La furia se acomoda en lo profundo,
rugen sus fauces,
se mueven sus entrañas
y quiebra los retratos
disfrazada de grieta,
ataviada de abismos.
Vuelan los cucos agoreros.
Caen árboles como trapos
por el suelo,
hay ruinas de vértebras esparcidas
y grasa del corazón en los escombros.
No barcos sobre la mar,
Federico,
sino sobre la tierra herida
y el hombre aterrado
trepando la montaña
Todo disperso, dislocado.
Cadenitas con cruces,
peces muertos,
viejas cartas de amor,
zapatitos sin par,
tierra que gatea hacia atrás,
nombres vacíos,
agua salobre y
pan ausente.
Los ruidos del mundo
mueven ahora la boca
de señores lejanos
de traje y de corbata,
de discursos sin barro
ni orfandades.
“Hay que construir,
no insistan con el llanto
miren como se ha partido el maizal
y sigue creciendo entre sus heridas
en silencio”.
(C)Susana Giraudo
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