En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



jueves, 14 de marzo de 2024

EL SILENCIO VERTICAL, NUEVO LIBRO de MIGUEL FAJARDO

 


EL SILENCIO VERTICAL, NUEVO LIBRO de MIGUEL FAJARDO


“Miguel Fajardo es un poeta de constancia natural y vigente en el todos los días de su vida, que es la nuestra y en donde ejerce su oficio con especial dignidad y una inteligencia lúcida para escoger los temas que han dado forma a su ya extensa obra, un proceso en donde sus temas constantes son el tiempo, el espacio ante los ojos y esos burbujeantes relámpagos en donde se nos presentan los sujetos -que no objetos- de su poesía, en el severo proceso de rescatar los instantes perdidos y darles forma de piedra sensible e instante de sed, lo que nos permite percibir en su obra, una constancia de severa perfección, la cual indica una elevación en la forma, el lenguaje, con la consecuente simpleza al hacer una poesía cercana  de nosotros y lo que él quiere decir, ajustadas a los poemas, que muestran ese proceso de madurez que todos hemos esperado de una persona como Miguel Fajardo, poeta, gestor cultural, profesor, divulgador editorial, honra y esperanza de su patria y de su amada Gran Nicoya”.

 

ALFONSO CHASE, Premio MAGÓN, Costa Rica

 

MIGUEL FAJARDO. EL SILENCIO VERTICAL. Guanacaste, Costa Rica: Círculo y Punto, 2024: 92 pp. Portada y prólogo de Soren Vargas. Criterio de la contracubierta de Alfonso Chase. Impresión Lara & Segura. Tiraje: 520 ejemplares. El volumen contiene 62 poemas.

El nuevo libro de MIGUEL FAJARDO será presentado en la Feria Regional del Libro, en el parque Mario Cañas Ruiz de Liberia, Guanacaste, actividad organizada por la Dirección Regional de Educación (DIRELI), el martes 23 de abril del 2024: Día Internacional del Libro, a partir de las 8 a.m.

 

Prólogo de SOREN VARGAS, Editor de Círculo y Punto

 

El desafío de prologar un libro del poeta Miguel Fajardo, en su etapa de madurez creativa, no es lo difícil que resulta separar al hombre de su obra, sino hacerlo de la misma literatura de Guanacaste, así como de los símbolos y temas que la impregnan. Debido a que ya existen varios y bien merecidos análisis sobre su poesía, materia en la que tengo competencias limitadas, quisiera presentar este libro como lo que realmente significa: el más reciente testimonio lírico de quien ha sido una de las piedras fundacionales de la memoria colectiva de nuestra literatura regional.

Ya sea desde su labor en el Centro Literario de Guanacaste —que en este 2024 cumple 50 años de fundación—, como docente de Español, o desde su propio trabajo solitario, a fuerza de cincel y palabra, Miguel Fajardo es un referente incontestable para todos los que estamos vinculados al oficio de las letras en la región. Podemos darle el apelativo que se quiera: poeta, profesor, promotor, mentor, investigador, pero todos tenemos que ver algo con su legado. Y los que lo conocemos un poquito más de cerca valoramos, más allá de esa imagen de solemnidad y compromiso, a un ser humano culto y afable.

Y es que Miguel ha sido el gran cartógrafo del mapa simbólico por el cual los poetas de Guanacaste transitamos en nuestro quehacer literario, y muchos de estos elementos aparecen especialmente reunidos en los poemas de la presente obra, El silencio vertical.

En el plano semántico, encontramos un conjunto de símbolos recurrentes en la obra del poeta y constelados por la inercia de nuestro paisaje, tales como el sol, la piedra, el fuego, la sequía, la sombra, el mar, la noche o el relámpago. También una serie de preocupaciones asociadas al tiempo, tales como la soledad, la travesía por la vida, el destino y el olvido de nuestro origen. Finalmente, otro tipo de inquietudes relacionadas con nuestro rumbo social, tales como la herencia de nuestras culturas ancestrales, la catástrofe ambiental, el modelo de desarrollo, los conflictos en los países vecinos y el destino de los inmigrantes.

Lo interesante del diseño poético de Miguel Fajardo es la forma de conjugar estos elementos, de manera que sus contrarios sean intercambiables, y esa es una clave para interpretar sus significados. Su poesía hay que leerla en clave dialéctica.

Por ejemplo, a veces, la memoria es un rescate («Amanece en la memoria»), y otras, es un reproche («Las lágrimas no humedecen el olvido»); el mar se abre como una herida de muerte («Continuación del mar») o una fuerza de plenitud liberadora («Seguir vivos»); la sombra puede ser una metáfora del desasosiego («Las horas como sombra») o un punto de lucidez («La resistencia de la sombra»); el sol puede expandirse como un portal del amor («Algún tiempo en la memoria») o caer como con todo el peso de un verdugo («Memoria de la catástrofe»). No es casual la recurrencia de oxímoros, antítesis, paradojas, imágenes o personificaciones. La lista podría ser exhaustiva, pero quiero invitar al lector a descubrirla.

Y es que muchas son las preocupaciones de los escritores de Guanacaste que se aparecen en la poesía de Miguel Fajardo, las cuales están íntimamente ligadas con nuestra singularidad geográfica e histórica. Compartimos un sentimiento de reproche ante el olvido institucional, de ancha soledad existencial, de quedar a merced de codiciosas fuerzas de ultraje a la naturaleza, de mantener un legado indígena, del cual hemos perdido los códigos. Pero también, que tenemos un amplio patrimonio cultural para levantarnos y determinar nuestro ser, para regresar a nosotros mismos desde la memoria compartida. Y, finalmente, de gratitud ante una belleza territorial que enriquece los grandes sentimientos de la poesía: la nostalgia telúrica, la trascendencia cósmica, el dolor que nos reinstaura, la celebración de la vida o la pureza de un amor inefable.

Todo esto y más lo encontrarán en esta obra que, desde nuestra pequeña editorial guanacasteca, Círculo y Punto Ediciones, proyecto que Miguel Fajardo apoyó desde sus inicios, hacemos pública, con mucho orgullo y gratitud. (pp. 11-13, 22 de febrero del 2024). 


sábado, 2 de marzo de 2024

La perspectiva humanística y educativa en la película RADICAL

 

Lic. MIGUEL FAJARDO KOREA


La perspectiva humanística y educativa en la película RADICAL

 

Lic. MIGUEL FAJARDO KOREA

Premio Nacional de Educación Mauro Fernández

 

 

 

Ficha técnica: RADICAL. Guion y dirección Christopher Zalla. Música: Pascual Reyes y Juan Pablo Villa. País: México. Género: Drama. Duración: 125 minutos. Reparto: Eugenio Derbez como Sergio; Daniel Haddad como Chucho; Jennifer Trejo como Paloma; Mía Fernanda Solís como Lupe; Danilo Guardiola como Nico, y Víctor Estrada como Chepe.

 La educación siempre ha sido una herramienta de cambio y de mejoramiento socio-individual. Debemos estar conscientes, además, del privilegio por acceder a ella, si sabemos que su cobertura, nunca llegará a todos.

           Educar es un término que tiene un amplio registro semántico, por lo que apela a conceptos coligados, tales como alimentar, cuidar, nutrir, instruir, formar y criar.

           La película RADICAL genera un importante estado de concienciación sobre la educación pública. La escuela José Urbina López, en Matamoros, México, es una institución colindante con un basurero, en un lugar fronterizo, abandonado, con alta violencia, corrupción, inmigrantes y narcos, cuyo estudiantado tiene los peores rendimientos académicos y donde se presenta la  explotación del trabajo infantil.

           En ese entorno, surge la figura del Maestro Sergio Juárez Correa, quien choca con sus colegas conformistas, con métodos rígidos y padres desconfiados. Él muestra resistencia a las reglas, se olvida de los programas rigurosos que imperan en “La escuela del castigo”. Sergio utiliza el método de Sugata Mitra (Calcuta, India):

 que se basa en el concepto de "Educación Autoorganizada", el cual postula que los estudiantes son naturalmente curiosos y pueden aprender de manera efectiva cuando se les brinda la libertad de explorar temas que les interesan. Enfatiza métodos de enseñanza mínimamente invasivos donde se formulan preguntas amplias y los estudiantes se ven obligados a utilizar habilidades colaborativas y técnicas activas de resolución de problemas para formular hipótesis y llegar a conclusiones por sí mismos”. (https://es.wikipedia.org/wiki/Sugata_Mitra). Ejemplifica, por ejemplo, ¿por qué flota un bote o las cosas?, o bien, la historia del burro y el pozo.

