En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



viernes, 16 de febrero de 2018

POEMAS DE SARA CAVIEDES

Sara Caviedes, España






1.
¿Qué piensa la noche de los adentros gritos
y el grumo del sollozo solo en los portales?

Soy arena y perfil que demolido lame
el tiempo desvivido de la esfera.

Ya no caben más peces en mis copas.

Deja que llame a un cuerpo
si es que la voz asiste a quien perdió la forma.

2.
Amanece.
Llega una luz que adiestra las injurias.
Pones en pie este cadáver
y lo haces transitar por los espejos
de espaldas a la noche.

Atrévete a mirar.


4.
Cuántas camas, amor
y ninguna es nuestra.

Mi desnudez se anuncia doble en el espejo
cuando miente la luz de los andenes,
cuando miente la boca y un aviso
asalta con retales de voces fabricadas:
−eternidad− prometen
las voces que siempre están partiendo.

No.
Se anuncian tarde:
mintió la luz,
mintió la boca
y esta piel estaba desarmada.

Ven, papá inexistente,
ven a buscarme.

Tápame la cabeza.

6.
Quiero habitar el silencio extinto de tu frente.
Son los muros memoria golpeada de nudillos,
párpados amarillos de galeón ahogado
en nombre de una infancia,
bolsillos descosidos hasta el fondo de un mar.

Quiero habitarlo y ser
gelatinoso deseo, criatura marina,
latido en la testuz de los caballos

todavía.
                             (talud)


16.
No es una cuestión de espacio;
yo quiero saber si hay entre los muertos
un sitio que pueda ocupar el vacío que yo dejo.

Llevo en los pies el peso de errancias verticales,
nidos de cuco sin húmedos presagios.
No bebáis, niñas, de esa fruta negrísima,
que la lluvia no se anuncia en la memoria.

Nuestro miedo ha crecido
en techumbres urdidas por el llanto.

Yo sé que el pez ordena el agua
que el silencio no pesa,
y tengo frío.

Hemos venido a ver el mar,
a empujar el horizonte,
y no acuden a su cita de enero las ballenas.

No hay mensajes ocultos
en el restallido franco de sus colas.
Y yo tengo frío.

¿Qué teme el latido tan inmenso?,
¿la atalaya, el fuego, los arpones,
mi mar
que se derrama entero por los ojos?

Hemos venido a ver un cielo ensangrentado.

Y no es cuestión de espacio.
Desalojé de mí palabras eruditas,
sillones numerados
y el terciopelo rojo de las reinas.

Puedo vaciar mi piel de la mentira,
si no escucho el aullido del espejo.

No probéis, niñas, el destello fingido de la fruta.

Me he cosido las heridas
con el hilo más negro de la tierra.

Llevadme a casa,
llevadme de la mano;
tenemos la bombilla,
el cartón,
las telas, los colores
y el viento golpeando en las ventanas.

Pintad vosotras la vida en las paredes,
pintadme muy pequeña,
la llave de lo inmenso.
Yo puedo ser finísima ráfaga de luz
entre los muertos,
un poco más tarde,
cuando a mis ojos regresen,
sin miedo,
las ballenas.


19.
Tengo un cuerpo asustado
donde viene a posarse
el pájaro incierto de la muerte.

Soy la rama desnuda
que tañe la galerna
y debo estar muy quieta en el secreto:

hay un agua que espera la inmovilidad,
también las hayas ocultan mensajes
desde el vientre vacío de su arteria negra.

Soy la cadencia entera de los bosques,
el capricho tronado de los dioses.

En mí llevo la guerra,
la sangre,
la redención sacrílega del tejo,
su sombra milenaria.

Por eso en esta rama
se descalzan los días para pasar de largo
y ya sólo se posa
el pájaro incierto de la muerte.


26.
En la noche de las madres solas
hay pactos de prórroga a la muerte,
una cama que es camino de lágrimas templadas
en el quicio rojo de los lunes.

Hay también vergüenza en los armarios.


