En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



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domingo, 21 de julio de 2013

POEMAS DE ALPIDIO ALONSO-GRAU

Alpidio Alonso-Grau, Cuba
(Fotografía cogida de Artepoética-Rostros y versos)





TALA

Decir alguna vez: con el follaje escribo, las ramas son palabras de una música ausente que el poema repite a pesar tuyo. Decir: oye al deseo. Y aún después, mirando hacia lo lejos: detrás de aquella luz humea un pequeño bosque, y más allá, quedan los vastos almacenes del tedio, las naves del desahucio, las interminables carreteras donde en verano ves amontonarse cuerpos que hacen señales en otro y en el mismo sentido de tu ruta. Decir alguna vez, mirando la ceniza: no hagas caso del gris, todo no es más que brillo amontonado. Y luego, frente a un nudo de hojas que derrama en el vuelo toda su triste levedad de colores: encanto del instante de aquello que se alza.                                                            
Ser lo que cae, alguna vez decir.





MANCHAS

Las vio Publio de niño —en noches de castigo— respirando el olor delicado de los heliotropos. Desde la cama las miró Pancho de Oraá, saliendo una de otra (máscaras de la fábula), componiendo en el techo el rostro de otros seres. Terror de Eliseo Diego una tarde en el muro, que ensimismado, el pobre, mirara sin saberlo los ojos de la Muerte. Las vio Martí en el sol del desagradecido, y nunca fue tan hondo su deseo de luz. Noé delirante a bordo de su arca, las presintió Arturo Corcuera en Santa Inés y terminó diciéndolas en una de sus églogas. Como sombras dejadas por las bocas de sal, las contempló espantado Reynaldo García Blanco, y no quedó otro término que ponerse a rezar. Manchas por todas partes, dibujos que humedecen y engañan tu memoria, acaso simples figuraciones del cariño, utopías del deseo, cosas que sin remedio ante tus ojos se pudren y aun, a ciencia cierta, no logras explicar.




EL TIEMPO ENEMISTADO

El tiempo enemistado transcurre en el umbral de un tiempo que en el deseo es otro. Instantes hilan márgenes sucesivas de abolida floresta. ¿Alumbran venideros días horas que huyen? ¿Una luz trinadora repasa antiguos fuegos? ¿Envía luces en su vuelo el pájaro? Algo se fuga hacia miradas que todavía no son. Escapan noche adentro voces. Tantea bordes el deseo. Lo hondo ve venir.




PAVESAS

Yo vi veleros en tus ojos; vi animales y cuencas de un errante verdor sin pronunciar. Había un camino de limpios soles. Una hilera de árboles era en tu mirada una hilera de árboles que se alejaban y a su manera repetían un idéntico adiós. Vi ardiendo pastizales. Vi un niño haciendo señas con un girasol mudo. Vi cuerpos anegados braceando en la memoria de un paisaje sin tiempo.
Y entonces comprendí

sábado, 6 de febrero de 2010

tres poemas de alpidio alonso grau


Alpidio Alonso Grau, Cuba








RONDA



Habana, 2007.

Para Madelín Pérez Noa,
eterna niña con pincel.






En el centro del cuadro hay abierta una flor.
Sobre la flor,
Un mar cercado por sus pétalos blancos.

En el pequeño mar
flota una pelota:
amarilla, infantil,
casi gigante.
(¿Es una pelota
o es barco?)

Sobre ella
está parado un niño:
pequeño príncipe
que, descalzo un pie,
en su última travesura,
eleva hacia nosotros
uno de sus zapatos.
Lleva una boina oscura
Con estrella.

El resto es luz; aquella luz
de encandilante rayo,
que solo por momentos deja ver,
o mejor, escuchar,
la ronda que hacen
los pájaros alzados,
otros niños,
las casitas humildes
tras los árboles,
el arco de colores, la hierba, los insectos,
mil criaturas del viento,
una flor que se dobla,
y un caballo.

De: Tardos soles que miro. Casa editorial abril, La Habana, 2007.









NO SON DE LA INTEMPERIE







No son de la intemperie estos lugares
cuya frialdad nos sobrecoge tanto
y nos zambulle el rostro en el espanto
de no reconocernos en los mares
turbios de eternidad; que en altos lares
va el hombre de su senda recorriendo
los días escogidos, ya venciendo,
ya por los días de su amor vencido,
roto de luz y asombro, inadvertido
el ser que sin remedio ha sido siendo.

Uno anda así solo con mil puertas
por arenales de verdad y olvido,
bocacalles de hambre; ajeno el ruido
de tus pasos que avanzan por inciertas
escalas que vencer en las abiertas
intemperies; y no es ni la marisma,
ni el viento simulando que se abisma
en las márgenes sordas, sino el juego
de la nada y los sueños, el trasiego
del hombre y su ilusión: la vida misma.

De: Tardos soles que miro. Casa editorial abril, La Habana, 2007.








SER DE ISLA







Isla ha de suceder que el pájaro pregona.

Si el cáñamo se inclina,
y el rocío acaricia,
y cierta mala sombra encona
tu dolor, y se alza
de neblina
el puente que se inicia
bajo una lumbre falsa,
por donde leves almas
se ocultan… era la playa donde
sus pies mojaron luego
tus queribles fantasmas. Cerca de palmas,
cañaveral, gruta que esconde
la raya mineral y el pájaro de fuego.

Costa de azogue y esmeril
donde el denso salitre respiran
las caletas y esteros de senil
blancura hacia los dólmenes expiran
y hacia la eternidad. Por esos troncos
negros en otros tiempo descendieron
las reses, a hierro marcadas por marineros
roncos
que desde el puente vieron
con pavor brillar los ensenachos. Todo con tal
de que el patriarca lea
el mapa del ciclón en tu mano y des
el santo y seña a la madre de agua una vez
de tus días, y la crecida baje y todo sea
como quien dice: “sangre”, “horizonte”, “vitral”.

Vitral como quien dice:
“Ya no seremos dioses”. Apellidos
te fijan como un ancla, caballos
y arsenales que vieron los playazos.
Ya no seremos otros. Aquella rama dice
El pánico y los ruidos
Melancólicos que la brisa te manda, mayos
Que traen la primavera en brazos.

Patria de los ojos, allégate los vastos
acaeceres
que son tu cobertizo, leños
de tu hogar, animalillos, rosa de tus seres.
El alma de los pequeños
No está en un cenicero.
Piedra de horno, girasol, pájaro agorero.


De: Tardos soles que miro. Casa editorial abril, La