 Chucho, el director, -quien representa la disciplina y la autoridad-, al inicio desconfía del trabajo del maestro, pero luego lo apoya. La lucha del maestro es contra la disciplina autoritaria, sin oportunidades de crecimiento ni mejoramiento individual para el aprendizaje.

           RADICAL presenta la historia real de la estudiante Paloma Loyola (la niña Jobs), quien, a pesar de provenir de dicho contexto, alcanza el más alto puntaje en la Prueba de Enlace de matemáticas, en México, con lo cual se demuestra que la educación es un “bote salvavidas”. Asimismo, incluye las historias de Lupe (filósofa) y Nico (mensajero de bandas).

           El Maestro Sergio no está muy de acuerdo con las máximas: “El silencio es la base de la obediencia. La obediencia es la base de la disciplina. La disciplina es la base del aprendizaje”. Sergio hizo las cosas diferentes. Para él, el “patio de recreo” puede convertirse en un espacio áulico. Los alienta a creer en sí mismos, porque cada quien tiene un potencial para usarlo, y para descubrir el conocimiento por sí mismo.  

 Como educador, él tiene voluntad para escuchar, como cuando Nico le pregunta cómo hace para enamorar a una compañera. Él no impone: pregunta “¿Qué quieren aprender?”. Aboga por la aplicación de conocimientos en la vida. Aprendemos de nuestros errores. Debemos hacernos responsables de nuestra propia vida. Refiere que él decidió ser maestro, porque “yo podía cambiar el mundo” y, en esa línea, decide vender su carro para adquirir una computadora.

 Citica que a nadie le importa lo que pasa aquí”, en alusión al robo de las computadoras para dicha escuela. O la burocracia escolar para acceder a los libros de la biblioteca por no tener una cita. 

 Es muy clara la intención de la película en señalar los procesos evaluativos, en relación con los conocimientos adquiridos.  La película focaliza dos materias, ciencias y matemáticas.

 El maestro se ve afectado cuando lo suspenden 15 días por parte de las autoridades superiores. La tragedia afecta al maestro Sergio Juárez Correa, cuando Nico muere, porque no acepta ser pandillero.

  Paloma expresa un discurso reflexivo: “La realidad es la realidad.  Esta es mi realidad.  No hay escapatorias. Gente como yo no es capaz”, cuando Paloma decide no ir más a la escuela, para atender la salud de su padre, un pepenador anciano y enfermo. Sin embargo, como se tiene fe, se presenta al límite de empezar las pruebas de Enlace. El maestro expresa: “Ustedes pueden”. Sergio refiere que ese pinche examen solo da resultados medibles.

             En la película se hace mención al filósofo británico John Stuart Mill (1806-1873), quien “defendía la libertad por dos motivos: porque la sociedad como conjunto maximiza su utilidad, si cada persona es libre de tomar sus propias decisiones, y porque la libertad es necesaria para el desarrollo de cada persona como una persona completa”. (https://es.wikipedia.org/wiki/John_Stuart_Mill).

 Un problema medular que incide en el proceso de enseñanza-aprendizaje es la falta de diálogo. Hoy existe, lamentablemente, una comunicación monosilábica, en miles de hogares costarricenses y planetarios, cuyos efectos se manifiestan en la violencia, en los espacios áulicos como en la sociedad civil.

  El hogar, no la casa, es una construcción cotidiana. En ellos, debemos procurar ser más dialógicos. La extrema velocidad del mundo nos está pasando cuotas de fraccionamiento en la convivencia socio-hogareña. Hay que revisar esa condición, porque desestructura los cimientos de ese círculo de armonía, afectiva y protectora, que históricamente ha distinguido al hogar como célula primaria de la sociedad.

            En este momento, hay diversas redes competitivas de socialización, pero coexisten en espacios multidimensionales, en las tecnologías inteligentes y, aunque resulte paradójico, las personas se están comunicando más con individuos desconocidos y lejanos, que con aquellos a quienes tienen al alcance del abrazo, es decir, los miembros del ámbito hogareño, a quienes, en muchas oportunidades, se les invisibiliza.

      La comunicación hogareña no se practica como se debe, porque estamos atrapados, en los contextos próximos, por la velocidad de la ciber-comunicación; por una envolvente y dinámica realidad en la que nunca estamos al día y, por ello, somos portadores de niveles estresantes y estadios impersonales, que atentan contra las relaciones confraternitarias.

     Los sistemas educativos, en todos sus niveles, son hogares espirituales, donde debemos compartir, con dignidad y ética, para hacer valer uno de los más inalienables derechos del individuo: ser mejores, para promover una óptima calidad de vida, es decir, redimensionar el concepto de una mayor apertura humana, para el disfrute de las libertades individuales, dentro de un respetuoso espíritu societario.

             Los educadores debemos reencantar la educación, sobre la base de un componente con responsabilidad social y cultural, en un compromiso de respeto a la dignidad de los otros, servicio a los demás, tolerancia, y una adecuada preparación académica, para el fortalecimiento integral de las diversas comunidades estudiantiles, sin exclusiones odiosas.

           No podemos enquistarnos solo en dar clases, sino que debemos ser guías y formadores comprometidos, en contextos de globalización y sus asediantes procesos impersonales; por ello, su compromiso debe construir una educación humanizada para todos, que tome en cuenta, tanto la diversidad social como cultural, y cuyo eje pretenda la formación de valores, como instrumento adecuado para alcanzar el desarrollo pleno, digno y holista de cada una de las personas que nos corresponda el privilegio de formar.

             El estudiantado significa la razón de ser de nuestro trabajo, por ello, nunca deberán verse como los enemigos por vencer. Todo lo contrario: la niñez y la juventud se encuentran ávidos de diálogo, respeto, comprensión y tolerancia. Para el educador verdaderamente comprometido con el mejoramiento integral de la sociedad, ese es uno de los desafíos piramidales en el ejercicio de la docencia. La educación es un enlace de voluntades en la construcción de la vida país, a partir de la pasión por la enseñanza humanizada, cada día de la tierra.                                                      


miércoles, 21 de febrero de 2024

Medio siglo del Centro Literario de Guanacaste

Lic. MIGUEL FAJARDO KOREA


Medio siglo del Centro Literario de Guanacaste

 

Lic. Miguel Fajardo Korea

minalusa-dra56@hotmail.com

 

 

 

El Centro Literario de Guanacaste (Costa Rica, fundado el 20 de marzo de 1974-2024), cumple 50 años de trabajo voluntario, desde este polo interior del país, a favor de las letras costarricenses. Es una hermosa y sostenida trayectoria cultural, independiente e indoblegable, en sus afanes culturales.

El dilema era cómo empezar.  El escritor chileno Alberto Baeza Flores (1914-1998) escribió: “Por un grupo, por unas reuniones, por unas palabras, por unas conferencias, pero por un inmenso, indesmayado fervor, por un puro y grande amor, por esto tan mal traído y tan maltratado – y tan mal definido- que es la cultura” (“Liberia con la cultura”. La Nación, 16-1-1980, página 15 A).

 El Centro Literario de Guanacaste responde a la necesidad de establecer esfuerzos en favor de la creación de polos culturales regionales, fuera de los centros absorbentes capitalinos.  Su lema es ESCRIBIR PARA SER y su símbolo, un árbol de Guanacaste con una pluma transversal superpuesta transversalmente.

  Con ocasión del Día Internacional de las Mujeres, este 8 de abril del 2024, celebramos el quincuagésimo aniversario del Centro Literario de Guanacaste, marco propicio para homenajear a su fundador y presidente, el Lic. Marco Tulio Gardela Ramírez. Y para presentar el libro Llama del tiempo, de Ligia Zúñiga Clachar, una de las integrantes más activas del Centro.

La Sociedad de Fomento de Liberia (1901-1904) es la primera organización cultural guanacasteca. Su relevo fue la Asociación Guanacasteca de Autores (1958-1971). En la actualidad, esa tarea la continúan el Centro Literario de Guanacaste (1974-2024) y la Asociación para la Cultura de Liberia (1986-2024).