29.
                            a Blanca, en sus 12 años

Quiero mirarte de perfil.
Verte crecer,
literalmente crecer:
ser testimonio con ojos bien abiertos
de la batalla que se abre entre tu piel,
tan suave,
aquella piel nacida
que huele a ti y mi, lejanamente,
a lo que fuimos juntas.

La batalla entre tu piel de entonces
y esta otra piel obcecada con medrar
con ser fruto inseguro, racimo de racimo
no es una batalla:
eres tú agitada por el sol
y por el frío.
Tú, adentrada
en la sombra menguante de la vida.

Poemas pertenecientes a El pez y la galerna (Torremozas, Madrid, 2017)


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Sara Caviedes (Valladolid, España, 1975), es licenciada en Filología Francesa. Estudió en la universidad de Valladolid y en la Université de Pau et Pays de l’Adour. Desde 1998 trabaja como profesora de secundaria. Ha participado en varias antologías de poesía.

“El pez y la galerna” es su primer libro publicado.

jueves, 8 de febrero de 2018

UNA MANZANA EN LA NEVERA

Una Manzana en la nevera, Sandra Sánchez







reseña

UNA MANZANA EN LA NEVERA




UNA MANZANA EN LA NEVERA, de Sandra Sánchez, Piediciones, España, 2017, reúne setenta poemas. Debo confesar dos asombros: el primero, el título. Cito para contextualizar mi lectura: “La manzana se utiliza simbólicamente en varios sentidos, extraídos de diferentes mitos: la manzana de la discordia, atribuida a París; las manzanas de oro del jardín de las Hespérides, frutas que otorgaban la inmortalidad; la manzana de Adán y Eva; la manzana del Cantar de los Cantares, que según Orígenes representa la fecundidad del Verbo Divino. Se trata pues, de un medio de conocimiento, fruto tan pronto del árbol de la vida como del árbol de la ciencia del bien y del mal. Es decir, la manzana otorga un conocimiento unitivo que confiere la inmortalidad o un conocimiento que provoca la caída.” Pero también, me he propuesto explicar el concepto de “nevera”, que a su vez, requiere de algún nivel de explicitación: el Diccionario ABC nos da una pista: “La contextualización es el acto mediante el cual se toman en análisis las circunstancias de una situación, un evento o un hecho, ya sea este público o privado. Entiende un conjunto de aspectos relacionadas entre sí. En este sentido, para entender un fenómeno aislado es necesario explicarlo dentro de una esfera más global.”

Tenemos entonces, que la manzana se convierte en el territorio u objeto del conocimiento y la nevera, como metáfora del mundo en el cual, con todas sus circunstancias, uno vive y muere inexorablemente. Quizás la residencia de la mujer (en este caso particular) y sus miedos, ante la compleja indeterminación como casa del ser humano. Así, su poesía es una aventura para desvelar y desvelarse frente al mundo. Su territorio poético es un rincón de ternura, pese a las sujeciones de la vida cotidiana.

El conjunto de los poemas aquí contenidos, reafirma ese desplazamiento, aun siendo en esencia poesía lírica, esencial, es también terrestre, incesantemente trashumante en los sueños y la cotidianeidad. Ese desplazamiento de los dos conceptos puestos sobre la mesa, le confiere una acertada visión de lo que nos desea expresar la autora. Su alma tiene la tesitura de una campana, o la ganada pasión del alba.

La niña de uniforme huye de la vida
que aún no ha comenzado.
Ha aprendido en los libros:
las guerras, las invasiones, una Historia
sin final feliz.
Cuando llegue a casa cambiará
la ropa del colegio
por la de la calle y colocará
sobre sus hombros una máscara
de piel y huesos, un rostro
que no muestre jamás
a la persona que la habita.
UNIFORMES, PÁG. 79

“Poesía desnuda”, afirma el prologuista, el también poeta Pablo A. García Malmierca. Y yo lo secundo. La poeta se desnuda al habitarse, al ser siempre ella y diferente. Al enfrentarse y huirse, al cuajar sus recuerdos y no encerrase, sino, sino abrirse a ese fruto que dan los ojos y lo refleja la pluma y la tinta.

