En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



jueves, 28 de febrero de 2013

POEMAS DE ALEYDA QUEVEDO ROJAS, Quito-Ecuador.

ALEYDA QUEVEDO ROJAS, ECUADOR.





POEMAS DE ALEYDA QUEVEDO ROJAS,

 Quito-Ecuador.





POEMA DEL DESEO

Lobos negros en las montañas
se juntan al acecho

Carne dulce
para los sonidos de la tierra baldía
el hilo mortal y denso de la saliva

Lobos surgidos en la penumbra
allí donde las montañas se juntan
y el deseo llama al deseo.




LO QUE SE APRIETA ENTRE LAS PIERNAS,
rugidos de mar,
libertad bondadosa que se ciñe al alma.
Lo que se promete y tarde se cumple:
la nieve quemando tu rostro.
Lo que me debes por tanto amor entregado
a pesar del cinismo y las mentiras.
Comerás de mi mano y no es resentimiento.
Lo que se deja pasar por orgullo:
heridas abiertas de miel y hiel.
Como lo que no puedo ocultar de mí:
enfurecida imagen de dos cuerpos
que al final de la noche se conocen.
Lo que una mujer hunde entre su almohada
y las fibras de lo que escribe.
Lo que ella, seguramente, es.




ALGUNAS ROSAS VERDES

Esta mujer de hechizos
de mentiras y
yeso
teje las medias
más cálidas
para el día
de su muerte
Una cruz
una caja de madera
algunas rosas verdes
esperan por ella

No hay temor
a la muerte

Solo pido
sea justa.




ARRANCO TODAS LAS FLORES DE MI CUERPO

para ofrecértelas, Señor.
Allá voy, más desnuda sin las diminutas flores
del torso, más desvestida que nunca
sin las dalias que crecían en la espalda.
Voy saltando las piedras ciegas de la desdicha
y el viento me ayuda a alcanzar la arena.
Señor de las Angustias, todopoderoso mío,
me despojo incluso de la flor pasionaria
y de la corona de heliconias que adorna mi pubis.
Desnudísima, para entregarme a ti,
sin los lirios de la nuca o los girasoles de las nalgas,
pulcra, tal vez insondable isla de misterios
Y no más rosas, ni margaritas, ni violetas
encandiladas en mis senos.
Limpia estoy, vuelta promesa.
Brillante y sola para entregarme a ti
sin las astromelias del sexo,
sin la flor azul del corazón.


ALEYDA QUEVEDO ROJAS, (Quito-Ecuador, 1972). Poeta, periodista, ensayista y gestora cultural. Máster en gestión cultural y políticas públicas. Premio Nacional de Poesía: Jorge Carrera Andrade. Ha publicado los libros: Cambio en los climas del corazón, La Actitud del Fuego, Algunas Rosas Verdes, Espacio Vacío, Soy mi Cuerpo, Dos Encendidos y La Otra, la misma de Dios. Mantiene inédito su libro: Jardín de Dagas. Ha sido traducida al inglés, francés, portugués, hebreo, italiano y árabe; su libro "Soy mi Cuerpo", traducido completamente al francés, aparecerá en julio del 2013. Toda su poesía está reunida en la Antología "El Cielo de mi Cuerpo" que lleva prólogo del escritor Fernando Iwasaki y será editada en Cuba por el Instituto Cubano del Libro.

Sus poemas se incluyen en las más importantes antologías de poesía de Hispanoamérica, así como en revistas digitales de literatura y cultura. Ha sido invitada a los más destacados festivales de poesía en casi toda América Latina, El Caribe, España y Francia. Como gestora cultural coordinó y seleccionó la Antología: 13 Poetas del Ecuador, que reúne las voces de escritores nacidos en los 70 y que fue publicada por Ediciones El Perro y la Rana de Venezuela. Coordinó y seleccionó la Antología: "Mordiendo el frío y otros poemas" del escritor ecuatoriano Edwin Madrid, publicada simultáneamente en Ecuador y Cuba. Ha escrito ensayos sobre la obra de los poetas ecuatorianos: Jorge Carrera Andrade y Lidia Dávila; así como análisis críticos sobre la poesía de la uruguaya Marosa di Giorgio y la argentina Diana Bellessi. Trabajó en múltiples diseños de proyectos culturales y curadurías de difusión de la poesía contemporánea de su país. ctualmente prepara un libro de entrevistas a 6 poetas del Caribe. Colabora con las revistas digitales de Cultura y Literatura: La Otra de México y Agulha de Brasil.