El fundador del Centro Literario de Guanacaste es el Lic. Marco Tulio Gardela Ramírez (1950), quien reside en Guanacaste desde 52 años. En la reunión fundacional, el histórico 20 de marzo de 1974 asistieron: el boliviano Guillermo García Murillo (+), Rodolfo Salazar Solórzano (+), Luz Jirón García (+) y el peruano Juan Antonio Velit Granda, así como los estudiantes Alfredo Chacón Araya, Ernest Florián Álvarez, Jaime Rojas Jiménez y Ernesto Guadamuz López. Yo me integré al Centro Literario de Guanacaste en setiembre de 1974.

Los objetivos del Centro Literario de Guanacaste son: 1. Fomentar el arte literario; 2. Fortalecer la Guanacastequidad; 3. Participar en el quehacer cultural guanacasteco y nacional. El grupo es una mezcla de academia, tertulia y taller.  Han querido acallarlo, pero las voces estallan. La fortaleza del Centro Literario de Guanacaste estriba en su independencia.  Poco a poco, se ha ido consolidando una conjunción de voluntades. Nunca sus proyectos culturales han subordinado a la conciencia; ningún poema ha bajado la guardia. El grupo se ha reunido el primer sábado de cada mes, a media tarde, en diversos lugares de Liberia.

 El Centro Literario de Guanacaste es una brigada cultural, que ha confrontado su trabajo con  escritores e intelectuales costarricenses, tales como Alfonso Chase, Laureano Albán, Julieta Dobles, Rafael Ángel Herra, Mainor González, Soren Vargas, Estrella Cartín, Yadira Calvo Fajardo, José León Sánchez, Magda Zavala, Luisa González, Joaquín Gutiérrez, Fabián Dobles, Emilia Prieto, Ana Antillón, Francisco Zúñiga, Rima de Valbona, o Adriano Corrales; internacionales como Alberto Baeza Flores, Rubén Vela, Guadalupe Elizalde, Manuel Pantigoso, Natalia Toledo, John Andión, Luis Rocha, Roberto Sosa, Otto Raúl González, Carmen González, Guadalupe Elizalde, Luis Alberto Ambroggio, Carlos Aguasaco, Fabio Castillo, Carlos Roberto Pérez, Celedonio Orjuela, Talat Shalim, Luis Thenon, Carlos Calero, Américo Ochoa, Sabrina Usach, así como valiosos nombres valiosos para el espíritu superior.

Alfonso Chase, Premio Magón, ha señalado: “Guanacaste se ha convertido en una pequeña central de la cultura nacional en búsqueda de puntos de contacto y expansión. El Centro Literario de Guanacaste es ejemplar en su afirmación cultural. La unidad de sus integrantes trasciende lo individual para dar una imagen completa de un trabajo en equipo”.

Por consiguiente, desde Guanacaste se puede estar conectado con la vibración del país y el mundo de la cultura. Guanacaste es una pasantía cultural necesaria. Su presencia cultural visualiza los siguientes alcances: 1. Se ha convertido en una fuerza activa desde la provincia, donde se promueve la identidad y la unión; 2. Trabaja con responsabilidad histórica, al construir un compromiso con la palabra mediante la literatura; 3. Su ejercicio cultural lo  respalda  una fuerte conciencia con el contexto donde se desarrolla su trabajo; 4. A pesar su independencia, ha forjado una importante producción cultural. Históricamente, el Centro Literario ha publicado cuatro revistas artesanales, a saber:

1.    AURORA LITERARIA (noviembre 1974- diciembre 1980). Lema: “La provincia con la cultura”. Publicó 20 números, con una tirada de 6000 ejemplares. Editó 303 poemas, 68 artículos, 29 narraciones y un poema colectivo. Colaboraron 80 personas. Distribución gratuita.

 2.    HOJAS DE GUANACASTE (30-7-1982-agosto 1984).  Lema: “La poesía es un acto de alarma”. Revista artesanal, cosida a máquina.  Contó con el apoyo irrestricto del Dr. Rubén Vela. Poeta y Embajador de Argentina. Dirigida Miguel Fajardo, José Antonio Porras y Rubén Vela. Publicó 12 ediciones, 837 poemas, 11 suplementos, 343 autores de 35 países. Un total de 408 páginas. Tirada de 6000 ejemplares. Distribución gratuita.

  3.    COLECCIÓN AHORA (19-4-1986-diciembre 1987). Ediciones policopiadas para un solo autor.  Auspiciada por la Embajada de España. Publicó 25 ediciones para igual cantidad de autores. Un total de 1000 en 254 páginas y una tirada de 3200 ejemplares. Distribución gratuita.

 4.    HOJAS LÍRICAS DE GUANACASTE (julio 1988- julio 1992). Coauspiciados por la Consultoría Agroeconómica y la Embajada de México. Con excepción del primer número, los restantes cuatro fueron ediciones temáticas, a saber: “La Palabra Viajera” (MCJD), Guanacaste en la Campaña Nacional, Las minas de Abangares, el Partido Confraternidad Guanacasteca. Fueron cinco ediciones, con 187 páginas y 89 autores. Dio a conocer, 118 poemas, cuatro artículos y nueve narraciones. Distribución gratuita.

El Centro Literario de Guanacaste encara su vigencia y responsabilidad histórica.  Se han realizado tres giras provinciales. Ha ofrecido recitales, charlas y conferencias. Presentaciones de libros de sus integrantes. Participación en recitales virtuales y presenciales, tanto en el país como fuera de él. Ha ido con su palabra a escuelas, colegios, universidades, casas de la cultura, parques, organizaciones diversas, sin marginar a nadie, porque creemos en la libre defensa de la pasión poética.

Asimismo, en aras de confrontar su trabajo con otras voces internacionales y nacionales, desde el 2003 colaboramos con el Festival Internacional de Poesía de Costa Rica (FIPCR) y desde el año pasado somos parte de la comisión organizadora del Festival Centroamericano de Poesía Guanacaste Eterno.

En el marco del Bicentenario de la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica, numerosos autores del Centro Literario de Guanacaste forman parte de las tres antologías literarias en proceso de edición, a saber: “Muestra poética de la provincia de Guanacaste”, Editorial Universidad Nacional, coordinada por los escritores Daniel Matul y Rocío Rodríguez. Así como “Cuentos y otros escritos de Guanacaste”, Editorial Universidad Nacional, coordinada por Santiago Porras y Miguel Fajardo, asimismo, en “Guanacaste: poesía entre siglos (1824-2024)”, Editorial de la Universidad Estatal a Distancia, seleccionada por Miguel Fajardo.

El Centro Literario de Guanacaste alcanza, como polo regional de cultura, diez lustros de fervor y pasión; de conciencia y lucha; de perseverancia y esfuerzos independientes; de escribir para ser, porque Guanacaste debe escribir su propia historia y sus trabajadores culturales son testimonio de que no queremos un Guanacaste ajeno a nuestras raíces y nuestros procesos identitarios.

Elevamos una oración por la ausencia de quienes se hallan en otros espacios (+): Rodolfo Salazar, Alejandro Salazar, Adalberto Meza, Ofelia Gamboa, José Antonio Porras, Blas Cabrera, Donald Berger, Ciro Montero, Amalia Martínez, Marianita Baltodano, María del Socorro Clachar, Fernando Varela, Rolando García, Danilo Baltodano, Víctor Quirós, Víctor Piloyo, Yara González, Andrés Espinoza, Luz Jirón, Inocente Gutiérrez, Alberto Arenas, Rodolfo Solórzano, Albán García, Édgar Guadamuz, o Luz Daniel Espinoza.   Gracias por haber pertenecido al Centro Literario de Guanacaste, y por haber aportado, en su momento, por el fortalecimiento integral de la cultura desde esta instancia de lucha cotidiana, en favor de la cultura desde el Guanacaste Eterno que amamos. Su legado nos estimula a seguir adelante. Paz a memoria.

Guanacaste, Costa Rica.




 

domingo, 18 de febrero de 2024

Poesía densa e intensa en Llama del tiempo, de Ligia Zúñiga.

 

Lic. Miguel Fajardo Korea


Poesía densa e intensa en Llama del tiempo, de Ligia Zúñiga.

