En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



viernes, 24 de diciembre de 2010

Cuatro poemas de Arístides Vega Chapú


Arístides Vega Chapú, Cuba





MIRÁNDOME DENTRO


Sigilosamente me acerco al borde de la zona
en la que los recuerdos me reflejan.
Me dejo observar por mis ojos errados
como si no existiese más que la sombra
desprendida de mi cuerpo.
Desde lejos,
donde todo permanece invisible
llega un viento de extraño rugido.
Para lograr la ilusión,
regreso al silencio las palabras
que su poder aferra en mí
la angustia provocada por la duda.
Siempre quise revelarlo en tus palabras
pero un viento de extraño rugido las llevó.
Con seguridad bastarían las más sencillas
para aliviar el miedo a exponer mi pecho
y probar la verdad
por la que se está dispuesto
a llevar a cuestas la muerte.
Recorro los bordes de esa resbaladiza zona
de la memoria
en la que estoy a solas con mi sombra,
donde antes estuvo el poder de las aguas
que calmaron mi sed
hoy sólo se soporta el vacío de una imagen.




MEMORIA TRIBAL

Del otro lado de la lluvia
que cae en paz a través de la ventana
no existe más que un paisaje en reposo,
con la postura de un cadáver.
Allí donde a la luz
no le importa si es día o noche
pues llueve a cántaros,
un árbol muestra sus hojas.
Con la ligereza del que descree
de su destino
imagino las hojas caer en libertad
dividiendo un nublado cielo,
falto de geometría,
imposible de ser descrito.
Donde las sombras se extienden
para siempre
y a pesar del bienestar
conque caen las aguas
arden las hojas como idóneo material
para avivar el fuego.
Con la ayuda del aire y de la lluvia
no quedará más que cenizas.
Las juntaré sobre mi pecho
con la ilusión de que se revele un rostro
cuyos ojos miren atentos a los míos
y descifren mi verdad.





del libro inédito Dimensiones de la cotidianidad
BARREDOR DE CALLE

Por el caño se desliza el agua
esquivando la espuma pestilente
de la lluvia caída días atrás.
Sin temer a la desolación
heredada de la noche
y entre los atajos que deja lo inservible
repite un mudo recorrido
del que no espera sorpresa alguna.
Como si no supiera que es domingo
o no precisara saberlo,
esquivando los autos,
que ennegrecen aún más el asfalto,
el barredor de calle sigue la ruta del agua
porque sabe que en senda tan estrecha
no es posible trazarse un rumbo diferente.
No es que se sepa de un lado o de otro,
obvio que solo precisa obedecerla
para abrirse paso entre la niebla
que desciende del amanecer
hasta esta calle
que nos recordará un mártir, o un santo,
o un simple número para jugárnoslos.
Él es el barredor de calle
y puede que sea esta su única verdad,
para la que ni siquiera necesita saber
de la existencia de un mínimo espacio
cedido por lo inservible,
los insectos vivos y muertos,
la flor artificial que con resignación se deja arrastrar,
en que se refleja todo cuanto mueve la escasa luz
del otro lado del surco trazado por el agua.
.
EL PESCADOR
Giro la botella
en cuyo fondo un pez se ataca a si mismo
o mas bien la emprende contra su sombra
creído de que el reflejo
es apenas una mustia repetición de su esplendor.
Husmeo al pez,
como cualquier pescador satisfecho.
He sabido abrir el cielo a la mitad
para ver la tierra desde la que partí
silbando ya no recuerdo que canción
que le escuché a mi hija.
No preciso saber si es norte o sur,
uno conoce lo suyo por el sonido
y un pescador no tiene una manera más certera
para escuchar
que ladear la cabeza sobre el océano.
Conciente de la confusión del pez,
inconmovible ante la revelación,
lo hago girar
como si con ello pudiese juntar todos los cielos
en un mismo espacio,
por el que pueda volar la extraña raza de ave
que anuncia la cercanía de la tierra.
Perplejas quedan
al descubrir el pez en cautiverio,
que badea su escamoso cuerpo
como si compartiese mi desconfianza.
Sin dejar de observarlas fijamente
se pierden de mi vista.
Límite de toda vida común,
también me he sentido dentro de una botella
y unos ojos fijos sobre mí,
tan lejos de la piedad como el frío
o las palabras que en alta mar se pronuncian
para que no sean escuchadas.
No son demasiadas las diferencias
entre un pez y un pescador.
Llevo un tatuaje, la imagen de un Cristo
diferente a Cristo
pues no lo he aferrado a una cruz,
una botella con un pez
testigo de que he buscado sobre la definida línea
trazada con exactitud por el horizonte
la certeza de poder regresar.
(Fuente: ALASCUBA, Coordinado por el poeta Jorge Bousoño, La Habana, Cuba.

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