En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



miércoles, 13 de diciembre de 2006

MAREA DE LUZ EN ALTA MAR


LUNA DE MI MEMORIA
1
Luna de mi memoria. Luna de mi noche y de mis huesos.
Te veo caer sobre el césped con tu blanca fragancia.
Tu palidez fría abre todos los follajes.
Cielo y tierra: ámbitos íntimos del alma.
Precisos espacios donde busco un corazón,
Que abra de par en par todas las puertas.
Luna de largos caminos y hondos nidos.
Luna de guitarras oscuras y viejos violines.
Luna de horizonte con toboganes y corceles.
Luna en el lomo del mar y atravesando
Las pupilas de los niños y el refugio de los perros.
Luna con abrigo trashumante. Luna de tinta blanca,
Escribiendo sobre el cuero ocre de los techos,
Sobre la ternura, sobre los ojos que muerden sombras,
Sobre las sábanas goteantes de ventanas,
Sobre la gracia del viento cuando ríe
Y aprende la lección de las naranjas.
Luna de al lado. La de mi ávida almohada.
La de mi primera página azul. La de alas
Con archipiélagos transparentes. La de barcos.
Luna sonriendo sobre talpetates de un largo sueño,
Luna como un trocito de arco iris en mis pupilas,
En mi convulsa marimba de poros.
Adónde va siempre repleta de su cara.
Adónde con su media cara. Media cara envuelta
Y un ojo colgando de su alma.
Adónde va que apenas la veo en los trenes del horizonte,
Solitaria y tenue como esas estaciones diminutas,
Donde duermen las sombras del crepúsculo.
Luna de mis poros, de mis venas abiertas, de mis pupilas.
Luna sobre mis sienes, despierta en la noche,
Luna sobre mi pecho y lamiendo cipreses,
Luna sobre mis labios descifrando presagios,
Luna agitada sobre las piernas llegando al fuego,
Luna sobre el parpadeo íntimo del grito,
Luna todos los días sin perturbar la noche:
Quiero vivir siempre en tu agitada ceniza,
Con tu juego de verdes alhelíes desechar todas las rutinas:
Alma de bengalas y risueñas escaleras:
Acera circular de los pétalos detenida en mis manos.
Luna para nombrarte con mis dientes de boca vacía
Y memoria con cuerpo desnudo y lengua violenta.
Luna para dormir e inventar inviernos:
Así has sido cuando has buscado mi sangre,
Y bebemos en platos de arcilla el alfabeto.
Así has sido. Jamás hemos necesitado chimeneas,
Sólo la mesa del cuerpo con el incisivo bosque
De los pensamientos y el ritmo de la sangre,
Que busca estrepitosamente su propio cauce.
Luna para alumbrar las sombras. Luna
Donde se rompen las imágenes de la niebla.
Luna de los verbos en mi cuerpo. Luna del hálito.
Luna rasgando las paredes de las ramas como un pájaro.
Luna presentida como río en tanta noche.
Luna donde el mar avienta la espuma a las sienes
Para trastocar los balcones en fantasmas
Y tornar los párpados en una anónima locura.
Isla Santa María, 5 de abril de 2004



