En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



martes, 12 de abril de 2016

LECTORES DE POESÍA MEXICANA: GUSTOS Y RECOMENDACIONES

Adán Echeverría, México





Lectores de poesía mexicana: gustos y recomendaciones


Adán Echeverría
Un autor no leído es un autor víctima de la peor censura:
la de la indiferencia.
Octavio Paz


Primer Fragmento. Una pequeña encuesta
El 1 de abril de 2016, luego de una enorme campaña de egos y súper egos respecto de la poesía mexicana contemporánea y sus animadores, desatada en las redes sociales, en especial la de Facebook, tuve a bien leer el comentario que la compañera poeta Mavi Robles-Castillo posteara, y que entre otras cosas decía algo como esto: “Hay un problema grave con la poesía mexicana, más allá de que gracias a la moda de los slams ahora parecen más merolicos que poetas, hay demasiados. México es el país con más poetas, según las redes, es decir, cualquiera dice soy poeta; eso sí, pocos o casi ninguno pueden defender su poema con el poema mismo, hacen todo tipo de aracles en el escenario que distraen del texto mismo, cuya calidad es regularmente mala; si fuese buena, esos aracles excesivos no serian necesarios”.
Ya Malva Flores en el prólogo de su libro La culpa es por cantar, señalaba que pocos son los poetas que aun gustan de leer sus poemas sentados tras de una mesa, a los que denominó “poetas de mantel”. Y uno tiene que recordar, que claro que la poesía es oralidad, claro que la poesía debe ser contada, cantada, gritada a los demás, a los oyentes. Pero desde hace algunos siglos se tuvo la fortuna de desarrollar los procesos de imprenta, el lenguaje que había pasado de la oralidad a guardarse en otros tipos de papeles –papiros, pieles, telas-, pasó a ser difundido de manera masiva por las imprentas vía los libros, folletos, periódicos, revistas, panfletos.
Este 2016 continuamos mirando cómo esas nuevas tecnologías nos arrebatan la mirada, y nos permiten ver que la poesía va tomando nuevos rumbos, se va expandiendo en nuevas formas; pasa del papel impreso al papel imaginario de una serie de programas, en el que el mismo romanticismo nos representa la simulación de una hoja de papel en los procesadores de textos, un espacio para poder asentar los caracteres mediante un teclado, o mediante el dictado por medio de la voz. Pero a pesar de que esta era digital, que empezara a finales del siglo XX, permite un mundo diferente de soportes técnicos y tecnológicos que día a día se van descubriendo y en los cuales la creatividad y la ciencia computacional serán los límites, el resultado continúa siendo la transmisión de conocimientos. Voces, videos, sonidos, imágenes, figuras que se mueven, se han vuelto el medio por el cual el lenguaje se transmite. Algunos pensamos aún, que esas nuevas formas de expresión artística, que permiten la mezcla visual, sonora, e incluso táctil, y se presentan como poemas, no necesariamente lo son, dependerá del valor estético que queramos asignarle. Definitivamente el consumo multiplataforma nos permitirá acercarnos a esas nuevas tendencias, valorarlas y validarlas, e incluso comenzar a degustarlas para compartirlas con otros contactos, por medio de las redes sociales en que nos desenvolvemos día con día.
Pero también es cierto, que a pesar de todo lo bueno que uno puede encontrarse en la red, de igual manera, podemos encontrar, -y nos encontramos- con posturas egóticas más que estéticas, amparados en esa situación necesaria de "No necesitar la validación del otro sobre nuestra expresión", que en un principio es una idea muy sana, pero que tampoco nos da derecho para despreciar a pie juntillas los bastantes años de tradición artística y literaria que nos ha precedido.
Es singular la postura de aquellos que dicen: "Yo no leo escritores muertos, solo me deleito con los escritores que están vivos y con los que puedo, incluso, intercambiar mi trabajo. Valoro a esos nuevos artistas, nuevos poetas que se arriesgan en los nuevos materiales, las nuevas formas, las nuevas tecnologías. Y por eso no leo el Canon, ni me interesa, por eso no soy fanático de lo que marcan las historias, y no me dejaré convencer de las autoridades universitarias y de todos esos críticos obtusos que siguen pensando arcaicamente, y no miran el cambio y las nuevas propuestas."
Cada quien sus filias y sus fobias. Seguro estoy que ni Chaucer ni Spinoza, ni Cioran o Cervantes, ni Dante ni Goethe, van a protestar porque un grupo de “estetas” decidan no leerlos. Lo cierto es que, quizá –me atrevo a señalar- aquellos a los que nos gusta la literatura, leerla, platicarla, consumirla, recomendarla, no tomaremos muy en serio a aquellos grandilocuentes que gritan por todos lados Su No Necesidad de Conocer un Canon Literario, su No Necesidad de Lectura de Clásicos, por una simple razón: Lo que hoy somos es el resultado de la inventiva y creatividad de los que nos precedieron.
Cualquier buen lector, cualquier autor contemporáneo estará de acuerdo conmigo en ello. Que abrevar de la tradición, conocer aquello que nos precedió, jamás irá en detrimento de nuestro trabajo. Necesario es conocer primero, para poder romper después. No se puede romper aquello que no se conoce. Porque no conocerlo, en definitiva no te brinda el impulso de querer romperlo. Pienso en el Ateo que no le preocupan las religiones y sus mitos, totalmente alejado de aquel que actúa en un claro: 'Gracias a Dios, soy Ateo', e intenta que todos los que lo rodean, piensen como él. Mi preocupación y mi olvido consistirán en darme cuenta de lo ridículo del asunto, dado que si fueras Ateo, tus preocupaciones no pueden ser las de los Creyentes, porque deberías sentirte ajeno a sus sentimientos. Lo mismo con el canon literario, negarlo no lo inhabilita, ni conseguirá la no existencia de su corpus. Pero conocerlo, permitirá criticarlo. En este sentido, las nuevas tecnologías, las mutables tecnologías que día a día evolucionan, nos irán brindando nueva plataformas para lo mismo: expresar nuestro pensamiento y comunicarlo, crear diversos corpus para compartir con el otro, todo posible lector que se acerque. Y el proceso continuará siendo: Emisor-Mensaje-Receptor, lo que cambia son los medios, y la temporalidad para alcanzarlos. Para qué confundirnos.
Volviendo a la poesía, volviendo a la palabra escrita en la búsqueda estética de la construcción y comunicación de ideas, luego de leer las muchas posturas que todos asumen, con tanta ligereza, sobre lo que es y no es poesía, es o no es poema, sobre quién es o quién no es poeta, he tenido la idea de que en primer lugar habría que medir en qué agua estamos nadando, es decir: ¿cuál es el conocimiento que los lectores de poesía, lectores de poemas, discutidores de literatura, tenemos acerca de la poesía mexicana, escrita por mexicanos, escrita y editada desde México? Para contestarme, desarrollé un pequeño cuestionario que publiqué en mi página de Facebook con siete puntos: (1) Para ti, ¿cuál es el poeta mexicano o la poeta mexicana más importante?, y una vez que los encuestados definieran qué poetas consideran los más importantes para México, enmarcar la propuesta de lectura de este trabajo, entre los poetas nacidos a partir de 1960, para considerar la poesía contemporánea en este mismo artículo, sobre lo que ahora, para este 2016, se está distribuyendo y dando lectura, toda vez que a partir de esa década de nacimiento, los y las poetas de mayor edad flucturarán alrededor de los 50 años, y ese medio siglo de existencia les habrá permitido ser publicados y leídos, y los más jóvenes –si consideramos incluso a los nacidos a partir del año 2000, ya tendrán 16 años, y podríamos considerarlos –de ser editados y leídos- nuestros poetas más jóvenes; considerar que la mayoría de los autores que se encuentren en el rango de edad entre 16 y 56 años, puedan tener acceso a una red social en la intenet, y hayan tenido contacto con las nuevas tecnologías, para la edición, lectura, y para compartir su trabajo con la infinidad de lectores que puede brindarnos la red. Bajo este considerando se establecieron los siguientes puntos (2) Menciona el nombre de tus cinco poetas favoritos nacidos en México a partir de 1960. (3) ¿Cuáles cinco libros de poesía de autores nacidos a partir de 1960 recomendarías leer a un nuevo lector de poesía? (4) ¿Cuáles poetas mexicanos han influido en tu trabajo poético? (5) ¿Qué poetas de tu generación (considera la década de tu nacimiento) recomendarías leer? (6) Menciona las tres revistas literarias (impresas o de internet) publicadas en México (o desde México) que recomendarías a los nuevos lectores. (7) ¿Qué importancia tienen el ISBN o el ISSN para ti y para las obras literarias? Esta última pregunta permite conocer si los lectores de poesía tienen alguna valoración por estos sistemas establecidos para la identificación a nivel internacional de una publicación, qué opinan de ello, ya que muchas ediciones en la actualidad no privilegian el uso de estos índices.
Como antecedente, uno puede consultar un ejercicio similar al que ahora presento realizado por la revista Letras Libres, en febrero de 2005, titulado “Los diez mejores poetas mexicanos vivos”, cuyo resultado fue el siguiente: 1 José Emilio Pacheco / 2 Eduardo Lizalde / 3 Alí Chumacero / 4 Gabriel Zaid / 5 Rubén Bonifaz Nuño / 6 David Huerta / 7 Ramón Xirau / 8 Francisco Hernández / 9 Homero Aridjis / 10 Coral Bracho. Hagamos notar que de los 10 poetas que se sugieren, solamente hay una mujer.
Los resultados de nuestra encuesta que estuvo abierta del 1 al 3 de abril de 2016 arrojó los siguientes datos de interés para todo lector de poesía: se superaron los 50 encuestados, que decidieron contestar el cuestionario, ya sea tomándolo del Facebook, ya porque algunos contactos lo fueron compartiendo, además de que a un variado número de contactos se los hice llegar por mensaje. Muchos contactos se disculparon conmigo, y me dijeron que "no les gustaba entrar en este tipo de polémicas en la que se hieren demasiadas susceptibilidades". Otros simplemente no decidieron participar, e hicieron caso omiso a la solicitud de contestar el cuestionario, los que decidieron contestar enviaron sus respuestas por correo electrónico. No queda más que agradecer a todos la oportunidad que me brindaron tanto de acercarles el cuestionario, como en disculparse de no participar tanto como a los que hicieron un esfuerzo por brindarme algo de su gusto literario. Como todos mis proyectos, el que ahora expongo tiene como principal ideal el homenajear a los autores, a la literatura toda, y valorar el esfuerzo y las intenciones de los lectores. He acá los resultados:

