En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



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lunes, 21 de octubre de 2013

ARRECIADOS POR EL ÉXODO-RESEÑA CRÍTICA

ARRECIADOS POR EL ÉXODO
María Eugenia Caseiro





RESEÑA CRÍTICA.
Por Mireya Robles




Se inicia el poemario con una Profecía: “Y alguna vez vendrán a remontarme / lavados con el brillo de sus pies, / aquellos hijos de estos pies enormes / colgados al sillón que mecerá sus casas”.  Pudiera indicar que ya en espíritu, meciéndose en un sillón de la que fue su casa, los que aún están encarnados en el mundo de los vivos, vendrán a ella, estableciendo así que no hay una ruptura definitiva entre el plano de la muerte y éste que tenemos por nuestra realidad. Dedica el poemario no solamente a su familia, sino también a sus muertos, en niveles  en los que no hay separación porque son parte de un todo indivisible.

En uno de los  poemas de María Eugenia Caseiro titulado “Que en casa de Yewá me esperen siempre”, no incluido en Arreciados por el éxodo, el leitmotiv que aparece cada tres versos --¡Hija del viento soy!—podría indicar un atisbo de inmortalidad: que, en la casa de Yewá –el cementerio--, se quedarán esperándola eternamente porque allí su alma libre nunca podrá ser encerrada. Pero mi interpretación inmediata fue la de su voluntad manifiesta de que la esperen esos seres queridos que ya han pasado a otro plano, para acogerla en el momento en que a ella le toque habitar la casa de Yewá.

Tratar de interpretar un poema creacionista es un reto y tal vez, una audacia desmedida porque el verso sale directamente desde el origen, desde la fuente donde fue creado, y llega al lector por una corriente interior, profunda, sin pasar por un proceso de razonamiento. Nos encontramos constantemente con un elemento de sorpresa, porque las palabras han sido liberadas de su función habitual de servir de elemento aleatorio dentro de la frase en que se encuentran con el propósito de expresar una idea, un todo que hasta entonces nos era fácil identificar y se convierten en fragmentos de distintas realidades yuxtapuestas para formar otra realidad creada por el poeta. Como sugiere Vicente Huidobro, no se trata de describir la rosa, sino de verla crecer, de crearla en el poema. Y en su “Arte poética” llega a afirmar que el poeta es un pequeño dios. Este pequeño dios está presente en todo el poemario de María Eugenia Caseiro: “tus dedos, mis dedos, nuestros / funden lingotes de animales / cautivos de ti.”  

A veces nos parece que estamos ante un éxodo real cuando nos dice: “Como cobos arreciados por el éxodo, / no hubo sacapuntas escarmentador / ni bigornias vigías, / ni las propias tijeras extenuadas / de cortar en tiras cada noche, / que no se enrolara en  nuestro arca.”  Lanzados al éxodo, desfilaron todos los elementos que fueron parte de su entorno, para ser guardados en el recuerdo. Sólo así se mantendrá ese pasado del que somos  parte y que si desapareciera, desapareceríamos también: “Así logramos sobre nosotros mismos / ser invulnerables.”  En “Naufragio” vemos viajeros llenos de la alegría de la esperanza que son, a la vez, seres desvalidos, expuestos a peligros de muerte: “Y se hicieron a la mar con sus disfraces / prendidos al envés de la baraja / que los llevaría al fracaso, / risueños argonautas de papel / a quienes la borrasca / o un dedo del azar / interpuso el naufragio.”  

