En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



domingo, 9 de mayo de 2010

ADHELY RIVERO, ITINERARIOS POÉTICOS-Miguel Fajardo Korea


Adhely Rivero, Venezuela


pertenece a todos, contra fronteras.




ADHELY RIVERO, ITINERARIOS POÉTICOS




Por
Lic. Miguel Fajardo Korea
Premio Omar Dengo, UNA-2009

miguelfajardokorea@hotmail.com






La novena edición del Festival Internacional de Poesía de Costa Rica, Poema Tierra, que organiza Casa Poesía contó con la colaboración de la Sede Regional Chorotega de la Universidad Nacional, el Centro Literario de Guanacaste y el Liceo Laboratorio de Liberia. En esta oportunidad, compartimos con la poesía del escritor venezolano ADHELY RIVER0 (1956), quien no pudo asistir al Festival. En años antecedentes hemos sido los anfitriones de autores de Nicaragua, Honduras, México, Argentina, Colombia y Costa Rica, a saber: Carola Brantome, Roberto Sosa, Guadalupe Elizalde, Luis Alberto Ambroggio, Vicente Muleiro, Celedonio Orjuela, Rafael Ángel Herra y Estrella Cartín.

ADHELY RIVERO nació en Arismendi, Estado de Barinas, Venezuela, en 1956. Es Licenciado en Lengua y Literatura de la Universidad de Carabobo. Máster en Literatura Venezolana. Jefe del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo. Preside el Fondo Editorial Galán. Es Coordinador de EIPUC y director de la revista POESÍA. Ha obtenido los premios de la Facultad de Ciencias de la Educación, el Cecilio Chio Zubillagha, el de la Universidad Rómulo Gallegos y el Premio 40 aniversario de la Universidad de Carabobo.

Rivero ha publicado: “15 poemas”, 1984; “En sol de sed”, 1990; “Los poemas de Arismendi”, 1996; “Tierras de Gadín”, 1999; “Los poemas del viejo”, 2002; “Antología poética”, 2003; “Medio siglo, la vida entera” 2005; “Gavilán”, 2008 y, ahora, “Poesía” (Casa de Poesía, IX Festival Internacional de Poesía de Costa Rica, 2010). Igualmente, ha sido traducido al inglés, portugués, italiano, alemán y francés. Se encuentra incluido en diversas antologías, tanto nacionales como internacionales. Ha asistido a festivales poéticos, tanto en Venezuela como en el extranjero.


Rivero, Adhely. (2010). Poesía. San José: Editorial UCR-Casa de Poesía: 80 pp. Prólogo de Enrique Mujica, es el libro que el Festival le ha editado al poeta venezolano invitado.

En su orbe lírico, Rivero establece un movimiento dinámico altamente sugestivo “Vienen los vagones/ llenos de habitantes. / Vienen del sur y van al norte / cruzados de sonrisas”. Luego se pregunta “A cuánta altura tiene miedo la mosca”. Y ese paralelismo de espacios horizontales y verticales será una constante en su obra, pues “El tren es un río de gente que llegará hasta el mar”. Los límites terrestres e infinitos campean en su poesía como una constante, como un itinerario al final de las antorchas, pero detrás de la oscuridad. Sin embargo, traduce otro componente, porque “El amor tiene relámpagos y centellas”.

La presencia de Dios es recurrente en su mapa lírico, con una diversidad de conceptualizaciones. “Pondremos en el oficio a los hombres / bajo la mirada de Dios”. La mirada divina opera como un cronotopo bajtiniano, debido a su singular presencia a lo largo del poemario. Hay una gran fe, un asirse ineludible, por ello, “me sigo inundando cristianamente hasta que Dios/ me ayude a terminar la casa/ sobre la montaña”. La casa funciona como un topos soñado. Todos los anhelos de vida se cifran en la especificidad protectora de la Casa-América, Casa Venezuela o Casa Guanacaste que llevamos dentro para “quien los habita para que graben mi nombre, / llamen a la casa molesten”.