lunes, 25 de febrero de 2013

ENTRE LAS RATAS DE YVÁN SILÉN Y MARCELO BORDESE

Francisco Cabanillas, Puerto Rico





ENTRE LAS RATAS DE YVÁN SILÉN Y MARCELO BORDESE





FRANCISCO CABANILLAS





a no nos es suficiente reconocernos en Holderlin, o en Mallarmé, o en Rimbaud, o en Rilke, o en el hermoso Pessoa, o en San Artaud, sólo nos queda el poeta inédito que somos: el Paria.
-Yván Silén, La poesía como libertá (1992)

Mi obsesión por los siameses me llevó a pensar en la posibilidad de que siameses de sexo diferente pudieran copular entre sí en un cuerpo común. Se daría así el curioso caso de un coito con masturbación ajena al mismo tiempo.
-Marcelo Bordese

Oh, man, yeah, man sí there are mucho rats / and we need more cats
-Jorge Lopez

(Er)ratas: retrospectiva. Atestado de libros, muchos de ellos ejemplares de los años cincuenta, de la Editorial Cultural (Puerto Rico) y de la Editorial Losada (Argentina), con páginas amarillas, sueltas, picoteadas, el cuarto, lleno de ratas, empezaba a oler mal, como si se hubiera podrido algún poema entre dos páginas que el tiempo, y la soledad, habían pegado en seco (con semen viejo). La caca de las ratas, testimonio de una escritura que las delataba, marcaba una ruta clara hacia los libros de literatura, al fondo de los cuales estaban, como metadiscurso, los de poesía:

Las Erratas no han venido
sino a ver los Prolegómenos del sueño
donde se hospeda el sombrerero. (El último círculo)

Sólo el correteo de los ratones, como metáforas que son, alteraba el silencio de la poca luz que entraba por la ventana, manchada en una edad sucia: “El tiempo se detuvo en el espejo / como un retrato” (Las mariposas de alambre). Una estela mate, la del devenir silencioso, que, con su sombra gris, caía, como un cuchillo filoso, sobre los libros cagados, cuya luz borrosa y densa, al tocarlos con la arista de la sombra, los partía en dos. Silencio oscuro, como el de la rosa que se desangra en su soledad botánica (y hasta burguesa), intocada por la mirada de los amantes enfermos, secos, borrándose en un montón de literatura que ni siquiera tienen la oportunidad de ojear: “Amara, tú que masturbas a Dios, / ¿para qué me tocas?” (El libro de los místicos).
Solo las ratas conocen los títulos de los libros con las colas más largas.

Bibliófilos. Ratas literarias, de muchos autores (Manuel Ramos Otero, Roberto Bolaño, Copi, Steinbeck, Savage), engordadas clandestinamente con “alpiste”; como las de Leopoldo María Panero, como las de Yván Silén; y con desechos de poesía orgánica/ecológica, elaborada en la canasta de la composta retórica, donde los tropos se retuercen en la descomposición de los símiles más disímiles: “Tres días de eclipse como un letrero” (Las mariposas de alambre).

Ratones literarios que, como si fueran los siameses de Marcelo Bordese (en el epígrafe), se lo comen todo, insaciables en la contigüidad de una mismidad que en el fondo aborrecen: “Me hospedo, / lo sé, entre la ciencia y el misterio!” (El libro de los místicos).

