María Eugenia Caseiro, Cuba
EN ESTA TERQUEDAD.
Fragmento, Parte I
Fragmento, Parte I
I
Antes de borrar el parque en que no estás pero te anhelo
he visto
nuestras nubes pasar a solas…
Estamos sin
embargo acumulados en esta terquedad
de no
sabernos, de no acordar la fecha, estamos
cada uno en
su trazado trabado al esternón
esperando el
plumazo en el diseño,
sin tiempo
para transitar nuestros parajes
con niños
tan distintos, almizclados de temporalidad;
con el
recuento de otros parques distantes
con
bicicletas y fuentes fraccionadas
por donde un
día la flecha de otro amor que no fue el nuestro,
se cansó de
habitar y se deshizo
hollín
volante como la suciedad
o como la
ceniza
arrasada por
el paso de los ciegos.
II
Estamos cada uno
doblando su
equilibrio en mansedumbre
con los
brazos abiertos
sin caer de
la cuerda asediados por esta terquedad,
en la
secuela de aquellos que se pierden
por las
dulces comisuras de veredas antiguas;
vendedores
ambulantes, patinadores, artistas callejeros,
fotógrafos
que inusitadamente atesoraron el instante,
los que
vinieron a buscar un objeto perdido
y no
lograron parte en la originalidad,
los que no
tuvieron la suerte de llegar a encontrarse,
aquellos
otros que creyendo descubrir en los libros
una razón
para hacer de las bancas su timón, se despidieron
y marcharon
en busca de otro tiempo que antes no les fue posible.
III
Cuando vino a mentirnos la hoja en blanco
con vuelo de
infinitud anunciando otras ciudades
con mujeres
solas que ya no lloran a sus hijos
donde
habitan vagabundos bosquejados, dichosos
con sus
pasos sin pena en días con lisura de espalda,
quisimos
transitar nuestros propios perímetros:
tú y yo
sobre la inmensidad de la inconsciencia
sin mujeres
que lloren a sus hijos, sin vagabundos dichosos,
sin
fotógrafos, ni bicicletas, ni vendedores ambulantes….
quisimos
nuestro plano, nuestro espacio en el dibujo
nuestro
propio parque con sus bancas y sus árboles felices
que
guardaran el presente sobre la edad detenida,
el punto
neutro de la lealtad en la tabla de los años.
Y logramos
empotrarnos en un intervalo,
en el
sosiego de empacar las diferencias y partir dejando el pozo
donde tú en
tu tiempo, yo en mi tiempo,
esperábamos
la continuación olvidados de la costumbre
adoptándonos
en el instinto para transitarnos y buscar…
hallar la
música que se adaptase a nosotros,
el verso, la
estrofa
continente
de un jirón de ser, un suspiro, una lágrima
o
simplemente una similitud con nuestras biografías.
IV
Siempre cansados de recorrer las tardes,
los pájaros
murieron
sin saber
que otros pájaros que hoy ocupan su lugar,
han
conquistado un sitio en el dibujo
a ser
borrado luego para engordar
el pecado de
las viejas hechiceras con sus baldes de lluvia
lavando todo
cuanto no les fue fácil olvidar
o hacer
desaparecer, cuando quedaron proscritas.
Pero
nosotros/pintados de blanco en el dintel de nuestra incógnita
nunca nos
marchitaremos.
VY no alcanza el boceto, el diseño, el papel, la propia terquedad
que anima el
no saber, el no acordar de una buena vez la fecha,
para poner en
claro lo que pretendemos,
lo que
podemos compactar de nuestras mitades sobrantes
con
dicotomías de fuentes,
de
existencia, de amores, de parques…
con nuestras
muchas, infinitas mitades siempre en medio
extendiéndose
los bordes de cada pergamino a procrear
raíces sobre
dédalos vivientes.
Y no alcanza
este vivir, ni otro cualquiera, ni la posteridad
si es que la
hay, para decidirnos a compilar el tiempo;
el de todos
los parques, el de cada mitad con sus fracciones,
el de cada
torcedura, sus terminales y su composición atómica,
para
decirnos que el tiempo del dibujo,
todos los
fragmentos y toda la música del mundo,
no basta en
esta eternidad tan nuestra que ya no puede pintarse,
que sube a
hasta sus límites y luego,
se disipa
para envolvernos en la perspectiva que nos busca.
Antes de borrar el parque en que no estás pero te anhelo
con tu
tiempo, con tus fuentes, con tu música y con tus mitades,
he decidido
esperarte.
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