Pero también está presente un velo fino, transparente, que marca un éxodo vivencial dirigido hacia la nada, hacia el reconocimiento del vacío que nos deja la muerte física de un ser querido, el vacío que nos queda cuando languidece el amor, la premonición de nuestra propia muerte.  Hay pautas que aparecen en el poema “Saltar”: “Acaso el polvo en sus cuatro estaciones / nos sepulte”.  En “Esperar”, vaticina: “Las ventanas se apagarán un día”. Enfatiza: “polvo   polvo  el polvo”.  Habla de “blancos palacios de hueso”, “esperándote, esperándome”.  En los cuatro segmentos de “Nadas” la pérdida se presenta visualmente en versos que se van acortando como se acorta una vida:

Lo que no emplea siquiera costumbre
lo que guarda tibio reposo dentro
dentro  dentro  adentro    
la noche dentro, todo
ese camino cerrado
padecido, mustio
último.

El poema titulado “Lienzo” es una bella elegía en la que la pureza de la juventud de su hijo está representada en la blancura de la tela: “Como un ángel que entibió la perfección / antes de partir y su tierno cadáver / es un sorbo de luz entre los árboles, / un tapete de blancura / se derrama en las planicies de la hora.”   En “Residuos”  describe el momento de la muerte de su padre: “Eran tus manos de azahar / dormidas sobre mí, / besé llorada la pintura / que rompió la noche / -dos mitades como dos fantasmas / aplazaron el mar- / nosotros sombra tumbada / en el instante en que te pierdo.”

          En la tercera parte de “Yo, tú, los árboles”, comienza la repetición de palabras que utiliza en varios poemas para intensificar una condición, reafirmar un propósito, acelerar el movimiento. Se sitúa en una época, acompañada de ese otro ser que tantas veces aparece a su lado, viviendo momentos felices en los que talmente parece que estuvieran estrenando la vida en todo su esplendor, arropados en el frenesí de crear: “No desentrañamos / aquellas vertientes que trajeron la sal / cuando pensabas, cuando pensaba, /sembrar  sembrar  sembrar/ eternamente/ pasajeros felices, trenes novísimos / caminos, tildes, radios, señales; / dibujos olorosos a jabón, paisajes / sin límites…”  Pero de momento asoma, a modo de presentimiento tal vez, un instante  ensombrecedor, bellamente expresado: “y la espina en el naranjo de tu piel / doliéndole a la lluvia.”  

“Morder lo breve” consta de cuatro partes encabezadas por flechas que señalan  diferentes direcciones: hacia la derecha, hacia la izquierda, hacia arriba, hacia abajo, para marcar el giro vivencial, en cuatro instantes, de dos seres creados, tal vez, por la imaginación de la autora.  En la primera trata de explicarse las razones por las que se ha perdido la vitalidad del amor: “A causa de mis vestidos rotos, / de mis estrellas fracturadas, / de mis paisajes eternamente cosidos al recuerdo, / alunizan tus avispas de seda buscadas en el aire / lo que no nace dentro”. Pero a pesar del deterioro del amor, la unión continúa, quizás porque las circunstancias así lo determinan. Y, a pesar de lo que ya se ha convertido en un “rodante cielo aburrido”, siguen, “tomados de la mano”.  En la segunda parte la convivencia se lleva como si el amor pudiera ser la realidad que ya no es: “Que no se diga nunca / que mi boca, que tu boca / sin palabra mentida / elige tarde un algo, un beso / muerde.”  En la tercera parte trata de retener lo que queda del amor, aunque sea en el pequeño nivel de lo cotidiano: “Morder lo breve / lo nuestro mordible, querible / en cremalleras, en bastillas, / en los botones estampados en las blusas, / en la seda silenciosa del bostezo.” En la última visualiza el momento “Cuando nadie, cuando nada quede”. 

En los momentos de vacío en los que ya no tiene “estrellas que contar”, se refugia en el seno materno, donde identifica “el vaivén de sus pulmones / sus arterias calientes”, donde sabe que para la madre ella es un tierno ser –“blanda gota concebida”-, hasta el momento de su nacimiento, cuando sale a ese pasar del tiempo que es la vida: “travesía vertical / hasta el mar de toda hora”.  

