En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



miércoles, 13 de agosto de 2025

La tierra, un bien para quien la trabaja arduamente

La tierra, un bien para quien la trabaja arduamente

 

 

Lic. MIGUEL FAJARDO KOREA

minalusa-dra56@hotmail.com

Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural

 

 

(Guanacaste y Moravia). José Alfredo Jiménez Sánchez nació en Guayabo de Bagaces, Guanacaste, el 15 de abril de1966. Posee dos grados profesionales: Contaduría Pública y postgrado en Administración General.

 

Toda su vida laboral ha estado ligada al ICE, específicamente, a la Planificación y Evaluación de proyectos asociados con la Geotermia.

 

Destacado líder comunal. Presidente de la Asociación de Desarrollo Integral de Guayabo de Bagaces.

 

Ejerció como regidor propietario en la Municipalidad de Bagaces (2016-2020) y (2020-2024), en este periodo, fungió como presidente del Concejo de Bagaces.

 

“Hacienda Montesol: el inicio de todo” es su primer libro publicado. Una novela ambientada en la Costa Rica, entre los años treinta al cincuenta del siglo XX.

 

Según el historiador guanacasteco, Wilder Sequeira Ruiz:

 

Por hacendado vamos a entender, que es aquel que posee una gran propiedad dedicada exclusivamente a la cría de ganado vacuno.  El hecho de poseer el medio de producción más importante de la época, la tierra, le da una serie de prerrogativas, como gran poder económico y político

 

(…). La hacienda es la gran propiedad orientada a la producción ganadera, en manos de un propietario.  Esta unidad productiva tenía toda la infraestructura para la producción ganadera, potreros, corrales, caballerizas, casa de peones, galeras, queseras y casa del hacendado.  Indistintamente, llamaremos a la hacienda gran propiedad o latifundio, aunque generalmente este último, está sin cultivar o explotar.

 

(La hacienda ganadera en Guanacaste 1850-1900.San José: EUNED, 1985, p.17).

 

Su narrativa nos transporta y lleva a vivir, de primera mano, las duras, pero fascinantes tareas que eran parte de la cotidianeidad en las grandes haciendas de Costa Rica. Así inicia la novela, con el cuadro escénico del descanso, luego de una fuerte jornada de trabajo:

 

Cada anochecer, el largo corredor de la gran hacienda se convertía en un anfiteatro imaginario para que los trabajadores contaran, con lujo de detalles, las experiencias vividas durante la jornada laboral. 

 

  Algunos sabaneros y trabajadores de la gran finca, trajeron una hamaca entretejida con retazos de tela; otros habían construido sus propias mecedoras con pedazos de lona, o de sacos viejos y, los recién contratados, se tiraban al suelo con las albardas de cuero crudo, utilizadas como almohada durante el día. 

 

La forma en que están expresadas las vivencias de los sabaneros, mandadores y cocineras de estas haciendas, hacen que la persona lectora vaya reviviendo cada uno de los pasajes que se van narrando.

 

Este corpus muestra un trabajo colaborativo, producto de los ajetreos cotidianos, una escena no tan frecuente en las haciendas.

 

Las tareas en las madrugadas estaban perfectamente distribuidas. Chilo se levantaba de primero y ponía a hervir el agua para el café, mientras hervía el agua, comenzaba a moler el maíz para las tortillas. Generalmente, se levantaban Cundo, el Negro o Santiago para ayudarle y a montar una buena tertulia de madrugada. A los minutos se levantaban doña Berta y las muchachas. Mientras Flor comenzaba a preparar la masa para las tortillas, doña Berta se ocupaba de preparar el gallo pinto, y María sacaba la natilla, la salaba y la iba colocando en tazas en la mesona; también ponía un pichel grande con leche agria, porque varios de los muchachos, incluidos don Polo y don León, preferían el gallo pinto con leche agria, en lugar de la natilla. Las cuatro mujeres palmeaban las tortillas para toda la peonada.  Cuando hervía la “primera olla”, ya Flor y Anita tenían la primera tanda de tortillas. Chilo les ayudaba chorrear el café y a subir los termos a la gran mesa.

 

Posteriormente, se muestra el otro gran tema de la novela, cuando dos de esos valientes sabaneros, Facundo y Antonio, deciden ir a coger tierras en una gran hacienda de 15 mil hectáreas, ubicada en un lugar lejano, y que, supuestamente, había sido abandonada por los dueños originales, y se creía que le pertenecía al gobierno. El paso dado por los dos es importante, porque toman sus riesgos y desean ser y sentirse propietarios por primera vez en su vida.