Lic. Miguel Fajardo Korea

Premio Nacional de Educación Mauro Fernández

minalusa-dra56@hotmail.com

 

 

 

(Guanacaste/Moravia). Ligia Zúñiga Clachar ha publicado tres poemarios: “Cielo aparte”, 1990; “La última cifra del sol”, 2005 y, ahora, Llama del tiempo. (San José: Editorial Poiesis, 2022: 94). Colección de poesía Eunice Odio Núm. 39.  Editor: Ronald Bonilla. Prólogo: José León Sánchez, Premio Magón (+). Portada: acrílico “Estado de disolución”, del pintor cubano Ebenecer Leyva González. El poemario consta de 53 poemas en dos apartados “Puerta del cenit” y “El clamor de la sed”. Tirada de 500 ejemplares. Los epígrafes ofrecen un panorama de lecturas esenciales: Platón, Kafka, Descartes, Bécquer, Tolstoi, Víctor Hugo o Saint-Exupéry. El libro está dedicado a su hijo Andrés Alejandro: “Por esa proyección de nuestras vidas en el inmenso ahora”.

Llama del tiempo, de Ligia Zúñiga Clachar (1951), es la memoria recorrida del equilibrio, desequilibrio y la existencia. En su libro, se trasciende la fusión espíritu, alma, cuerpo. Los espacios del silencio son energías de fe y espera. Una conciencia transmutada en la esperanza de la condición humana.

La esencia de su poesía aborda los recuerdos, el vacío, la nada, el renacer, el principio y el fin. Los espacios infinitos, los lugares o las moléculas, como elementos de espera y olvido. Se vive desde el aquí y ahora, o los movimientos punto, línea, círculo, como formas de equilibrio y exactitud frente a las incertidumbres cotidianas del factor humanidad dentro de nuestro planeta.

EL yo lírico aborda las tinieblas de la sombra, el resplandor de las hogueras, el oráculo de los migrantes, el martirio que se conjuga entre la paz y la guerra, el clamor de nadie, sentado en el vacío de la injusta clandestinidad innecesaria.

Zúñiga Clachar incorpora el espacio de los sueños ancestrales, dentro de un tiempo en el silencio de los orígenes, frente al martirio del tiempo, como el clamor de una mujer que se enfrenta a la vida, para cuestionarla desde todos sus costados, con irreverente voz, desde la poesía, como llama honesta desde su propio tiempo.

El estadio de madurez alcanzada en la poesía de Ligia Zúñiga Clachar es densa e intensa, como las olas que revientan entre las mareas. Señalo dos particularidades estilísticas muy interesantes y poco comunes en este nuevo poemario.  En primer lugar, el espacio en blanco, antes de los versos finales de cada poema, es una especie de marco-esquema recolectivo, lo cual genera dinamismo en los cierres -y sus síntesis expresivas-.

Asimismo, otra particularidad de estilo es que los versos finales referidos pueden leerse como un poema aparte, continuo y alternado con una gran fuerza densa e intensa. A modo de ejemplo, presento  dos textos configurados a partir de sus versos de cierre de poemas continuos del libro, a saber:

Puerta del cenit:de mi olvido. / La Mujer que está en mí. / Suspendida en el tiempo. Soy. / Soy la nada renacida. / Llenos de nada. / Soy la artista consumada. / Inicié el ascenso. / Han retornado las gaviotas. / Un acto de fe. / Para vaciarme. / ¿Habrá tiempo? / Trascenderá el ocaso. / estás en mí. / y exhala. / del Árbol de la Vida. / en la fluidez del fuego que agoniza. / Abrí las alas. / Trasciendo. / El oráculo no ha respondido. / Convertida en Luz. / ¿Renaceremos después del infierno? / Todos vivos en la memoria de la Tierra. / de las horas más largas. / El mar sepultó la palabra. Con la que soy. / Y lo que somos. / Se elevó la esencia. / ¿O es otra? / Seguimos esperando. / El despertar del Sol. / Somos Vida. / Renazco. / Y te marchaste con la verdad en tu vuelo”.

El clamor de la sed: “en el balcón, / El vínculo dormido ha despertado / del perdón y el amor. / ¿morirán? / Aún sienten los pasos de la Resurrección. / Guerra sin violencia, gran desafío del siglo XXI. / ¿Perpetuaremos la esperanza? / más allá del tiempo. / Vuelve la noche. / Seguimos caminando. / Nadie responde. / La roca se convierte en muro. / ¿Sigo escribiendo? / La ruta permanece abierta / Abriendo las alas al Sol / en el mar se agotaron las palabras / perduran en el silencio de los tiempos. / En las entrañas del origen. / La Calle, sigue siendo mi Calle; / la eterna Calle Real que germinó Liberia”.

El Maestro José León Sánchez (+) aduce en el párrafo final de su prólogo: “También la poesía de Ligia Zúñiga es cantarina, como sus dos manos de mujer.  Un libro para leer a “poquito”, como el canto de un ave, el murmurar de las aguas del Tempisque, el repetir de la pequeña oración, después, cuando han terminado las lluvias sobre la pampa de La Gran Nicoya” (p.13).

Presento diez corpus poéticos de gran mérito que me llenan como lector:

ü El viento, la tierra, el agua, / muestran la hoguera de mi silencio”.

ü “Milenarios transeúntes de mi Cielo. / Van y vienen. Nacen y mueren. / Estallan hasta quedar vacíos. / Llenos de nada”.

ü “Cómo descifrar el tiempo, / si solo in instante es nunca y / un solo impacto, siempre”.

ü “El fuego no ha muerto, / perdura en su agonía”.

ü “Desde aquí / donde estoy / está en mí. / Por ellos, por nosotros, por todos”.

ü “Mis pies señalan nuevas rutas frente / a la montaña que se asoma y desaparece”.

ü “Penetro mi corazón / para encontrarme /desde cualquier lugar / con la que Soy”.

ü “Llamaron las voces ancestrales / de Madres y Abuelas de todos los tiempos. / Están aquí… / El vínculo dormido ha despertado”.

ü “El círculo se expande, se derrama / rotando, como esperanza ciega. / Los marcos de siempre, / ¡morirán?”

ü “El sonido del viento, la lluvia, / la luz del sol, la luna, el cascajo y el barro / eternizaron la memoria que prevalece en el tiempo. / La Calle, sigue siendo mi Calle, /la eterna Calle Real que germinó Liberia”.

         En este universo lírico se plantean dos espacios el arriba y el abajo; lo terrestre y lo infinito “Estoy aquí / Dios… / Yo / Soy”. La rotundidad expresiva es fuerte en este poemario de Ligia Zúñiga “Estallan hasta quedar vacíos. /Llenos de nada”.

             El filón indígena encuentra voz positiva, de esperanza ante las tropelías en la poesía de Ligia: “Huiracocha, Qurikancha. / Templo Dorado donde las constelaciones / anunciaron la llegada del siniestro / desde más allá del mundo (…) Sacsayhuamán, Santuario Sol.  / Ollantaytambo, en el Valle Sagrado. / Atahualpa / Observatorios cósmicos develaron / Sabiduría y ciencia (…) Los tambores callaron, pero no murieron. / Aún sienten los pasos de la Resurección”.

             La hablante lírica asume una mirada avizora y crítica en torno de su espacio raigal: “Soy del llano. Miro largo. / Han manejado mi territorio desde la cordillera, / donde la mirada tiene límites (…) Han castrado la visión de los caminos / por la ambición, la palabra falaz y la mentira. / Han sentenciado el discurso de la alborada, / con la incansable proclama de la inercia. / Del dejar pasar, del conformismo”. Es decir, la hablante proclama que no quiere un Guanacaste conformista, pasivo, por lo tanto, jamás, un Guanacaste Ajeno a nuestros auténticos signos identitarios.

                 El sujeto lírico de Llama del tiempo se plantea la disquisición de todo creador “Sentada frente al papel. / ¿Para qué escribo?, ¿para quién?  Interesante pregunta para formulársela a la poeta.

 

Cierra el poemario “Eterna Calle Real”, entre los recuerdos y la nostalgia; entre la crítica y la rememoración del tiempo pasado, desde un presente histórico cambiante “Hoy retorno a la Calle, / la eterna Calle Real, que no es la misma. / Ya no hay puertas abiertas en las casas / que permitan al sol iluminarlas. / La música y el canto de los pájaros / se convirtió en ruido de vehículos, / las flores y las frutas en cemento. / Aquel sendero blanco que reflejó la luna / se revistió de asfalto. / No se escuchan las risas / ni los alados pasos de tantas tradiciones / de hombres y mujeres que forjaron mi pueblo”.  Es un desdoblamiento epocal de un pasado en el presente; de un presente hacia el futuro.

El gran escritor costarricense, Alfonso Chase, Premio Magón ha indicado: “Ligia Zúñiga Clachar es una poeta en creciente evolución, de lo personal singular a la extensión vibrante de la pampa, ese espacio de luz horizontal, que produce una poesía plena de colores, externos e internos que indican madurez y compromiso.