Segundo Fragmento. El poeta más importante de México
He visto los mejores cerebros de mi generación destruidos
por la locura, famélicos, histéricos, desnudos,
arrastrándose de madrugada por las calles de los negros
en busca de un colérico picotazo
Ginsberg
De esos más de 50 cuestionarios resueltos por los lectores, evidenció que el género, en este caso, no resultó factor para su participación: hombres (29) y mujeres (27), procedentes de 14 de los 32 estados de la república mexicana, (43.75%), lo que evidencia que los lectores están suficientemente representados para la república mexicana.
A la pregunta número 1, sobre a quién consideran como el poeta o la poeta de más importancia nacido en México, se mencionaron un total de 22 poetas, entre los que el más mencionado fue Octavio Paz (1914-1998, nacido en la Ciudad de México, murió a los 84 años); es interesante que el segundo lugar en menciones fuera la indicación de que es 'Imposible dar el nombre de un solo poeta'. En tercer lugar privilegiaron a Amado Nervo (1870-1919, nacido en el estado de Jalisco, murió a los 48 años); a Nervo le siguieron, con el mismo número de menciones Rubén Bonifaz Nuño (1923-2013, nacido en Veracruz, murió a los 89 años), José Gorostiza (1901-1973, nacido en Tabasco, murió a los 71 años), Jaime Sabines (1926-1999, nacido en Chiapas, murió a los 72 años), Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695, nacida en lo que hoy se conoce como el Estado de México, murió a los 43 años), Rosario Castellanos (1925-1974, nacida en lo que hoy se conoce como Ciudad de México, murió a los 49 años) y Coral Bracho (nacida el 22 de mayo de 1951 en la Ciudad de México, tiene 64 años), ocupando el cuarto lugar de menciones.
El quinto lugar fue para los poetas Enriqueta Ochoa (1928-2008, nacida en Coahuila, murió a los 80 años), José Emilio Pacheco (1939-2014, nacido en la Ciudad de México, murió a los 74 años), José Carlos Becerra (1936-1970, nacido en Tabasco, murió a los 34 años) y Efraín Bartolomé (nacido el 15 de diciembre de 1950 en Chiapas, tiene 65 años).
Con una sola mención, por lo que todos ocuparon el sexto lugar en el gusto por los lectores fueron mencionados: Concha Urquiza (1910-1945, nacida en Michoacán, murió a los 35 años), Ramón López Velarde (1888-1921, nacido en Zacatecas, murió a los 33 años), Xavier Villaurrutia (1903-1950, nacido en la Ciudad de México, murió a los 47 años), Jorge Cuesta (1903-1942, nacido en Veracruz, murió a los 38 años), Efraín Huerta (1914-1982, nacido en Guanajuato, murió a los 67 años), Nezahualcóyotl (1402-1472, nacido en lo que hoy se denomina Texcoco en el Estado de México, murió a los 70 años), Alejandro Aura (1944-2008, nacido en la Ciudad de México, murió a los 64 años), Francisco Hernández (nacido en Veracruz en 1946, tiene 70 años), José Luis Rivas (nacido en Veracruz en 1950, tiene 66 años), y alguien decidió incluir a Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893, nació en Guerrero, murió a los 58 años), que aunque escribiera poemas, su obra de mayor significancia fuera la novela.
De los datos anteriores podemos observar que de los 22 poetas el más veces mencionado fue Octavio Paz. Observamos también el gusto de los lectores de poesía por el trabajo de cinco autoras (Sor Juana Inés de la Cruz, Rosario Castellanos, Coral Bracho, Enriqueta Ochoa y Concha Urquiza). Un poeta perteneció a la época prehispánica (Nezahualcóyotl), y otra de la época colonial (Sor Juana Inés de la Cruz). Es interesante que los lectores no mencionaron a ningún poeta novohispano del siglo XVIII. Un escritor es del siglo XIX (Ignacio Manuel Altamirano). Dos poetas vivieron entre los siglos XIX y XX (Amado Nervo y Ramón López Velarde). Observándose una preferencia por los poetas nacidos en el siglo XX (17), de los cuales cuatro están vivos: Coral Bracho, Efraín Bartolomé, Francisco Hernández y José Luis Rivas. Igual se debe señalar la preferencia por tres poetas que murieron jóvenes: Ramón López Velarde (33 años), José Carlos Becerra (34) y Concha Urquiza (35 años). Para situarlos en la geografía de México, podemos señalar que los autores acá mencionados se reparten en 11 de los 32 estados de la república, ordenados por el mayor número de autores por estado: Ciudad de México (6 autores), Veracruz (4 autores), Estado de México (2), Chiapas (2), Tabasco (2), y representados con un solo autor: Coahuila, Guanajuato, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Zacatecas.
Al comparar nuestros resultados con la lista de diez autores vivos publicada por la revista Letras Libres, se puede observar que solo se comparten cuatro poetas: José Emilio Pacheco, Rubén Bonifaz Nuño, Francisco Hernández y Coral Bracho, con nuestra encuesta; Serrato-Córdoba en un análisis del 2008 señala que los lectores de poesía de México declararon que su autor favorito era Amado Nervo (60 por ciento), Pablo Neruda (35 por ciento) y Jaime Sabines (5 por ciento). De esta forma tenemos que en dos estudios que utilizaron la encuesta a lectores, solo coincidimos en seis autores, por lo que nuestros encuestados brindan a 16 autores más, como preferentes en el gusto para los lectores de poesía en México, y que uno de esos nuevo autores que se encuentra ya en el gusto de los lectores es Octavio Paz, quien ganara el Premio Nobel de Literatura en 1990 (hace ya 26 años).
Para esclarecer estas preferencias, Serrato Córdoba intenta que creamos que: "El lector promedio está preparado para asimilar el lenguaje de la poesía modernista, que es lo que su comprensión y gusto le permiten 'digerir'", y que "la poesía es un género cuyo lenguaje es tan especializado, o más especializado como las matemáticas o la física espacial". No concuerdo con una especialización poética para la comprensión o el gusto por la poesía, porque reconozco la mutabilidad del lenguaje, tanto como las aportaciones que todos los autores (poetas) hacen al habla cotidiana. No es el habla cotidiana el que se inscribe en las creaciones poéticas, sino las creaciones literarias las que con el paso de los años se inscriben en el habla cotidiana, en la sociedad toda. Recuérdese la obra de Jonathan Swift y la extracción de los vocablos 'yahoo', utilizado ahora todos los días como parte de nuestra vida en la transmisión de correos electrónicos, o aquellos poemas de Vanessa, nombre de mujer que no existía antes de ser nombrado por el autor de Los viajes de Gulliver. Los autores nombran el mundo, y los lectores van adquiriendo esos temas, esos poemas, esas letras como parte de su gusto, haciendo que pasen a formar parte de la comunicación diaria entre los pueblos y las sociedades.
De esta forma no me parece posible nombrar a los lectores "poco capaces", o "de educación poética limitada" por no gustar de los trabajos poéticos de ciertos autores. Seguro estoy que uno de los principales factores para que los autores sean leídos o sean poco leídos, es que se distribuyan poco, mucho, suficiente –qué sería suficiente-, que sus trabajos lleguen a muchos más sitios, a muchos más lectores, a mucho más personas. Limitarse a pensar que los autores no son del gusto de los lectores, porque los lectores no tienen la formación que se requiere para entenderlos, es un equívoco, una postura cargada de egocentrismo, que pretende poner a los poetas como pináculos de las sociedades, ajenos al común de las personas. Toda vez que las aptitudes de su talento, y capacidades creativas, no los hacen más humanos, ni súper héroe, mucho menos semidioses, sino personas suficientemente leídas, capaces de utilizar el lenguaje como una herramienta mediante una estética propia para la comunicación de sus ideas. Quizá el que un poeta no se encuentre en el gusto actual de los lectores tenga que ver comn su poca distribución para ser leído, y no con lo que algunos denominan "falta de estética".
El abanico de posibilidades lectoras y el gusto de los poemas de los autores de poesía, es tan amplio como lo es la sociedad humana en la que nos desenvolvemos. De esta forma habría que considerar en qué punto de la definición de poeta queremos estar, como autores. De acuerdo a lo que frita Rubén Darío: "¡Torres de Dios! ¡Poetas!"; con lo que acusa Heberto Padilla: "¡Al poeta, despídanlo! / Ese no tiene aquí nada que hacer. / No entra en el juego. / No se entusiasma. / No pone en claro su mensaje". O más cerca del pueblo, como indicara Manuel Machado: "Hasta que el pueblo las canta, / las coplas, coplas no son, / y cuando las canta el pueblo, / ya nadie sabe el autor. / / Procura tú que tus coplas / vayan al pueblo a parar, / aunque dejen de ser tuyas / para ser de los demás. // Que, al fundir el corazón / en el alma popular, / lo que se pierde de nombre / se gana de eternidad."

