En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



domingo, 21 de octubre de 2018

OFELIA GAMBOA SOLÓRZANO, UNA LUZ EN LA PALABRA

Prof. Ofelia Gamboa Solórzano






OFELIA GAMBOA SOLÓRZANO,
UNA LUZ EN LA PALABRA



Lic. Miguel Fajardo Korea
         minalusa-dra56@hotmail.com



            La vida nos ha permitido encuentros humanos que permanecen en el tiempo.  El de la Prof. Ofelia Gamboa Solórzano (11-3-1924; 19-10-2018) es uno de ellos.  Seis lustros han transcurrido, desde cuando nos conocimos en el Centro Literario de Guanacaste, en 1988.  El aprecio se extiende a la familia Montoya Gamboa y a sus  descendientes: Rodrigo (+),  Milton: “Chicho”,  Lisette y, en particular,  a Eliette: una hija  ejemplar, sin horarios, en la atención desprendida, amorosa y puntual de su madre. 
Como educadora de verdad, Ofelia Gamboa merece un profundo respeto, luego de sus abnegados 40 años de entrega al ejercicio docente, con auténtica vocación de campana. Como escritora, ella signa uno de los nombres estelares de la literatura inscrita en el Guanacaste eterno.
 La trilogía integrada por las educadoras y escritoras María Leal, con 97 años; Lía Bonilla, con 95 años y  Ofelia Gamboa, con 94 años, representan las voces culturales femeninas de mayor longevidad y peso artístico en la historia cultural de Guanacaste.  Ellas conforman, sin ninguna duda, el privilegiado círculo de las “Zonas azules” en las letras guanacastecas, por su entrega, pasión y calidad artísticas.
Siempre le agradeceré su confianza, al permitirme prologar tres de sus cuatro libros: “Oro y sol”, 1990; “El expreso de la mina”, 1994 y “Columpios”, 2000. Además, publicó “Matices”, 2013. 
Tengo un criterio integral cimero sobre la calidad y trascendencia de su obra.  Las vetas temáticas que abrió hace muchísimos años, trazaron rutas para todos cuantos venimos detrás de ella. Nos ha enseñado a escribir con honestidad.  A hurgar en la historia del Guanacaste de siempre, para denunciar a quienes han cometido la deslealtad telúrica de entregar parte de nuestra provincia,  por unas monedas de más. 
Su palabra, firme y trascendente, es un paradigma que debemos emular, cuando queremos conocer las auténticas raíces del ser guanacasteco. Al releer el legado de su gran obra, esplenden títulos que recuperan la historia siempreviva del acontecer intenso, con la óptica de la glocalización.
 En su intensa obra literaria, convergen los recorridos históricos y temáticos sobre la Guanacastequidad. Textos como Orbe tierra, Orbe mina, Los mazos, Los coligalleros,  Pretéritas cosas presentes, Lamento, Abangares, Árbol oreja, El grito de Vargas Vargas, Saludo a la pampa, Hay un rubor de malinches, Pampa, Los potros, Ancestro, Gesta, La nana Mercedes o Matices, dejan leer una voz sobria, rutilante, estremecedora, para acercarnos a la patria regional, la que no debemos permitir que se convierta en un Guanacaste ajeno.
La profesora y narradora abangareña, Ofelia Gamboa Solórzano, es una de las autoras sobre las que más veces he escrito en diversos medios durante tres décadas.  No quiero repetir las apreciaciones jubilosas que me merece su obra callada, pero honesta, sin poses ni arribismos.  Su nombre es uno de los que, sin ninguna duda,  seguiré pronunciando, en voz alta, con profundo respeto y admiración holística. 
Todos hemos aprendido de ella: de sus enfoques, de su clarividencia para potenciar el tema guanacasteco, sin cálculo, sin doble discurso, porque ella ha sido coherente en su vida intensa: como mujer, madre, maestra, escritora, dirigente comunal y amiga, desde su gran corazón y  espíritu humanista, que remira el acontecer de la pampa, abierta y bravía, que hoy se ha quedado solísima, una vez más. 
En mi poema “Ofelia Gamboa, educadora minera”, procuré plasmar mi perspectiva de 30 años sobre su personalidad, con vínculos mutuos, en nuestros senderos de caminante por las rutas de vida del Guanacaste que amamos.
El mejor homenaje a una mujer creadora integral será preservar su legado, extenderlo y abrir puentes espirituales, desde su bendita tierra abangareña, hasta los confines de la pampa, que conquistó en sus recorridos azules, con mirada crítica y reivindicadora, como testigo, porque como dijera en su intenso poema “Árbol Oreja”:


“La vasta Guanacaste (está) mirándonos de frente”.   
Lic. Miguel Fajardo Korea 

miércoles, 10 de octubre de 2018

LUIS THENON EN LA “MEMORIA DE LOS MARES”

Poeta argentino LUIS THENON






LUIS THENON
EN LA “MEMORIA DE LOS MARES”



Lic. Miguel Fajardo Korea

Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural de Costa Rica






            La Asociación Casa Poesía organiza el Festival Internacional de Poesía de Costa Rica (FIPCR) desde el 2001. Desde hace 17 años publica un libro a cada uno de los 235 poetas que han venido.  El Festival se desarrollará entre el 4 y 12 de noviembre del 2018.