Como lo hiciera César Vallejo con la palabra “trilce” --posible combinación de triste y dulce--, aparecen en el poemario palabras que se unen para formar una nueva: lunijunto, velasombra, vuelapétalo… Contrariamente a la cosificación que vemos en algunas de las pinturas metafísicas de Giorgio de Chirico –como Le Muse Inquietanti, Etore e Andromaca, Il guadagno--, en la poesía de María Eugenia Caseiro se personifica lo inanimado, lo abstracto, lo vegetal: “la lluvia con zapatos de cristal”; “Yo, tú, los árboles de lágrima torcida / como lenguas sedientas, /  navegamos la lluvia  sin timón”; “Después todos los bancos / lánguidamente recostados a mi espalda / fueron tibio hospedaje del adiós”.  Son versos que se mueven en la bruma, tan etéreos que son como una música en la que el significado de las palabras se diluye para formar mundos nuevos.     
    
                                      Mireya Robles
                                      http://en.wikipedia.org/wiki/Mireya_Robles






martes, 1 de enero de 2013

EN ESTA TERQUEDAD.

María Eugenia Caseiro, Cuba






EN ESTA TERQUEDAD.
Fragmento, Parte I





I



Antes de borrar el parque en que no estás pero te anhelo

he visto nuestras nubes pasar a solas…
Estamos sin embargo acumulados en esta terquedad
de no sabernos, de no acordar la fecha, estamos
cada uno en su trazado trabado al esternón
esperando el plumazo en el diseño,
sin tiempo para transitar nuestros parajes
con niños tan distintos, almizclados de temporalidad;
con el recuento de otros parques distantes
con bicicletas y fuentes fraccionadas
por donde un día la flecha de otro amor que no fue el nuestro,
se cansó de habitar y se deshizo
hollín volante como la suciedad
o como la ceniza
arrasada por el paso de los ciegos.






II



Estamos cada uno

doblando su equilibrio en mansedumbre
con los brazos abiertos
sin caer de la cuerda asediados por esta terquedad,
en la secuela de aquellos que se pierden
por las dulces comisuras de veredas antiguas;
vendedores ambulantes, patinadores, artistas callejeros,
fotógrafos que inusitadamente atesoraron el instante,
los que vinieron a buscar un objeto perdido
y no lograron parte en la originalidad,
los que no tuvieron la suerte de llegar a encontrarse,
aquellos otros que creyendo descubrir en los libros
una razón para hacer de las bancas su timón, se despidieron
y marcharon en busca de otro tiempo que antes no les fue posible.





III



Cuando vino a mentirnos la hoja en blanco

con vuelo de infinitud anunciando otras ciudades
con mujeres solas que ya no lloran a sus hijos
donde habitan vagabundos bosquejados, dichosos
con sus pasos sin pena en días con lisura de espalda,
quisimos transitar nuestros propios perímetros:
tú y yo sobre la inmensidad de la inconsciencia
sin mujeres que lloren a sus hijos, sin vagabundos dichosos,
sin fotógrafos, ni bicicletas, ni vendedores ambulantes….
quisimos nuestro plano, nuestro espacio en el dibujo
nuestro propio parque con sus bancas y sus árboles felices
que guardaran el presente sobre la edad detenida,
el punto neutro de la lealtad en la tabla de los años.
Y logramos empotrarnos en un intervalo,
en el sosiego de empacar las diferencias y partir dejando el pozo
donde tú en tu tiempo, yo en mi tiempo,
esperábamos la continuación olvidados de la costumbre
adoptándonos en el instinto para transitarnos y buscar…
hallar la música que se adaptase a nosotros,
el verso, la estrofa
continente de un jirón de ser, un suspiro, una lágrima
o simplemente una similitud con nuestras biografías.





