En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



domingo, 19 de mayo de 2019

EL PUERTO DIFUSO EN LA POESÍA DE SARAY LOÁICIGA BRENES







EL PUERTO DIFUSO
EN LA POESÍA DE SARAY LOÁICIGA BRENES


Lic. Miguel Fajardo Korea
Premio Omar Dengo, Universidad Nacional de Costa Rica




            (Guanacaste/Moravia).- He tenido la oportunidad de leer, releer y analizar el primer libro poético de la M.Ed. Saray Elena Loáiciga Brenes (San José, 17 de julio de 1968), académica en la Sede Regional Chorotega de la Universidad Nacional de Costa Rica.


El título de su poemario Puerto difuso (San José, Costa Rica: Lara & Segura Asociados, 2019, 96 pp.), consta de 74 textos. La ilustración de la portada es del pintor Adolfo Hernández Fallas. Posee una estructura nominal: sustantivo + adjetivo, con la elisión del artículo como antecedente.  El contexto del puerto, obedece a un espacio abierto. De acuerdo con la RAE, el adjetivo difuso significa: “ancho, dilatado. Vago, impreciso”. (Diccionario de la Lengua Española, 2001: 823).

Según José Pérez-Rioja: “En la simbología cristiana, el puerto suele ser sinónimo de vida eterna. Los barcos que navegan hacia el puerto se comparan a las almas en busca del Cielo” (Diccionario de símbolos y mitos, 1994: 362).

Así, entonces, nos adentramos en el mar poético de este Puerto difuso, cuyo eje temático se centraliza en el tema eterno del amor y cuanto ello implica: encuentros, desencuentros, experiencias, recuerdos, anhelos, desilusiones, esperanzas, esperas y demás.

La hablante de este libro, alude a los elementos líquidos para establecer un paralelismo con el amor: “cuando te vi, desde que nos reencontramos / para solo amarnos”; “este río, desbordado de amor, / fluye por dentro”; “porque te amo con la fuerza de una tormenta / y tan suave como el mar en calma”.

Asimismo, la voz lírica agradece al Creador la experiencia del encuentro con el ser amado: “Si Dios fue quien  nos dio este amor;  / Él  también inventó la esperanza. / Es lo único sobre lo que sentimos amor”; “Le doy gracias a Dios por tu amor, / que me hizo renacer en este día”. Es decir, la amada agradece el encuentro, la presencia del Otro, porque lo considera su complemento a la incompletitud que acompaña a todo ser humano, siempre.

Sin embargo, conforme avanza el tiempo, la voz lírica insta: “Señor, enséñame el camino por seguir/ en el mar incierto del mundo. / Que la humildad sea parte de mi vestidura, / y la compasión, parte de mi calzado”. Existe una especie de voz desgarrada que necesita asirse a la figura crística para tomar fuerzas.

            En la experiencia dialógica, la hablante atisba un discurso amatorio de fuerte arraigo y convicción: “Este amor es fuerte como el trueno  que irrumpe la tormenta. / Es apacible como un riachuelo en el bosque. / Es sereno como el mar en calma con sus olas  en la playa. / Es profundo, / es eterno”. En su mapa lírico, encuentro lejanos ecos, tonos y acentos de diversas poetisas, tales como  Marina Arzola, Ninfa Santos, Julia de Burgos, o Eunice Odio.

            En esa línea de seguridad en el amado, la voz femenina no duda en establecer un discurso con alta certeza en la relación: “Te amo con pasión, / porque mis besos son del alma, / se unen con los tuyos sin remedio, / porque no se acaba el amor con flores marchitas,  / si no se renueva constantemente”. Por ello, la voz enuncia la interrelación humana y divina, cuando expresa: “Y yo te conozco más / de lo que te imaginas, / es cierto, porque nuestras / almas las formó Dios / cuando creó el mar,  / el lago /y el trueno”.

A pesar de lo anterior, como en toda relación humana, hay altos y bajos. En esa perspectiva, cuando hay separación del amado, la voz femenina deja leer un nudo expresivo de intenso desamparo por marcos contextuales: “Me dejaste sin nadie, sola, / como el mar, / cuando trae a la playa una ola. / Y solo yo,  / y el atardecer y el mar,  / y tu recuerdo”.

El recordar selectivo se torna un aliado de compensación para evocar la figura del amado: “Sé muy bien /  que mi barco ya no atracará / en tu puerto, / y es que ya no me quedan  / ganas de anclar, / ahora soy libre,  / y el mar, hacia otro destino, /me llevará tranquilamente”.

La separación, por su parte, se poetiza de modo cuantificado, lo cual muestra un doloroso sentir: No eres culpable de quererme,  / después de 9000 días sin vernos. / Dejemos  de contar los besos”. El nombre del amado no figura en el texto, solo en la dedicatoria a Burt.

El último verso es una especie de sistema recolectivo, dentro de la expresión de significados poéticos, toda vez que opera como un signo de ausencia: los besos no dados, los días transcurridos. En esta instancia, la amada adquiere rotundidad en su sistema expresivo “Y si vuelves, te quedas, eres presencia, / y si no vuelves, nunca has estado: /solo eres ausencia”. “Digo que me alegro que no estés, / porque si de nuevo, algún día,  / vuelvo a verte, / de seguro, /te amaría hasta el final de mis días”. Son designios de amor muy intensos.

La aseveración dicotómica de presencia-ausencia física es una conclusión, muy dolorosa, pero firme. “Aun así, el amor sin esperanzas / sigue teniendo aroma, /porque no se llena el corazón, / si no estás conmigo”.