         Este Festival hermana al país con la cultura y con pueblos del mundo, y descentraliza la difusión de la poesía, con la coordinación de las sedes regionales: Belén, Bribrí, Cartago, Desamparados, Guácimo, Hatillo, Heredia, Turrialba, San Ramón, Monteverde, San Isidro de Heredia, Talamanca, Tortuguero, Shiroles, Siquirres, Pérez Zeledón, Pococí.

         GUANACASTE  dice presente, otra vez. Este año estará entre nosotros, el Dr. Luis Thenon, distinguido poeta, escritor y académico argentino, quien radica en Canadá, donde trabaja como catedrático de Literatura en la Universidad Laval.

         El Dr. Luis Thenon nació en Buenos Aires, Argentina. Se radicó en Canadá desde 1979. Obtuvo un Doctorado en Letras y una Maestría Es Arts en la Universidad Laval. Ha realizado un Posdoctorado en Historia. Es Catedrático universitario. Profesor Titular en el Departamento de Literatura, Teatro y Cine, Universidad Laval. Integra la Red de estudios transculturales de Centroamérica y el Caribe.

         Su obra  incluye los siguientes poemarios: Memoria de los mares  (Se presentará en el FIPCR, Costa Rica, 2018); Las casas en silencio (Costa Rica, 2013); Para decir la paz (Canadá, 2011); La paz también se puede (Canadá, 2011); De mares extraños y El trapecio del mundo (Italia, 2009); La mancha del incendio (Costa Rica, 2007); Trayectorias fortuitas de la muerte (Argentina, 2007); Terra Promissa (Venezuela, 1998); Selección de poemas (Madrid, 1996); Ce mot silencieux (Canadá, 1995).

         En novela publicó El Sótano (San José, 2017). Asimismo, las  obras dramáticas: Los Conquistadores de la Frontera Norte (Argentina, 2010); La fuite d’eau (Canadá, 2009); El Cartero de Londres (Madrid, 2005); Le vol des anges (Canadá, 2003); Fugues Parallèles (Francia / Canadá, 1995); La rébellion des fourmis (Canadá, 1991/1992).

         Ha presentado obras teatrales en los Festivales Internacionales de Puebla, de Liège, de Casablanca y de Cracovia. Premio especial del jurado en el 10° Festival International Francophone de Sanscoin,  Premio Gobernación de Mérida (Venezuela, 1998). Ha publicado innumerables artículos y escritos académicos sobre arte y literatura.

         Este distinguido escritor compartirá como poeta invitado en la Sede Guanacaste, Costa Rica, como parte del XVII Festival Internacional de Poesía de Costa Rica, del 6 al 9 de noviembre del 2018, invitado por el Centro Literario de Guanacaste y el Museo de Guanacaste, donde desarrollará un programa, que incluye cuatro presentaciones culturales: a. Campus Liberia de la Universidad Nacional; b. Sede Guanacaste de la Universidad de Costa Rica; c. Colegio Humanístico de Nicoya; d. Museo de Guanacaste.

         En el Museo de Guanacaste, el Lic. Miguel Fajardo presentará el libro “MEMORIA DE LOS MARES”, de Luis Thenon (Casa Poesía de Costa Rica, 2018: 70), el jueves 8 de noviembre a las 6 p.m. Entrada gratuita. La portada del libro del poeta argentino la realizó  Arturo Valencia, gran artista mexicano.

         En este libro del Dr. Luis Thenon, el yo lírico se plantea la dicotomía luz/oscuridad en un contrapunteo acezante, angustioso, donde “Volverán los relojes a su sitio”. Esa preocupación por el tiempo, marcados como deícticos, son marcas de un ahondamiento entre la integración/desintegración; entre el esplendor y la opacidad del mundo “Donde está mi silueta (…) en un punto de infinito que nadie determina”.

         Asimismo, la bio-identidad cíclica del mar, se junta con la de voces en busca de un clamor de silencios, donde lo noctívago funciona como un registro desplazado entre la raíz o el vacío “de la justa manera de no ver”, debido a la oscuridad, cuando “la luz cae como una imagen”.

