Yván Silén, Puerto Rico.
Yván Silén:
ELOI, ELI, LABA SABACTHANI
(o el delito de Dios)
Ahora. . .ve y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que tengas que
decir.
Exodo 4: 12
Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos [son]
mis caminos.
Isaías 55: 8
Y Cristo, siempre jodiendo.
Fco. Matos Paoli
Quien blasfema contra Dios lo alaba.
Maestro Eckhart
Dice el necio en su corazón: no hay Dios. Se han corrompido [y] hacen
obras abominables.
Salmo 14: 1
Los que creían que yo iba a venir en el día de hoy a leer como poeta
radical, o como cuentista raro, o como antinovelista lírico, se equivocan. Hoy
he venido aquí como metaensayista (o como metagramatical o como delirante). Hoy
he venido a hablar aquí del delito de Jesús o del Desaparecido. Me acerco al
lenguaje que soy y me siento extraño y él, como un ángel o como un gnomo, se
acerca a mí totalmente extrañado.
¡Hoy…te blasfemo Dios
con toda mi ternura! Te jodo Dios con amor como me jodes con pasión! Porque
Cristo es el asombro de Dios. ¡Cristo es el POETA de Dios! ¡Es el suicidio de
Dios! ¡Y es el orgasmo de Dios! Dios habita el zen (la sorpresa) de la misma
manera en que el zen habita a Dios. Sin embargo, Dios se ilumina a sí mismo y
Dios nos ilumina a nosotros. ¿Es que el día de la muerte será el día perfecto,
o el día de la muerte será el día incorrecto de la iluminación? Cristo, el Retornista, buda; y Buda, el Parakleto o el Paralelo, se
cristologiza. Todo lo que está por decirse se ha dicho; todo lo dicho está por
decirse. En ese tránsito de la POESíA el lenguaje exclama: el lenguaje ve en el
silencio y el silencio ve en todas las cosas. El silencio es la aliteración o
el arpa de Dios.
Cuando escribas poesía no vayas repicando los tambores de lata ni
pregonando que escribes, porque Dios, el Heterónimo,
se encargará de repartir la poesía a su antojo. No escribas poesía para obtener
prestigio o reconocimiento, porque la fama es el rostro del infierno. El Erebo
toca su flauta junto a Cancerbero. ¿Qué es, pues, lo lírico? ¿Qué es el
escándalo? Dios es lo terrible de un espejo en lo profundo de los sueños. Dios
es cuando las rosas nos contemplan voyeristamente y cuando nosotros las
contemplamos desdeñosamente. Dios es la equivocación de los ateos y la equivocación
de los creyentes (de los pastores, de los sacerdotes, de los místicos). Dios es
el instante en donde Tetragramaton (Elohin) se arrepiente de haber creado a los
asesinos (Génesis 6: 6).[1] ¿Qué es la poesía entonces?
El sol había surgido de la explosión de las otras estrellas que
explotaron, pero Dios tenía duda, no del eterno retorno de lo mismo
(Nietzsche), sino del movimiento continuo de las espirales. Dios había borrado
su nombre de sí mismo y tautologizaba (“¡Ego sum qui sum!”) y se
extraviaba en las paralelas de los universo continuos. Dios era y sigue siendo
lo imposible. Dios es el que puede joder al hombre: porque tuve hambre y no me
diste de comer, tuve sed, y no me diste de beber. . .estuve preso, desnudo,
estuve en los manicomios, en los hospitales, en los exilios, en los taxis
abandonados y no me visitaste y no oraste por mí (cuando me podría en el Sur
del Bronx). Dios es omnipresente. Dios es como el café instantáneo. La risa de
Dios ha recorrido peligrosamente los cielos.
El espacio se expandía bigbangmente más rápido que la velocidad de la
luz. Y los asesinos no venían. Dios era y es más rápido que la velocidad de la
luz. Los enigmas hoy seducen a los físicos. Porque lo fatal es el sentido de
los físicos y de los matemáticos. La visión del mal nos aplasta. Desde la
muerte de las estrellas hasta la muerte de los agujeros negros la visión del
universo es aplastante. El nihilismo se divide: yo no existo, tú no existe, él
no existe. El nihilismo quiere destruirse a sí mismo, o quiere matarse a sí
mismo. Pero el nihilismo de la muerte de la materia crece y se expande. La
muerte del nihilismo se enfrenta a sus propios ataúdes: el nihilismo agoniza.