Roedores librescos, bibliófilos. Los mismos que, en un tono rosado y gris, merodean, estática y estéticamente, por la tapa de La poesía como libertá (1992), el poemario quíntuple (pentatéutico) de Silén (Los poemas de Filí-Melé, El miedo del Pantócrata, Las mariposas de alambre, El último círculo, El libro de los místicos), en uno de cuyos poemarios, el hedor eflorece con voluntad ontológica:

¡Oh mar!
Un ser sin sombra eres, pero
sabes que miento,
que el tiempo y la persona batallan
y hay ratones en mi alma,
y debajo de tus barcos hay ratones,
porque sólo tú eres lo tuyo,
y yo lo mío de la muerte. (El miedo del Pantócrata)

Desde el “lirismo de las ratas,” los libros de Silén se amontonan. Alrededor de la mirada del gato, maúllan: “¡Creo que / en el gallinero de Dios, / Iván canta!” (El último círculo). Por ello, en el silencio gris que los corta con un cuchillo de sombra, los libros (sublimes, demasiado siniestros) se dejan morder por las ratas, sinestésicas e hipertélicas, siempre hambrientas de la poesía que les falta para respirar y vivir como lo que son (literatura): “¡Tanto soy de tu ser Pessoa!” (Las mariposas de alambre).

Ratonera. Peste; asco metafórico, hedor literario del que se ha valido, con tino, el Paria, para encarar, desde la “libertá” que lo “poesía”, desde la literatura que lo arrebata y lo sutura, desde el amor fati que lo hace “realidar”, los tres espantos ratoniles que obcecan al Poeta (según se plantea en “Entre el Fatum y la moira o cómo se llama Yván Silén”): el terror a las ratas (la experiencia del niño espeluznado ante el cruce de los “monstruos” que le pasan por los pies), las “aporías del poder” (los burgueses “colaboracionistas” como los “rateros” de siempre), y por supuesto, la muerte (la rata mayor), que apesta más que “mil ratas”. Pestilencia que, para el Poeta, se confunde con el tufo de los “poetas-ratas”, cómplices de la “demokracia” y de su violencia.

El lirismo silenista de las ratas estalla en el cuarto oscuro; revienta en seco y llena las paredes de tinta: “vigilo los portones de la bestia / para que no se muera el ángel / de la vida” (El miedo del Pantócrata). Como efecto, surge en el cielorraso descascarado del cuarto lleno de libros, igual que una diapositiva anacrónica, la imagen de El señor de los ratones (2003), de Marcelo Bordese (argentino). Un Cristo ratonizado, erotizado, enardecido, que se retuerce en el dolor de sus ratas, traspasadas por una cruz que les perfora la carne con las agujas de Dios: “para qué cadáver domesticas / el animal que eres” (El miedo del Pantócrata). Violencia; caldo de cultivo que abona el terreno para la transmutación libidinosa de la imagen: “con Cristo de 4 clavos te festejo” (El miedo del Pantócrata).

Fina estampa (grotesca) de la “ratificación”, “traigo la misma hiena / en la pata del animal oscuro” (El miedo del Pantócrata); El señor de los ratones cambia poco a poco de piel, adquiriendo por contagio libresco los tres sentidos silenistas del pavor ratonil: el biográfico, el político y el biótico.

Biografía. El niño descalzo (el Poeta en ciernes) de ocho años, experimenta por vez primera el espanto: “su vulva está llena de navajas” (El miedo del Pantócrata). Frente a la madre, que ha despertado alarmada por el correteo de las ratas en la casa de la urbanización Roosevelt, el pavor lo sacude de los pies a la cabeza: “¡Dios está orinando / en la escritura” (El miedo del Pantócrata). Esa noche, el niño prueba el sabor amargo del horror: “No-Ser del Ser: eseyesiendo” (El miedo del Pantócrata).