  Pertenece al hermoso diamante de quíntuple reflejo, en el cual se encuentran María Leal de Noguera, Guadalupe Urbina, Miguel Fajardo y Olga Goldenberg, los cuales constituyen la herencia contemporánea del Bicentenario de la Anexión del Partido de Nicoya a la cultura costarricense, de lo constitutivo regional a lo universal, como puede sentirse en la obra de todos ellos”. (17-2-2023)

 El acervo cultural de Guanacaste y costarricense incorpora una nueva obra poética de Ligia Zúñiga Clachar (1951) en sus registros del siglo XXI.  “La poesía es un acto de alarma”, sentenció el gran poeta argentino Rubén Vela. La poesía no da para vivir, pero enseña a vivir y a crecer, para ayudar a vivir y a sobrevivir. ü eso es más importante. Saludamos a Ligia Zúñiga Clachar en su Llama del tiempo, desde nuestro Guanacaste eterno… que amamos.

miércoles, 31 de enero de 2024

Invención de la Espera o Tejiendo expectativas y ausencias mientras pasa el tiempo

 

Portada del libro «INVENCIÓN DE LA ESPERA»
EDITORIAL DOS ISLAS, 2024



Invención de la Espera o Tejiendo expectativas y ausencias mientras pasa el tiempo

 

José Siles

Catedrático de la Universidad de Alicante. Facultad de Ciencias de la Salud. Alicante, España

 

 

El poeta salvadoreño André Cruchaga (Nueva Concepción, Chalatenango: 1957), cuya singladura por el mundo de la poesía se inició allá por la década de los noventa compatibilizando su faceta lírica -que acabaría convirtiéndose en algo fundamental en su vida- con su actividad docente y la gestión en instituciones educativas; ha sido capaz de dar a luz una vasta e impresionante obra cuyos ecos han trascendido fronteras geográficas, lingüísticas y culturales (sus poemarios han sido editados en diferentes países de distintos idiomas y variopintas culturas). Entre su amplia producción poética se pueden destacar: “Alegoría de la palabra” (1992), “Visión de la muerte” (1994), “Enigma del tiempo” (1996), “Roja Vigilia” (1997), “Rumor de pájaros” (2002),” Oscuridad sin fecha” (2006), “Pie en tierra” (2007), “Caminos cerrados” (2009), “Viajar de la Ceniza” (2010), “Cielorraso” (2017), “Vacío habitado” (2020), “Estación Huidobro” (2021),  “Lejanías rotas” (2022), “Noción de la extrañeza: Antología poética (1988-2018)” (2022),  “Metáfora del desconcierto”(2023), “Camino disperso” (2023), etc.

A estas alturas tengo claro que Cruchaga es uno de los autores más prolíficos que conozco (su amplia obra lo corrobora), pero, además, el salvadoreño acostumbra a dotar a sus poemas con una hondura poco habitual en el panorama poético actual y que en alguna ocasión he llegado a calificar de “radical”[1]. Su originalidad, tan natural que deslumbra casi sin querer, confiere a sus versos (y a su prosa poética) la trascendencia desnuda en sí misma, sin abanderamientos tendenciosos ni artificios baldíos, de los grandes escritores que no necesitan mutilar la realidad para hacer más fácil la comprensión de las contradicciones de la vida. Así, en su dilatada obra, nos damos de bruces con poemarios que, respondiendo a diferentes temáticas, mantienen con atino y severa pertinencia el rumbo de una nave lírica cuyo patrón tiene claras las coordenadas que tiene que seguir para alcanzar siempre el mismo destino, un puerto conocido de antemano solo en el plano onírico, pero revelado durante el proceso de escritura que ha dado lugar a tantos vástagos poéticos. De ahí la necesidad de escribir de Cruchaga: no puede vivir sin reiniciar, una y otra vez, el mismo periplo que le ha de llevar siempre a la misma dársena, un fondeadero donde pueda, al fin, anclar su existencia navegante.

He tenido la inmensa suerte de leer con profusión a Cruchaga. Sus poemas, casi siempre escorados a la prosa poética, jamás me han dejado indiferente y a estas alturas he de confesar que mi creciente interés por su obra estaba vinculado al hecho de que me resultara imposible quedarme impasible ante la lectura de una poesía en la que me sentía como en mi propia casa; sí, una lectura que reflejaba en gran medida lo que yo siempre he intuido que constituye la esencia de la poesía. Tal vez por este seguimiento contumaz de la obra de un poeta como Cruchaga al que he calificado en otras ocasiones como referente de la poesía “humanista sensorial”, y tras diferentes interpretaciones sobre la misma, creo que por fin, con la lectura de “Invención de la Espera”, he llegado a descubrir, al menos en parte, la nucleogénesis que constituye su proceso creativo. Pero vayamos en primer lugar al sugestivo título de este nuevo poemario.

La espera —su invención— como título que preludia una temática, supone un reto a la imaginación de los lectores: ¿Qué es la espera y qué o a quién se espera? El irlandés Samuel Becket (secretario de James Joyce) a mediados del siglo XX, escribió Esperando a Godot, un personaje que nunca llega a presentarse mientras sí que hay otros personajes que lo esperan con más o menos paciencia, a la vez que se agranda la sombra de una ausencia (lo que no acaba de llegar) (Becket, 2015). No se sabe para que lo esperan ni parece importar, pero mientras el tiempo pasa, la espera -y por tanto la ausencia- va adquiriendo protagonismo y, al mismo tiempo, perdiendo sentido. Cruchaga propone la Invención de la espera para que esperemos algo, tal vez aguardando la llegada de la felicidad, el amor, un amigo, la enfermedad o la muerte (que sería el final de la mencionada espera). Analizando algunos de los poemas integrados en Invención de la espera podemos hallar algunas pistas sobre el enfoque del autor respecto a la espera.

En He abierto los ojos, la espera es sumamente incómoda y se evidencia a través de la autocontemplación: “(…) Es torpe el frío frente al espejo degollado de la espera (…)” (Cruchaga, 2024.114); por otro lado, en Todo pasa, Cruchaga parece advertirnos sobre la futilidad de toda espera: “(…) La vida supone una espera desheredada (…)” (Cruchaga, 2024, 115); Asimismo, en Casi comedia este pasado, se nos advierte de las bajezas y pobreza de la espera:” (…)  la espera, al cabo, es infame embriaguez, indigencia (…)”.  (Cruchaga, 2024, 118); por último, en Infructuosidad, el poeta nos previene de que, en realidad, todos somos víctimas de la espera: “(…) De alguna manera fuimos «víctima de la angustia, del que espera de súbito que todo se haga luminoso» (…)” (Cruchaga, 2024, 125). En definitiva, Cruchaga nos dice que hay que abrir los ojos para percatarse de que todo pasa, todo…menos la espera.

En reseñas previas sobre su obra he sostenido que el cruchaguismo se caracteriza por el mantenimiento de unas constantes o líneas maestras que se manifiestan, por un lado,  en cuanto a recursos propiamente literarios: la sinestesia (polisensualismo), la metáfora, el simbolismo, la sensorialidad transversal, etcétera; y, por otro lado,  persistencias derivadas de su particularismo literario que incidían en el anclaje de su poesía en diferentes caladeros estéticos[2]: creacionismo (Ahí están sus reiteradas referencias a Huidobro e incluso su poemario titulado “Estación Huidobro”)  o ultraísmo (aunque no de forma epidérmica, pero en el sustrato de la obra cruchaguiana aparecen vetas borgianas y, sobre todo, urgencias por innovar para erradicar cualquier obstáculo que se interponga en el advenimiento del futuro y en la sensorialidad poética empleando la metáfora como arma principal), surrealismo (la propia sinestesia es una declaración de surrealismo en cuanto hace hablar materia inerte y subleva el orden y organización funcional de los sentidos, tal como ciertos ecos de la etapa surrealista de Alexandre que se dejan translucir en parte de la obra cruchaguiana), absurdismo (al igual que sucede con Huidobro, César Vallejo es otro gran referente en la poesía cruchaguiana que fluye sin pausa entre la angustia y el absurdo) (Matas Moreno, 2007). Podríamos seguir estableciendo diferentes vínculos con otras tendencias, pero resultaría redundante y poco práctico porque con lo expuesto hasta ahora es suficiente para obtener una imagen o impresión de la complejidad y magnitud de la obra de André Cruchaga; además, en esta poesía el autor respira una libertad hermenéutica tan abierta al holismo experiencial y sensorial (el todo del poema no es equivalente a la suma de sus versos) que resultaría casi imposible que el sugestionado lector no se “contaminara” y acabara identificando paralelismos y perpendicularismos entre la obra cruchaguiana y diferentes (y tal vez aparentemente incompatibles)  coordenadas estéticas.