Dios, a pesar de la “muerte de Dios” (Nietzsche), como hubiera dicho César
Vallejo, agoniza:
El hombre es el mal (la envidia, la codicia, la ira, la difamación, el
colaboracionismo, el parricidio, el incesto, el deicidio, el fraticidio, el
hambre, la gula, la riqueza, la idolatría, el marianismo, el bugarronismo, el
odio, la murmuración, etc.). Cristo irrumpe en este nihilismo como el
TERRORISTA de Dios. Cristo es implacable y nos pregunta directamente ante el
absurdo: “¿Crees esto?” “Vende, pues, todo lo que tienes.” Cristo se sacrifica
budamente por la estupidez humana (o por la discordia humana, o por el suicidio
de los hombres en el capitalismo salvaje). Cristo se dio cuenta de que el
hombre, todos los hombres, son idiotas. Lo escatológico, los últimos días que
siempre vivimos, aunque lo dudemos, se ha comenzado a derramar sobre nosotros
como un crimen. El colaboracionismo es más pecaminoso, más concupiscente y más
vil que el incesto. ¡El hombre es el necrofílico por excelencia! El hombre come
mierda. ¡Pero pese a todo, Dios orgasma en el alma del creyente! ¿Dónde, pues,
está la literatura puertorriqueño? ¿Dónde yacen los carceleros y donde yacen
los canallas?
El hombre demokrático se ha vestido de miedo. No posee miedo de Dios,
sino miedo de sí mismo, miedo a sus crímenes y miedo de sus asesinos. El hombre
demokrático no existe. Pero a pesar de ese miedo los asteroides avanzan. Por
otro lado, para que la paradoja tenga sentido, Dios habita el tao de la misma
forma en que el tao nos habita. Antes de morir, las rosas han decidido
mirarnos.
Cristo, antes de la lepra espiritual del cristianismo, ha resultado
terrible: “Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen,
bendecid a los que os roban el trabajo, y orad por los que os calumnian y por los que os desemplean (Miguel Muñoz, Ana
Guadalupe, los Judas, los chotas, los bugarrones, los que no quisieron leer el
libro Los maricones o los señores de la
noche, por los que aman la fama y aman el sida y aman el dinero). . .o a
cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no le pidas que te
lo devuelva.”[3] Al que te robe, dale más. Al incestuoso,
¿perdónalo? Al que te mate, ¿perdónalo? Al que te viole, perdónalo. Al que te
robe la poesía, perdónalo o escúpelo. Porque las paradojas de Dios, en el
horror de la “polis”, son como la mano de Dios que latrocina de amor tu siddha.
La palabra de Dios es como el
depredar de Dios. El amor de Dios nos quema sexualmente el alma. El espíritu y
el sexo de Dios oximoronan. Y el
Espíritu Santo es el héroe de Dios. Dios es el héroe que saquea los cenobios.
¿Dónde, pues, están las guillotinas y las sillas eléctricas? ¿Dónde, pues, está
la demokracia irreal que nos comercia en el Mercado de las funerarias?
Lo que Dios exige en Cristo es el absurdo total del amor y el imposible
infinito de los orgasmos. ¿Dónde, pues, están los condones usados? Este
imposible que Cristo le exige al amor se lo le exige también a la fe: “Y todo
aquel que vive y cree en mí no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Juan 11:25).
Esta es la pregunta del espanto, del susto, del miedo y de la angustia.
Jesús pregunta si el hombre puede creer en el imposible. ¿Crees en lo
inaccesible? ¿Crees en lo impracticable? ¿Puedes creer en el absurdo, en la
nada, y en los imposibles? ¿Puedes amar al asesino de tu madre? ¿Puedes
enloquecer? ¿Puedes hacerte esquizo? ¿Puedes clavarte estupidamente la
jeringuilla en tu mano siniestra? ¿Puedes vender tu casa, tu auto, tu
computadora, tu celular, tu cuenta bancaria, tu agua bendita, tu semen bendito,
tu sed bendita, tu comida podrida y darla a los pobres? Estas son las preguntas
al joven rico que le hace Jesús. ¿Puedes matar por Estados Unidos—preguntamos
nosotros jesúsmente--y no puedes matar por la independencia de Puerto Rico?
¿Puedes dar tu sangre envenenada? ¿Puedes dar tu prepucio deshilado? ¿Puedes
dar tus orgasmos infectados de amor? ¿Puedes dar tu desesperación y tu
suicidio? ¿Puedes dar tu temor, tu temblor, y tu chancro de sífilis? ¿Redundo,
acaso? ¿Soy metamístico? ¿O es qué Dios es la lotería del ascético (del cenobita
o de los eremitas)? Los ascetorios se pudren contra los espejos amarillos.