 “Qué pena da la muerte
que no podrá tener jamás descanso
ni nadie —al fin— que conozca la eficacia
de su obstinado trabajo,…”
QUÉ PENA DA LA MUERTE, pag. 69

Y más adelante, perpleja, casi como un corazón roto e insomne, nos deslumbra con su eficiente percepción. El tiempo como un pedazo de tiempo cambia con el uso, se destiñe como los límites confusos del horizonte. Es doloroso, sin duda contemplar la geografía humana, los mundos que nos toca vivir, los pájaros que se extrañan al término del día. Suerte que la palabra es instrumento de la sagrada locura en la que nos mete la poesía. Veamos, para evitar más digresiones:

“A través de la ventana cerrada al mundo
unas grietas de cristal abren rendija
por donde se cuela un aire helado
vestigios de un presente anterior a éste
que me van dejando inerme“…
“MICROCOSMOS”, pág. 70

Todos los poemas valen lo que dicen. Sandra, más allá de las tendencias literarias, vive y trabaja a plenitud la creación poética y nos revela con audacia esos gérmenes peculiares de la manzana en una nevera, decir, ese trazado del tiempo sobre sus hombros.

Muchas gracias

André Cruchaga
Barataria, 07.02.2018

viernes, 2 de febrero de 2018

José León Sánchez, Premio Magón: ¡Campa ueee!

Miguel Fajardo Korea





José León Sánchez,
Premio Magón: ¡Campa ueee!


Lic. Miguel Fajardo Korea
Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural



  
            El Premio Magón otorgado al escritor José León Sánchez (1928) es un meritísimo reconocimiento a un ser humano luchador; a un escritor e investigador incansable. Desde el Centro Literario de Guanacaste, Costa Rica,  felicitamos su designación.
         Su obra literaria y cultural es densa e intensa.  No necesita de presentaciones. Me referiré a su novela Tenochtitlan (México, 1986: 412).
         “Tenochtitlan” presenta una técnica cineística. El dinamismo expresivo positivo convierte su lectura en un signo de testimonio histórico. Es una obra de hondo contenido ético y estético. El texto plantea una visión angustiosa del orbe indígena, con honestidad y fuerza.
         La novela se encuentra dividida en 29 capítulos. La obra exalta la figura de personajes relevantes, y aborda acontecimientos de armas. Su contexto histórico, social, político, religioso, étnico y demás, se ubica entre 1519-1529, es decir, hace 500 años, por tal razón, indaga, arqueológicamente, para acercar el destino de los tenochas hasta nosotros, con gran propiedad artística, en sus presupuestos y códigos narrativos.
         La conquista, en cualquier lugar, genera expectativas, dudas, tropelías.  Nuestro continente no ha estado exento de arrasamientos, venganzas, luchas intestinas, dominación, explotación, genocidio étnico, vergüenza. Solo si nos despojamos de miedos podremos ver más allá de la oscuridad; en la luz de los puñales ardiendo, de las lanzas encendidas.
         Los estamentos sociales se entrecruzan: el azteca y el conquistador. Se muestra toda la gama de recursos guerreros. La astucia o la ignorancia.  El cuerpo de elementos-dioses: agua, aire, fuego, tierra.  Los dioses e hijos de los dioses defendieron, muchísimo, a Tenochtitlan, pero también, se asiste al último día de su libertad, su caída en 1521.
         La simbología azteca es altamente variada y rica en historias.  Los dioses blancos, cambiaron mucho el comportamiento étnico-social, pues el invasor dispuso y, además,  impuso.
         La crítica del narrador es sin temor, directa, “era casi un enano, un pedazo de hombre” (p.31). La vestimenta castellana mostraba poder “Hombres de guerra, porque miraban a todos lados como en espera de un ataque” (p.30).
         En la novela se habla del Tonalamatl, el Libro de la Sabiduría: “El libro contenía las trece divinidades, los animales, los veinte signos del año y la historia de los Nueve Señores de la Noche, que son los mundos que giran alrededor del sol, uno de los cuales es el de nosotros” (p. 46).
         En otro orden, se retrata tal cual es, al conquistador Hernán Cortés, dueño de la Medellín, su nave. La obra hiere, porque denuncia la condición de esclavitud a la que fueron sometidos los aztecas. El pronunciado desprecio de Cortés hacia los pobladores de estas tierras, basta con leer los conceptos que le merecían los indios conquistados.
         Los valores exógenos se convirtieron en un duro aprendizaje para nuestros antepasados. La intensa crueldad del expansionismo, se refleja en la actitud posesoria de Cortés (p. 53).
         La novela de José León Sánchez muestra la degradación étnica azteca, a manos del castellano: trueque unilateral a cambio de oro.  Las razas enfrentadas sentencian el hilo argumental de esta extraordinaria novela del narrador costarricense.
         La degeneración sentimental es otra fase oculta de la luna: prostitución, la ignominia de la horca.  Asimismo, enanos son quienes ordenan la quema de libros, como puede leerse esa degradación, alrededor del lago de Texcoco (p. 82).
         Los símiles ocupan un lugar clave.  La obra increpa, reflexiona sobre la derrota de la guerra, la trata de personas. Las descripciones son precisas, sostenidas.  Crean el suspenso, acrecentándolo con la firmeza de las enumeraciones, árboles genealógicos, replanteamientos, pasajes dantescos como la cortadura de manos, en fin, las situaciones límite se localizan llenas de expresividad y espanto.
         Las caracterizaciones de Hernán Cortés, Matla, Cuauhtémoc son precisas.  Reflejan al personaje. Los doscientos mil hogares de México son sorprendidos con el ingreso del ejército invasor. El vasallaje destruyó los valores autóctonos.
         La narración, la descripción del hecho de armas reviste un enorme sacudimiento a lo largo de las intensas páginas de Tenochtitlan.  El narrador hace alarde de un dominio integral de las técnicas novelísticas.  Todas las ideas de guerra, en aquellos años, están expuestas con desafío.  El lenguaje no es eufemístico.
         “Ante el señor Cuauhtémoc, miles de guerreros pusieron una rodilla en tierra, con su mano tocaron la misma tierra, la  elevaron,  la  besaron  suavemente y lanzaron un grito. -  ¿CAMPA UEEEEEEEE!!!! ¡CAMPA UE UE, CAMPA UEEEEEEEEEEE!!!
         La participación de las mujeres es hermosa en las tropas indias. Matla, la sacerdotisa guerrera se presenta con gran calidad humana, con enorme valentía, pero con un  final de tragedia griega (p. 398): con la cabeza rapada, sin un ojo y sin los dedos de la mano derecha, vendida en una subasta degradante.  El holocausto azteca fue tétrico.
         En la novela aparecen referencias a las venéreas, piojos, esclavos, venta humana, la explotación comunera, los rituales, el vencimiento, pero siempre con esperanza: “Cada vez que un guerrero muera, en ese instante resucitará la libertad y la eternidad de nuestros dioses” (p. 325).
          La actitud final de Cuauhtémoc es una lección.  No dijo dónde estaba el oro.   La destrucción de Tenochtitlan fue increíble: rompimiento de diques, fuga de agua, sequía, falta de alimentos, muertes, violaciones, vejaciones, costumbres raras: oler caca con un pañuelo blanco. La naturaleza juega su propia distancia. 
         Al final, la esperanza es superior al materialismo: “Mientras un grano de maíz pueda germinar sobre la tierra extensa del Anáhuac, México Tenochtitlan nunca, nunca, nunca… ha de morir” (p. 379).
         En  síntesis, Tenochtitlan es una novela archivo, gama de experiencia investigativa intensa, manejos de las técnicas narrativas y gran capacidad creadora. Genera opinión, porque sus páginas trasudan vitalidad, honradez y perspectiva para apostar por los vencidos con gran valentía narrativa.
         Salud, José León Sánchez, Premio Magón: ¡Campa ueee!
           
Lic. Miguel Fajardo Korea
Centro Literario de Guanacaste
Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural de Costa Rica