La
tierra, un bien para quien la trabaja arduamente
Lic. MIGUEL FAJARDO KOREA
minalusa-dra56@hotmail.com
Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural
(Guanacaste y Moravia). José Alfredo
Jiménez Sánchez nació en Guayabo de Bagaces, Guanacaste, el 15 de
abril de1966. Posee dos grados profesionales: Contaduría Pública y postgrado en
Administración General.
Toda su vida laboral ha estado ligada al ICE,
específicamente, a la Planificación y Evaluación de proyectos asociados con la
Geotermia.
Destacado líder comunal. Presidente de la Asociación
de Desarrollo Integral de Guayabo de Bagaces.
Ejerció como regidor propietario en la Municipalidad
de Bagaces (2016-2020) y (2020-2024), en este periodo, fungió como presidente
del Concejo de Bagaces.
“Hacienda Montesol: el inicio de todo” es su
primer libro publicado. Una novela ambientada en la Costa Rica, entre los años treinta
al cincuenta del siglo XX.
Según el historiador guanacasteco, Wilder Sequeira
Ruiz:
Por hacendado
vamos a entender, que es aquel que posee una gran propiedad dedicada
exclusivamente a la cría de ganado vacuno.
El hecho de poseer el medio de producción más importante de la época, la
tierra, le da una serie de prerrogativas, como gran poder económico y político
(…). La hacienda
es la gran propiedad orientada a la producción ganadera, en manos de un
propietario. Esta unidad productiva
tenía toda la infraestructura para la producción ganadera, potreros, corrales,
caballerizas, casa de peones, galeras, queseras y casa del hacendado. Indistintamente, llamaremos a la hacienda
gran propiedad o latifundio, aunque generalmente este último, está sin cultivar
o explotar.
(La hacienda
ganadera en Guanacaste 1850-1900.San José: EUNED, 1985, p.17).
Su narrativa nos transporta y lleva a vivir, de
primera mano, las duras, pero fascinantes tareas que eran parte de la cotidianeidad
en las grandes haciendas de Costa Rica. Así inicia la novela, con el cuadro
escénico del descanso, luego de una fuerte jornada de trabajo:
Cada anochecer, el
largo corredor de la gran hacienda se convertía en un anfiteatro imaginario
para que los trabajadores contaran, con lujo de detalles, las experiencias
vividas durante la jornada laboral.
Algunos sabaneros y trabajadores de la gran
finca, trajeron una hamaca entretejida con retazos de tela; otros habían
construido sus propias mecedoras con pedazos de lona, o de sacos viejos y, los
recién contratados, se tiraban al suelo con las albardas de cuero crudo,
utilizadas como almohada durante el día.
La forma en que están expresadas las vivencias de los
sabaneros, mandadores y cocineras de estas haciendas, hacen que la persona
lectora vaya reviviendo cada uno de los pasajes que se van narrando.
Este corpus muestra un trabajo colaborativo, producto
de los ajetreos cotidianos, una escena no tan frecuente en las haciendas.
Las tareas en las
madrugadas estaban perfectamente distribuidas. Chilo se levantaba de primero y
ponía a hervir el agua para el café, mientras hervía el agua, comenzaba a moler
el maíz para las tortillas. Generalmente, se levantaban Cundo, el Negro o Santiago
para ayudarle y a montar una buena tertulia de madrugada. A los minutos se
levantaban doña Berta y las muchachas. Mientras Flor comenzaba a preparar la
masa para las tortillas, doña Berta se ocupaba de preparar el gallo pinto, y
María sacaba la natilla, la salaba y la iba colocando en tazas en la mesona;
también ponía un pichel grande con leche agria, porque varios de los muchachos,
incluidos don Polo y don León, preferían el gallo pinto con leche agria, en
lugar de la natilla. Las cuatro mujeres palmeaban las tortillas para toda la
peonada. Cuando hervía la “primera
olla”, ya Flor y Anita tenían la primera tanda de tortillas. Chilo les ayudaba
chorrear el café y a subir los termos a la gran mesa.
Posteriormente, se muestra el otro gran tema de la
novela, cuando dos de esos valientes sabaneros, Facundo y Antonio, deciden ir a
coger tierras en una gran hacienda de 15 mil hectáreas, ubicada en un lugar
lejano, y que, supuestamente, había sido abandonada por los dueños originales,
y se creía que le pertenecía al gobierno. El paso dado por los dos es
importante, porque toman sus riesgos y desean ser y sentirse propietarios por
primera vez en su vida.
-Yo solo les doy
la noticia. No quiero embarcar a nadie, pero al menos Yo sí pienso entrarle a
esta carajada. En algo quedamos.