¡Pobre de Nietzsche, pobre de Freud, pobre de Marx! ¡Pobre de lo suprasensible
platónica y pobre de la demokracia que trafica nuestra muerte contra el cielo y
contra la tierra!
¡Cristo está vendiendo marihuana en las esquinas!
¡Cristo está regalando marihuana en las esquinas!
¡Cristo está fumando yerba en las esquinas!
¡Los aerolitos se están acercando vertiginosamente a la tierra!
Dios que ve en secreto, te dará tu muerte en secreto. Dios es el enigma
(del universo que se expande y de la velocidad que no puede alcanzarse a sí
misma), Dios es el del absurdo, de la nada, del ión (el que va) y de la
extravagancia misma. Dios es
particular; Dios es inédito; Dios es anónimo; Dios es extravagante; Dios es la
quínola; Dios es la miaja invisible del universo. Cristo es, pues, el imposible
de la Iglesia y del cristianismo apolillado de la demokracia. Porque el
cristianismo envidia, codicia y tacha la sonrisa y las orgías de Jesús. El cristianismo
le ha robado la risa a Jesús. Dios orgía en Jesús todas sus palabras. “Ve y yo
estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de decir” (Exodo 4: 12). ¡Dios,
pues, estriptiza en Jesús! Dios
invirtió la venganza. ¡Dios convence a Jesús para que éste baile, cante y topless en la cruz! ¿Blasfemo, acaso?
Dios hace topless, Dios se viene,
para que Cristo escandalice al mundo. Para que Cristo, el ungido, sea el
escándalo del mundo. Matar a Dios es intentar matar el escándalo que somos. No
se puede matar el tao, el camino, ni al zen, ni a la verdad, ni a la vida.
Porque matar la verdad y la vida es la oscuridad de los seres que están para
morir. Matar el escándalo es estar en el Orco y en la angustia podrida de la
demokracia.
Hagamos, pues, una pregunta heideggeriana: ¿Qué significa ser poeta en la
crisis de la demokracia? ¿Qué significa ser puertorriqueño cobardemente?
¿Significa tocar a Dios y tocar el Erebo simultáneamente? Esto es lo imposible
del cristianismo: la moral del “hombre bueno”, lo ha podrido. Pero el
capitalismo ha pervertido al cristianismo: le ha hurtado la risa a Jesús y la
locura de Jesús. Porque la risa desnuda el alma y toda desnudez es alegre. Toda
desnudez es risa de orgasmo, es risa de orgía de Dios. El capitalismo ha
convertido a Cristo en mercancía subversiva del pan: “este es mi cuerpo de
siddha que por vosotros es vertido.”
¡El capitalismo roba! Comed y celebrad la gula de Dios; bebed y celebrad lo
ebrio de Dios. No estoy blasfemando, sino que estoy seducido por la paradoja de
Cristo. Paradojemos, pues, porque la fascinación de Cristo se ha convertido en
la fascinación de todas las cosas, incluyendo la de la nada misma. El
capitalismo está robando cristianamente; el cristianismo está robando
capitalistamente. Y la demokracia permite este hurto.
El capitalismo se ha transubstanciado:
esta es mi cuenta bancaria del alma, esta es mi moneda robada que por ustedes
mismos y es vertida de crisis en crisis. La cuenta del alma, esta es la
marihuana sacra de Dios que por ustedes es legalizada en onzas, en libras, en
leyes, en coitos y en todos los orgasmos que yacerán sobre la tierra, es solo
una matita del Edén y del Reino de los Cielos que se vertirán sobre la tierra.
El capitalismo ha corrompido a Dios, lo ha vuelto nada. El capitalismo produce
muerte a granel. Pero Dios ha creado al poeta Yván Silén para que blasfeme y
para que influencie metafilosófica y metapoetamente a los poetas del mundo: la
palabra de Dios es escandalosa. Y el poeta post-postmoderno es escandalosa. No
vino Dios a traer paz, sino a traer la daga del amor. Porque Dios oximorona en
todas las cosas habitables de este mundo y en todas las cosas parasensibles del
imposible de ser contradictoriamente El mismo. Dios es la contradicción. Ego sum qui sum y es hoy apocalipticamente
más cierto que nunca. Dios es la Paradoja que visitó míticamente a María. La
poèsis es lo que es.