 

-Yo solo les doy la noticia. No quiero embarcar a nadie, pero al menos Yo sí pienso entrarle a esta carajada. En algo quedamos.

 

-Lo que me dijo mi primo es que se hacen carriles y se monta un ranchito dentro de la tierra que uno carrila.

 

-Que el trabajo es durísimo, que las zocolas y las chapias en los claros de la montaña, son trabajos de hombres, que llueve como todos los diablos y que las culebras y los zancudos salen hasta en la sopa. Pero la verdad es que así son las cosas, nadie va a dejar botada una finca ya hecha, solo es cuestión de meterle huevo al asunto, y saber que nadie le va a regalar nada a uno.

 

 Toño, sobrino de Cundo, lo interroga acerca de dicha decisión:

¿Tío, pero está seguro de que la ley no lo va a sacar? Recuerde las historias que cuentan los que se han ido a coger tierras y han tenido que volverse sin nada, porque la ley les ha quemado los ranchos y pierden todo.

 

-Diay Toño, ahí parece que no hay ni resguardo. Solo dijeron que es una finca abandonada por el gobierno.

 

-Está bien, tío, Yo solo pregunto, porque ha habido casos que dicen eso y no tarda en aparecer alguien del gobierno, o alguna compañía diciendo que esa tierra es de ellos.

 

Esta vez, el lector se adentrará en un mundo realmente inhóspito, y muy peligroso, donde los primeros ocupantes tuvieron que vivir situaciones muy duras, hasta lograr convertir los terrenos, que habían picado, en fincas productivas y debidamente consolidadas. 

 

-Una pregunta don Gonzalo, qué hicieron ellos para quedarse.  Es que viera que venimos de muy lejos y traemos todo lo que tenemos.  Pero de verdad, nos gustaría pulsearla.

 

-La verdad, no han hecho nada extraordinario, se metieron a una zona demasiado peligrosa, que queda pegando a los cerros del fondo de la finca, ahí llueve todo el año y es puro suampo, lagunas y barriales. La gente no aguanta y si vienen de clima caliente hasta podrían morirse.  Otra cosa, hay muy pocos lugares para sembrar, porque lo que no es montaña es laguna, y las terciopelos, arañas y zancudos están en todos lados.

 

-De nuestra parte, tenga plena seguridad que teniendo un campito algo seco donde construir un ranchito y donde prender un fuego, nosotros le entramos.

 

-Diay, amigos, ustedes saben que yo no puedo darles permiso, pero tampoco voy a llamar al resguardo, ni le voy a comentar nada a los patrones, de por sí, ellos nunca vienen por estos lados y, últimamente, ni la plata mandan.

 

Pero la parte más humana de esta historia, se presenta cuando los personeros del gobierno y del resguardo nacional, convocan a los ocupantes para indicarles que se va iniciar un proceso de medición y, posteriormente, titulación, de las fincas, a nombre de los ocupantes actuales. 

 

Sin embargo, los ocupantes se muestran recelosos y dispuestos a defender los terrenos ocupados, donde han invertido grandes esfuerzos físicos, con la ilusión de ser propietarios, en algún momento.

 

-Porque hay algo que todos debemos tener claro, y eso pienso decírselos el domingo, esta tierra es más de nosotros que de cualquier otra persona. Si en más de ocho años nadie ha venido a reclamar nada, y han dejado que nosotros la hiciéramos en potrero y en tierra de siembra, lo que antes eran unos suampos y unas lagunas donde no se metía nadie, no sería justo que ahora vengan a querer quitarnos lo que tanto ha costado.

 

Cuando se concluye el proceso, y se convoca nuevamente a los ocupantes, para entregarles sus escrituras y planos, debidamente visados, la algarabía de los nuevos propietarios es realmente contagiosa.

 

La novela concluye con un final adecuado, en concordancia con el esfuerzo humano realizado por los ocupantes de dichas propiedades, durante más de ocho años de trabajo arduo.

 

Bienvenidos señores. Para nosotros es un placer tenerlos por aquí.  El amigo Marcelo García va a dar por iniciada la reunión.  Adelante, Marcelo.

 

-Buenas tardes, señores. Los aquí presentes, todos ocupantes de las tierras ubicadas en el Gran Rincón de la Hacienda, les damos la más cordial bienvenida. Solo quisiera expresar la voluntad de los vecinos y decirles que somos gente de paz, trabajadora, honrados, y que el único fin con el que hemos venido a esta zona es a optar por un pedacito de tierra para ponerla a producir, y mejorar un poco la condición de vida de los nuestros.  Porque para nadie es un secreto que, prácticamente, no hay trabajo y que cada día la situación se nos pone más difícil.