          Como puede desprenderse, el libro de Thenon comienza con esos planteamientos estructurales binarios, lo cual le da la certeza de enclavarse como una memoria, reminiscencia, evocación, remembranza o relación del elemento líquido, pluralizado “de los mares”, lo cual da pie a reflexionar en las profundidades, en las extensiones, en las multitudes en las masas de agua sinfín, en cualquier contexto donde habite el factor humano.

         El hablante insiste en  incorporar esquemas semánticos del conjunto líquido “archipiélagos nuevos del mar buscando el suelo”, donde se observa la oposición mar/tierra, porque “La tierra es necesaria/donde hay tierra no hay mares innombrables”. Hay una apuesta por lo terrestre, sin desechar la alternativa marina, dado que “Mienten los ríos que se van hacia el mar”.

         Quizá esa posibilidad sea viable, ya que “El corazón cerrado dejó quemar los panes”; “y el pecho y la garganta rompieron las cadenas del mar”. Puede verse, entonces, que la oposición mar/tierra es una especie de lucha y poder con las abiertas velas de la soledad humana, otro de los ejes semánticos en la “Memoria de la tierra” del poeta  Luis Thenon.

         Seguidamente, inserta el poema “Memoria de las estrellas”, con ello, el poemario asciende espacialmente de la dicotomía /mar/tierra, ya que “bajo el peso de una gota de mar creció la luna” y reafirma “tu cuerpo adolescente sigue poblando el cielo”. Ya en esa zona “las estrellas siguen marcando tu camino de auroras transparentes”.

         Se advierte, entonces, un distanciamiento desde lo marino-terrestre hasta el cronotopo de las estrellas, la luna y el cielo. Sin duda, es una lucha entre lo alto y lo bajo, en una especie  reflexiva con las preocupaciones humanas, donde “el fondo de la noche llegó por la mañana de mis labios/cerrados/ en medio de la isla”, con lo cual otea otro eje del poemario: la corporalidad humana, inserta en la disyuntiva espacio-temporal  noche/mañana.

          En “Memoria de las olas”, el hablante aduce “Cada ausencia me duele como un cuerpo total en la memoria”.  En esta fase del poemario, la palabra adquiere cuerpo “Las voces iban por las corrientes marina callándose de muerte”. Acaso el hablante inquiere por los seres humanos, cuyo deceso se ha producido en esa dimensión “La voz de los ausentes se levanta del mar (…) ya no sabrá callarse”, porque en el fondo marino se pierden las voces, los nombres y las huellas. Por lo tanto, es un sistema recolectivo que plantea el aniquilamiento.

         Este es uno de los poemas más intensos del texto lírico. La muerte no tiene fronteras ni puntos cardinales. Tampoco permite comprar otras banderas. Aquí se reflexiona sobre la inmensidad del mar y la pequeñez humana frente a tan extraordinaria “Extensión del agua”, como se titula uno de mis libros. El grandioso mar ha devorado miles de cuerpos. Por ello, el hablante poetiza “aquí alfombra de espuma estaban los recuerdos”. Incontables ilusiones truncadas en el marco espacial marino.  El yo lírico cierra el sistema, con una interrogación retórica “Un día/no sé cuándo/volví a sentarme junto al mar/ y me quedé esperando”.

         En “El hombre solo” existe un juego léxico con términos abiertos rotundos, tales como ojo, pozo, hueco, Dios, torre, muerto, vivo, historia.  En este poema, se ofrece una reflexión sobre el tránsito humano frente al discurrir de la historia de cada uno “un pozo/un hueco/una torre o un hueco/ una torre de ojos miran/todos/el hueco de la historia/unos y otros pasan/ pasamos/ han pasado/ la historia”. El tránsito humano es cíclico como especie.

         En “Amén de quemaduras”, el hablante incluye un tono reflexivo “Había desterrado el recuerdo, la piedra gris, esa imagen de río por sus ojos nublados, / la montaña en su cuerpo, sus olores de uva dolorosa”. Ahonda en la incógnita del tiempo, caudal de luz en la distancia, olvido que “se dejó caer en la consigna del presente”.

         El acabamiento ante la inevitable muerte, después del trayecto terrenal es una ausencia que signa la pérdida de voz ante la mueca del olvido cerrado. Por esa razón, sostiene que “El ángel tiene un uniforme nuevo. / Su vuelo es una mancha, / su mancha es un destierro. / Después de las consignas/ su vuelo es una tumba/ y el mar un cementerio”, pero fatalmente, “no guarda los huesos”, pues los arrebata y los lleva a las profundidades de su inmensidad sin límite.