LUNA DE MI NOCHE
2

Me parece tenerte entre las sábanas, húmeda,
Con el vino tinto del celo sobre la mesa,
Robándote el tiempo profundo de la sangre.
Luna para subir al ombligo de los trompos.
Luna para suspender el aliento en el viento,
Y vaciar los caminos en las fraguas de Circe.
Luna para temblar de estrellas y deseos:
Tu luz abre el misterio y se transparenta el sueño;
Yo sé que la luz de tu cuerpo es una sola
Y que gotea como una guitarra afanosa.
Luna de mi noche repleta de seda:
Murmullo de luciérnagas hacen manantiales,
Durante la noche cuando los telares
Desnudos de las sienes forjan los deseos.
Luna en el quicio de la puerta y el regazo:
Pedazo de camino. Surco que besa las campanas del jadeo.
Lengua gris sobre jazmines cortados por la lluvia.
Pluma de algas sobre un collar de venas.
Luna de carne sobre la copa de los árboles.
Luna de papel sobre surcos de espigas.
Luna loca con piel de hoguera y salamandras de ansia.
Tenaz y diosa. Ámbar el puerto de tus muslos y senos,
Ascensor ardiendo. Follaje de lámparas
Sin zapatos, descalzo, entregado
Al abrigo que estalla en tu ombligo anochecido.
Luna de los marineros sorteando puertos
En cada horizonte que les es asible.
Luna grande donde se cortan los cabellos
Y se cuelgan las manos sobre las ventanas.
Luna acostada peinando la sal de los halagos
Y rozando el peroné con su sombra desnuda.
Luna creciendo en las manos del barro,
Sentada en el sueño y templando la espalda del viento;
Sus jinetes rompen los pensamientos,
Y el blanco vestido, perfecto del agua.
En su quietud juega con los ecos el alba,
En sus brazos crece la escarcha de las barcas
Para transformarse en pergaminos de arena.
Luna desposada en la playa y despojada de niebla.
Luna a mi lado empapada de alas y comiéndose el pecho.
Luna de verdad en la hondura de mis sienes.
Ancha. Farol donde miro el resplandor de los campos
Y la piel en fuga de las palabras.
Boca donde las aves beben nidos con aureolas.
Boca donde se eternizan las pupilas,
Donde el eterno deseo sirve de lecho
Para cruzar las espadas del tiempo de Helena.
Luna de sangre y ecos geométricos. Puntada de azogue.
Escudo transpirado del silencio. Luna de espuma.
Viejo tranvía iluminando rascacielos, taxis,
Y sueños de Venus latentes en el nidal del estío.
Luna reptando en los espejos y raptando el lenguaje.
Luna en los guantes del atardecer
Y en las duras estatuas que juegan a ser inmortales.
Luna sin embargo, luna de frutas...
En las aguas fugaces del anhelo,
En el farol mojado del deseo…
Isla Santa María, 5 de abril de 2004



LUNA DE AYER

Nuesta vida está perfumada por la distancia.
Vicente Huidobro

3
Luna de ayer y sin embargo todavía en mis manos,
Traspasando las aguas azules de la noche.
Luna cuya corteza anda en mi rostro y alumbra
Las zanjas de las ciénagas que hay en los pliegues del alma.
Luna despierta y recostada sobre la yerba.
Luna de invierno buscando cielos de agua,
Cuando mis pies cruzan descalzos los sueños
Y el tiempo rota hasta hacer cuesta arriba el camino.
Luna de ayer y hoy con nido y alas.
Luna turbando mi memoria desde la ventana del secreto,
Desde ese aleteo que quiebra el sosiego,
Desde las goteras movidas de las tejas,
Desde la llama del pozo de la herida,
Desde los límites del pájaro que me habita,
Desde los rieles donde viajaron los vagones del anhelo,
Desde el atril del eco donde caía la lluvia,
Desde la herida lamida por la llama del viento,
Desde aquel centelleo bebido en un vaso con whisky,
Desde aquel reloj olvidado en los párpados,
Desde aquella estación oscura donde los trenes
Hacen acrobacias con el hollín de las nubes,
Desde ese griterío apagado de las gaviotas,
Desde esas horas largas como esqueletos de agua,
Desde esos cerros perdidos en la mirada,
Desde la sangre respirando insomnios,
Desde el principio al final de las calles,
Desde el presentimiento oloroso a muerte,
Desde la confusión de estar vivo aunque no se respire,
Desde la costumbre de hablar solo con las hojas
Y morderse los labios frente a una cripta.
Luna de ayer y hoy de regreso en los trenes del sueño:
Luna nueva con luces en los dientes,
Y sábanas de cierzo en el cuerpo. Luna de madera.
Luna entrando por las verdes campanas de la yedra,
Volviendo fogón lo que eran cirios gastados.
Luna con baúles de olores silvestres y tierra mojada.
Luna como los relojes del día. Luna como una casa con ventanas.
Luna trasegada en mariposas y humeantes eclipses.
Luna de vidrio en mi ciega figura de acantilado.
Luna clavada en las cortinas de mi piel,
Luna, en fin, sosteniendo mi noche y mi lengua quemada:
Ahora todo delira. Quiero ascender al bosque
Con el plumaje erguido de la primera vez.
Ahora todo delira: Las venas saltan de su árbol
Y frente al dintel del pecho,
El fuego ardiendo en evidencias…

Luna de mi afán por la vida. Luna de ayer…
Isla Santa María, 6 de abril de 2004


LUNA DE LA CONSUMACIÓN


Al fin y al cabo son los recuerdos los que urgen sus deseos.
Roque Dalton García

4
Despiertan mis sentidos en el musgo del alfabeto.
Después uno observa la tierra del éxtasis,
Los hilos que unieron el estruendo, las caídas
De la noche. El ojo profundo e inefable de la luz.
Uno descubre virtudes y defectos y olvida;
Uno sabe que hay acantilados y ahogos:
La alegría se evapora y se va haciendo granito.
La risa se hiela y se enreda en las cuestas de la noche.
Todo es culpa de los años. Su filo se oye y siente.
Todo el verdor se pierde en los ojos del arcano:
Manantiales como tardes desérticas,
Ritmos consumidos junto a la pared de la noche,
Voces sin mesas en las migajas del piso,
Hojas sin ramas en el hueco del vacío,
Peces sin escamas sangrando desnudos,
Vitrales enmohecidos por pinzas de cangrejos,
Entrañas como platos rotos por la indiferencia,
Venas domésticas con asas de Apocalipsis,
Tenedores oxidados en la pared como calendarios,
Velas insomnes cortando la respiración,
Leche agria sobre pedazos de jabón,
Espejos muertos. Exuberantes de hormigas,
Maleza en la jaula del pecho, flotando,
Cartas como juguetes desvencijados, llorando,
Entre convulsos pechos noctámbulos.
Luna consumada en vasos de hipotermia.
Luna de yeso. De mármol, a veces.
Luna en el frío caudal de las plazas.
Desnuda y con cavidades de hielo.
Cuando nos miramos duele lo que se ha vivido:
Los límites vistos. El barco de relámpagos
Ido, el beso a ciegas, casi funeral, el reloj desvencijado,
La juventud fundada en la luz,
La suma de vahos al borde de la piel,
El sueño impuro del aliento con ojos rojos,
El brillo de los sueños cuerpo con cuerpo,
Latiendo en la abertura viva del pecho.
Luna perpetua, sin embargo. Luna del ajetreo.
Luna que ayer palpitando “en la yema
De un íntimo vilano,
Encarnación graciosa del aliento
Transfigurándose hasta el borde mismo
Del dolor delicioso.
En el aire del candor, en el sigilo de la lechuza
En las rigurosas suertes del alma,
Más allá de la piel que se solaza”…
Luna de mis cenizas. Luna consumada.
Luna reclinada sobre los neumáticos de mi memoria,
Sobre los líquidos salados de la grasa.
Luna donde los duendes dibujaron círculos rojos
Y bebieron sudor en canastos de ansia.
Luna en mi alma. Sotana de mi existencia.
Luna hundida en un sudario de alfileres
Y sin poder oírte mejor...
Isla Santa María, 7 de abril de 2004