En una denuncia de limpieza histórica el hablante lírico sostiene que “De mis ancestros ninguno vino a esta tierra/ de Dios. / No participaron en saqueos/ del oro, perlas y diamantes. / No empalaron, torturaron ni violaron”. La defensa del comportamiento histórico de nuestros antepasados es clara, sin cortapisas, duélale a quien le duela. Su poesía mantiene un alto nivel de sugerencia, No necesita decirlo todo, le basta su mención poética en versos de gran compromiso en la línea del tiempo de nuestra América de siempre.

Ese requerimiento histórico permite expresar al hablante que “Antonio Cisneros () aún reclama el Oro del Perú/ en su lengua Quechua entre versos y copas”. La defensa apasionado de los elementos telúricos es transparente como enuncia en sus versos “por las aguas del río pasan las horas / mientras espero el día”. El río de la historia americanista sigue encontrando afluentes para decir su verdad sin miedos o temores en plena mundialización.

En otra estrofa, el hablante piensa por Dios cuando sostiene: “Si por este país pasara un Dios/ y pidiera agua/ le daríamos petróleo/ y él se iría contento al desierto/ hablando bien de nosotros”. En dicha línea, existe una especie de mirada y auscultación interior, pues afirma que grandes países las anchas estepas,/ del nuestro, pequeño, la enorme profundidad/ hacia nosotros”. Es decir, la riqueza latinoamericana debe redistribuirse para Latinoamérica, de modo que el producto de “la enorme profundidad (vaya) / hacia nosotros”.

Asimismo, el poemario ahonda en las razones del abandono hogareño cuando endiña “Si el hombre abandona el hogar,/ se embriaga, duerme en la calle/ y retorna con la excusa apropiada,/ lo huelen, lo ignoran. / Es imposible el perdón”. Quienes leemos su poesía debemos sacar nuestras propias conclusiones. ¿Es certeza o vaticinio?

El hablante lírico precisa el dolor sin lejanías, porque el miedo global ha hecho que todos nos sintamos una sola fuerza solidaria. “La luna en Irak no se puede ver/ lastima la cara del nativo/ que ha visto caer bombas todo el año (…)/ Cuando termine la pesadilla, dormirán eternamente/ en las arenas del desierto/ y podremos ver la luna en el cielo”. Luego aduce “Vale pensar el miedo/ en ese día/ de la vida de estos muertos”. Los decesos como un acabamiento de lucha son una reflexión sostenida.

La estupidez de las guerras, los pretextos intervencionistas y las consecuencias inexplicables de una explotación irracional a nuestros congéneres alimentan a una inmensa minoría política en el planeta. Las grandes mayorías deseamos vivir en paz y luchar cada día de la tierra por otros sueños, los cuales excluyen la violencia en nuestra agenda. “Nosotros somos pura sombra/ y necesitamos un tiempo de nostalgia”.

El valor de la vida encuentra asidero en el cuaderno terrestre de Adhely Rivero cuando afirma “Rosmary viene a la casa (…) / a verme la vida y le digo. / Oiga me volvió a encontrar vivo”, En la misma línea cree lo siguiente: “Si me ponen a pedir un deseo / voy a pedir que me dejen en lo mío/ Allí es donde puedo estar bien”. Y ese cronotopo de lo mío alude, nuevamente a la casa, porque “Aunque parezcamos un animal de zoológico/ en la casa, nada es comparable a la vida secreta, / sagrada, de los ciudadanos”. Ser ciudadano entraña una gran significación para el yo lírico, pues signa una de las conquistas del yo en la sociedad civil de la que formamos parte.

El hablante poético se convierte en un fervoroso defensor del espacio terrestre, toda vez que “este suelo me da pie/ vengo a vivir la tierra./ Yo tuve tiempo de ser la tierra/ uno se siembra y se hace/ uno es el corazón/ un olor verde y extenso”. El planteamiento de Adhely Rivero permite inquirir qué hacemos cada uno de nosotros por la defensa del contexto terrestre.