         En “Preludio” expresa el dolor de su pueblo que ha soportado dictaduras sanguinarias. Su tono es una especie de encadenamiento y culpabilidad pluralizada “Del silencio de los pueblos/ el mío / callado / junto a la envergadura de la muerte”  (…) Donde se acaba la hora del regreso comienza la derrota”. Aquí se apela a las lejanías, a los exilios, a los alejamientos, a los destierros involuntarios del existir humano. Muchos cayeron, con el estandarte de sus cerradas bocas, pero con “las manos abiertas para siempre”. Como vivimos en una aldea global, no es un país en particular, sino las referencialidades de cualquier sitio en el universo.

         El poemario MEMORIA DE LOS MARES, del argentino-canadiense, LUIS THENON, registra un delicado espacio para poetizar sobre la paz. Cuánto anhelamos esa palabra en el mundo de siempre. Por eso, recrimina que “Al carcelero le carcomen las manos sus recuerdos, /la imagen de las rejas no lo dejan dormir/ y en la temprana hora de los días/ observa temeroso los movimientos de su sombra”.
         Para esta memoria marina, la paz es un fulgor, una historia de quienes no la disfrutaron y se encuentran ausentes. Con la paz, todos levantamos la mirada, porque ella es posible “si se abren de par en par las puertas/y si la memoria tiene rumbo en las voces/ y los pueblos” que han decidido romper las tinieblas de la maldad.
        
         “La Calle de la Amargura”  es un archivo casi fotográfico de ese cronotopo geográfico costarricense “Ahora estoy aquí/ mañana en otra parte de mi vida/ en otra desmesura”. En esa calle, el hablante observa que “también hay un tubo viejo que gotea su sed”. A pesar de todo lo problemático del nombre de esa calle “La cuenta se me acaba. /Me paré en el andén/ y ya no había nadie/ y me quedé esperando”. La calle se ha convertido, hoy, en un eje semántico plurisignificativo; un eje por ser descubierto, un símbolo de conquista y poder territoriales, como de  protestas contra las injusticias y las reivindicaciones sociales.

         En la mirada sobre dicha calle, el poeta construye versos de gran alcance expresivo y mucho mérito artístico “Hay una calle en la ciudad/viene del fondo hasta la puerta pero no llega nunca/ la calle tiene rejas y el carcelero/ tiene un pájaro atado entre los dientes”. Ese sentido de multitud se siente en este texto “por esta puerta nadie parte/por esta puerta nadie llega (…)/ el carcelero tiene callada la conciencia”. Quizás por eso, “La luz desde la calle tiene el abismo abierto/ de una sombra escondida”.  En la Calle de la Amargura de la capital costarricense “las vías seguían paralelas de su propio destino”. Es válida dicha incorporación.

         “Los límites del viaje” sugieren los distanciamientos; evoca la separación “Y miro desde adentro de las horas de la luz /y el vuelo de los otros/ el despertar de una sonrisa leve que nos eleva /como se lleva el mar la ola que no vuelve”. La fugacidad es un elemento reiterativo en este poemario. Los instantes que vivimos, que se marchan irrepetibles son una especie de archivo “Pero ahí no se quedan las horas entretejidas por la espera. /Cuando no nos decimos que la luz de la noche/ se apaga con la ausencia (…) en el destierro oscuro de los ojos”.

         “La memoria es lo que nos permite recordar hechos, ideas, sensaciones, relaciones entre conceptos y todo tipo de estímulos que ocurrieron” (https://www.cognifit.com/es/memoria).  Históricamente, se ha hablado de los siete mares, dependiendo de la época a la cual se hacía referencia. En la actualidad, se conocen más de 100 mares. Hoy se ha adaptado la expresión “los siete mares”, al mundo entero, para lo cual se dividen en los siguientes océanos: Ártico, Antártico, Pacífico Norte, Pacífico Sur, Atlántico Norte, Atlántico Sur y eOcéano Índico.

         En ese sentido, la pluralidad de aguas poéticas que aborda y desborda el nuevo libro del Dr. Luis Thenon, es un “dossier”, una memoria, un archivo de creatividad poética, pleno de imágenes y simbolizaciones de alta calidad lúdica, que nos permite adentrarnos en su mundo y desanudar las aguas, porque como ha escrito el poeta Marco Tulio Gardela: “Más allá de los ríos, el mar”.

         El mar de la pasión, de la intensidad, del gozo, de la tragedia, de la poesía suicida, de la inmensidad creadora, de los secretos sin abrir, de las manos que lo acarician. Esta “MEMORIA DE LOS MARES” signa un dilema  para quienes “caminaron despacio/ y se perdieron en la vida de los otros/ con los ojos descalzos”.  Gracias, Maestro.  ¡Carpe Diem!