En el principium era la poesía.[4] Poèsis principium
erat. Amar a Dios es amar
lo imposible del universo que se torna a la velocidad de la luz posible: los
enemigos y la energía negativa, la materia negativa y los universos paralelos.
Amar la semejanza de Dios es amar la caída: Adán y Eva, Caín y Abél; el incesto,
el fraticidio, el exilio--el ostracismo--. La poesía es el asesino. Yo soy
Mefisto. ¡Io sono el gran poeta! ¡Yo soy el holograma de Dios!
La palabra es la nadificación del ser y el ser es la nadificación de las
palabras. El vacío de la palabras que se es se parece a la nada del ser que es.
El universo se expande a la velocidad de la luz hacia la muerte. Algún día no
habrán galaxias. En el principio la cercanía chocó con la distancia por
milésima vez. El tiempo inexistente se hacía más tiempo irreal de luz. Por otro
lado las palabras, a pesar de los fenomenologistas, designan y crean la
realidad. Cuando digo “yo realido” estoy diciendo una verdad absolutamente
radical. La palabra es carne del espíritu (la palabra es prepucio del falo de
Dios, es logo de Dios, discurso de Dios, verbo, palabras, expresión, poesía:
metáforas). ¡Meter es mejor que no meter! Pero los fenomenologistas, sin la
epifanía del lenguaje del hombre, ese muñeco de trapo de lo sapiens, no serían
posibles.
¡Sonambularíamos (de ser) como sonambulizamos (de nada)!
¡Carlos Cases, jefe del FBI en Puerto Rico, es un fariseo!
¡Miguel Muñoz, president de la UPR, es un fariseo!
¡Los independentistas que no hablan de la REPÚBLICA, también son fariseos!
Sin estas palabras que realido no habrían libros, ni periódicos, ni
Internet, ni filosofía, ni el sentido mismo de lo crístico; no habría nada.
Porque todas las alegorías de la filosofía estarían vacías y serían falsas como
las botellas de la Coca-cola. Sin las palabras no habría mundo. No habría zen,
ni habría Buda, ni habría Cristo. Dios guardaría silencio. Titubearía entre los
cometas de la nube de Oort y la posibilidad de la estrella de Némesis. La
palabra de Dios es, como la palabra del hombre,
ambigua: nos habla del mundo y nos habla de sí misma: se subleva. ¡Dios se hace quásar!
Los
metagramaticales, anacronizando, denominamos logos a la posibilidad misma de la poesía. La poesía es incierta.
La poesía es enigma; la poesía se hace ser y la poesía se hace nada. Esto es
así, porque la poesía es una revelación: Eurídice yacía sobre Orfeo, Orfeo
dialogaba con Caronte (Jesús enamoraba a Magdalena). (¿Dios epifaniaba como
amante?) Dios es el sufrido entre la dicha y la desgracia. La poesía es el
“ghetto” de Dios que habla radicalmente en el Estigmático, en el psicodélico,
en el elegíaco, en el esquizo, en el sufriente, en el doloroso, en el
alucinógeno, en el angustioso y en el mescalinoso. Si no hay dolor, y no hay
angustia, no habrá poesía. Porque la poesía es la antifiesta. Estoy bebiendo
febreramente las aguas de la Estigia. Porque Dios sólo habla a través del
tormento. El sufrimiento de Dios, en Cristo (y en los poetas de la
desesperación y del suicidio), es tautológico: ¡Ego sum qui sum! Dios tautologiza la nostalgia de lo eterno: “Antes
que Abraham fuese, yo era” (Juan 8: 58). ¡Dios es quásarmente el fin de todo!
¡Dios se oculta, se manifiesta y se esconde a la velocidad de la luz. ¡Dios es imposible! ¡Dios es meta-ateo y
metacristiano! El poeta está cantando en el Erebo: ¡blasfemo por el amor y
blasfemo en la poesía! El nihilismo ha fracasado nietzscheanamente.
Dios está vendiendo marihuana en las
esquinas de los callejones de San Juan!
¡Los cristianos, los yanquis, los ateos y, posiblemente, los socialistas
pedirán ideologicamente mi cabeza! ¡Cristo es la mescalina del cielo! ¡El
superhombre está vendiendo sus jeringuillas sucias, sus muletas apolíneas y sus
condones usados! Todo es absurdo y todo es bello. El “hombre bueno” ha abortado
la demokracia, su taza de café y su escupidera de porcelana. Jesús, en los
garages de la angustia, está lavendo su Volkswagen.
¡Dios…se parece a la muerte!
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