Volviendo a la nucleogénesis, al análisis de la motivación esencial de André Cruchaga, aquello que le impulsa a escribir de la manera que lo hace, creo estar en condiciones de lanzar algunas hipótesis que, aunque no descabelladas, sí que emanan tanto de mi subjetividad, una subjetividad socializada,  habitus o conjunto de esquemas generativos a partir de los cuales puedo percibir, sentir  y actuar en una realidad dada tal como es el caso del mundo representado en la poesía cruchaguiana y particularmente en “Invención de la Espera” (Bordieu, 2012). A nuestro entender, son tres las líneas maestras sobre las que se vertebra la obra y el auténtico leitmotiv de André Cruchaga: las limitaciones perceptivas del ser humano, las limitaciones y potencialidades del lenguaje para interpretar y describir la realidad, y, por último, las dificultades para entender de forma clara y definitiva el sentido de la vida.

ü La percepción de la realidad como primera limitación del ser humano

Cruchaga también percibe, siente y actúa según su propia subjetividad, una subjetividad consciente de la incapacidad del ser humano para percibir el mundo en su enredada integridad, dado que estamos limitados a un reducido catálogo de posibilidades sensitivas: colores, sabores, olores, tactos y sonidos. En “Invención de la Espera” (2024) (por supuesto, también en su obra anterior), Cruchaga vuelve a insistir en la necesidad de pulverizar las limitaciones sensoriales mediante el recurso poético:

Sobre el olfato:

En Eventualidades nos damos de bruces con un poema donde las parábolas   tienen cierta fragancia: “(…) Nada inventamos después del hedor del aroma de las parábolas (…)” (Cruchaga, 2024, 87); Asimismo, en Única conquista, el lector se encuentra con el dolor que le provoca al poeta la inodora naturaleza de los recuerdos  “(…) y ya no hay sed en el pecho, ni olor en el recuerdo (…)”(Cruchaga, 2024, 31).

Respecto a la vista:

 En el poema que da lugar al título del poemario: Invención de la Espera, el poeta refleja la necesidad de percibir visualmente el alma en toda su magnitud: “(…) Para darle sentido a la propia defunción, intento sin vaciar mis ojos, otras maneras de ver el absoluto de su alma (…)” (Cruchaga, 2024, 7).

En Petición, Cruchaga deja constancia de su anhelo de visualizar la sangre tras la batalla y los temblores del mañana: “(…) luz para ver el hilo de sangre de la batalla, el temblor de mañana (…)” (Cruchaga, 2024, 91).

En el poema En la distancia: el poeta barrunta que solo se ve lo que no se puede ver: “(…) supongo que solo nos quedan los ojos para ver la penumbra (…).” (Cruchaga, 2024, 117).

Acerca del Tacto:

En el poema Ventana de entresueño el poeta ahonda en la sensualidad sinestésica: “(…) Hay días en los que mis pies no tocan el alba (…)” (Cruchaga, 2024, 71).

Asimismo, en Eventualidades, el autor expresa sus sospechas sobre la veracidad de lo que se percibe a través de los sentidos: “(…) Acaso clamor en el falso tacto de los sentidos (…)” (Cruchaga, 2024, 87).

Mientras en Viajeros impertinentes y Un Hombre camina, Cruchaga se centra en el tacto para volver al recurso polisensorial: “(…) A través del ramaje de la ropa sudada, el pecho toca la cabeza del lenguaje desvelado (…)” (Cruchaga, 2024, 131);  “(…)A mi alrededor pasan los ciegos con el aroma de un flor en sus manos y tocan la felicidad de mi tristeza(…)”. (Cruchaga, 2024, 74).

Sobre el oído:

En los poemas Certezas y Juego extraño el poeta retorna de nuevo al abordaje sinestésico combinado con dosis ajustadas de absurdismo: “(…) Un túnel sordo oye mis cansancios, la piedra con la que tropiezo, la falsa sonrisa con la que espera el alma (…)” (Cruchaga, 2023, 20); “(…) El rastro que dejan las máscaras de agua y que usted oye (…)” (Cruchaga, 2024, 28).

En Semblante de la ira, el poeta se lamenta y revuelve ante el acechante cerco que la existencia, en forma de enfermedad, depresión, infortunio, va estrechando, tal vez, en torno a una joven a la que correspondería vivir una fase de esplendor: “(…)  Jamás entendí el río de sombras en su joven carne, ni qué moría en su pecho, al escuchar el ojo de agua tibio en su ingle (…)”. (Cruchaga, 2024, 44).

En torno al sabor:

En el poema Solo este tiempo, el autor se queja levemente respecto a la fugacidad de la vida y el tiempo que se nos pasa dejándonos un sabor a fruta inmadura que repercute en el lenguaje: “(…) En realidad no hay otro tiempo sino este que se escapa y nos deja un sabor tetelque en las palabras. Un sabor de sintaxis desfigurada (…)”(Cruchaga, 2024, 85).

 

ü Las limitaciones y potencialidades del lenguaje para interpretar y describir la realidad: el reto asumido por André Cruchaga

Es lógico pensar que, si no se dispone de capacidades perceptivas para interpretar la verdad, la realidad (Lyotard, 2000)[3], el lenguaje, que es el principal instrumento mediante el que el hombre fue catalogando el entorno a su alcance perceptivo para poder pasar del caos (desorden) al cosmos (orden), también estará afectado por esas limitaciones.  Ante esta situación de impotencia, la poesía en general y la lírica de André Cruchaga en particular, empoderan al lenguaje revistiéndolo con una fuerza que trasciende lo perceptivo: la imaginación creativa y el mundo onírico como medios para superar las limitaciones sensoriales, aunque sea mediante quiméricos espejismos surgidos de una inspiración creativa febril donde el instinto, la hermenéutica desnuda de dogmas y la genialidad conforman el triángulo de una transgresión presentida.

Para Siles, Cruchaga, consciente de que el lenguaje es dependiente de las percepciones, de los sentidos, se revela contra las limitaciones transitivas del lenguaje explorando formas expresivas que superan la capacidad de lo sensorial (Siles, 2019). De ahí la importancia del polisensualismo, la sinestesia y de enfoques poéticos como: absurdismo, creacionismo, ultraísmo, surrealismo, etc. Uno de los recursos esenciales para la poesía cruchaguiana ante las restricciones del lenguaje es el empleo de metáforas que hacen fluir las palabras y dinamizan las expresiones mediante idas y venidas de una a otra parte explorando el universo poético para establecer puntos de balance comparativo, una especie de cotejo que evidencia el carácter proteico de su obra. En invención de la Espera se pueden encontrar diferentes referencias a la labor infructuosa del lenguaje:

La zozobra lingüística -en cuanto a su incapacidad para superar las limitaciones del tinglado perceptivo- también es productiva en este caso para Cruchaga: Así, En Ebriedad del ahogo, vemos como: “(…) Se abren al polvo los miembros absortos. Vómito que nunca deja mancha. Desprendidos trozos del cuerpo (…)” (Cruchaga, 2024, 25).  Mientras en Solo tengo presente: “(…) Todo me habla desde el lenguaje arrancado a los muertos (…)” (Cruchaga, 2024, 35); o en Búsqueda del olvido  “(…) la lluvia del oprobio elevada a lenguaje (…)” (Cruchaga, 2024, 43). En Cábala irreal dota a los pájaros de lenguaje y sentimientos “(…) Entonces valen la pena los pájaros sobre el estanque de la rosa. Vale la almohada en su lenguaje de ternura (…) (Cruchaga, 2024, 77). En Instantes del sopor, Cruchaga explicita la ineptitud rancia del lenguaje: “(…) Y claro, resultó insuficiente el lenguaje de los peces, confuso, para discurrir en esta lenta espera, lacerada por el moho (…)” (Cruchaga, 2024, 100).

Otra de las estrategias del poeta para superar las limitaciones del lenguaje y las contradicciones existenciales estriba en el uso de la dialéctica. Así, por ejemplo, podemos observar en Invención de la Espera como proliferan expresiones contrapuestas que despiertan sentimientos que tienen su parte de yin y su porción de yang. Uno de los ejemplos de esta dialéctica poética la encontramos en dos poemas que tratan sobre el olvido: Búsqueda del olvido y Resistencia al olvido.