Las ratas que le pasan al Poeta por los pies, esos “monstruos”, le dejan un gusto raro en la garganta, entre el asco y el miedo, que no olvidará jamás, como queda claro en la primera novela, La biografía (1984), en la que algunos personajes femeninos miran con ojos de ratón blanco; en la que, además, las ratas se pasean por la “maquinilla” de escribir y juegan en el poema.
Pero sobre todo, las ratas irrumpen con violencia en la segunda novela, La casa de Ulimar (1988), cuya primera oración, memorable por la tensión entre el animal y la madre de todas las madres, empieza así: “María tocó la rata con la punta del pie. Estaba muerta. Las primeras moscas verdes la poblaban”.

El señor de los ratones cristifica el pavor del niño-poeta en la libido exacerbada del macho cabrío, que necesita exorcizar los ratones del alma frente a la vagina dentada de la madre (muerta), por la que grita de dolor desde la trompa el animal: “una tráquea que solloza” (El miedo del Pantócrata). El miedo a las ratas que le pasaron por los pies al niño, se ha hecho todo un señor: “te quiero animal” (El miedo del Pantócrata). Pero ahora el monstruo sale de dentro: “me esperan las esquinas” (El miedo del Pantócrata). Por las manos y los pies salivan sangre las ratas del alma (y de la nariz). El niño se piensa en la pesadilla del señor crucificado; y grita frente a la vulva de la madre que lo clava (para que no se olvide del espanto).

En La casa de Ulimar, María se “dobló sobre la rata y [le] quitó la arena”. Entre el asco que le daba el cuerpo muerto del roedor  y el gusto de la carne que sentía donde la golpeaba —en la vulva— el agua de la playa, “para sentir el mar ahí”, María “[H]urgó en el vientre del animal para ver los pequeños gusanitos... ‘El Señor es siniestro’—pensó”. María se daba el gusto de la soledad; en el cadáver de la rata que aplastaba con el pie, erotizaba la vida con la muerte: “Acercó su boca casi hasta tocar el vientre de la rata y escupió. Contempló los gusanitos nadar en la saliva. Y vio que la rata ya no tenía ojos”. Altanera, sentenció proféticamente: “Las ratas huelen a hombre”.

Política. El señor de los ratones metaforiza la llegada de otro espanto silenista: el del poder (en pelotas). Un animal que parece humano: “ausencia de la presencia en los ojos / como el pájaro / que atraviesa / el clítoris” (El miedo del Pantócrata). La fiera alzada que intenta salirse de su cruz, cuya trompa de bestia bífida termina en una pistola ensangrentada: “los místicos copulan / con Dios” (El miedo del Pantócrata).

El poder es como una rata con dos colas: “detrás de la lluvia / los ruiseñores apestan” (El miedo del Pantócrata). Por un lado, está la cola de las “aporías del poder” burgués, “colaboracionista,” cuya política “antidemocrática” y “nihilista” se vale del colonialismo, en Puerto Rico, para perpetuar la violencia que es desde el patriarcado: “me gusta / la risa y el asesino que soy” (El miedo del Pantócrata). Poder político que, en el mejor de los silenismos, opera desde la vulva ideologizada por el Estado: “amor, no me lamas, amor, / que estoy pasando por el ojo de la madre” (El miedo del Pantócrata).

Por otro lado, está la cola del poder que crucifica al Paria, ratonizado por Poeta (lírico), mediante la violencia del Estado, cuya vulva lo entrega animalizado a la cruz, desde un clítoris fálico, alfabético y alegórico: “vengo del medioevo / a besarte la boca con vinagre…” (El miedo del Pantócrata). Beso que le serrucha “el alma” al Paria, “las doce del espanto / y no sabes dónde escondiste el brazo” (El miedo del Pantócrata), que grita como una bestia en el silencio del espanto, lo “que permite / que la aguja descubra al asesino” (El miedo del Pantócrata).

Biología. Entropía; cuerpo de una carne que se retuerce en su cruz: “los ratones se comen / los dedos y las pupilas” (El miedo del Pantócrata). Cruz del animal que es todo carne perforada y perforante. Trompa feroz del que se sabe pulpa, materia sensible a la humedad de la hembra: “El hombre / —entre verbos— / orina una forma de ser tiempo” (El miedo del Pantócrata).