Tercer Fragmento. Sobre los poetas nacidos en México a partir de 1960
He visto, durante toda mi vida, a los hombres de estrechos
hombros, sin exceptuar uno solo, cometer
actos estúpidos y numerosos, embrutecer a sus semejantes
y pervertir las almas por todos los medios.
Lautréamont
La segunda mitad del siglo XX en México nos trajo la "revuelta" de los pensamientos y las ideas transformadas en movimientos sociales de organizaciones pacifistas con un número creciente de estudiantes que se fueron sumando de manera progresiva. Si para finales de la década de los 50’s las confrontaciones se dieron por parte del movimiento obrero y campesino en contra de las políticas de austeridad salarial del Estado mexicano, para los años sesenta, esta batalla corrió por los salones de las escuelas de formación universitaria, tanto la Universidad Autónoma de México (UNAM) como en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) (Domínguez Chávez, 2011). Si consideramos que la UNAM, fundada a inicios del siglo XX, se fue cargando de una ideología liberal, pintándose de rojo hacia la mitad del siglo, y que tuvo su punto más álgido en las décadas de los sesenta y setenta, cuando este pensamiento de las izquierdas comenzó su declive hacia los ochenta, hasta volverse una ideología plana, y heterogénea para finales del siglo XX. Como señala Francisco Zapata, los líderes de algunos de movimientos sociales como Arturo Gámiz, Rubén Jaramillo o Genaro Vázquez, situados al margen del partido gobernante y sus organizaciones sociales, se distanciaron y radicalizaron, y en ese espíritu la juventud mexicana va poniendo los cimientos para la construcción de una nueva ideología (Zapata, 2012). Cimientos que no fueron construidos en buena roca, porque con los asesinatos de estudiantes ocurridos en 1968 y 1973, los levantamientos armados, -el de Lucio Cabañas de los setentas, el del EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional) y el EPR (Ejército Popular Revolucionario) en los noventas-, aunados a las devaluaciones que ha venido sufriendo la moneda nacional mexicana frente al dólar norteamericano, y el crecimiento de la cultura del Crimen Organizado, y vivir día con día para nombrarse, renombrarse hasta descubrirnos sitiados en un sistema político, rebasado por el Narcotráfico y su cultura de violencia indiscriminada, de desapariciones forzadas, cobros de piso, asesinatos y captura de migrantes, como por el secuestro de jóvenes y niños para volverlos asesinos bajo el control de los cárteles y sus brazos armados, así como la pobre confianza de la mayoría de los ciudadanos en los partidos políticos y sus representantes de todas las facciones, los cuarenta últimos años del siglo XX nos ha entregado un México con doscientos años de “simulada independencia” y “simulado estado de paz y armonía”. Este apenas sobrevivir como país, ha permitido que en este 2016 se pueda sentir la "inminente desesperanza de la banalización para todo tema nacional", lo que todos los días ocurre mediante el uso y abuso de los avances en la tecnología de la información, que ha situado a las conciencias mexicanas dentro de una enajenación-educativa-reticente, y una lucha unipersonal para salir adelante respecto de los ideales de vida y sobrevivencia.
Como bien señala José María Espinasa “El 68, con la represión a los estudiantes y los fastos olímpicos fue un año clave y se inició, pasada la primavera sesentera, un periodo de hondas decepciones en el terreno político y de distanciamiento del creador y el artista respecto del papel que la Revolución le había asignado en la construcción de una identidad que se caía a pedazos”. (Espinasa, 2012). Y hay que añadir que ante las críticas de los “intelectuales” el sistema político mexicano respondió con oídos sordos y un endurecimiento del autoritarismo, desde la propia presidencia de la República, que veía la amenaza de una conjura comunista que los alejara de ser “el buen vecino” de los Estados Unidos de América (Domínguez Chávez, 2011).
Con base en todo lo anterior es que ha ido evolucionando la cultura y el arte en México, durante la segunda mitad del siglo XX y los primeros años del XXI. La poesía y los poetas, no han podido quedar inmunes a esta "banal desesperanza". Los años que van de 1960 a 1982 trajeron cambios profundos en la estructura productiva de la economía mexicana, y de esa misma manera, y por la convivencia con estos sistemas político económico de México, los "intelectuales" de nuestro país y de nuestra literatura han ido decreciendo en su búsqueda del conocimiento, para poder siquiera precisar sus impresiones sobre la “(in)cultura política” que ha secuestrado a este país. Estos intelectuales del siglo XX, alguna vez representados por Justo Sierra, Alfonso Reyes, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Carlos Monsivais, José Emilio Pacheco, con sus muertes, han dejado un vacío de orfandad en la expresión del pensamiento, que ha sido trastocado a favor de la mercadotecnia de la industria editorial, como bien lo ha apuntado Gabriel Zaid en muchos de sus textos, y representada en sus Ferias de Libros y Lecturas, Premios Literarios de Poesía, Cuento, Novela y Ensayo, Becas de Creadores Jóvenes, todo con tal de sitiar al creador, y maltratarlo económicamente por la burocracia institucional, y volverlos rehenes de contadores y administradores de los Institutos y Secretarias de Cultura regidas bajo cualquier partido en el poder; todo con la aparente idea de llegar a las masas, pero manteniendo el precio de los libros en detrimento de las sociedades minoritarias, que los miran en ocasiones inalcanzables, porque apenas cobran el salario mínimo; o desdeñando la figura de la “beca por excelencia” hacia un “artista mendigante” al que se le puede decir: “Venga el próximo mes, su cheque aún no sale”.
Como ha dicho Zermeño, "la palabra “intelectual” sustituye a la del “pensador” (como individuo que se concibe a sí mismo como constructor de la nación en proceso), fraguada durante el siglo XIX. Así, el intelectual se define en principio como un hombre de letras y de cultura que remeda a la época del humanismo y, sólo posteriormente y según las circunstancias políticas, podrá concebirse como un hombre que puede tener influencia social y política." Esa figura del intelectual que se encuentra ahora moribunda en México, por la situación financiera, social y política: estudiar en México no es motivo ya de mejora económica. Los escritores mexicanos, a partir de 1950 comenzaron con la imitación a los escritores gringos y dieron mayor impulso sobre las creaciones respecto de la “volátil y vida de las grades ciudades” como en la literatura norteamericana, alejándose de las búsquedas que perseguían imitar la cultura europea, e incluso el oriental (Juan José Tablada el arte japonés, Octavio paz el arte hindú).
La lucha entonces, entre el intelectual, la cultura, la política, la economía en el país, para este 2016, es una carrera de alcances y lejanías, donde la figura totémica del internet juega una parte primordial para aquella sociedad que se permite la "incipiente resistencia del ordenador", cuya enajenación en sus aparatos de acceso a la red, les permite informarse, educarse, consumirse, y enviarse unos a otros, los motivos de su pensamiento. He acá, uno de los puntos primordiales en la recreación de la "poesía contemporánea de la internet": Si no alcanzo a comprarme libros, los descargo de las páginas de la red, si no logro ser considerado por una editorial, creo la propia, y llego a los lectores que tengo en la cercanía, y discuto con aquellos que se creen dueños de las verdades absolutas. Este es el México que le fue heredado a los poetas que nacieron en la segunda mitad del siglo XX, en particular a partir de los sesenta (década de clara inflexión social y cultural). Y es sobre esos poetas, que al año en que escribo estas líneas, 2016, son parte fundamental en el reconocimiento de la tradición literaria y poética de todos los mexicanos que hoy pueden leerlos. Es por ello que los siguientes cinco puntos del cuestionario entregado a los lectores participantes pretende mostrar el conocimiento y reconocimiento que sobre estos autores se puede verter, y determinar si se les está permitiendo formar parte de la tradición poética de este país. Para analizar y desmenuzar las respuestas, podemos referirnos punto por punto.