 

-Voy a empezar yo, de una vez. Algunos, seguro se acuerdan de nosotros, cuando vinimos con don Russel Smith, el anterior dueño de esta hacienda. Mi nombre es Rolando Guillén, del Instituto de Tierras.

 

-Mi nombre es Juan Carlos Orozco, de la presidencia de la República.

 

-Buenos señores. Mi nombre es Marjorie Sánchez. Soy la abogada del Registro Nacional, y a dar fe pública del acto que se va a llevar a cabo, y a redactar el acta de entrega de los planos y las escrituras a cada uno de los treinta y dos nuevos propietarios de estas tierras. Les aviso, de una vez, ocupamos que estén presentes todos los dueños, si alguno no estuviera aquí hoy, tendría que ir hasta la capital a retirar los papeles de su finca.

 

-Buenos días señores, soy el oficial Mayorga, y me acompaña mi compañero Alfonso Chévez, somos representantes de resguardo.

 

(…) -Lo mío es rápido. Solo le voy a pedir a usted y al señor Orozco, que me ayuden con los expedientes.  Cada folder frente el nombre del propietario, están por orden alfabético, entonces, va a ser muy rápida la entrega.

 

-Yo los voy llamando y alguno de ustedes hace la entrega oficial.

 

-Empecemos de una vez.

 

En síntesis, la incursión literaria de José Alfredo Jiménez Sánchez, en plena madurez vital, es otra voz narrativa desde Guanacaste para las letras costarricenses

   En su novela, destaco algunos elementos, a saber:

 

1.    El narrador cede la palabra a los personajes/trabajadores de la hacienda MonteSol.

2.    El narrador es un observador de la realidad descrita por las voces narrativas de los personajes.

3.    Los personajes cuentan sus historias, con lo cual permiten a las personas lectoras conocer sus vivencias, lo que posibilita adentrarse en el quehacer diario de la hacienda.

4.    Tantos los personajes masculinos como femeninos hacen uso de la palabra.

5.    La descripción narrativa es gráfica, llena de detalles, que hacen posible una caracterización, tanto de los personajes, como de los ambientes mostrados.

6.    Algunos de los personajes/trabajadores tienen criterios de autoridad dentro del esquema laboral de la hacienda.

7.    Las labores del campo están descritas con veracidad.

8.    La utilización de documentos escritos, como sostiene la crítica polaca, Magdalena Perkowska, establece una “rememoración” o “representación” (la memoria re-presenta) tiene un valor doble: la memoria va hacia atrás y, a la vez, ve de nuevo un objeto pasado, cuya alteridad también es doble, por ser al mismo tiempo anterior y ausente” (Historias híbridas. Madrid: Iberoamericana, 2008:188).

9.    Ante la llegada de los funcionarios del gobierno central, los ocupantes de las tierras se muestran temerosos y desconfiados.

10. Los ocupantes de las tierras eligen a sus líderes, para que los representen y hablen por todas las personas.

11. La novela muestra el fenómeno social de las ocupaciones de tierras en diversos estadios históricos de nuestro país, sin entrar en explicarlos literalmente, porque la novela tiene la función de mostrar uno de esos casos.

Lic. MIGUEL FAJARDO KOREA

Esta novela de José Alfredo Jiménez Sánchez, nos lleva, como personas lectoras, en un recorrido con una retrospectiva histórica, durante todo ese proceso, para que muchos seres humanos hayan llegado a ser propietarios de tierras, que han vivido muchos de los pueblos en Costa Rica, así como en diversos países de América Latina, tal y como lo señalan, con propiedad, los historiadores, Stanley J. y Bárbara H. Stein:

 

Sin duda los aspectos sociales del colonialismo no pueden ser separados de la matriz económica y el corazón de esa matriz en América Latina siguió siendo el privilegio bajo la forma del acceso a la propiedad y a la ocupación, a ser dueños de las minas, grandes haciendas y ranchos ganaderos, al comercio y la burocracia.

 

(…) Para las masas no había otro papel que el de peones o proletariado urbano. Y aquellos que trabajaban como dependientes, peones o esclavos eran estigmatizados como inferiores.

 

(La herencia colonial de América Latina. México: Siglo Veintiuno Editores, 1974:116).

 

“Hacienda Montesol: el inicio de todo”, primera novela de José Alfredo Jiménez Sánchez (San José, Costa Rica: Lara & Segura Asociado, 2025).

 

 

 

Lic. MIGUEL FAJARDO KOREA

Centro Literario de Guanacaste

Invierno, 2025


 

No hay comentarios: