César Gavela
LOS CUENTOS DE CÉSAR GAVELA
Por Ricardo Llopesa
César Gavela es todo él
de los pies a la cabeza un caballero de la literatura. Por noble y por hidalgo
es de León, tierra de prosa y de poesía de la buena, donde las mismas cosas
encuentran palabras distintas, como en los maestros Álvaro Cunqueiro o Torrente
Ballester, nombres de buena cepa, que ahora tiene a Gamoneda y a Mateo Díez
como la copa de un pino o un buen vino.
Gavela acaba de
publicar su tercera colección de cuentos, "El camino y otros pasos"
(Madrid, Casa de Cartón, 2012), en una edición que sin ser de lujo vine
cuidadosamente cuidada hasta en sus detalles más mínimos. Toma el pretexto de
tomar como tema central el famoso Camino de Santiago para configurar toda una
cosmogonía de personas y personajes que reflejan principalmente el mundo de los
sueños.
Gavela tuvo el honor
de recibir de manos de Vargas Llosa el premio de narrativa "Vargas
Llosa". Y Vargas Llosa lo felicitó porque César Gavela es un literato que
pretende escribir novelas utilizando el género literario del minimalismo,
llamado "prosema" por unos y por otros, "microrrelato". En
Valencia es quien mejor escribe el prosema, el género superbreve del futuro,
mitad prosa, mitad poesía, al que el poeta Pablo Antonio Cuadra llamó
"prosema". De esta manera, César Gavela se converte en uno de los
maestros de la lengua.
Iba para notario, para
alto rango de Magistrado o gobernador, pero no quiso, prefirió la literatura y
la vocación de escritor. Lo suyo es el traspiés, lo breve. Empezó con la
novela, pero se ha dado cuenta que la vena de la escritura reside en el
lenguaje ágil y despierto a lo breve, que es como un dardo en el pensamiento. Y
así cuenta. Su prosa es como el vuelo de una mariposa. Sin serlo tiene la
sensibilidad de los poetas. Quizá lo hace inspirado por su tierra llena de lírica
y agrietada por el dolor.
"El camino y
otros pasos" es su propia autobiografía disfrazada de palabras. A Valencia
vino a conocer el mar y se encontró con una enorme llanura de agua tan azul
como el cielo de León, y se quedó. Si yo estuviese bautizado diría que escribe
como los ángeles. Esto me confirma que escribe con estilo, tiene su propio
tono, su propio ritmo, su propio vocabulario, que es lo difícil de alcanzar.
El mundo del futuro,
para ser futuro, tendrá que inventar su propio futuro. Tendremos que romper los
esquemas viejos y caducos impuestos por la tradición. César lo ha hecho. Sólo
así alcanza el escritor la libertad de elegir su propio futuro.
El libro de César
Gavela se incorpora a este desfile de ruptura literaria que tímidamente empezó
su andadura el siglo pasado. Aunque él por modestia dice no ser poeta, lo es.
El ritmo de las palabras, los silencios, la brevedad de la oración y la precisión,
lo delatan. Su prosa está cargada de aventura verbal. El último cuento, prosema
o microrrelato, como se le quiera llamar, se titula “Finesterre”, el lugar
donde acaba el mundo en la temida Costa de la Muerte, frente al mar de Galicia,
y dice en apenas dos líneas: “Hasta que llega el día en que la vida ya tiene
todo lo que la nada tiene. Su orden de piedra, la soledad de aire” o este otro
titulado “La vida”, aún más breve: “Una pareja se come a besos en la plaza del
Obradoiro. Y yo paso, y soy ellos”.
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