a) Los poetas favoritos
Los encuestados mostraron tener preferencias variadas, y mencionaron a un total de 57 autores (33 hombres y 24 mujeres), por supuesto que entre sus autores favoritos no todos son nacidos a partir de 1960, haya algunos que nacieron en la primera mitad del siglo XX como las poetas Rosario Castellanos, Enriqueta Ochoa y Guadalupe Amor, y los poetas José Gorostiza, José Carlos Becerra, así como los poetas Baudelio Camarillo quien naciera en Tamaulipas en el año de 1959, y Neftalí Coria  nacido en Michoacán (1959). La preferencia por los poetas del México actual situó a Ernesto Lumbreras (Jalisco, 1966) con el mayor número de menciones, seguido por Armando Alanís Pulido (Nuevo León, 1969), Julián Herbert (Guerrero, 1971), Jeremías Marquines (Tabasco, 1968), Baudelio Camarillo y A.E. Quintero (Sinaloa, 1969).
Los demás poetas tuvieron el mismo número de menciones. Entre los hombres se mencionaron a: Jorge Fernández Granados (Ciudad de México, 1965), Armando Salgado (Michoacán, 1985), José Agustín Solórzano (Guanajuato, 1987), Balam Rodrigo (Chiapas, 1974), Fernando Trejo (Chiapas, 1985), Juan Joaquín Péreztejada (Veracruz, 1962), Rubén Chávez Ruiz Esparza (Aguascalientes, 1967), Benjamín Valdivia (Aguascalientes, 1960), Alí Calderón (Ciudad de México, 1982), Manuel Iris (Campeche, 1983), Ramsés Salanueva (Hidalgo, 1972), Aldo Robinson  Butzman (Durango, 1988), Lorenzo Morales (Tabasco, 1973), Mario Bojórquez (Sinaloa, 1968), Óscar de Pablo (Ciudad de México, 1979), Álvaro Solís (Tabasco, 1974), Francisco Alcaraz (Sinaloa, 1979), Roberto Rico (Chiapas, 1960), Marco Fonz (Ciudad de México 1965 – Chile, 2014), Luis Armenta Malpica (Ciudad de México, 1961), Félix Suárez (Estado de México, 1961), Samuel Noyola (Nuevo León, 1965) y Guillermo Vega Zaragoza (Ciudad de México, 1967). Y entre las mujeres poetas mencionaron a Rocío Cerón (Ciudad de México, 1972), Dolores Dorantes (Veracruz, 1973), María Cruz (Ciudad de México, 1974), Jennifer Clement (nació en EEUU en 1960, viviendo en la Ciudad de México desde 1961), Claudia Posadas (Ciudad de México, 1970), Esther M García (Chihuahua, 1987), Hanna Figueroa (Nayarit, 1988), Maricarmen Gerardo (Veracruz, 1969), Sara Uribe (Querétaro, 1978), Ileana Garma (Yucatán, 1985), Gabriela Balderas (Ciudad de México, 1973), María Baranda (Ciudad de México, 1962), Natalia Toledo (Oaxaca, 1967), Irma Linares (Michoacán, 1960), Aída Valdepeña (Ciudad de México, 1976), María Rivera (Ciudad de México, 1971), Malva Flores (Ciudad de México, 1961), Angélica Santa Olaya (Ciudad de México, 1962), Roxana Elvridge-Thomas (Ciudad de México, 1964), Adriana Tafoya (Ciudad de México, 1974) y Estrella del Valle (Veracruz, 1971). Si agrupamos a estos autores en la geografía mexicana, por el lugar donde nacieron, entonces podemos observar que su distribución fue la siguiente: Ciudad de México (17 autores), Veracruz (4), Chiapas (3), Michoacán (3), Sinaloa (3), Tabasco (3), Aguascalientes (2), Nuevo León (2), mientras que en los estados de Campeche, Chihuahua, Durango, Estado de México, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Nayarit, Oaxaca, Querétaro, Tamaulipas, Yucatán, y EEUU se mencionaron solamente a un autor.
De las 24 mujeres sugeridas como favoritas, 11 son nacidas en la Ciudad de México (45.8%), lo que parece indicar que no se está leyendo a las mujeres poetas nacidas en provincia, como sucede con los hombres poetas nacidos en provincia, ya que de los 33 poetas varones citados, solamente 6 son nacidos en la Ciudad de México (18.2%). Es interesante mirar que los poetas favoritos de los encuestados para este 2016 en su mayoría son nacidos en provincia: de los 57 autores, solamente 17 son nacidos en la Ciudad de México (29.8%). Es de importancia reconocer lo que Serrato Córdoba nos dice: “Los poetas prácticamente escriben para otros poetas especializados en temas literarios, lo que implica que el lector común y corriente tiene que hacer un esfuerzo mayor de comprensión” (Serrato Cordoba, 2008).