-Lo que me dijo mi
primo es que se hacen carriles y se monta un ranchito dentro de la tierra que
uno carrila.
-Que el trabajo es
durísimo, que las zocolas y las chapias en los claros de la montaña, son
trabajos de hombres, que llueve como todos los diablos y que las culebras y los
zancudos salen hasta en la sopa. Pero la verdad es que así son las cosas, nadie
va a dejar botada una finca ya hecha, solo es cuestión de meterle huevo al
asunto, y saber que nadie le va a regalar nada a uno.
Toño, sobrino
de Cundo, lo interroga acerca de dicha decisión:
¿Tío, pero está seguro de que la ley no lo va a sacar?
Recuerde las historias que cuentan los que se han ido a coger tierras y han
tenido que volverse sin nada, porque la ley les ha quemado los ranchos y
pierden todo.
-Diay Toño, ahí
parece que no hay ni resguardo. Solo dijeron que es una finca abandonada por el
gobierno.
-Está bien, tío,
Yo solo pregunto, porque ha habido casos que dicen eso y no tarda en aparecer
alguien del gobierno, o alguna compañía diciendo que esa tierra es de ellos.
Esta vez, el lector se adentrará en un mundo realmente
inhóspito, y muy peligroso, donde los primeros ocupantes tuvieron que vivir
situaciones muy duras, hasta lograr convertir los terrenos, que habían picado,
en fincas productivas y debidamente consolidadas.
-Una pregunta don Gonzalo, qué hicieron ellos para
quedarse. Es que viera que venimos de
muy lejos y traemos todo lo que tenemos.
Pero de verdad, nos gustaría pulsearla.
-La verdad, no han hecho nada extraordinario, se
metieron a una zona demasiado peligrosa, que queda pegando a los cerros del
fondo de la finca, ahí llueve todo el año y es puro suampo, lagunas y
barriales. La gente no aguanta y si vienen de clima caliente hasta podrían
morirse. Otra cosa, hay muy pocos lugares
para sembrar, porque lo que no es montaña es laguna, y las terciopelos, arañas
y zancudos están en todos lados.
-De nuestra parte, tenga plena seguridad que teniendo
un campito algo seco donde construir un ranchito y donde prender un fuego,
nosotros le entramos.
-Diay, amigos, ustedes saben que yo no puedo darles
permiso, pero tampoco voy a llamar al resguardo, ni le voy a comentar nada a
los patrones, de por sí, ellos nunca vienen por estos lados y, últimamente, ni
la plata mandan.
Pero la parte más humana de esta historia, se presenta
cuando los personeros del gobierno y del resguardo nacional, convocan a los
ocupantes para indicarles que se va iniciar un proceso de medición y,
posteriormente, titulación, de las fincas, a nombre de los ocupantes actuales.
Sin embargo, los ocupantes se muestran recelosos y
dispuestos a defender los terrenos ocupados, donde han invertido grandes
esfuerzos físicos, con la ilusión de ser propietarios, en algún momento.
-Porque hay algo que todos debemos tener claro, y eso
pienso decírselos el domingo, esta tierra es más de nosotros que de cualquier
otra persona. Si en más de ocho años nadie ha venido a reclamar nada, y han
dejado que nosotros la hiciéramos en potrero y en tierra de siembra, lo que
antes eran unos suampos y unas lagunas donde no se metía nadie, no sería justo
que ahora vengan a querer quitarnos lo que tanto ha costado.
Cuando se concluye el proceso, y se convoca nuevamente
a los ocupantes, para entregarles sus escrituras y planos, debidamente visados,
la algarabía de los nuevos propietarios es realmente contagiosa.
La novela concluye con un final adecuado, en
concordancia con el esfuerzo humano realizado por los ocupantes de dichas
propiedades, durante más de ocho años de trabajo arduo.
Bienvenidos señores. Para nosotros es un placer
tenerlos por aquí. El amigo Marcelo
García va a dar por iniciada la reunión.
Adelante, Marcelo.
-Buenas tardes, señores. Los aquí presentes, todos
ocupantes de las tierras ubicadas en el Gran Rincón de la Hacienda, les
damos la más cordial bienvenida. Solo quisiera expresar la voluntad de los
vecinos y decirles que somos gente de paz, trabajadora, honrados, y que el
único fin con el que hemos venido a esta zona es a optar por un pedacito de
tierra para ponerla a producir, y mejorar un poco la condición de vida de los
nuestros. Porque para nadie es un
secreto que, prácticamente, no hay trabajo y que cada día la situación se nos
pone más difícil.
