En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



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miércoles, 30 de marzo de 2011

UN POEMA DE SAMUEL TRIGUEROS


Samuel Trigueros, Honduras





NADA DE PERFIL



A Harris Schiff,
hasta el corazón del imperio


Nada. Nada. Nada.
Nada llamó con voz oscura, de caverna,
hedionda a muerte,
a olvido espeso, a nada.

Nada disparó humo y metralla.
Nada quería la desintegración,
el desvanecimiento de todos los que brillamos,
ardientes,
contra el dominio de su sombra.
“No moriremos”, a Nada le gritamos;
“No moriremos, no moriremos”

Nada es viejo como la batalla de los siglos.
El murmullo de Nada
inunda las paredes del día y de la noche,
sube por los huesos,
desangra el tiempo,
llena el aire de podridos cardúmenes
entre el olor de pólvora y encierro.

Nada quiere que callemos:
cortada la garganta,
las bocanadas de luz
trocadas
en triste bocado de cenizas,
fría la lengua
en la campana del grito.
Nada nos quiere transmutados en memoria,
en abolidos horizontes,
en silencio.

Nada odia los paisajes.
El aire que respira Nada es cuadrado.
El mar es para Nada una ofensa,
insomne en su isla de miseria:
hay una historia de pueblos que la mar recita,
interminable;
y Nada intenta amordazar bahías, las eternas playas
(Normandía, Playa Girón, Trujillo).
Nada es amargo.
Nada es blindado para la ternura.
Nada toca a Nada. Nada.
Nada no tiene padre, no tiene madre.
Nada es estéril.

En el camastro de Nada hay hojas putrefactas.
Nada
tiene una colección de mariposas
con alfileres en la espalda,
una colección de ojos desorbitados por la muerte,
de uñas moradas con restos
de piel que comen –furiosas- las hormigas.
Nada es un filántropo
en el mejor sentido del canibalismo:
Nada hace un banquete con nuestros corazones,
cepilla sus caninos
con la pasta de nuestros pensamientos
(antes le hizo un agujero de bala
y exprimió nuestras cabezas).

Nada vive su muerte embalsamado,
nadando,
bocarriba en las esencias del destino.
Un error de cálculo,
un gesto involuntario de terneza,
no son más que naderías para Nada.
Nada nunca se equivoca.
Nada
corrige con hacha la finura,
porque Nada está antes de la omnipotencia:
Nada es pre-potente.

A la hora de sus abluciones de sangre,
Nada se dice ante el espejo en llamas:
“Nada hay que no lo pueda Nada”.
Sin embargo,
Nada sufre de hipertensión,
sueña con fantasmas cuyos cabellos
siguen creciendo en la vigilia
y lo envuelven en terrores.
Mas Nada cree que nada es para siempre
y se ha hecho tatuar
en el reverso de la frente: “In God we trust”.

En el pasado Nada iba a veces de paisano,
tomaba asiento en las peluquerías,
memorizaba nombres de las noticias nacionales,
pedía un corte rasante y
-entre dolido y generoso-
dejaba una propina:
“Para que se tome un cafecito”.
Todo esto
dicho al futuro muerto.

Nada es un muerto siempre fresco:
la piel verde, las llagas verdes,
las moscas verdes,
el traje verde,
el odio verde como una retama
en medio de los páramos.
“Nada ha de perecer en nuestras manos”,
pasamos la consigna.

En su poltrona verde,
observa Nada los rojos horizontes;
tiembla quedito;
no dice nada,
pero sabe
que ha de subir la marea
y nada habrá que hacer,
sino esperar,
esperar
su propia Nada inexorable.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