b) Los libros de poemas que se recomiendan
A los encuestados se les pidió que nombraran algunos de los libros de autores nacidos a partir de 1960 y que recomendarían a aquellas personas que se quieran acercar a la poesía en México. Estos son algunos de los libros que fueron mencionados:
El mayor número de menciones lo tuvo el libro El cielo de Ernesto Lumbreras; después, empatados en número de menciones, los poemarios 200 gramos de almendras de A.E. Quintero, El nombre de esta casa de Julián Herbert y Bitácora de Mujeres Extrañas de Esther M García. Resulta sumamente refrescante que los lectores encuestados tengan entre sus recomendaciones el texto de esta poeta del norte de México, no sólo por el tema que se aborda, sino por tratarse de una autora nacida a finales de la década de los 80.
De Ernesto Lumbreras también mencionaron como uno de los libros que recomendarían leer a alguien que quiera acercarse a la poesía mexicana de nuestros días Lo que dijeron las estrellas en el ojo de un sapo. Del escritor Armando Alanís Pulido recomendaron dos de sus libros: Gritar por poder gritar y Combustión espontánea. También fueron nombrados dos libros del poeta Baudelio Camarillo: En memoria del reino y Poemas de agua dulce. Otros escritores de los que se mencionaron dos de sus libros como recomendables fueron: Francisco Alcaraz con La musa enferma y Tiempo en vuelo; Jorge Fernández Granados con Si en otro mundo todavía y Los hábitos de la ceniza; de Jeremías Marquines ¿Dónde tiene el hoyo la pantera rosa? y Acapulco golden. Para los encuestados estos libros fueron los que consideraron como favoritos por el número de menciones que recibieron.
Sin embargo, también fueron mencionados: Me llamo Hokusai de Christian Peña; Ni las flores del mal, ni las flores del bien de José Agustín Solórzano; Estancia de Ánimas de Armando Salgado; Braile para sordos de Balam Rodrigo; Solana de Fernando Trejo; El deseo postergado de Mario Bojórquez; Los endemoniados de Óscar de Pablo; Cantalao de Álvaro Solís; Atavismos del caminante de Lorenzo Morales; Ciencia del Alejamiento de Ramsés Salanueva; Ebriedad de Dios de Luis Armenta Malpica; Legiones de Félix Suárez; Bestiario íntimo de Neftalí Coria; En los brazos de Urania de Alejandro Farfán; Los disfraces del fuego de Manuel Iris; Mímesis para gusanos de Daniel Medina Rosado; La casa de la pereza de Juan Joaquín Péreztejada; Un naipe de picas de Rubén Chávez Ruiz Esparza; Toda la lluvia de Sergio Cordero; Nectáfora de Fernando Reyes; Desde la patria del insomnio de Guillermo Vega Zaragoza; El próximo extraño de Jennifer Clement; Pájaros de Kenia Cano; Ternura de Ileana Garma; Antígona González de Sara Uribe; Traslación de dominio de María Rivera; El libro de las grietas de María Cruz; Universo de Náufragos de Aída Valdepeña; Isla o sirena de Mary Carmen Gerardo; La selva afuera de Estrella del Valle; Imágenes para una anunciación de Roxana Elvridge Thomas; El árbol de la esperanza de Angélica Santa Olaya; y el libro Imperio de Rocío Cerón. También recomendaron: Hablemos de poesía, 20 ensayos sobre poesía actual mexicana, compilación Adriano Rémura y Sergio García Díaz.
Además, los encuestados nombraron libros de autores nacidos antes de 1960 como: Ojo de Jaguar y Cuadernos contra el Ángel de Efraín Bartolomé; Muerte sin fin de José Gorostiza; El otoño recorre las islas de José Carlos Becerra; Retorno de Electra de Enriqueta Ochoa; Yo soy mi casa de Guadalupe Amor; y Poesía no eres tú de Rosario Castellanos.
De esta forma podemos concluir que lo observado es indicativo de que la poesía mexicana para el 2016 es nutrida, desbordada y lo que es más importante leída. Más allá de las relaciones editoriales-lectores, las posibilidades de las nuevas tecnologías permiten el acercamiento desde diversos espacios del orbe, para la captura de los autores mediante sus obras literaria. Las plataformas electrónicas para poder levantar, trepar, subir los archivos en PDF de los poemarios ahí quedan, para que nosotros, los lectores nos podamos acercar a ellas. El tiempo que toda persona tiene frente a un ordenador, una tableta electrónica, un teléfono móvil que permite la descarga y lectura de archivos, brinda esa gran facilidad para llegar a un mundo incontable de lectores y lecturas. Que sean entonces nuestras lecturas de las obras, las que puedan enriquecer el gusto lector por la poesía mexicana, para poder consumirla, recomendarla a otros nuevos lectores.
Este pequeño ejercicio que no duró más de una semana, nos ha ofrecido una variedad de nombres, y de obras poéticas que no tendríamos por qué desdeñar de principio, y que sí nos podría permitir el acercamiento hacia nuevos conocimientos de la literatura que se está escribiendo y leyendo en esta república mexicana. Sea pues este un ejercicio que permita el diálogo, que permita igual establecer la posibilidad del gusto, de un fragmento de lectores de poesía, que tuvieron a bien responder los siete puntos de la encuesta.

Referencias
Domínguez Chávez, H. 2011. 1940-1970: el contexto socioeconómico y político. Historia de México II. Tercera Unidad. Programa de Cómputo para la Enseñanza. UNAM. 11 pp.
Espinasa, J. M. 2012. Nacionalismo, cultura e identidad en el siglo xx mexicano. En: Los grandes problemas de México. Coordinadores generales Manuel Ordorica y Jean-François Prud’homme. 2. MOVIMIENTOS SOCIALES. El Colegio de México. Ilán Bizberg y Francisco Zapata. 374 pp.
Serrato Córdoba, 2008. La enseñanza de un nuevo canon de poesía mexicana. Un diagnóstico y una propuesta. pp: 181-196.
Zapata, F. 2012. Movimientos sociales y conflicto laboral en el siglo XX. En: Los grandes problemas de México. Coordinadores generales Manuel Ordorica y Jean-François Prud’homme. 2. MOVIMIENTOS SOCIALES. El Colegio de México. Ilán Bizberg y Francisco Zapata. 374 pp.
Zermeño, G. 2012. La invención del intelectual en México. En: Los grandes problemas de México. Coordinadores generales Manuel Ordorica y Jean-François Prud’homme. 2. MOVIMIENTOS SOCIALES. El Colegio de México. Ilán Bizberg y Francisco Zapata. 374 pp.

viernes, 8 de abril de 2016

POEMAS DE VÍCTOR PÉREZ

Víctor Pérez, España




1
Comed buenas tajadas
 porque ahora va a venir la libertad del cielo.
 Comed buenas tajadas porque la verdad es alegría.
 El santo temor sí, pero el vano temor, nunca.
 Algunas chicas me han escupido en conciertos y ahora sólo deseo ganar millones
 Yo nunca olvida un culo blanco
 Y los antiguos bomberos me hacen vomitar
 Los sábados vendo mi sangre a las embarazadas
 Soy como lo adorable de la taxidermia
 Los que se estremecen me destruyen y oscuro es mi vino para levitar
 Si falto yo os va a comer la mierda
 Educado al sol con videojuegos lineales, todo lo que he hecho en esta vida lo puedo tirar abajo en un segundo
 Será una sola visita al orgullo, pero final y constante
 No me importa con quién folles; sólo a quién dedicas los poemas de amor
 Si deseas ganar a toda costa destruye el carácter de la gente
 Familia, amor,
 amigos, poesía:
 no son para el poeta.
 Mira a la madre,
 y si es una cerda.
 Corre!
 Después de la destrucción
 del Mediterráneo
 llegó ese dinero de Valladolid.
 Mucho poli al límite al fin en mi consulta.
 Yo no conozco España.
 Yo compro hierro, compro puertas
 Sonrío al prójimo como sonreí al sistema métrico cuando me lo enseñaron
 De pequeño me llamaban “el ruso” porque sabía exponer mi corazón
 Los paseantes son mis enemigos
 Y acabo de tirar a tu abuela a la laguna
 Yo era el típico solista investigado que sólo sabía hablar de camareros
 No tardaron en enviarme a Columbia para hacer superliteratura
 Recuerdo mis ojos monstruosos de museo en museo
 En estos días tendré mi tercer hijo con una sueca enigmática a la que apenas conozco
 Voy a estrellar el petrolero ruso de 600.000 toneladas de mi mente contra tus costas escocesas
 Y como hace una ventisca de puta madre te voy a pegar un tiro en las rodillas
 Con voz de hombre mueren a solas las niñas viajeras
 Cuando me tomo el pulso en los huevos
 mi boca es una rebanada coránica
 un nervio que acelera los minutos
 y mi escroto es un cero infinito que arde
 un puto teorema solar inspirado en los límites.
 Ahora me dedico a
 romper con mi sonrisa la
 magia de los momentos
 porque ardo en los suburbios
 y mi nombre es
 impronunciable
 Huya pues el viento de mi violencia
 Fidelísima
 El talento
 El horror de la primera parte.