¿Cuáles son nuestros aportes a favor de la conservación de la tierra¿ ¿La seguimos contaminando? No nos da pena, no nos ruborizan esos disvalores. Los consideramos comunes, nos hemos acostumbrado a ellos. Nuevamente, el hablante cede las reflexión a los demás, porque él ya ha hecho su apuesta, pues “Cada uno va en lo suyo / Él en su bestia / yo en mi desvelo”.

La defensa del ámbito ecológico registra un lugar reflexivo en este orbe del escritor venezolano. Su fijación preanuncia que “Este árbol/ ha permanecido/ siempre/ en el mismo lugar”. Al mismo tiempo señala que “Nada espero del camino / ningún camino es eterno”. Es decir, la perentoriedad, el instante cotidiano del planeta, su propia subsistencia como responsabilidad de todos, en una cruzada de sobrevivencia, en la que, a veces, parece que a nadie o a pocos nos interesa. El hablante precisa “Yo mismo soy el hombre/ en este universo”.

La idea del acabamiento terrenal y el encuentro en un sitio cronotópico como el camposanto es una certeza que incluye el hablante como una de sus preocupaciones existenciales “Un cementerio de pueblo/ donde somos tan eternos/ en familia”. El grado de sugerencia reflexiva de estos versos son muy importantes.

La posición del cuerpo como un poder es poetizado en este mapa lírico del venezolano Adhely Rivero “Duro es el acto/ de sostener la línea del cuerpo / (…) El viento empuja a la tierra/ Pierdo la silla/ los estribos y se va el caballo. / Oigo la voz en el aire”. Vastos territorios de Venezuela como de Guanacaste, en Costa Rica, coinciden con extensiones de llanos y con actividades donde los jinetes son figuras históricas decisivas y no meros recuerdos turísticos, de ahí, entonces, la presencia de elementos productivos en las economías de ambos espacios latinoamericanos.

La poesía de Adhely Rivero es un archivo de retazos imprescindibles en su vida “Mi casa sed quedó en la planicie ancha del universo”, o bien, “Esta plaza tiene su aire,/ su maleza, sus viejos y me reconcilia”. Es decir, todo cuanto suma vivencias, alegrías y memorias tienen un asidero en su poesía. Recordar es vivir; mirar es vivir, porque “Hay días difíciles para el alma”.

Habíamos señalado que la presencia de Dios es recurrente. Su transparencia se afirma como un leitmotiv que no deja de sorprender por sus cuidadas construcciones poéticas “No soy un ángel/ pero la sed de estos animales/ la tengo por encargo de Dios”. En otro orden sostiene “Esta noche está como si no tuviera un camino/ más hondo que el sueño / (…) En este día a mitad del camino en el que Dios/ me espera”. Se sabe cercana la presencia del Creador, por ello, es una especie de apelación a su ternura, a sus dictados de verdad, justicia y resplandor como una gota de Dios para los caminos latinoamericanistas.

Concuerdo con el poeta Enrique Mujica, quien sostiene en el prólogo de este poemario esencial de Adhely Rivero que “descubre lo cotidiano, nombre y halla, dice y muestra”. En otro apartado, Mujica señala que la obra de Rivero es “Poesía de la mirada entrañada y atónita: el hombre en el ser y el tiempo” para resumir el trabajo poético de Rivero con una expresión rotunda “Poesía que quiere desentrañar el absoluto”.

En suma, la obra literaria del poeta, académico y escritor venezolano Adhely Rivero es una presencia vital para la poesía de nuestra América Latina. Cada uno de sus intersticios precisa derroteros de reflexión, de nostalgia, de memoria recuperada, de anhelos ciertos para seguir fijando los caminos de la humanidad, en espacios de encuentro solidario con el factor humanidad desde cualquier parte del mundo, porque el planeta es uno solo, donde los individuos aspiremos a vivir sin fronteras separatistas, porque lo trascendente debe ser para todos.

Seguimos creyendo, desde luego, que la poesía es el arma más sincera y humana para salvar el alma de todos, sin pasaportes excluyentes, por el contrario, con el norte bien definido, en aras de compartir la condición humana de la poesía, que nos

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