DIEZ AÑOS DE FUEGO: Paseo Real de las Chimeneas Gigantes 2010

Samuel Trigueros, Honduras






DIEZ AÑOS DE FUEGO
Paseo Real de las Chimeneas Gigantes 2010




Por Samuel Trigueros*




Se encendió el fuego y ardió diez años, incesante, en las calles empedradas, en la verde profundidad frutecida de café, en el aire cargado de presagios, en el corazón contradictorio de los residentes, en las cámaras digitales de los foráneos, en el presente eterno de los niños, en los harapos de tiempo de los viejos, en el caleidoscopio de los locos, en la memoria del tiempo que resiste. Diez años ardió el fuego y su llama vive todavía, a pesar de la sombra circundante, a pesar de la boca de lobo que a diario nos acecha. Diez años de arte popular, diez ferias Paseo Real de las Chimeneas Gigantes en Trinidad, Santa Bárbara, celebrados con fuego y líquidos ardientes, con abrazos solidarios, con música para alimentar los sentidos y la mente, con poesía no tarifada, con luchas y victorias renovadas.
Hasta el año 2008, la Feria Paseo Real de las Chimeneas Gigantes se lograba venciendo conocidos obstáculos en la Honduras de antes, donde el arte era tal sólo como extensión de los gustos exóticos de la damisela del diplomático y los artistas poco menos que objetos inútiles para los intereses de los políticos que asignan los presupuestos de acuerdo a sus intereses; pero en el año 2009 –el 28 de junio, para ser exactos- la Honduras de antes dejó de ser y una nueva realidad se abrió paso, bajo el atronador avance de las botas militares, de la maquinaria sangrienta de hacer dinero del capitalismo, del latrocinio, la expoliación y la barbarie. El paseo Real de las Chimeneas Gigantes también se enfrentaría a partir de esa fecha a monstruos sobrealimentados de frialdad, estolidez, sectarismo y otras sombras.
El golpe de Estado echó por tierra los pequeños pero valiosos frutos de una incipiente democracia, drenó el contenido de instituciones, razones de ser y existir, conceptos y valores como “paz”, “justicia”, “derecho”, “cultura” y “arte”. La paz voló bajo, a la altura de las ingles de las mulas congresistas que la ostentaron como un llavero bendecido por el Cardenal; la justicia pernoctó ultrajada frente al Estado Mayor Conjunto, cerca de la Casa del Partido de la estrella solitaria; el derecho fue torcido a fuerza de golpes en la rojiblanca fragua de la felonía: la cultura fue invadida por atorrantes que la redujeron al folclorismo chato y de bajo precio con el que acostumbran decorar los baños olorosos a popurrí de las visitas y la chacha; al arte se convirtió en pasarela de las chicas
superpoderosas y los artistas verdaderos pasaron a engrosar las listas de la muerte. En una nueva realidad como esa, el Paseo Real de las Chimeneas Gigantes no sólo enfrentó la inveterada desidia de los gobernantes, sino que se convirtió en una piedra más en el zapato de los golpistas, quienes intentan a toda costa anular la protesta, el reclamo, la indignación y las manifestaciones de un pueblo que avanza en la refundación de su pensamiento, de su praxis cotidiana y de la patria.
Rebelde por naturaleza, contestataria por necesidad, incómodamente creativa en su evidencia, la Feria Paseo Real de las Chimeneas Gigantes de Trinidad no podía ser bien vista en la cerrazón municipal, espesa, de los apéndices administrativos del régimen, verbigracia la Corporación Municipal, los correligionarios, las damas devotas, los caballeros del buen gusto y guardianes de las buenas costumbres, los chepos celosos de la Ley de Convivencia Ciudadana, los empresarios de pulcra cola comprometida y algunas oenegés antiñángaras solapadas. Así las cosas, ¿Cómo podía siquiera soñarse con erigir chimeneas contra la pobreza, la injusticia, las violaciones a Derechos Humanos, la ignorancia, el capitalismo y otros azotes de los pueblos? ¿Cómo podía pensarse que era posible recaudar los recursos necesarios para reivindicar la imaginación, el humanismo y el arte? ¿Cómo creer que de las cenizas de ocho años podían surgir, como un fénix, nuevas chimeneas que poblaran el Paseo Real triniteco?
Pero, contra todo pronóstico malhadado, las chimeneas gigantes se levantaron en el 2009, bajo la lluvia natural y la tormenta de balas, contra Goriletti y sus secuaces. Para el 2010 la lucha continuó contra un régimen que intenta blanquear y continuar con la ignominia: el Paseo Real de las Chimeneas Gigantes se llevó a cabo en Trinidad, entre el 8 y el 11 de diciembre, en homenaje a las mujeres y el magisterio en resistencia.
Involucrado de lleno en el proceso de creación, vi como las tenazas retorcían los alambres hasta formar las jaulas multiformes donde quedarían atrapados los sueños y las pesadillas, cómo las manos juveniles e infantiles mezclaban harina y agua para empastar las estructuras con periódicos golpistas que luego arderían hasta alcanzar su destino de cenizas. Ramón “La Mega” y yo, armados de pistolas de pintura, compresores, brochas, aerógrafos y pinceles, durante larguísimos días y noches continuos, nos encargamos de aplicar colores a todas las chimeneas. Hicimos de la Plaza Jerusalén nuestro campamento insomne. Nos turnamos para descansar dos o tres horas cada día. Pachamama nos visitó a diario para alentar, organizar, acicatear. El esfuerzo de hombres, mujeres, niños, niñas, jóvenes de todo el equipo de trabajo se extendió hasta el último segundo, con alegría, con convicción de estar contribuyendo a forjar libertad, a sembrar imaginación; a la lucha contra la ignorancia, la oscuridad, la barbarie y el capitalismo con toda su parafernalia de asco.
La reiterada pregunta no faltó en más de algún visitante: ¿Por qué tanto esfuerzo haciendo las chimeneas para quemarlas en un momento? La respuesta está en un
proceso que año con año se afina en sus métodos y procedimientos, su incidencia, sus alcances, su gravitación en la vida local y nacional, su eco internacional, su importancia como factor de lucha y sus resultados en la construcción de una didáctica, un arte y un poder desde las raíces del pueblo. Hace falta estar adentro para percibir la complejidad y riqueza que bulle antes de ver las chimeneas instaladas en las calles trinitecas. Paradójicamente, aunque sorprende y maravilla, la quema es sólo la punta de un iceberg que arde inmenso en el interior de la historia.
Este año, las chimeneas señalaron justicieramente al imperio capitalista como institutriz de los gorilas del patio, al Lobo regodeándose en su Gobierno de Ultraje Nacional (GUN), a la prensa golpista que imprime con sangre de mártires el terror mediático, a las serpientes del bipartidismo, las Fuerzas Armadas, la Iglesia y la empresa privada mamando incansablemente de las magras mamas de la Matria. También La llama de la revolución que vuela fue un homenaje a los pueblos liberados del sur. Seis niños intervinieron críticamente –para envidia del mejor artista nacido de insigne curador- el mundo de los cómics que a diario les ofrece la caja tonta, al mostrarnos un Picachu (PicaEneeChu) que, tras la engañosa sonrisa, descarga golpes eléctricos contra el pueblo.
Es este proceso, estos resultados, esta necesidad de hacer patria desde las fuentes originarias del pueblo lo que ahora nos mueve a proponer que la Feria Paseo Real de las Chimeneas Gigantes sea declarada Patrimonio Cultural Nacional o, al menos, municipal; con su identidad natural, autonomía de acción, independencia de intereses políticos, religiosos y de cualquier otro tipo e injerencias de cualquier especie.
Abogamos porque el fuego triniteco, trinitario –de la santísima trinidad del arte, el pueblo y la revolución- arda para siempre en el corazón de Honduras que huele a café y se trenza al junco como nuestros sueños, nuestra esperanza y nuestra lucha.
_________________
*Samuel Trigueros
(Escritor en resistencia)