2
Destruyo adolescentes
lo llevo escrito en la cara
Senderos de montaña y antiguos bosques mixtos llevan mi nombre
No me da pena: ni mujer, ni hijos,
 Ni perro, ni nada
A los que no puedo manipular
 los convierto en enemigos
 Es consecuencia de mi personaje
 Cuando hablo de sentimientos
 hablo de un diálogo abierto
 con el infierno que me postula
 Cuando escribo no muestro
 lo que soy exactamente sino
 su precisión más altanera
Es el proceso onírico del camuflaje frente a lo adaptativo y real
Los suaves años humanos.
Suelo dormir con alumnos de arte
 en una gasolinera abandonada
 escribiendo para los moradores de la superficie
 largas cartas de ciencia ficción
 y cuando las anfetaminas
 aumentan mi claridad de pensamiento
 se la chupo lentamente
 a galgos vagabundos en los maíces
 ensayando mi sonrisa de bienvenida.
También leo la mano de los negros en
 los hoteles
 e inyecto sangre de buitre a
 bailarinas yugoslavas
 A veces escribo.
 Sólo me dedico a eso
 Me gustan las bañeras con
 carácter
 Sumergirme en ellas
 Y cantar a los países
 Proscritos
Estas son las
 postales insuficientes de mi
 holocausto y mi camorra.
Ojalá me pongan en las escuelas
 de
 Georgia del sur durante los
 últimos días
 de la Tierra.


  

3
Mi abuelo cantaba mis poemas
 era un juego adictivo
 era un bochorno que merecía la pena
 así que empecé a fumar caballo con él
 le invitaba
 con su dinero
 y lo vestía de novia temible
 era fácil entusiasmarle y besarle
 en la boca, meterle la lengua.
 Como siempre me dejaba hacer
 lo que quisiera
 yo lo que quería era una buena pelea con él
 hacernos justicia en el monte
 conseguir una buena historia
 él me dijo: sálvate con los poemas
 el resultado fue que me pegó su bronquitis
 crónica y nuestro amor se hizo
 más rápido y bueno,
 desde entonces
 nos sentábamos en el porche
 pensando en nuestra vida y
 era yo quién le limpiaba el culo
 para que se viera mi talento
 ante la familia
 y el que lo bañaba por las tardes
 con una sospechosa
 lentitud alucinante.

jueves, 7 de abril de 2016

POEMAS DE AGUSTÍN RAMÓN SERRANO SANTIESTEBAN

Agustín Ramón Serrano Santiesteban, Cuba





FANTASMAS DEL SUEÑO 

Acepto la reverencia de los techos
el golpe de los poemas que limpia  la memoria
Reconozco la ausencia de tus huellas
el silencio inocente de otros jóvenes
que acechan la pelota entre las aguas
Estoy perdido en la medianoche
mientras mis manos deshacen pesadillas
y el reloj anuncia la penitencia de las horas
Vuelvo a los sitios que preguntan por mí
a la calle donde aún vuelan  los fantasmas del sueño
No puedo detenerme a contemplar
           los recuerdos que pasan
Allá lejos cantan los ausentes
he avistado el fulgor de sus fiestas
pero no bastan la palabra  el olvido
la acera donde riñen la alborada y la noche
Es imposible atrapar este soplo de vida
esta oculta sacudida del cuerpo
Torpemente reconozco que llueve en los amaneceres
y en cada pecho duerme la infancia agazapada.





POSTULADO SOBRE LA AUSENCIA

Un hombre no recuerda las veces
                      que lloró de niño
                            ni las  causas
los lugares comunes   las peculiaridades
sólo sabe que existe una cortina gris
una distancia entre lo real y lo pasado
donde persisten huellas que nunca encontrará
a pesar de los augurios de la brisa
y el permanente influjo de los sueños

Un hombre va dejando sitios
                        inocencias
trajes deshechos y pupilas rotas
No existe el otro lado ni el silencio
sólo la inmensa soledad de la vigilia
la impostergable opción del laberinto.



TODA EL AGUA DEL MUNDO

Ha pasado un hombre que ignora
                   la lluvia
el jadeo incesante del agua
                   entre las grietas
En el imperio del retiro
donde sobreviven los ausentes
el rumor de la lluvia es un fantasma
un fuego fatuo de la otredad que padecemos
Sólo los niños reconocen que afuera llueve
que hay un mundo que estalla entre
                          las nubes
cuando pasa el relámpago rasgando
                    las cortinas de la tarde
Ha pasado un hombre con los ojos cerrados
las manos extendidas hacia las sombras
                               del abismo                                     
ignorando que un perro solitario
hace añicos los breves espejos de la tierra
Sólo los niños saben
que el tren de la lluvia  atraviesa ciudad
y otra vez el relámpago y el trueno
cruzan por nuestros rostros insensibles
mientras afuera  
toda el agua del mundo
                 danza sobre las calles.





A CORAZÓN ABIERTO

Te dejo mi corazón
bajo señales de humo.
Voy a partir, no presumo
de tener siempre razón.
Sólo me queda una opción
y tengo el tiempo preciso.
Vacilo, estoy indeciso
y aunque me toca partir,
no sé cómo decidir
entre infierno y paraíso.

Entre infierno y paraíso
deja el hombre sus mitades,
cuando la fuerza del hades
rompe el cerco del hechizo.
La vida es un compromiso;
es una prueba la vida,
que nos juzga sin medida,
para mal o para bien,
y nos deja en el Edén
junto a la fruta  prohibida.

Junto a la fruta prohibida
el hombre elige un camino,
lanza el arco del destino
relámpagos a la herida.
Ha llegado la partida;
adiós sueño, adiós memoria,
nos veremos en la gloria
si acaso la gloria existe
o en algún  lugar más triste
del mañana, en otra historia.

Del mañana, en otra historia
alguien buscará mi sombra,
este dolor que me nombra
y circuye como noria.
Tengo que partir, la euforia
va cediendo en cada paso.
Dejo al menos: un abrazo,
un hijo, un árbol, un nombre
y la silueta de un hombre
ardiendo sobre el ocaso.


lunes, 4 de abril de 2016

LA PILA 21 DEL PUENTE DE MARACAIBO Y EL GATO NEGRO.

Puente de Maracaibo





LA PILA 21 DEL PUENTE
DE MARACAIBO Y EL GATO NEGRO.

«La muerte es una quimera: porque mientras yo existo, no existe la muerte; y cuando existe la muerte, ya no existo yo»EPICURO DE SAMOS