LUNA DEL AMOR VISCERAL

5

“Y quizá el amor no es más que eso”
Vivido como correntada de agua
Galopando sobre espejos escarlata.
Quizá el amor no sea más que eso:
Grito irascible de ala, herradura de fuego,
Asfalto de mediodía mordiendo los labios,
Conquista de don Quijote pensando caminos
Inciertos. Agua atravesando claveles hambrientos.
Luna del amor visceral sin admitir resquicios
Luna grande tendida en los pianos del aire,
Y respirando hasta beber todo el césped del tiempo.
Quizá el amor no sea más que la perversión
De estar solos y crear ficciones imperturbables,
Subir al cielo en bicicleta, tener buenas relaciones
Familiares y descubrir que el uno es para el otro.
Quizá el amor sea morir. Sí. Morir en la retórica
De horizontes irreales, deshaciendo vestidos
O gozando las razones de peinar el hechizo
Hasta hacerlo eyacular sobre iracundas pupilas.
Luna del delirio en los hilos del orgasmo.
Luna donde la locura se convierte es ascua
Y el deseo invalida toda palabra. Todo cerrojo.
No me interesa el fuego doméstico. No me sirve.
Prefiero entonces morir condenado a la indiferencia.
Te quiero con los muslos del corazón abierto
Y bebiendo esa espesa sed de las llamas.
Te prefiero con temblores espectrales de acordeón,
Suspendida en la hipotenusa de los pensamientos.
Te prefiero con la loca desnudez del cristal,
Con olor a sahumerio, cuerpo a cuerpo,
Haciendo del horizonte una lluvia permanente.
Te prefiero así, con olor a caracoles de río,
Y jugar con los pequeños anzuelos de la música
Te prefiero así, desnuda sobre el tintero de mi guitarra,
Abierta la puerta y vagando en el alba.
Te prefiero ardiendo en los silbidos de los eucaliptos
Y los labios nombrando la honda trementina
De las entrañas.
Te prefiero cuerpo a cuerpo entre mariposas azules…
Isla Santa María, 7 de abril de 2004




LUNA DE MIS LIBROS

6
Me duermo en tus solapas,
Un poco como la almohada que me hace falta;
En tus páginas sonrío aunque me aparte
Del mundo; adivino tantas cosas que pasan
Y río bajo el candil de tu luz.
Sé que nadie sabe por qué los quiero tanto.
Fieles a mis ojos, me ayudan a derribar sombras
Y a caminar bajo la lluvia de sus cristales.
Luna de mis libros en transpiración del tiempo.
Luna de mis ojos donde cuelgan balcones
Y saltan canciones de Bach o Vivaldi.
Luna donde aprendí a soñar con Cervantes,
Luna de mis alas infantiles con el gato con botas,
Luna durmiente del bosque con hojas encantadas,
Luna caminando sobre la sombra de barba azul,
Luna de Heminway doblando las campanas:
Mi primera aventura en el campo. Mi primera hazaña.
Luna de palacios encantados que me decían ven,
Y yo iba y entraba a respirar hadas, princesas y reinas.
De vez en cuando ángeles transmigrando;
Y otras, con viejecitas, bebiendo agua
De los pozos de la reina de Hungría.
Luna de mis libros frente a mis párpados,
Luna en mis estanterías como pájaro,
Luna del mar en mis cuentos de marinos,
Luna de Jaraguá con guaro y champaña,
Luna de los cuentos tristes como el patito feo:
Todo está hecho con tus espejos.
Luna goteando sauces llorones en las letras;
Carne del silabario que arrancaron los ríos,
Cuando cantaban todos los santos en el catecismo.
Luna donde bebe mi corazón sus propios latidos,
Luna heredada. Lámpara de mis libros.
Lluvia que no capta la kodak o la sony,
Faro donde el mundo se desparrama en las manos
Y los duendes se extienden inexorablemente,
Por toda la yedra armoniosa de las palabras.
Isla Santa María, 8 de abril de 2004



LUNA CON CAMPANAS. LUNA DEL TIEMPO.