En el pensamiento de Nietzsche hay una valoración del olvido que se refiere a una reflexión sobre los seres vivos y su funcionamiento: el olvido es una condición para el buen funcionamiento de la vida en tanto el peso del recuerdo puede transformarse en algo aplastante (Nietzsche, 1999). Borges en su “Funes el Memorioso” describe la vida de una persona que está tan atribulada por los recuerdos (lo recuerda absolutamente todo) y que no tiene tiempo en todo el día para nada, ni siquiera para dormir, sólo puede dedicarse al ejercicio evocatorio (Borges, 1988). Cruchaga, poeta cuya vida andará colmada de evocaciones, se siente atraído por la memoria y la necesidad de recordar…al menos tanto como por la desmemoria y el salvífico recurso a la amnesia y al olvido. Es este, el del olvido o la evocación, un tema especialmente delicado para los poetas. El poeta salvadoreño afronta el olvido de una forma dialéctica en “Invención de la Espera”, tal como se ha señalado anteriormente, nos topamos con dos poemas complementarios que sintetizan la sustancia de un cruce: Búsqueda del olvido y Resistencia al olvido.

En Búsqueda del olvido, Cruchaga explora la sensación de querer olvidar y dejar atrás ciertos recuerdos o experiencias dolorosas. El poeta expresa su anhelo por encontrar pequeños fragmentos de memoria que sean inalterables, como muros que puedan protegerlo del frío emocional. El verso "esa suerte de plegaria en la sangre cuando ya fenece" muestra la búsqueda de consuelo o alivio en momentos de desesperanza. El deseo de una mirada y la imagen del "trompo de girasol maullando sobre el pasto de los ojos" sugieren la necesidad de conexión y afecto en medio de la desolación. El poema continúa describiendo la sensación de quedarse en los rincones de algún bostezo, lo que podría significar una sensación de estancamiento o monotonía. Los "recovecos de espina de mi casa" y los "estrépitos de gato en celo" crean una imagen de cierto desasosiego.

Búsqueda del olvido: Alguien desde el olvido, añora pedacitos imperturbables/ de memoria, muros abruptos para preservar o detener el frío, /esa suerte de plegaria en la sangre cuando ya fenece/ el aire en el umbral de la puerta y solo queda el deseo/ de una mirada, el trompo de girasol maullando sobre el pasto de los ojos (…) /  Después solo me quedo en los rincones de algún bostezo:/nada nuevo en los recovecos de espina de mi casa/ y sus estrépitos de gato en celo (…)” (Cruchaga, 2024, 45).

En Resistencia al olvido, el poema presenta una actitud de entereza ante el olvido. La referencia a la resistencia de rodillas sugiere un esfuerzo constante por no dejar que los recuerdos se desvanezcan por completo. La noche en ascenso y la claridad extraña del desencanto evocan sentimientos de desilusión y confusión. El poema continúa con una imagen de agua confundida y meses desbocados, lo cual podría simbolizar el paso del tiempo y la sensación de estar atrapado en una corriente caótica.

Resistencia al olvido: “(…) De rodillas aquella resistencia al olvido/ La noche en ascenso, como la claridad extraña del desencanto, /como el agua confundida de los meses desbocados:/aterido me pierdo en los vagones del ansia/de una esperanza de aullidos, /en vagones de ojeras que cuelgan, lánguidos, /de un grito de garlopas fruto del viento enloquecido (…)” (Cruchaga, 2024, 9).

Ambos poemas exploran la temática del olvido y la búsqueda de consuelo o resistencia frente a la pérdida de recuerdos o experiencias significativas. Presentan imágenes evocadoras y emotivas para transmitir la complejidad de estos sentimientos. Tal vez la obra de Dalí “Los relojes Blandos o La persistencia de la memoria” (1931) expresa de alguna forma la dialéctica poética de Cruchaga sobre la memoria y el olvido mediante la pintura metafórica: Mientras que los relojes se derriten, no perduran (el olvido); el paisaje marino, la rama de olivo o el mueble sí resisten el paso del tiempo (la persistencia del recuerdo).

Pero el lenguaje no solo tiene limitaciones, también posee potencialidades; es decir recursos que son desarrollables en determinadas condiciones para superar, por ejemplo, la caducidad del lenguaje científico ante nuevos hallazgos como el fenómeno cuántico o la inteligencia artificial. El lenguaje poético tiene potencial para superar el lenguaje científico dada su funcionalidad no pragmática, sino estética y se mueve como pez en el agua con la eclosión del absurdo dado que como señala Cohen (1973) se trata del absurdo creador de un sentido diferente, extraño que rompe la cadena causal y juguetea incesantemente con lo ilimitado. En el mismo sentido se expresa Michel Houellebecq (2006) afirmando que el lenguaje poético es un recurso especialmente pertinente que supera al lenguaje científico para describir conceptos abstractos y complejos.

En la poesía de Cruchaga encontramos desarrollada esa potencialidad del lenguaje poético que le permite que sus poemas siempre vayan más allá de lo predeterminado como lógico. Así, en el poema Levedad, Cruchaga nos avisa de la proteica naturaleza del lenguaje que es, simultáneamente, esclerosis de la palabra y torbellino avasallador: “(…) Lo que tenemos en las palabras es una especie de esclerosis como fuerza plural de un torbellino avasallador. A ratos somos solo un enloquecido minuto de la muerte, ese polvillo del lenguaje que se enreda en los dedos y que nos opaca los pensamientos (…)” (Cruchaga, 2024, 88); o el poeta confiesa su esfuerzo por transgredir las limitaciones del lenguaje en Instantes del Sopor: “(…) Uno tiene que inventar ventanas para desarmar la niebla en los ojos (…) Y claro, resultó insuficiente el lenguaje de los peces, confuso, para discurrir en esta lenta espera, lacerada por el moho (…)” (Cruchaga, 2024, 100).

 

 

ü La dificultad para entender de forma clara y definitiva el sentido de la vida.

 

Por último, vamos a tratar una temática universal en el mundo de la poesía: el sentido de la vida. Ya Heidegger recurrió a la poesía para lamerse las heridas provocadas por su hiriente afirmación sobre lo absurdo de la vida en El ser y el tiempo: “El hombre es un ser arrojado a la vida para la muerte”; lo que provoca una desesperanza  lacerante que quizás solo tiene remedio mediante los meta-relatos religiosos y,  sobre todo, a través del absurdismo e incluso el creacionismo poético (Siles y Solano, 2007).  

André Cruchaga comparte con Heidegger esta preocupación existencial (lo ha testimoniado a lo largo de su obra poética) y en Invención de la Espera, como no podía ser menos[4], presta gran atención a la muerte, pues es este un tema recurrente que nunca ha rehuido y sobre el que ha mostrado siempre gran interés; así en Campana sumergida: “(…) Alguien desde su muerte desdeña la ternura, mientras muerde la cueva de larvas de la mudez (…)” (Cruchaga, 2024,8), describe como la muerte despoja de sentimientos y voz al difunto. Asimismo, en Al punto de la nada, el poeta explora las posibilidades del descanso o el nirvana que nos regala la muerte: “(…)  No quiero esta eternidad de abismo,/ni la reiteración de la fosa./No el miedo a la noche que empieza a hacerse negra,/no al frío amargo que se posa sobre el césped o la piedra,/no a los ojos abatidos,  arrodillados en el vacío de lo desandado,/no al silencio hundido en las manos./No a este césped de oscuridad que cubre el cuerpo./Aquí el preludio de un pájaro sin alas, al punto de la nada./Una muerte infinita que se recuesta en el pecho./Una fosforescencia negra que rompe de tajo los relámpagos (…). (Cruchaga, 2024, 14).

En Porción de mi sangre el poeta confiesa que la espera de su fin ocupa buena parte de su vida y su pensamiento: “(…) Ayer y ahora, la espera viva de la muerte. Sus huesos. / El retrato cerrado sobre la carne helada de las fechas. / La espera sombría en este cuarto donde los perros cada día, /estrenan su aullido, o su inalterable servidumbre (…)” (Cruchaga, 2024, 26). Por último, para no prolongar más este apartado dedicado a la preocupación más universal del ser humano: el paso de la existencia a la nada, el poeta salvadoreño nos presenta en Después de todo, una visión panorámica desde el féretro: “(…) Permanezco con mi garganta raída de llagas. / Pienso en laúd abisal de huesos en lo profundo de la muerte de una lágrima. / Bajo la tierra estaremos rotos en la asfixia de un féretro (…)” (Cruchaga, 2024,111).