Por: GREGORIO RIVEROS

En el kiosco de la esquina, leí en un periódico el titular de una noticia: «TAXISTA SE LANZA DE LA PILA 21 DEL PUENTE DEL LAGO DE MARACAIBO». Esta noticia me recordó a mi padre quien también se lanzó de la Pila 21. Ese día que mi padre se lanzó, yo estaba ahí, y toqué con mis manos la calurosa Pila 21. Había una suave brisa que traía un olor intenso a pescado y a lemna. No sé por qué, ese día me sentí sumergido en el cuerpo de mi padre como en un remolino frío, inerme, en las turbias y bravías aguas del lago. Pero él se hundió, y yo me quedé parado en el puente, mirando su ausencia en las profundidades de las aguas. Nos separaban tan solo 50 metros. Era una simple distancia mortal.
Mi padre decidió lanzarse de la Pila 21. Pienso que todos los que deciden lanzarse, ya conocen el significado de la pila. Se informan muy bien, saben que ninguno de los cuatrocientos (hombres y mujeres) que se han lanzado, nadie ha fallado. Nadie ha sobrevivido. Pero los vecinos de Santa Ritay San Francisco, dicen que «sí hubo un sobreviviente» de esa mortal caída libre. Que ha sobrevivido únicamente: «un gato negro».
Yo fui quien llevó a mi padre hasta el puente. Se bajó de mi vehículo y se lanzó desde la Pila 21. Por eso, por la muerte de mi padre, me interesaba leer la noticia del taxista suicida. Compré un periódico, y me fui al cafetín del Centro Cultural «Rafael María Baralt». Pedí una taza de café y lo bebí con mucha calma. De verdad, no quise leer nada del periódico. Me puse a mirar a unos obreros que hacían unos retoques de pintura en la fachada principal del Teatro que estaba diagonal a la Plaza Bolívar. Así estuve un rato, mirando pasar carros, motos, caminantes y trabajadores de la calle. También miré hacia la torre del «Banco de Venezuela», porque al lado, estaba ubicado mi apartamento. Estaba en pleno centro de la ciudad. El cafetín y el edificio de mi apartamento los separaba solamente la Plaza Bolívar.
Me bebí el café. Salí. Caminé y atravesé la plaza con pasos tranquilos y seguros.
Al abrir el apartamento, oí unos quejidos. Hice un cuidadoso silencio y seguí escuchando. Eran quejidos suaves, pero agitados y sensuales. Abrí la puerta de mi habitación y estaba mi esposa desnuda en la cama haciendo el amor con mi propio hermano. Sentí rabia y desesperación, me temblaban las piernas. Pensé en matarlos. Mi mujer soltó una mirada de piedad. Su rostro estaba pálido. Comenzó a llorar y a jipiar sin dejar de mirarme. Me dijo con una voz quejumbrosa que la entendiera, que me iba a explicar todo.
A su lado (junto a ella), estaba mi hermano sentado en la cama desnudo y asustado. Pero rápido me volvió la idea de matarlos. Me sentí ofendido. No aceptaba ninguna explicación. La habitación tenía un aire pesado para soportarlos vivos. Solo se oía el llanto quejumbroso de mi mujer. Al fin, hice lo que tenía que hacer. Cerré las puertas y salí rápido del apartamento.
Crucé la Plaza y volví al cafetín. Aún sostenía el periódico que temblaba en mis manos. Yo era el psiquiatra de tantos pacientes, y ahora me tocaba ser un paciente, asustado, angustiado y deprimido. Yo mismo no podía encontrar el sosiego. Sabía que necesitaba ayuda. Me senté. Pedí otro café y llamé a un amigo, un colega psiquiatra. Sabía que lo necesitaba y le manifesté mi urgencia en verlo. Comencé a esperarlo, y en la espera, fue cuando me atrapó la idea del suicidio. En el fondo, no quería repetir la misma tragedia de mi padre que se quitó la vida por despecho porque mi «madrastra» lo abandonó por otro.
Para evitar pensar en mi suicidio, preferí leer el periódico, pero ahí estaba la historia del taxista. Tenía un titular muy triste: «TAXISTA SE LANZA DE LA PILA 21 DEL PUENTE DEL LAGO DE MARACAIBO».
Creí por un momento que estaría seguro y tranquilo en el cafetín leyendo el periódico y tomando café, y después, todos mis sentidos se arreglarían. Pero el ambiente se puso muy extraño: el taxista-suicida era «Gerardo Rivas», me resultaba conocido, era un paciente mío del psiquiátrico donde yo trabajaba. Esa cercanía con el suicida de la Pila 21 me puso más intranquilo.
Para completar el desequilibrio de mis nervios, de repente un gato negro se subió y pasó corriendo sobre mi mesa y derramó la taza de café. Al pasar, pude percibir en sus ojos una mirada de oscuras premoniciones. Eran extrañas coincidencias; yo no creía en esos cuentos de espantos y fantasmas. Pero estaban ocurriendo. Aún así, no quería creer en supersticiones. Insistí en no pensar nada malo. Aunque ese gato tenía un parecido al gato que vi cuando mi padre se lanzó de la Pila 21.
Me quedé buscando la calma y seguí leyendo la historia del taxista. Pero me temblaban las manos. Mi amigo el psiquiatra no aparecía y mi celular comenzó a repicar, pensé que era él, y cuando miré la pantalla del teléfono, era mi esposa quien llamaba y lo apagué. Seguí la espera, tenía la sensación y certeza que mi amigo llegaría tarde o temprano.
Retomé la lectura. El periódico repetía lo que yo conocía: «que los que se lanzan de la Pila 21 no se salvan». En todo caso, dice lo mismo: que ha sido «un gato negro el único sobreviviente» y que los vecinos creen que todavía «desanda».
Afirma el periódico que: «Hace varios años, el día 24 de agosto de 1962, día de la inauguración del puente del Lago de Maracaibo, a las pocas horas de inaugurado, un grupo de muchachos ociosos que parrandeaban y transitaban por el puente, lanzaron un gato negro desde la Pila 21. Hay quienes vieron nadar al gato hasta la orilla del lago, y otros dicen que se ahogó. Lo más extraño, después de lo acontecido, ocurre que cuando alguien se lanza desde la Pila 21, y se hunde en las turbias y mortales aguas del lago, ven que aparece un gato negro nadando en las cercanías de la Pila; y se distingue mejor cuando desanda en la oscuridad de la noche con sus ojos rojizos y destellantes››.
Mi amigo no llega. Entonces, prendo el teléfono y veo en el registro de llamadas, todas las llamadas fallidas de mi esposa. Llamé a mi amigo y escuché un mensaje automático de la contestadora. Pedí otra taza de café. Vuelvo a llamar y ni siquiera repica. Se me acerca muy amable el dueño del cafetín, el señor «Aguirre», y me sirve la taza de café, y me pregunta: «si me está pasando algo malo». Le contesto que no, que no pasa nada, que estoy bien. Insiste:
‹‹Cualquier cosa, doctor, estoy a la orden››. Le di las gracias.
Apenas me bebí un sorbo de café y comencé nuevamente a pensar en la muerte de mi padre. Ese día lo recuerdo muy claro: toqué con mis manos sudorosas la Pila 21, yo estaba impresionado y muy asustado, me temblaba el cuerpo, sabía que tocaba la puerta infalible de las profundidades infinitas del vacío.
El desaliento cambió mi semblante al presumir que mi amigo no iba a llegar. Apagué definitivamente el teléfono. Y mi mujer daba vueltas y vueltas en mis pensamientos. En ese momento comprendí que la amaba profundamente. Aquí pude sentir con más intensidad que la amaba muchísimo; pero no sé por qué, también se intensificó el deseo de lanzarme de la Pila 21.
La noticia del taxista «Gerardo Rivas» afirmaba que «se suicidó por amor». El periodista que redactó la información, incluyó como epitafio un pensamiento del poeta Cesare Pavese, para darle un sentido al suicidio por amor. Era un pensamiento que también asustaba y ponía los pelos de punta. Decía el epitafio: «Uno no se mata por el amor de una mujer. Uno se mata porque un amor, cualquier amor, nos revela nuestra desnudez, nuestra miseria, nuestro desamparo, la nada».
Tomé un largo sorbo de café y agravé más la situación porque me bebí dos pastillas: un rivotril y un lexotanil. Era una combinación peligrosa. Estaba confundido, no me servía para nada la psiquiatría y pensé que quizás no era tan mala la idea de quitarme la vida.
Las ganas del suicidio se me afincaron más duro. Se avivó un terrible y doloroso instante de confusión y amargura: mi mujer no me amaba y se acostaba con mi hermano; además, me perseguía el agobiante recuerdo de mi padre y aquél día de su muerte en la Pila 21.
El día que mi padre murió, yo no sabía nada de sus planes, no sabía que tenía previsto lanzarse de la Pila 21. Ese día llegamos al puente y había una inmensa cola por un accidente de tránsito. No estaba restringido el paso, pero la circulación era demasiado lenta y se paralizaba a cada rato. De pronto, mi padre se bajó de mi vehículo y corrió hasta el borde de la pila 21 y se lanzó.
Recordar ese día es revivir su muerte. Nunca me quité de encima esos recuerdos, aunque su muerte no fue mi culpa. Hay muertes que pesan en la conciencia sin que seamos los victimarios, porque hay una frontera invisible que se afinca con algún sentimiento de culpa y nos involucra en algún espejismo y nos hace creer que esos muertos salieron de nuestras propias manos.