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Nada de perfil-Samuel Trigueros

Samuel Trigueros, Honduras


Nada de perfil

Nada. Nada. Nada.
Nada llamó con voz oscura, de caverna,
hedionda a muerte,
a olvido espeso, a nada.

Nada disparó humo y metralla,
y respondió un Todo milenario,
con flores narcóticas, con hongos de la sierra,
con balandranes, con ráfagas de copal
y tambores africanos.
Nada quería la desintegración,
el desvanecimiento de todos los que brillamos,
ardientes,
contra el dominio de su sombra.
“No moriremos”, a Nada le gritamos;
“No moriremos, no moriremos”
(a sus golpes de hierro);
“No moriremos” (a sus golpes de goma);
“No moriremos” (a su muerte de plomo).

Nada es viejo como la batalla de los siglos.
El murmullo de Nada inunda las paredes del día y de la noche,
sube por los huesos, desangra el Tiempo,
llena el aire de podridos cardúmenes
entre el olor de pólvora y encierro.
Nada quiere que callemos:
cortada la garganta,
las bocanadas de luz
trocadas
en triste bocado de cenizas, fría la lengua
en la campana del grito.
Nada nos quiere transmutados en memoria,
en abolidos horizontes, en silencio.

Nada odia los paisajes. El aire que respira
Nada es cuadrado. El mar es para Nada una ofensa,
insomne en su isla de miseria:
hay una historia de pueblos que la mar recita,
interminable;
y Nada intenta amordazar bahías, las eternas playas
(Normandía, Playa Girón, Trujillo).
Nada es amargo. Nada es blindado para la ternura.
Nada toca a Nada. Nada.
Nada no tiene padre, no tiene madre. Nada es estéril.

En el camastro de Nada hay hojas putrefactas.
Nada
tiene una colección de mariposas
con alfileres en la espalda,
una colección de ojos desorbitados por la muerte,
de uñas moradas con restos
de piel que comen –furiosas- las hormigas.
Nada es un filántropo
en el mejor sentido del canibalismo:
Nada hace un banquete con nuestros corazones,
cepilla sus caninos con la pasta
de nuestros pensamientos (antes le hizo un agujero
de bala y exprimió nuestras cabezas).