7
Lo que ella dice al viento lo tragan los mares:
Desde los campanarios vacía su primavera,
Y descifra los ojos al convocar con ecos
A la tierra que va perdiendo sus raíces de jade.
Luna entre los cipreses de las sombras:
Dios, desde el fondo del enigma, pinta
Con las plumas del tiempo los menguantes,
Con sus brazos viste a la tierra de geometrías,
Con sus golondrinas el mar avienta espumas,
Hacia la suave voz que se abre en las pupilas.
Luna volcada al ritmo de la sangre:
En ti duerme la herida profunda del día:
Ancla de bronce sosteniendo las pestañas,
Esencia de la ceniza en los anillos de los ecos.
Cúpula del alma donde se consuelan
Los vagidos tristes de la sangre.
Luna con campanas entre muros, panales
Y horizontes. Luna entre caminos acechantes:
Luna con redes sobre las ruinas del crepúsculo.
Luna llorando barcos en los brazos,
Y caminando como los muertos sin itinerario.
Luna entre las ascuas de un verano insólito;
Luna en la voz endeble de la hojarasca.
Luna del solsticio. Luna mojada de barrio:
Sábana donde los amantes envuelven sus jadeos,
Y golpean al miedo hasta hacerlo inaudible
Como la lluvia cuando resbala
Su húmeda melancolía sobre el tejado.
Luna del tiempo devorando raíces,
Descendiendo hasta los infiernos celestiales,
Con un haz de vísceras vacías y luces cansadas.
Ha sido costumbre caer sobre la oscuridad;
Develar los ensimismamientos y asirse
Al largo silencio de las piedras. Cielo de ceniza.
Cielo de humo. Cielo donde se beben sueños
Y el odio se cruza con hábitos sacerdotales.
Luna con campanas y luz nocturna;
Para verte, los ramajes se hacen sombras
Y el mundo un lento polvo presentido...
Luna del morir abatido por la vida. Luz estricta.
Te invoco: toda la luz quema mi plumaje.
Todo el eco sedoso del badajo, lame tibios senos.
Existo. Aunque sólo el tacto sean mis ojos,
Y el desvarío lo más parecido a la realidad.
Luna del tiempo. Luna de mi tiempo:
Luna reventando en mis pupilas,
Y supurando en mi viejo campanario.
Luna sin más. Campana en los ojos del misterio,
Puerta del sueño y mis arrebatos…
Isla Santa María, 17 de abril de 2004


LUNA, CUERPO DESNUDO.

8
La palabra fue el río más luminoso de los ríos
Y el cuerpo más desnudo en el grito de los brazos;
Frente al mar despierto, las mareas,
La ráfaga creciendo, el agua desbordando su aliento,
La carne tocando fondo al compás del sustento.
La intimidad quedó desbordada en la saliva:
Fogón de pájaros en la hospitalidad de los poros,
Rebelión del pulso en la ráfaga blanca
De los pañuelos. Conjuro de lo eterno
La madeja de espuma en las sienes,
La desembocadura del ahogo y salir ileso.
Luna. Cuerpo desnudo sin diques. Ligera
Como los fuegos que velan y desgarran.
Yo también tengo la voz desnuda. Plaza
Donde el viento derrama sus escalofríos,
Y Eurídice se pierde en la música de Orfeo.
Las bridas rompen lo oscuro y laten;
Rompe los peñascos de la noche cerrada
Y de súbito está ahí, imagen del mar:
Cuerpo desnudo. Sombra absuelta y olorosa:
Muslos claros con lirios respirando
Sobre la vegetación de los gemidos.
Insaciable se vuelve la verdad del designio:
El sueño frente al ansia. La imagen oscura
De los muros frente a la claridad húmeda
Del corazón que la sustenta en sus odres.
A través de ella empecé a caminar hasta encontrarme;
Seduje primero los estadios de la vida;
Luego vino hacia mí cruzando la arena
De los meteoros y los cirios atroces del silencio.
Pero fue mejor así su pálpito;
Porque ahora puedo avanzar sin detenerme:
Puedo subir a sus contornos
Y jugar plenamente con los anillos de Saturno,
Mientras Cloto avanza en la esperma del alba.
La otra cara del espejo me habla de tu presencia:
La luz, el espejo nuevamente de lo transparente.
La palabra proclamada por los ojos,
La expresión corpórea que la anida sin envejecer,
El pensamiento que la augura y la celebra:
Bendita desnudez ardiendo en las ventanas
Y hundiéndose en caminos sin rastrojos.
Bendita desnudez entrando cada mañana al galope
Sin que la puedan impedir la indiferencia o el cansancio.
Isla Santa María, 17 de abril de 2004



LUNA, EN TU SONRISA...