Como conclusiones tras la lectura de este nuevo poemario, lo primero que se puede afirmar es la pertenencia o parentesco de “Invención de la espera” con la obra anterior de André Cruchaga, pues se mantienen los aspectos más significativos que distinguen la poesía del poeta salvadoreño. Estos pilares sobre los que se erigen los poemas cruchaguianos responden a unas características estilísticas y temáticas que el autor domina con una genialidad que puede llegar a resultar desconcertante para quien no esté familiarizado con su obra. Una obra que no nos atrevemos a incluir exclusivamente en una sola tendencia, pues Cruchaga dinamiza su poesía de tal forma que lo mismo encontramos en el sótano de sus poemas yacimientos de corte surrealista, que estratos de puro absurdismo o creacionismo. En todo caso, la poesía de André Cruchaga es transgresora y su lenguaje mantiene una rebeldía que lo aleja de los remansos donde fluyen la poesía autocomplaciente y los estereotipos fijados por las diferentes tendencias o modas poéticas cómodamente establecidas y reconocidas.

Sí podemos constatar, además, que la poesía que Cruchaga nos presenta en “Invención de la Espera” es dialéctica (pues está cómoda, o aparenta estarlo, con las contradicciones), sinestésica (dota a los sentidos de un cierto caos ordenado) proteica (su dinamismo confiere una vivacidad vertiginosa a los poemas), metafórica (el autor reincide en el empleo generoso de las comparaciones), y, por supuesto, simbólica (pues los poemas cruchaguianos respiran símbolos).

En definitiva, en Invención de la espera Cruchaga trata sin condescendencia la condición humana y las complejidades de las relaciones interpersonales. Sus versos exploran la fragilidad de la vida, el paso del tiempo y la búsqueda de significado en un mundo efímero y casi siempre perdido en la confusión. Se trata de una exploración que recorre el paisaje donde se ubican los temas más universales y existenciales. Además, la musicalidad y el ritmo de la poesía de Cruchaga son notables. Sus versos fluyen con armonía y cadencia, creando una experiencia poética que va más allá del significado literal de las palabras y que, sin duda, provocará resonancias emocionales en los conmovidos lectores que vayan a tener la fortuna de leer este poemario.

 

 

 

REFERENCIAS

Becket, S. (2015). Esperando a Godot. Barcelona: Austral.

Bordieu, P. (2012). La distinción: Criterio y bases sociales del gusto. Madrid: Taurus.

Borges, J.L. (1988). Funes el memorioso. Buenos Aires: Arcadia.

Vallejo, C. (1973).  Obra poética completa. La Habana: : Casa de las Américas.César Vallejo, 2ª ed. México/Madrid/Buenos Aires: Siglo veintiuno.

Cohen, J. (1973). Estructura del lenguaje poético. Madrid: Gredos.

Cohen, J. (1982). El lenguaje de la poesía. Madrid: Gredos.

Cruchaga, A. (2014). Viaje póstumo/ Viatge pòstum. El Salvador: Imprenta Rilcadone.

Cruchaga, A. (2020) Vacío habitado. El Salvador: Teseo.

Cruchaga, A. (2024) Invención de la espera. Miami (USA): Editorial Dos Islas.

Houellebecq, M. (2006). El mundo como supermercado. Madrid: Anagrama.

Lemaítre, J. Monique (2001), Viaje a Trilce. México: Plaza y Valdés.

Lyotard, J.F. (2000). La condición posmoderna. Madrid: Cátedra.

Matas Moreno, J.Mª. (2007). César Vallejo entre la angustia y el absurdo. Salina: revista de lletres, 21, 127-136.

Meo Zilio, Giovanni (2002), Estilo y poesía en César Vallejo. Lima: Universidad Ricardo

Nietzsche, F. (1999).  Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida. Madrid:  Biblioteca Nueva.

Siles González, J. (2015). Viaje Póstumo/ Viatge pòstum (Reseña). Cultura de los Cuidados, 19, (41), 171-172. Disponible en: http://dx.doi.org/10.14198/cuid.2015.41.21

Siles, J. & Solano, C. (2007). El origen fenomenológico del “cuidado” y la importancia del concepto de tiempo en la historia de la enfermería, Cultura de los Cuidados, 21, 19-27. https://doi.org/10.14198/cuid.2007.21.04.

Siles, J. (2017). Cruchaga,Cielorraso, la poesía sinestésica de André Cruchaga [Cruchaga, André (2017). Cielorraso. Colección Palabra de Alto Riesgo. El Salvador: Editorial Otoniel Guevara]. Cultura de los Cuidados, 21(48), 245-246. Recuperado de http://dx.doi.org/10.14198/cuid.2017.48.27

Siles, J. (2019). Reseña de “Vacío habitado de André Cruchaga o la poesía como búsqueda de un lenguaje aprehensor del sentido/ sin sentido de la existencia”. Cultura de los Cuidados, 23(55), 305-312.  Recuperado de http://dx.doi.org/10.14198/cuid.2018.54.27

Vallejo, César (1975), Obra poética completa.  La Habana: Casa de las Américas.



[1] “(…) Una radicalidad (de raíz, de profundidad, de ignota trascendencia) que confiere un gran calado al conjunto de la obra. Efectivamente, leyendo cualquiera de estos poemas al azar, el lector podrá confirmar tras su detenida lectura la persistencia de una estética que trasciende y aglutina la diversidad temática en cualquiera de ellos. Tal como afirmamos cuando escribimos la reseña de Cielorraso: “(…) Cruchaga no se ampara en la supuesta sencillez del fenómeno sujeto de su acción poética, sino que su indagación profundiza en las raíces siguiendo todas las vías posibles del ser poético…,ser que observa, siente, huele, ama, odia, toca, disfruta, sufre y, sobre todo, respeta la esencia del sentimiento (Siles, 2019).

[2] “(…) Etiquetar a los poetas según las características de sus obras no es tarea sencilla y, muchas veces resulta artificioso, pero en el caso que nos ocupa es aún una tarea mucho más ardua. También es posible escudriñar las influencias de otros poetas y otros movimientos: modernismo, surrealismo, creacionismo, ultraísmo, etc. En este sentido, Cruchaga admira y ha leído a muchos poetas y seguramente tendrá influencias de muchos de ellos, pero es difícil que se reflejen en su poesía de forma evidente. Vicente Huidobro es uno de los poetas cuya influencia sí se puede atisbar nítidamente en el trabajo de Cruchaga. Huidobro equiparaba el arte poético al ejercicio divino pues éste rezumaba la libertad y la pulsión creadora (…)” (Siles, 2019, 307).

[3] El posmodernismo que ha hecho caer a la ciencia en un relativismo radical rechazando no solo los grandes mitos, religiones y fábulas que explicaban los grandes misterios para mantener al hombre con una mínima dosis de certidumbre sobre la tierra: cosmogénesis, antropogénesis, enfermedad, dolor, guerra, muerte, vida, etcétera (Lyotard, 2000); sino que también, desde estos presupuestos posmodernistas,  se refutan los logros científicos colocando a la ciencia en el núcleo de la impotencia del ser humano para observar e interpretar la verdad. Ante esta fragmentación y disipación cultural y científica, el lenguaje, además de sufrir las limitaciones derivadas de las sesgadas capacidades perceptivas, debe asumir la descomposición abocado al relativismo posmodernista.

 [4] En “Vacío habitado” encontramos múltiples referencias a la muerte: “Así, en “Féretros” el poeta vislumbra con el sosiego de los sabios cautos la irreversible llegada del porvenir: “Siempre me ha cautivado la madera al poniente de mis zapatos. /En el callejón sin salida de la tumba, /las honras fúnebres del océano. /Y la turbiedad de los espejos (…)” (Cruchaga, 2020: 54).

En “Cada día la muerte”: “Sube a la memoria el prensapapel de los ataúdes. / Todo está escrito, allí, después de todo en la respiración (…)” (Cruchaga, 2020); se aprecia la preexistencia del final desde el primer aliento vital, pero no como un drama, sino más bien como la constatación de una realidad que todo el mundo necesita soslayar para seguir su camino con cierta higiene diaria (Siles, 2019).