Es como volver al mismo lugar y mirar el vuelo rasante de las aves sobre las aguas del lago. Tal vez siempre hice un juego peligroso con el recuerdo suicida de mi padre y lo utilicé para simular mi propia muerte; o tal vez, ahora estoy buscando un espacio fantástico para llamar o distraer la atención, o conseguir un gesto, un gesto de piedad, una mirada, unas palabras de lástima o consolación. La cruda verdad, me avergonzaba de mis actos miserables, porque mi corazón estaba degradado como un mendigo de afectos en procura de una mirada piadosa y un poquito de amor.
Ahora me tocaba vivir la realidad y estaba casi seguro que tenía que llegar a la Pila 21. Las aguas del lago redimirían mis penas. Aunque por momentos sentía chispazos de lucidez que me apartaban de la pila. Era un sentimiento afectivo y moral que me llegaba de la infancia como una advertencia muy repetida por mi madre «Rosa Solarte» afirmando que: «los suicidas no ven el rostro de Dios y van derecho al infierno». Pero ya ni eso me daba miedo. Y así estuve un buen rato. Pensando en mi amigo (el psiquiatra que no llegaba) y mi mujer desnuda balanceándose y estremecida en los brazos de ‹‹mi hermano››.
Volví a llamar a mi amigo y no respondía. Pedí un tercer café, le di un largo sorbo. Seguí leyendo el periódico:
«Qué valentía tienen las personas que llegan hasta la Pila 21. Qué fuerza de voluntad los motiva. ¿Planifican su muerte? Por qué tiene que ser la Pila 21 y lanzarse desde el canal que va desde Maracaibo hacia la . ¿Por qué planificar tanto? Será que saben, que cuando se lanzan en horas de la mañana flotan más rápido; sabrán que los suicidas matutinos flotan por los lados de las riberas del Bajo, o la Cañada de Urdaneta. Y los suicidas vespertinos (los que se lanzan en horas de la tarde) demoran hasta cinco días para flotar y sus cuerpos pueden llegar hasta las orillas de . ¿Son valientes? ¿Son cobardes
El redactor de la nota periodística se hacía las mismas preguntas que yo, sobre la valentía o cobardía de los que se lanzan de la Pila 21. Pero yo sigo aquí, sin respuestas. Al final, creo que se toma la decisión y listo. Cuando uno se va a suicidar parece que no hay muchas preguntas: se toma la decisión, nos matamos y punto.
Aún me tiemblan las manos y las piernas porque quizás no nací para morir en la Pila 21. Eso me asusta bastante. Por eso, pensé, en tener un miedo más leve; era mejor si «me bebía unas cervezas y ahí decidía». No era ni mala la idea: unas cervezas y unas pastillas más.
Salí del café, miré al cielo y había un sol inclemente. Comencé a sudar sin parar. Fui al estacionamiento para sacar mi vehículo, y me fui para la calle Carabobo.
Entré al bar ‹‹El Palmarejo». Me atendió un buen amigo (Mario) que parecía más actor de circo que mesero, era también muy agradable y diligente, me traía rápido las cervezas que hacían explosiones en mi estómago y repotenciaban las pastillas. Bebí más de una docena de cervezas. Salí del bar. Caminé por la calle Carabobo. Al final de la calle, ya no hubo más distancias entre las cosas y los caminos: había emprendido un largo viaje inacabado.
A pesar de la ciudad muy caliente, me senté en una calle sin nombre, cercana al Centrodearte «Lía Bermúdez». Todo sucedió tan rápido. Las pastillas y las cervezas comenzaron a traer recuerdos lejanos: mis padres, la casa vieja de la infancia, mis amigos del ayer, las botellas, los cigarrillos, gritos, música, los bares, los muertos, y un olor a flores silvestres con exuberante olor a café de amargo velorio. También pasaba mi ciudad, como la más elegante y amada de mis novias, caminando con distinción y pomposa majestad.
Todos pasaban y se despedían como de un cuerpo moribundo y fúnebre.
Era una marcha sin fijación de lugares, ni cercanos, ni lejanos. Eran recuerdos como de un naufragio: un viaje a la deriva. Así desfilaban apurados por mis pensamientos, amigos de la niñez, mi facultad de medicina, poetas, libros, profesores, profesoras, mi psiquiátrico, locos, locas, heterosexuales, homosexuales y bisexuales. También pasaba mi tía «Bárbara Portillo»; sin faltar su hija, mi prima «Dévora Encarnación» con sus primeros besos y sus tetas peladas como virginales duraznos dulces y tiernos. Ella, «Dévora Encarnación» fue mi primera novia y luego sería mi esposa.
Me sentía muy borracho. Pero pude ubicarme más adelante, en el callejón de “Los Miaos››. Ahí me detuve, y por un momento caí al piso, donde brotaban ráfagas de calor de las entrañas de la tierra. Así consolidaba con mi borrachera una peligrosa trocha hacia la Pila 21.
Había conformado la certeza de morir por mi propia voluntad como un derecho que me asiste. Es una decisión que podía tomar cuando quisiera. Nadie está obligado a quedarse a vivir en el mundo cuando considere y decida que ya la vida se ha vuelto tan indigna que no merece ser vivida.
Así dispuse mi viaje, y mi vehículo siguió la ruta hacia la Pila 21.
Ahí estaba parado, justo en la entrada del puente. Seguí hasta llegar a la Pila 21. Tenía pocos minutos antes que llegara la Guardia Nacional. Me bajé y caminé hasta la orilla de la carretera; la gente miraba, se fueron parando los carros y comenzó una cola inmensa. Se paralizó el tránsito. Nadie se me acercaba.
Pero un chofer de un bus que estaba allí mirando, me gritó:
«No hagáis eso Mijo, no hagáis eso. Salí de ahí…»
Yo no miraba a nadie. No hablaba. No quería escuchar nada, más bien todo se empeoraba, porque los amenazaba con acercarme más al extremo del puente.
Alguien conocido, tal vez alguno de mis pacientes, me llamó con título y apellido:
« ¡Doctor Portillo!!»
Aquél grito de alguien me impactó. Volví en sí, pero era demasiado tarde, porque toda mi realidad era envolvente: la historia amorosa de mi esposa infiel y también el suicidio de mi padre. Todo se amontonaba sacudiendo la borrachera de las neuronas. Pero recordé algunas cosas del pasado, la infancia, los amigos, la casa campestre y los animales. También recordé a Rosa Solarte (mi respetada madre).
Las cervezas revueltas con las pastillas recrudecieron los recuerdos alucinantes. Un sudor copioso cubría mi rostro. Miraba a mi mujer revolcada en mis pensamientos, desnuda y estremecida en los brazos de mi hermano. Sentía un filoso puñal traicionero que traspasaba mi pecho.
El calor y los efectos de las cervezas con las pastillas me hicieron alucinar y fantasear de verdad: escuchaba gritos y voces que venían de lejos. Eran los gritos de un ser muy apreciado. Esos gritos desesperados y recurrentes, se metieron en el remolino tormentoso de mis pensamientos:
«Ruuuua…ruuua... ¡Mariquito! ... ruuua… ».
Era ‹‹Marisela››, la lora de la infancia, la mascota de mi mamá que no paraba sus gritos alucinantes. Hacía heroico y valerosos intentos por salvarme. La lora estaba como loca dando alaridos, quería distraerme, gritaba y gritaba. Hasta que logró paralizarme. Para ese momento, me senté en la orilla de la Pila 21. Y en un rápido instante, todo había cesado, había desistido de saltar.
Sentado en la orilla del puente recordé a mi madre (Rosa Solarte) cuando en la casa de la infancia le daba comida a «Marisela». Comía pan y vino para que hablara bastante. Era muy conocida en el vecindario. No paraba de gritar y llamar a la gente con palabrotas comunes y groseras. Ella era como parte de la familia.
Nunca olvidaron el día cuando se marchó para siempre. El hogar fue un desmadre; fue una loquera. Ese día «Marisela» después de comer, quiso reposar, y se acomodó en el comedero del burro, un fresco pastizal verde y tierno que no daba oportunidad al mismo burro para diferenciar entre el verdor del pasto y el verdusco plumaje de la lora. El burro se la comió y la casa se llenó de una larga y profunda tristeza.
Por eso «Marisela» estaba aquí en mis pensamientos, aquí en la Pila 21. Pero no había nada que hacer, volvieron las ganas de lanzarme. Estaba decidido a caer en las turbias aguas del lago. Y de pronto, un Guardia Nacional llegó y me agarró. Me sentí muy desolado y triste. Me sentí perdido; pero al fin, estaba a salvo. No sé si tranquilo, o simulaba estar tranquilo. No me resistía para nada. No intentaba hacer ningún movimiento para soltarme.
Los curiosos que estaban en el puente aplaudieron al Guardia Nacional; y uno de los curiosos, soltó un grito:
« ¡Lo salvó Dios! ¡Bendito sea Dios!»
Una mujer, también gritó:
« ¡El Ángel de la Guarda, lo salvó!»
Eso fue lo que escuché y es lo último que recuerdo antes de soltarme de las manos del Guardia Nacional.