IV



Siempre cansados de recorrer las tardes,

los pájaros murieron
sin saber que otros pájaros que hoy ocupan su lugar,
han conquistado un sitio en el dibujo
a ser borrado luego para engordar
el pecado de las viejas hechiceras con sus baldes de lluvia
lavando todo cuanto no les fue fácil olvidar
o hacer desaparecer, cuando quedaron proscritas.
Pero nosotros/pintados de blanco en el dintel de nuestra incógnita
nunca nos marchitaremos.
VY no alcanza el boceto, el diseño, el papel, la propia terquedad

que anima el no saber, el no acordar de una buena vez la fecha,
para poner en claro lo que pretendemos,
lo que podemos compactar de nuestras mitades sobrantes
con dicotomías de fuentes,
de existencia, de amores, de parques…
con nuestras muchas, infinitas mitades siempre en medio
extendiéndose los bordes de cada pergamino a procrear
raíces sobre dédalos vivientes.
Y no alcanza este vivir, ni otro cualquiera, ni la posteridad
si es que la hay, para decidirnos a compilar el tiempo;
el de todos los parques, el de cada mitad con sus fracciones,
el de cada torcedura, sus terminales y su composición atómica,
para decirnos que el tiempo del dibujo,
todos los fragmentos y toda la música del mundo,
no basta en esta eternidad tan nuestra que ya no puede pintarse,
que sube a hasta sus límites y luego,
se disipa para envolvernos en la perspectiva que nos busca.
Antes de borrar el parque en que no estás pero te anhelo

con tu tiempo, con tus fuentes, con tu música y con tus mitades,
he decidido esperarte.


viernes, 1 de julio de 2011

En una soledad ruidosa y oportuna


María Eugenia Caseiro





En una soledad ruidosa y oportuna




“La única manera eficaz de iniciarse
consiste en unirse a la procesión de iniciados
y ponerse el ropaje de los muertos”
Thomas Moore




Ella ingiere lentamente el despertar
y abraza su bandera para no perderse,
clama por un brote de conformidad,
pero se agita en el deseo de encontrarse
en una soledad ruidosa y oportuna
pendiente de una reflexión.
Toma prestado un trozo de otro dios
y va pesadamente, a gatas arrastrándolo,
aunque la ruta se arme de recodos con una rapidez pasmosa.
Quiere mentir la despedida que reclama un margen,
tal vez un par de alas para aullar el vuelo,
cuando de pronto una sirena le devuelve a la ciudad.
Su voz se arruga en la primera inflexión
que advierte desde el oído del padecimiento.
El carillón del gallo asola irremediablemente
y el capitel de anafes donde bufan las heces del café,
ahora una señal descolorida,
es un recuerdo que bate sus alas con rumor inarmónico.
El torcimiento de la música allá en su propio dios,
hincha las jorobas florecidas de la eternidad
en que inmortal un nuevo grito borra
las campanas melancólicas con su viejas roturas
y la pestaña que deja el tiempo atrás
y vive únicamente en la distancia,
acaricia de lejos la obertura del bostezo inexistente
con las notas que auscultan lo vivido.
Comprende que ya es tarde para huir y siente el frío,
luego se consterna cuando crece
la otra orilla con su timbre en deterioro invulnerable
y grita, grita roncamente el grito de la voz arrugada
que es tan igual al propio, tan su grito
que expulsa al dios ajeno de su vientre
para engendrar de nuevo el suyo,
el único que plancha las arrugas de los gritos.


María Eugenia Caseiro
junio 13 -2011

domingo, 12 de junio de 2011

UN POEMA DE MARÍA EUGENIA CASEIRO


María Eugenia Caseiro. Fotos/Blog Gaspar, El Lugareño





EN LOS TALONES ESTÁTICOS DE UN MITO





“¿Quién no siente en mi andar lo aburrido que estoy?”
Rafael Alberti



Como los tacones de mi bisabuela
danzantes en la noche herían el oído del sueño,
lo insignificante se dejaba guardar en su gaveta
y el demiurgo regalaba un aldabazo de vastedad
en que la sombra de sus pies colgaban.