-Voy a empezar yo, de una vez. Algunos, seguro se
acuerdan de nosotros, cuando vinimos con don Russel Smith, el anterior dueño de
esta hacienda. Mi nombre es Rolando Guillén, del Instituto de Tierras.
-Mi nombre es Juan Carlos Orozco, de la presidencia de
la República.
-Buenos señores. Mi nombre es Marjorie Sánchez. Soy la
abogada del Registro Nacional, y a dar fe pública del acto que se va a llevar a
cabo, y a redactar el acta de entrega de los planos y las escrituras a cada uno
de los treinta y dos nuevos propietarios de estas tierras. Les aviso, de una
vez, ocupamos que estén presentes todos los dueños, si alguno no estuviera aquí
hoy, tendría que ir hasta la capital a retirar los papeles de su finca.
-Buenos días señores, soy el oficial Mayorga, y me
acompaña mi compañero Alfonso Chévez, somos representantes de resguardo.
(…)
-Lo mío es rápido. Solo le voy a pedir a usted y al señor Orozco, que me ayuden
con los expedientes. Cada folder frente
el nombre del propietario, están por orden alfabético, entonces, va a ser muy
rápida la entrega.
-Yo los voy llamando y alguno de ustedes hace la
entrega oficial.
-Empecemos de una vez.
En síntesis, la incursión literaria de José Alfredo
Jiménez Sánchez, en plena madurez vital, es otra voz narrativa desde
Guanacaste para las letras costarricenses
En su novela,
destaco algunos elementos, a saber:
1. El
narrador cede la palabra a los personajes/trabajadores de la hacienda MonteSol.
2. El
narrador es un observador de la realidad descrita por las voces narrativas de
los personajes.
3. Los
personajes cuentan sus historias, con lo cual permiten a las personas lectoras
conocer sus vivencias, lo que posibilita adentrarse en el quehacer diario de la
hacienda.
4. Tantos
los personajes masculinos como femeninos hacen uso de la palabra.
5. La
descripción narrativa es gráfica, llena de detalles, que hacen posible una
caracterización, tanto de los personajes, como de los ambientes mostrados.
6. Algunos
de los personajes/trabajadores tienen criterios de autoridad dentro del esquema
laboral de la hacienda.
7. Las
labores del campo están descritas con veracidad.
8. La
utilización de documentos escritos, como sostiene la crítica polaca, Magdalena
Perkowska, establece una “rememoración” o “representación” (la memoria
re-presenta) tiene un valor doble: la memoria va hacia atrás y, a la vez, ve de
nuevo un objeto pasado, cuya alteridad también es doble, por ser al mismo
tiempo anterior y ausente” (Historias híbridas. Madrid:
Iberoamericana, 2008:188).
9. Ante la
llegada de los funcionarios del gobierno central, los ocupantes de las tierras
se muestran temerosos y desconfiados.
10. Los
ocupantes de las tierras eligen a sus líderes, para que los representen y
hablen por todas las personas.
11. La novela muestra el fenómeno social de las ocupaciones de tierras en diversos estadios históricos de nuestro país, sin entrar en explicarlos literalmente, porque la novela tiene la función de mostrar uno de esos casos.
Lic.
MIGUEL FAJARDO KOREA
Esta novela de José Alfredo Jiménez Sánchez, nos
lleva, como personas lectoras, en un recorrido con una retrospectiva histórica,
durante todo ese proceso, para que muchos seres humanos hayan llegado a ser
propietarios de tierras, que han vivido muchos de los pueblos en Costa Rica, así
como en diversos países de América Latina, tal y como lo señalan, con
propiedad, los historiadores, Stanley J. y Bárbara H. Stein:
Sin duda los
aspectos sociales del colonialismo no pueden ser separados de la matriz
económica y el corazón de esa matriz en América Latina siguió siendo el
privilegio bajo la forma del acceso a la propiedad y a la ocupación, a ser
dueños de las minas, grandes haciendas y ranchos ganaderos, al comercio y la
burocracia.
(…) Para las masas
no había otro papel que el de peones o proletariado urbano. Y aquellos que
trabajaban como dependientes, peones o esclavos eran estigmatizados como
inferiores.
(La herencia
colonial de América Latina. México: Siglo Veintiuno Editores, 1974:116).
“Hacienda
Montesol: el inicio de todo”, primera novela de José
Alfredo Jiménez Sánchez (San José, Costa Rica: Lara & Segura Asociado,
2025).
Lic. MIGUEL FAJARDO KOREA
Centro Literario de Guanacaste
Invierno, 2025
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