Un
cuentario arraigado en el territorio natal
Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural
Una
estrategia creativa de mediación curricular hizo posible un sueño: la edición
de la antología RELATOS DE MI TIERRA (Dirección Regional del MEP, Cañas,
Guanacaste, 2025: 85). La obra fue producida, editada y revisada por la M.Sc.
Meysbol Torres Herrera. Libro producto de un certamen organizado por la Red de
Bibliotecólogos de dicha Dirección Regional, que contó con el apoyo de Olga
Badilla Huertas, Gerald Murillo Rodríguez y el director regional, M.Sc. Wilmer
Alvarado Fonseca.
Este libro se enmarca dentro de los
principios que rigen el Programa de la Guanacastequidad, que se sustenta, jurídicamente, en el
Decreto Ejecutivo 33000-MEP, del 16 de diciembre del 2005, que fue publicado en
“La Gaceta” número 70, 7 de abril del 2006. En su artículo primero se declara
de interés educativo promover la contextualización curricular en la provincia
de Guanacaste, mediante el programa “Vivamos la Guanacastequidad”, con
el fin de fortalecer la cultura autóctona, mediante la incorporación de los
contenidos de la Guanacastequidad en los Programas de Estudio, desde el primer
ciclo hasta la educación diversificada.
El proceso de lectura no es
neutral, implica una toma de conciencia, porque el texto literario transforma
la cosmovisión del lector. La lectura no es un acto pasivo, por el
contrario, induce a otro proceso, la escritura y, a partir de ella, su proceso
de animación y promoción para su pleno disfrute espiritual.
Leer es una actividad
intelectual o recreativa, donde cada quien puede aportar, transformar,
completar, recrear o construir el conocimiento. El horizonte de
expectativas que deviene del proceso de lectura significa una experiencia
necesaria, de acuerdo con el contexto socio-histórico y cultural donde nos
encontramos inmersos.
Cada libro enciende una
llama de sabiduría. Sus procedimientos discursivos deben ser
decodificados para que desatemos la magia de su imaginación. Leer es
participar; llenar los vacíos del texto, cobijarnos de su siembra de
pensamientos para transformar nuestra visión cotidiana.
La lectura se convierte en
un acto de producción de sentido dentro del proceso cognoscitivo, el cual
requiere un componente motivacional, a bien de favorecer relaciones
discursivas, así como la integración de otros aspectos, a saber: pragmático,
discursivo, semántico, léxico, morfológico, sintáctico, entre otros.
Como puede desprenderse, el
proceso de lectura debe ser dinámico. Se requiere la presencia del
lector, como el sujeto que llena los vacíos del texto, o bien, le aporta su
cuota de creatividad, de ahí, entonces, que se favorezca un aprendizaje significativo
en las lecturas, tanto en las instituciones educativas formales como en las
instancias no formales, pero sin perder la perspectiva integral, como un
proceso de goce pleno.
Con la antología RELATOS
DE MI TIERRA, se trata de fortalecer la lectoescritura en la región
educativa que comprende los cantones de Cañas, Tilarán y Abangares, en
Guanacaste, Costa Rica. En el libro se
incluyen cinco textos de primaria, once de secundaria y de una destacada
docente, la Licda. Francis Barrantes Ruiz.
La lectura de la antología
es fresca, llena de vivencias y con un lenguaje asequible para la comunidad
estudiantil a la que va dirigida. Mostraré corpus de los 17 cuentos para que
las personas lectoras puedan dimensionar la calidad de dicha producción
literaria.
Un día en el
Escarbadero, de Michelle Arias Suárez: “Porque en el Escarbadero, cada tortilla
al comal, cada baile en la grupera y cada nota de marimba alimenta el alma de
la comunidad, que permanece unida por la alegría, la cultura y el amor que se
tienen unos a otros” (p.5).
El tesoro de
Tilarán, de Neythan Vega Bastos: “Y aunque el volcán nunca volvió a hablar,
su presencia permaneció en los corazones de todos como un recordatorio de que
el verdadero tesoro no está en lo material, sino en el amor y respeto hacia la
tierra que nos sostiene” (p.9).
El secreto de
Tilarán, de Amber Vásquez Cortés: “-Dicen que hace muchos años, cuando el
Lago Arenal aún no existía como lo conocemos hoy, un enorme toro negro de ojos
brillantes aparecía en las noches de luna llena. Se decía que era el espíritu guardián de la
naturaleza y que solo los más valientes podían verlo. Si alguien intentaba
atraparlo, desaparecía en una nube de viento y agua” (p.13).
El rinconcito
de los apodos, de Dana López Álvarez: “¡Aquí en Tronadora casi todos tienen un
apodo! Es parte de nuestra forma de ser, de nuestra cultura (…) La familia se
quedó unos días más y luego regresó a San José.
Pero desde entonces, cada vez que podían, volvían al pueblo al que ahora
llamaban con cariño “El rinconcito de los apodos” (p. 17).
Vivencias
guanacastecas de don Wilbert, de Santiago Campos Cordero:” Porque así son
los guanacastecos: trabajadores, solidarios y orgullosos de su tierra. Don
Wilbert retomó su rutina con más fuerza, convencido de que, como dice el dicho,
“Los guanacastecos no se rinden” (p.20).
Orgullo cañero, de Samantha
Murillo Solís: “Un carro avanzaba lentamente por la calle principal, frente a
la plaza Colón, llevando a los músicos que tocaban con entusiasmo canciones
típicas como El torito, La chichera, El cucaracho y La cadenita. La
gente salía de su casa para disfrutar del espectáculo, Iliana, sin decir nada,
observó de reojo a los visitantes, quienes ya movían los pies y las manos al
ritmo de la música. Ella sonrió en
silencio” (p.25).
Costa de oro, de Jusbell
Solano Salguera: “La historia de Sofía y Carlos se convirtió, con el paseo del
tiempo, en una leyenda transmitida de generación en generación en la Costa de
Oro. Enseñaban a los más jóvenes que la
verdadera riqueza no se mide en oro ni en joyas, sino en el legado cultural, el
respeto por la naturaleza y la conexión con la historia local” (p.31).
Mi tierra, mi lucha y mi familia de Eimy Vargas Alfaro: “Las niñas crecieron y se convirtieron en
mujeres valientes, que aprendieron a valerse por sí mismas y a enfrentar la
vida con coraje. Hoy, su mayor anhelo es
poder vivir todos juntos de nuevo, en esa casita que los espera con los brazos
abiertos en su amado Bebedero” (p. 35).
El Almendrón,
de Diana Vega Villalobos: “Aunque la historia quedó atrás. Yo aún me pregunto
qué era aquella criatura. Tengo una
teoría: tal vez fue el espíritu de una niña que un día siguió a un cuyeo y se
perdió, y por eso muchos de esos pájaros se posaban en el árbol como si
custodiaran su secreto. Pero claro, esa
es solo mi opinión… y quizás, ese misterio nunca se resuelva” (p.39).
La vida antes del lago,
de Danna Delgado Porras: “Para nadie es un secreto que existen historias,
leyendas y recuerdos sin contar sobre lo que fue la vida antes y después del
Lago Arenal. Para Tronadora, un lugar
tan bello y lleno de vida, la llegada del lago marcó profundamente a muchas
personas. Sin embargo, eso no detuvo al
pueblo de seguir adelante con su espíritu noble, manteniendo vivas sus
tradiciones y relatos” (p.41).
Los niños y sus travesuras, de Brittany Eduarte López: “Aquella
noche, los niños salieron sigilosamente, tomando macetas, sillas,
escobas y otros objetos que la gente solía dejar en los corredores. Entre risas y con cuidado de no hacer ruido
colocaron todo en medio de la plaza.
Hasta dejaron una nota que decía: “Este
juego se convertirá en una tradición. ¡Prepárense para el próximo año! (p.48).
Donde el viento cuenta historias, de Isabella Carrillo Solano: “Esa tarde, mientras descansábamos,
Allan nos preguntó si sabíamos por qué a Tilarán le dicen “Lugar de
vientos”. Mi abuelo siempre dice que los
indígenas lo llamaban “Tilawa”, que significa justamente eso: un lugar de
vientos fuertes. Por eso no nos
sorprende ver tantas torres eólicas aprovechando lo que la naturaleza nos da”
(p. 53).
La cumbre nubosa,
de Zoe Ruiz Vargas: “La comida pronto se convirtió en un recuerdo lejano. Ya
solo comían lo que encontraban. Su madre devoraba cordones de zapatos, su padre
masticaba cigarrillos como si fueran dulces, y su abuelo gruñía al menor ruido. La niebla había tomado el control de sus
mentes” (p.56).
La llama de piedra verde, de Rodman Solórzano Salazar: “Esa noche, bajo la luna, llovieron piedras
verdes que cubrieron todo el pueblo. A
la mañana siguiente, el paisaje era un manto de esmeraldas. Desde entonces, se llamó Piedras Verdes. (…) “-Cada
cien años, elegimos a tres valientes para encontrar el tesoro escondido de
Piedra Verde. No es oro ni joyas. Es un
poder ayudar a todos en el pueblo”” (pp.60-61).
La perla de la esperanza, de Dara Reyes Arce: “Cuando mi papá murió, llevaba consigo una perla
especial. Se decía que era mágica, capaz de devolverle la vida al ecosistema si
algo grave ocurría. Pero la perla se
perdió cuando se hundió su lancha. Desde
entonces, muchos han intentado encontrarla, sin éxito. (…) Esa perla ahora vive
en nosotros. En cada acto de respeto, en cada gesto de cuidado. Esa es la verdadera perla del manglar. El
amor por nuestra tierra y la esperanza que nunca muere” (pp. 67 y 69).
El valle de Colorado,
de Josué Araya Bejarano: “En un mundo paralelo, existía un lugar oculto a los
ojos del resto del planeta: Colorado. Pero no era el Colorado que todos
conocían, con montañas y ríos tranquilos.
Este Colorado era diferente, lleno de misterios, poderes extraordinarios
y seres inimaginables. En este rincón
mágico, todo era posible, las montañas flotaban, los ríos brillaban con colores
intensos, y el cielo cambiaba cada día” (p.70).
El niño que quería ser boyero, es el texto de la educadora Francis Barrantes Ruiz:
"Cuentan que, por los años de 1950, en un pequeño pueblo
llamado Tierras Morenas,
ubicado en el cantón
de Tilarán, en la hermosa
provincia de Guanacaste, vivía Norman, un niño que soñaba
con ser boyero y tener sus propios bueyes.
Norman creció entre muchas
limitaciones. Mientras iba a la escuela, también
trabajaba en la finca
de su familia. Junto con sus
hermanos, cargaban leña desde la montaña hasta el pueblo, todo al hombro. Aquel
esfuerzo despertó en él el deseo de tener
una carreta, con la esperanza de que los bueyes
pudieran aliviar su carga y, de paso, disfrutar del camino conduciéndolos
por las calles, como lo hacían los boyeros que veía a diario, trayendo
mercadería para abastecer a los vecinos.
La ilusión
crecía cuando escuchaba historias sobre cómo el mosaico de la iglesia y varias
de las mesas de la escuela habían sido trasladadas en carretas. Para él, aquellas historias eran prueba de
que los bueyes, no solo eran fuerza, sino parte de la vida del pueblo”
(pp.77-78).
En relación con el texto de la docente
Francis Barrantes Ruiz: maneja y recupera hechos reales en el tiempo, pero en
su texto alcanza a perennizarlos. El tratamiento temático es muy humano, de
gran introspección y conocimiento acerca de los avatares del factor humanidad. Realiza
una notable recuperación temática de uno de los personajes arquetípicos del
trabajo cotidiano de un oficio sin horarios. Con un estilo directo y puntual,
la narradora envuelve al lector en el tejido argumental de su cuento, donde destacan
los valores de la convivencia y la solidaridad, tanto en el plano familiar como
laboral (MFK).
En
síntesis, la lectura del cuentario antológico RELATOS DE MI TIERRA es
una gran experiencia desde la Dirección Regional de Educación de Cañas,
Guanacaste, Costa Rica.
Sus
filones temáticos se inscriben en la Heimat literatur, pues alude,
incorpora y explora el significado de la pertenencia, la identidad y la
relación con el lugar del suelo natal, del origen. En este caso, con los saberes y aconteceres de Cañas, Tilarán
y Las Juntas de Abangares.
Las 17 voces de las
personas creadoras antologadas, aportan una diversidad de ejes temáticos que
configuran un acercamiento a la historia, leyendas, costumbres, tradiciones,
situaciones de contexto y arraigo, en relación con personajes, lugares, mitos,
cuya recuperación fortalece el concepto de territorialidad vivencial,
En
sus páginas se da voz a comunidades, a saber: Cañas, Tilarán, Abangares,
Colorado, Tronadora, Los Ángeles de Tilarán, Arenal, Puerto Conchal, Bebedero,
Pozo Azul, Solania o Tierras Morenas de Tilarán.
Se
incorpora, asimismo, términos vinculados con los oficios, la gastronomía y las
leyendas o tradiciones de esa tríada territorial de Guanacaste.
Al
certamen se presentaron 44 trabajos. Los
mejores 17 fueron seleccionados por tres jurados diferentes.
Destaco, asimismo, el trabajo de la M.Sc.
Meysbol Torres Herrera, Asesora Regional de Capacitación y Desarrollo
Educativo de la Dirección Regional de Cañas, por liderar este hermoso proyecto,
que se constituye en un insumo didáctico para creer, crear y crecer como
amantes de la lectura y la escritura.
Felicitaciones
integrales a todas las personas involucradas en este proyecto cultural y
educativo. ¡Albricias!
LiC.. MIGUEL FAJARDO
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