Así, El señor de los ratones poetiza el espanto silenista del No-Ser, de la madre (muerta), de la enfermedad, de la sangre, del pus, de la mierda, del sida, del esputo, de los sapos. Emblema de la política atroz de la carne en la volatilidad de la materia:

Sabes que hiedo,
que mi cuerpo hermoso
como un sátiro destruido,
se descompone
en el funeral que celebran los verdugos. (El miedo del Pantócrata).

Poesía. Ya sea como una metafísica de la “negatividad,” las “rosas negras” que el Paria cultivó en la poesía y en la prosa, según las cuales la realidad del Ser está “ratificada” por la realidad del No-Ser (un ratón), “soy infinito / en tu persona como rata / de corazón vacío” (El miedo del Pantócrata). Ya sea como mensajero del silenismo más sublime, “¿Qué busca el miedo / en el que ríe?” (El miedo del Pantócrata), El señor de los ratones “ratoniza” la llegada yvanesca de lo siniestro:

Toda la poesía se pudre
en mi corazón
como una rosa del desierto
en una rosa. (El libro de los místicos)

De repente, el animal crucificado que se retorcía en el dolor de la carne y en la masculinidad de la violencia, “Oh, Mefisto, ríete de los filósofos / por la boca del Paria” (El libro de los místicos), se desvanece. El cielorraso se oscurece. La bestia multiplicada varias veces en sus ratones, “los ángeles desnudos son un gerundio” (El miedo del Pantócrata), se transforma. En la oscuridad del cuarto lleno de libros, se escucha el correteo de un poema silente: “¡Yo quise ser Dios, no pude! / ¡Michu! / ¡Michu!” (El libro de los místicos). Entre los libros más oscurecidos por el ruido del silencio, merodea ahora, onomatopéyica, la metáfora del gatito, ¡Michu!, que se alimenta
de moscas
y alacranes
y cangrejos,
y arañas
y ratas.
¡Tantas alimañas para forjar el alma! (Los poemas de Filí-Melé)

domingo, 24 de febrero de 2013

MARÍA ÁNGELES CHAVARRÍA






MARÍA ÁNGELES CHAVARRÍA




Por Ricardo Llopesa




            María Ángeles Chavarría tenía treinta y tres años, no era una adolescente ni mucho menos, pero parecía una colegiala de cartera y uniforme. Frente a ella nacía una mirada ingenua e inocente. El título de su primer libro venía a concretar el carácter lúcido de su pensamiento, su modo de ver más allá de ella y dentro de ella misma. Eso resumía, desde el punto de vista interior y objetivamente, aquel libro ya lejano en el tiempo, "La mirada de alguien sin importancia" (1999).
            Ese mismo año publicó dos libros más de poesía y otro de cuentos, que venían a confirmar su fuerza intelectual y su energía sorprendente. Hasta hoy, con muchos más libros publicados, sigue teniendo esa mirada diáfana e inocente, esa luz propia que impone la creatividad, entre la perversión y las buenas intenciones, propia de los grandes escritores.
            Después de su segunda novela "El anónimo" (2005) la dirección de su obra ha dado un giro radical. En lugar de caminar sobre las huellas literarias a que nos tenía acostumbrados, sin salir de la misma trayectoria, ha pasado a la investigación. Es decir, el ensayo asumido desde la seriedad más dura, el fantasma de la madurez. Su entrada a la psicología social y el marketing lo dio con el libro "Controla tu tiempo, controla tu vida" (2007), hasta dar el paso definitivo al estudio de la literatura de niños y adolescentes, incluyendo libros de texto o su último título, "Aventuras literarias. Las extrañas notas del presidiario" (2013).
            La voluntad de esta escritora entregada a la literatura, que se mueve entre la voluntad y la confianza, demuestra que María Ángeles Chavarría hace cierta la máxima de que una persona puede mover de sitio la montaña si así se lo propone. El mundo está hecho de Sísifos. Ella nació en Jérica, entre montes que miran al horizonte, bien pudo montar el Pegaso fogoso que vuela y con los ojos del porvenir mirar hacia adelante y los ojos de atrás mirar el pasado con en las dos caras de Juno.


