PASEANDO LA PIEL POR UNA CIUDAD PRESTADA
Naciste en la saliva, mujer de ojos flacos.
Oigo los altavoces que te cuelgan de los pechos
pero el mimbre de luz mojada
que te ha desatado el rostro
va formando ataúdes en el aire
y la vida te evacua, como un bulto seco
con la muerte fermentada en la mejilla.
Vives en la urgencia habitable, mujer de cejas trapecistas.
En qué laguna has abierto tu carne
a los besos inalámbricos, a los alacranes
que vienen a peinarte los labios derramados
sobre el silencio, a los fantasmas arrepentidos
de escuchar siempre lo que no dices.
Quizá tu tumba sea un incendio, mujer de vientre obrero.
Vas vacía a los parques, paseando la piel
por una ciudad prestada de gestos inaudibles
y cuerpo inconsolable, tan parecida a ti
que aunque te mire de lejos,
entra por tus ojos vivos
y subraya a los muertos que te cuelgan de la falda.
Naciste en la saliva, mujer de ojos flacos.
Oigo los altavoces que te cuelgan de los pechos
pero el mimbre de luz mojada
que te ha desatado el rostro
va formando ataúdes en el aire
y la vida te evacua, como un bulto seco
con la muerte fermentada en la mejilla.
Vives en la urgencia habitable, mujer de cejas trapecistas.
En qué laguna has abierto tu carne
a los besos inalámbricos, a los alacranes
que vienen a peinarte los labios derramados
sobre el silencio, a los fantasmas arrepentidos
de escuchar siempre lo que no dices.
Quizá tu tumba sea un incendio, mujer de vientre obrero.
Vas vacía a los parques, paseando la piel
por una ciudad prestada de gestos inaudibles
y cuerpo inconsolable, tan parecida a ti
que aunque te mire de lejos,
entra por tus ojos vivos
y subraya a los muertos que te cuelgan de la falda.
INFINITA, PERFECTA Y CON LA SANGRE CANSADA
Con mi cara en la última curva del viento
atravieso los huesos de la noche,
la nariz abierta de costa a costa,
para no perderme ninguno de los secretos
que guardan las vísceras de los cuervos.
Así te acompañan mis venas de cáñamo
con el perfume más triste amarrado a la ventana
y los días sujetando diez dedos de goma,
como un chiste de mermelada rancia.
Te me fundes
en la arena de un piano de cola muy negro
reventada de amor y agua,
y entre las piernas
un millón de acordes de tu fuga
sueñan con morir en el próximo parto.
Cuando los dioses bajan demasiado la voz
yo sigo manteniendo el equilibrio sobre los nombres,
asumiendo el riesgo de los acentos
en los límites atroces de tu huida,
porque contigo la respiración sale mucho más barata,
y las nubes son ahora las encargadas de ubicarte
en el mapa empapado de mis ojos.
Cada pliegue, cada mota
de esta ceniza extranjera en el alma,
te recuerda infinita, perfecta y con la sangre cansada.
Con mi cara en la última curva del viento
atravieso los huesos de la noche,
la nariz abierta de costa a costa,
para no perderme ninguno de los secretos
que guardan las vísceras de los cuervos.
Así te acompañan mis venas de cáñamo
con el perfume más triste amarrado a la ventana
y los días sujetando diez dedos de goma,
como un chiste de mermelada rancia.
Te me fundes
en la arena de un piano de cola muy negro
reventada de amor y agua,
y entre las piernas
un millón de acordes de tu fuga
sueñan con morir en el próximo parto.
Cuando los dioses bajan demasiado la voz
yo sigo manteniendo el equilibrio sobre los nombres,
asumiendo el riesgo de los acentos
en los límites atroces de tu huida,
porque contigo la respiración sale mucho más barata,
y las nubes son ahora las encargadas de ubicarte
en el mapa empapado de mis ojos.
Cada pliegue, cada mota
de esta ceniza extranjera en el alma,
te recuerda infinita, perfecta y con la sangre cansada.
ME DEGOLLARÁN DE PIE, CON EL CORAZÓN TAPIADO
Las arrugas del aire echan raíces
en el invernadero de mi historia,
un mapa falto de colores
donde el dolor picotea las verdades sin orgullo,
los dioses borrados por la tormenta, de tanto charco
y cubilete, de tanto callejón sin huída.
Llevo en las manos mal cerradas, imágenes
prófugas de una calma que no me reconoce,
metáforas que callan, repetidas a lo largo del barniz
que protege mis sueños de madera
y su llanto inflado,
llevo madrigueras donde echar a dormir
los secretos del incendio, las escaleras rotas,
el pelo blanco que no entiende el diámetro del cero,
los ojos que he quemado, el perfil de los temblores
y las tardes que me quepan.
El mundo es un poema de jabón
que limpia todo lo que pesa, las puertas
los hijos, y la fe colgada del perchero,
no me canso de decirlo
y aún así me degollarán de pie, con el corazón tapiado.
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