Ahora, dolor, dilo y no duelas:
qué torcido paso nos ha unido
si el cojear tampoco nos separa
y la despensa de los huesos
se harta de beberse lapsos
desde la sala al portal
desde el portal al miedo de la sala,
a la trágica importancia de aquel quicio que tropieza,
y tropezamos con él en el recuerdo
hasta caer debajo de su falda.

Como la bigornia del viejo Bernabé
asentada en el archivo familiar
luego de conjeturarse fisco indeleble de los pasos,
de los tomos y los folios que en la corriente de andar,
hemos devuelto al culto irremediable de los pies,
al inequívoco andamio de la marcha
sobre largas carreteras de días,
la infructuosa carrilera de la noche.

Ahora, dolor, dilo y no duelas:
qué avieso traslado de las circunstancias
te escupe sobre mí y reitera en su talón estático
como una liana en el herraje de mi pierna,
un toque de queda que corta la andariega energía
con la única y última razón de aquel silencio.

Como la incansable soledad de andar
derroteros de tumbas y paisajes secos,
que llama insistentemente a la monotonía
a la hora en que se aposta el desconocimiento
y toda huella machacada en nuestro rastro
es una burla que no suele detener a los que pasan.

domingo, 20 de junio de 2010

poemas de maría eugenia caseiro


María Eugenia Caseiro, Cuba-USA*







Principios y finales





I



La noche es azafata de la nave sin dueño
que zarpara en silencio al comienzo del mundo
despertando lujuria entre perros y gatos
que ladran y maúllan.






II



El peso de la lenta rotura de las horas...
El ritmo de la ausencia sin fin, imperturbable...
La cuerda de los días tirando del silencio...
Después, ya nada importa.





III



Del camaleón se aprende a sacar bandera roja,
luego a mudar la piel cuando todo termina,
después hay que seguir secándose a la nada
hasta ahogarse en su fondo.






IV




Y que Dios con su aceite nos engrase la vida
o nos cure el eterno desvelo del enojo
que mueve la veleta del tiempo interminable
en que se pudre el triunfo.






V



El destierro se aherroja en largura de espanto
al paso de uno mismo al borde de la nada.
No hay ventanas ni puertas, ni zapatos que lleguen
al origen del sueño.






VI





El rescate se pierde en la aleta que boga
sin relevo que salve la agalla moribunda.
No hay dársena ni puente en el fondo del vaso
que miente su egoísmo.





VII




Tan solo, allí en la noche al final de la huida,
el remo de la luna que mueve las mareas
y destapa el gemido profundo de las olas,
viajando al fin del mundo.







Sonetos para un padre sin prisa






Se es Padre sin ser Dios ni ser Profeta,
se es padre en el arribo,en la partida ,
a la entrada del año, a su salida,
en calma o con giros de veleta.

Fijarle a un día del año, cual tarjeta,
es atar a un instante tanta vida,
es dar a lo inmedible una medida ,
es menos que pegarle una etiqueta .

Se es padre en cada hora, a cada paso,
se es padre por el día y por la noche,
se es padre en la victoria, en el fracaso.

Se es padre con reproche y con derroche
de amor en la certeza o el acaso.
Se es padre desde la apertura al broche.




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Que encuentren los de ayer y los de ahora
lo que importa una fecha sin peldaños
y que relinche el mar si son engaños.
Se es padre en el ocaso y en la aurora:

no hay un día del padre, ni una hora,
ni un paquete de días, ni cien años,
ni las mil y una noche de tamaños
mercaderes, sibilas, fauna o flora

que suplanten al padre en su factura
de amor y de desvelos; él merece
ya no una fecha envuelta en la premura

y al son de un almanaque que perece
como perece el viento que se apura...
Al padre el tiempo todo que acontece.


*María Eugenia Caseiro, es poeta, narradora y ensayista; miembro destacado de la Academia de Historia de Cuba.