lunes, 18 de febrero de 2013

POEMA DE SALOMÓN VALDERRAMA

Salomón Valderrama, Perú





POEMA DE SALOMÓN VALDERRAMA




El Perú culpable de César Vallejo banco de Martín Adán loco
De César Moro muerto
O la Sagrada Familia
Ya hace la maravilla nuevamente
Las ínsulas paridas perdidas en el agua exigua el fuego hace
Las flores asquerosas del jardín desierto están jadeando el humo
blanco
De la noche virgen del ventanal perdido en lontananza
Las dulces damas muertas
Los ángeles rubios degenerados del lector inexistente en las iglesias
Coral del nuevo aborto o picaflor cometa ventigris que nace
Y nuevamente la deshace
Para dibujar en el olvido
La combinación fortuita de la nueva maravilla
Y como niño que aprende a hablar
A su papá le dice pa a su mamá le dice ma
A su hermano nu y a su nana ga y
Con un mazo de goma reciclado que le han regalado en su primer
cumpleaños
Golpea la vida en su presencia y rebota
Toda invento puro y nuevo
Y a todo nombra lo concreto de lo concreto y
Lo más concreto de lo abstracto
Energía soledad poder de lo absoluto
Olvidada harina arena de pescado u hombre de mar invisible
Como solo en una isla el nuevo Robinson Crusoe de Defoe o
En ciudad escondida con El extranjero de Camus
En contra del hombre un retrato extra de Oscar Wilde
Imagen tan anfibia de George Berkeley
Va a un paso solamente
Todo o nada biología de hombre europeo que derivas nada
En todo repetido arrepentido sadismo El Señor de los Anillos
Un loco feo y ciego capitán de la barcaza luna despojada de el vidrio
La palabra pura el fonema en clave
Y sólo es él y su mente rítmica
Es su naturaleza nata
Tal vez le transmitió su madre o
A suposición se lo pasó su padre y
En realidad no importa por que él igual lo nombra todo a escondidas
Lo que olvida lo que hereda
Y la mamá va aprendiendo
Como una poesía la canción secreta de su hijo
Enumerando en su memoria
Y enseñando lo mismo lo que nombran en su mundo
Traduciendo el infante sin saberlo ya es bilingüe
En noción suave no se dice ga mi precioso hijito se dice nana
No es nu es tu hermano no es pa sino papá
Yo no soy tu ma soy tu mamá
Y no le sale y sigue el nombre aparentemente apócrifo
Para el hombre adulto y viejo
El doble abismo está trazando
Que no hay idea abstracta
Que todos sus nombres sus mundos olvidados están o no existen
Que no debe confundir a un gato con un mato o
Pato en rato lato nato
Ni mucho menos a un perro con un yerro o
Berro atravesado en hierro
Cuando sostenga el cuchillo líquido el amor beso del hombre o
Cuando sostenga el cuchillo liquido el amor beso del hombre
Arbitrariedad draconiana o Teoría de la Nueva Relatividad igual
Todo lo que al hombre se le ocurre realismo o surrealismo
Impresionismo o dadaísmo pintura metafísica o simple futurismo
Cadena meta-artificial trófica falsa ciencia o falsa religión igual
Alguna eterna dimensión perdida aquí ahí y allá
Todo es probable todavía
Cuídate de lo que maquina la máquina
La libertad la esperanza en lo que el hombre maquina e imagina
El niño de agua preciso precioso líquido
La vitalidad de sus nombres puros
Y va inventando o descubriendo las palabras
Neologismos arcaísmos en leyes se erigen y
Palabras crecen en las cosas del hombre y
Revoluciones se dan en la Huaca de la Luna
Para otro parentesco dos palabras mágicas Pedro Páramo
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha traducido para hablar
Y evitar La guerra del fin del mundo
Sobre Ficciones de palabras nuevas que hablan
De otras palabras antiguas como ruinas circulares
En Macondo para el hombre adulto y niño
