos y tataranietos del maestro esperando el próximo poema, un Mejía Sánchez desembuchando su tigre en Masaya, o Martínez Rivas en exacta rebeldía, y Azarías Pallais discutiéndole que contra el calor basta y sobra con quitarse la sotana; también el loco Cortés murmura insomnios divinos, y las iras con astros y espíritus, y aparece Pablo Antonio Cuadra con el idioma del alma, o Ernesto Cardenal que estando en Nicaragua habla de las constelaciones. El poeta tiene manos tibias y Dios sopla salmos a su oído; el poeta responde con interioridades: todo está listo, pues después de tantas vueltas, recovecos y revueltas el dolor y la alegría nos dan a vida, o no son más que un portazo esperando en el cementerio.

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