Miguel Fajardo Korea, Costa Rica
ZONA
DE CABOJATE
El viaje de
puerto
en puerto
fue un arduo trabajo
para
desamarrar las
lejanías
terrestres.
El cabotaje
desafió
los
litorales,
se enrumbó
hacia una conquista
de espacios
sociopolíticos
para
transportar volúmenes
de riqueza
propia
desde la
pampa abierta
frente al
sol de siempre.
El cabotaje
de las explotaciones
incluyó las
periferias,
las regiones
nodales o polarizadas,
donde la
homogeneidad
no se
consolida.
El cabotaje
se deslizó
en el Golfo de Nicoya,
en las rutas
costeras
y en el
Litoral Pacífico,
en una
articulación económica
desde 1860…
El amplio
paisaje guanacasteco
divisó botes
y bongos.
Los
puertecitos del Tempisque
enlazaron la
red fluvial,
afirmaron la
geografía humana
desde
Coyolar, Humo,
Bolsón,
Manzanillo,
Ballena,
Bebedero o Corozal.
El cabotaje
estableció
territorios
periféricos.
La red del
cabotaje
se asoció
con el transporte
del modelo
agroexportador
y pretendió
expandir
las zonas de
colonización
como
espacios vacíos.
El cabotaje
reactivó
lanchas,
botes y barcos
para
establecer una red
y un sistema
de comercialización
de la
riqueza hacia otros lares.
El epicentro
del cabotaje
guanacasteco
se dirigió
a
Puntarenas,
entre faros
y boyas,
en la mitad
del agua
que se bebió
el Tempisque
con parada
en los muellecitos
del tiempo
Guanacaste.
Virgilio
Caamaño
señaló los
ejes del cabotaje:
-Los
costeros a la Península de Nicoya-,
con una gama
de sitios sin olvido:
Ario, Bajos Negros,
Barco Quebrado,
Malpaís,
Bejuco, Cabo Blanco,
Cabuya,
Carrillo, Estero del Barco,
Las Peladas,
Potreros,
Puerto Soley
o Puerto Viejo.
-Los ríos de
la Península-
con nombres
mágicos en el agua:
Ballena,
Bebedero, Bolsón,
Colorado,
Pochote, Puerto Humo,
Puerto
Jesús, Puerto Thiel…
Taboga.
En las rutas
de cabotaje destacaron
el Golfo de
Nicoya,
la senda del
Tempisque
y Vuelta
Afuera.
Cuarenta y
cinco puertecitos
otorgaron
diversidad humana
a los flujos
comerciales sin horarios.
El destino
cabotaje
fue el medio
de sacrificar
el oro de la
Sierra de Abangares,
que se
extravió en la historia
del saqueo y
la entrega insolente
sin
condiciones fiscales ni tributos
a quienes lo
extrajeron y saquearon.
La zona de
cabotaje
movilizó la
producción
de granos
básicos,
ganado,
madera, hule, oro,
quesos, aves
o cueros.
Los
itinerarios de cabotaje
no se
detuvieron
frente a los
recios inviernos
ni en la
melancolía,
pero vieron
la explotación
en llamas
del
almacenaje
o el
trasiego,
antes de la
hora de llegada.
Decidieron
lanzarse al mar
contra las
mareas
encendidas
del ahogo,
contra el
engaño de siempre.
El cabotaje
cumplió su función
entre naves
y puertos,
en la
bravuconada del agua ilímite
que ancló
todos los esfuerzos
para entrar
o salir a diversas rutas
con la guía
de los faros
donde se
esconde la oscuridad
en las
mareas de la explotación
de los
centros de influencia,
que
acrecentaron
las
desigualdades
intrarregionales
desde todas
las hojas
del árbol de
orejas
contra
fronteras estrechas,
en el
Guanacaste eterno
de las
visitas húmedas
en esta
tierra generosa
que amarra
los pies
de los
viajeros.
Del poemario
“El Guanacaste eterno”, Miguel Fajardo Korea, Costa Rica
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