A cómo de lugar la palabra es sin duda pacífica
Que a la palta le dice chátal
Que a la granadilla le dice quiero esa fruta que parece vidrio
Retratado a cada rato entre lienzo vivo
Como una oreja cortada y tragada por amor bajo La noche estrellada
Sobre un mapa leyendo a Wasily Kandinsky escondido
Cuando ellas bajan masticadas manantiales
Presurosos y geométricos intrínsecos de palabra y sexo
Un problema de los ojos misticismo de Fernando Botero
O deseoso morir para ser sempiterno entierro de El Greco
Par antípoda en concierto de Beethoven XX
En no tan sabia naturaleza comedia Star Wars
O riego por goteo en un panpetido desierto de Atacama
Niña niño igualmente mentira niño niña a sumatoria
Agua que se pierde existencia de monólogo inefable
Y es niño más niña igual niña utilizable para rescatar
Los otros navegantes de agua
Y es niña más niño igual niña gradiente eximia
De peyorativa conservadora semejante
Niña más niña será igual a otra niña mejorada
Extraviando palabras imágenes de niño más niño futuro en
decadencia
Niña perdida o lo que quieras
A más amasado impuro fuego
En el juego de un ruego de vida de luego
Hablaremos de las gotas de uva que
Jamás caerán del cielo a la muerte de Jakson Pollock o
A la vena número 20 000 de una danza primigenia
Asaltada en un depósito de chatarra más viva que moribunda
O muerta en una resucitada Guitarra de Pablo Picasso
Y va haciendo su camino puro
La máquina que olvida la que hace La création du nouvel homme sur
Puro sur-realismo realidad hombre suramericano o
Síndrome simbiosis naturaleza placa simple y hueca a sí
Neo-simbología Garabombo el invisible de calidad marrón
Hasta que es puesto al jardín de toda su familia u orden
En salsa conocida el lenguaje ya está determinado y
Tiene forzosamente que acoplarse al mundo
En nombre establecido y sentenciado
Al oficio de hablar sin descanso pensar
El cuerpo la forma almacenada
Aparente sin espacio el inconsciente
Que al jarro no se le piensa tarro o barro o charro en marro narro
Qué es de su inocente vida y lengua secreta
Poco a poco se va olvidando o aparece
Su lengua pura su sagrada historia y no se da cuenta
Y no entiende que ahora su lengua materna lo domina
Que ya no es bilingüe sino convencido o adaptado monolingüe
Y sólo de vez en cuando su madre y padre le recuerdan
Que si quiere chátal
Que si compran vidrio para que coma
O si se acuerda de su amada ga de su esperado nu y
Él ríe sólo sabe reír
Para revivir el inconsciente una y otra vez atropellado
Ver que los recuerdos siempre nos hacen evocar
Que vivimos otra etapa diferente a la de ahora
Que lo que parece más abstracto es lo que nos hace ahora más
concretos
Desde el arte al filosofar del amor
Matemática que odiamos
Ya que pocas veces nos mezclamos felicidad premisa de vivir
Donde se sigue aprendiendo pero nombran otros siempre
Los que existen porque todos sabemos de ellos
De Leonardo da Vinci o Manco Cápac
De Isaac Newton o Fibonacci
De Sócrates o Platón
La Ilíada o Edipo Rey
Los Miserables o Los Comentarios Reales de los Incas
La Gran Muralla China o Las Pirámides de Egipto
Machu Picchu o Las Torres Gemelas
Trilce o Altazor o
Quién sabe a Franz Kafka manejando el otro Platero de Lima
Y su abismo es un misil que atrapa siempre a la maleta y no
notablemente
El cubismo es un Brasil que atrapa siempre a la paleta y no
notablemente
Un aforismo es un candil que atrapa siempre a la aleta y no
notablemente
Su exorcismo es un barril que atrapa siempre a la pataleta de crear
ahora
Algún nombre no común
Estigmergia o algoritmo de los quipus
Para hacer feliz un antínfeliz