Nada vive su muerte embalsamado,
nadando,
bocarriba en las esencias del destino.
Un error de cálculo, un gesto involuntario de terneza,
no son más que naderías para Nada.
Nada nunca se equivoca. Nada
corrige con hacha la finura,
porque Nada está antes de la omnipotencia:
Nada es pre-potente.

A la hora de sus abluciones de sangre,
Nada se dice ante el espejo en llamas:
“Nada hay que no lo pueda Nada”.
Sin embargo,
Nada sufre de hipertensión,
sueña con fantasmas cuyos cabellos
siguen creciendo en la vigilia
y lo envuelven en terrores.
Mas Nada cree que es para siempre
y se ha hecho tatuar
en el reverso de la frente: “In God we trust”.

En el pasado nada iba a veces de paisano,
tomaba asiento en las peluquerías,
memorizaba nombres en las noticias nacionales,
pedía un corte rasante y,
entre dolido y generoso, dejaba una propina:
“Para que se tome un cafecito”. Todo esto
dicho al futuro muerto.

Nada es un muerto siempre fresco:
la piel verde, las llagas verdes,
las moscas verdes,
el traje verde,
el odio verde como una retama
en medio de los páramos.
“Nada ha de perecer en nuestras manos”,
pasamos todos la consigna.

En su poltrona verde,
observa Nada los rojos horizontes;
tiembla quedito;
no dice nada, pero sabe
que ha de subir la mar con sus historias
y nada habrá que hacer,
sino esperar,
esperar
su propia Nada inexorable.

viernes, 11 de julio de 2008

Antes de la explosión_Samuel Trigueros

Samuel Trigueros, Honduras.






Antes de la explosión




He pensado en la excitación del gas,
he imaginado los lentos remolinos que se hinchan en secreto
antes de la explosión,
el instantáneo girar inútil de cabezas,
la onda expansiva y su manotazo de vidrio,
los cuerpos partidos, desmembrados sin instrumento,
sólo por el cálido aire convertido en arma;
y he pensado en la transparencia de la vida y de la muerte,
en la frágil condición de fiera que tiene la existencia
y en la dificultad de atraparla en la redoma transitoria de la piel,
llena de inestable sangre,
colmada de horas y de días confabulados en la terrible
manifestación de lo que fue y no vuelve.

Entonces
otra vez he vuelto a recordar a Fullton,
a Conrad y Zósimo Zara dormidos en la colina;
y he pensado que un cementerio burgués es igual a un vertedero
en la retina de los pobres
y que el jardín del pobre es lo mismo que un basurero
en la ceguera de los potentados;
he llevado a la colina una corona
hecha con el perfume con que la belleza hiere, mortal, la iniquidad;
y he pregonado que muerta la injusticia
se acaba la necesidad.

El gas gira y se expande.
El gas tiene la misma seducción del abismo,
el mismo extraño magnetismo que luego, convertido en noticia,
publica los restos de la vida,
la increíble comprobación de la eternidad
reducida a unos amoratados trozos,
esparcidos para la fría pupila del forense.

El gas tiene la elocuencia de un dios tranquilo en cuyo seno
descansa el estro de la sombra y del subsuelo.
Antes de la explosión
el gas canta una vieja canción de cuna
y cuenta los pesares en la pesadilla del pobre, y dice que aún
el que tiene sus dedos cuajados de oro,
alguna vez escarba en su nariz y encuentra primicias del sepulcro
entre las heces del llanto y el vaticinio de la muerte.

Así he aprendido a diafanizar mi pecho
aceptando la suma de todos los errores,
soportando el destello brutal de las virtudes;
he compartido el pan soso del humillado y he bebido
el vino amargo de la desesperación.

Alguien que supo mis carencias
perdió su alma al confundirlas con miseria.

Entre la inmensa turba enemiga
mantengo a salvo mi cáliz compartido y en secreto
me nombro sobreviviente de mí mismo. He domesticado
la poderosa seducción de llaves y conjuros
y me he quedado quieto adentro de mí mismo
cuando la desconfianza arrecia y arde mi corazón en medio de la noche
como un auto desmantelado que ahora es joya
y tálamo de los enamorados.

Ahora, dentro de poco, han de arrebatarme
los mismos corceles de gas mortal que se llevaron a Elías
y vivieron sus últimos momentos entre flores silvestres
en un campo baldío de suburbio.
La distensión de su carne y el resplandor de sus huesos
hicieron germinar el pasto de la humildad.

Y voy tranquilo
pues he visto al amor sin techo
hacer castillos en el aire negro del consuelo,
bajo el palio de las constelaciones impasibles.
____________________
Poeta, narrador, ensayista hondureño.
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