           “Dame la mano, el camino es lejos; / dame la mano, el barco aún no ha partido”. La asociación con el puerto da la idea del marinero que arriba a él, desembarca, pero debe marcharse de nuevo, y es cuando deja aflicciones, soledades, vacíos, esperas.  La voz femenina pide que le dé la mano, signo de lo que puede ser tomado, idea de potencia.

            Sin embargo, aquí opera un cambio de ruta con el alma como elemento del ámbito espiritual  “Es que tú me entiendes /cómo se siente el alma: / como un abrazo con /las manos vacías”. El final de estos versos signa un campo de gran desolación, de lo inalcanzado.

En ese ahondamiento, la hablante recurre a otra estrategia de recuperación del amado “y cómo renunciar al amor, si su / sombra persigo en la noche.  /Sí, lo sé, ahora es un sueño. / Corre a la playa, estoy allí”. El campo abierto de la playa es un sitio de convocatoria para citar al amado desde el sueño vigilante, con la esperanza de que acuda sin tardanza.

En otra faceta, incorpora el fuego, uno de los cuatro elementos fundamentales, signo de purificación o pasión “Te quiero desde que te vi saliendo del fuego. /Este amor es gitano,  / y solo lo quita el fuego”. “Es cuestión de tiempo, / dos corazones: /un solo destino”.

Los elementos de la vegetalidad y la naturaleza encuentran asidero en este mapa lírico de la M.Ed. Saray Elena Loáiciga Brenes “Se marchitan las / rosas que me enviaste, / pero no lo que /siento por ti”; “Tú y yo somos río desbordando sueños / de noches cansadas, días enteros, / de campos floridos, lluvias y truenos, / donde corren veloces dos potros solos, /a orillas del mar y el cielo”. “Cuando la naturaleza se encuentra a mi alrededor / es cuando más puedo sentir ¡Oh Dios!, tu presencia, /y tu voz, tan cerca, está lejos/ en la soledad nocturna”.
           
            La hablante realiza una auscultación “Me miré en el espejo y esa niña /derramó otra lágrima en el espejo”. “Anoche me dijo la luna  /que me extrañabas desde lejos. / “Anoche me dijo el silencio  / que te extrañaba desde lejos. /  Si yo te quiero y tú me quieres, /a veces me pregunto,  /qué estamos esperando”. El verso de cierre es una expectativa que no solo le corresponde responder a la voz femenina, pero ella tiene la valentía de expresar dicha incertidumbre, mas no encuentra eco en la otredad, lo cual ahonda su desazón y desarraigo.

            En toda relación sentimental hay temores, porque somos parte de una incompletitud que espera encontrar el complemento ideal, la equidad y la comprensión en el Otro: “Y tengo miedo, / miedo que si tú no piensas en mí, /yo no hago más que pensar en ti”. “Me hacen falta fuerzas, / fuerzas porque te has metido en mí, /de un modo, /que si no te tengo a mi lado, / lo pierdo todo… / pero la soledad que siento /me sabe más que a cuerpo, /y es que yo me siento sola por dentro”. Los intensos nudos de la soledad asfixian a la amada ante la falta de respuestas. Sus interrogantes no son respondidas, la mayoría de las veces, lo que ahonda el sentimiento de soledumbre, de vacío, de marea y remolino en el golpeado cuerpo de la espera.

Hay un momento en que la voz femenina de Puerto difuso se autoanaliza, y afirma “Debió haber luna llena cuando nací. / Sí, yo nací en luna llena, /por eso, mi alma encendida / suspira en la noche, / por eso, las olas de mi mar embravecido /crecen con la marea”.

En otro periodo, la hablante  pronuncia lo siguiente: “Deja que sea todo así, /de tu vida y mi vida. Las olas me desplazan,  /y suelto las amarras con imprecisión absoluta. / Pareciera ser que tu puerto espera, /antes de llegar a mi  barco, su propio velero, /sin embargo, me aproximo, /a sabiendas de que en el mar no llegue mi destino… /Porque no te digo que te quiero, /si mi corazón ya no puede negarlo. /Digo que no te quiero, porque te quiero, /porque he tratado de enterrar mi amor en una playa vacía”.
           
En una especie de cierre, la hablante endiña: “Son largas las noches, /son largos los días, /las horas, los minutos y segundos, /cuando no estoy contigo, /pero el amor es libre y no cautivo. /Te dejo libre, para que pienses, /para que corras,  / huyas, /o vuelvas”. Las cuatro formas verbales son rotundas.  Por lo tanto, no habría más que esperar la respuesta anhelada que se espera haber leído en todo el poemario. La elección es del amado. ¿Lo hará; lo hizo?
           
La M.Ed. Saray Elena Loáiciga Brenes (San José, 1968)  incursiona en el mundo de la poesía con un texto en la plenitud de su vida. Libro de interrogantes, asertos, experiencias, expectativas suyas, o de cualquier ser humano que aborde la experiencia del amor, como tema eterno de la humanidad, desde los filones más honestos y comprometidos.  Ella es coautora de tres libros colectivos. Esta es su primera obra poética, publicada por Lara Segura Editores (2019).  

 
                         
            Poemas de marzo
      Saray Loáiciga Brenes

Estamos a la deriva tú y yo,
los dos nos necesitamos urgentemente,
porque nuestro corazón está solitario:
tu alma con mi alma se encuentran confusas.
***
Rompe las cadenas y ámame sin medida,
que mi ser ansioso te busca en la penumbra.
Rompe las cadenas y vivamos este amor,
que nos libera con impulso poderoso.
***
Porque es tan difícil amarnos,
y este amor escapa de nuestras manos.
Si yo te quiero y tú me quieres,
a veces me pregunto,
qué estamos esperando.

Si te hace falta valor
para enfrentarte a la tormenta,
yo lo tengo y me enfrento ante los
vientos tempestuosos,
aunque se rompa presurosa
la vela de nuestro barco.