“No sé la tierra de mi ser. No sé dónde
Empieza este sonido del alma y de la brisa,”...
Leopoldo Panero

9
Luna, en tu sonrisa la melancolía.
El polvo gris quebrado en el aire,
El búho junto a la lechuza,
Carcomidos por el monólogo del silencio.
El reloj tirita en las muñecas de las manos
Como un acordeón desvencijado.
En tu sonrisa sólo veo frágiles parpadeos
Y tiempos olvidados y horas muertas.
Qué fácil es deambular con lejía en los ojos
Y asomarse a la oscuridad siendo la oscuridad
Misma: El eco, la noche, el rumor.
A ratos la alegría se viste de fugaces meteoros,
De ventanas que refractan los anhelos;
A ratos sólo es un juguete con polilla
Y nada más. Un juguete del tamaño
De la mostaza, un eco alrededor de un cirio.
En todo caso ahora es abril y anochece.
Anochecer es para mí el eterno ir
Hacia la isla inequívoca de la entraña soñada.
Supongo que en algún rincón está la alegría,
Aunque nada esté en mis ojos. Nada en absoluto.
Supongo que la alegría partió
Para perderse en las algas de la noche,
Para viajar junto a los barcos de los vientos
Y a los trenes con efímeras luciérnagas.
De todas formas, no se si en tu sonrisa
Estaré siempre como un viejo muelle
Resguardado por la lengua salada de las olas.
Si sé que durante la noche te haces esencia:
Presencia plena de los recuerdos
Y pizarra del instante en el horizonte,
Donde la edad animada de ceniza,
Pareciera encauzarse a lo eterno del latido.
Y aunque la paradoja paraliza,
En ese pincel efímero está la evidencia
De cuanto la angustia nos revela.
Isla Santa María, 17 de abril de 2004


LUNA INVOCADA

10

Ven. Ilumina de noche el silencio
Con el brío de la espuma o las ráfagas del cierzo.
Arriba, cuesta seguirte en pijama;
El aire sopla y succiona como un túnel.
Baja conmigo al sótano de los bares
Y vendamos el alma al diablo;
Podemos comer en el mismo plato:
Ver en el espejo los hilos del pasado;
Envejecer de extenuantes soñolencias
Y de excesivos y patéticos infiernos.
Duele tropezar con la impotencia;
Abrazar torpemente las olas en su vaivén;
Y amarse uno mismo en las habitaciones del frío,
Sin que la noche lo deje de convertir a uno
En un rumor de faroles en fuga.
Las cumbres me parecen luces grises
Como para subirlas descalzo;
Transitar sobre las olas requiere de zapatos,
Con un paracaídas de álamos alados
Y una escalera de susurros hecha con gaviotas.
Las sábanas de la espuma inquietan mis sentidos;
Y aunque el frío del cemento me sea familiar,
Sigo sobrenadando. Sigo gastándome
La poca fe que me queda y la alegría imaginada.
Tengo siglos de vivir bajo los árboles:
Entre tierra, arena, aire, sigo con mi historia
Transcurriendo igual que el tiempo en un cuarto.
Por supuesto la realidad soñada es nostalgia,
Deseo vergonzoso de dormir a solas
Y apuñar los recuerdos en un caracol nocturno.
A veces la luna no sirve en las alturas,
Ni en el rostro huracanado de las olas:
Si bien todo nos parece próximo, sabido,
La vida nos obliga a diversos tapices y tejidos.
Entonces surge el acto verdadero:
La modulación de la espuma en los labios,
La herida que nos mira y nos expresa,
El trasmundo de la altura que adelgaza la inteligencia,
El espejo de las cantinas que nos increpa
Con sus ojos de truculenta orfandad.
¡Luna en las olas y en las cumbres,
Torpemente prendida en las redes de los desvaríos!
La veo encima de mi noche plena.
Es un vago pasar de morir siempre,
De morir siempre tocado por la vida,
Por la nada, por la ceniza del eco. Por la nada.
Por más vastos que sean los rieles del mar
Y los anillos de la luna; por más infinito el andar,
Sé que el ojo tiene, la mirada del ojo tenue
Del río diluido y negado de los páramos.
Luna tan cerca de mis sueños
Y goteando trementina en el pinar.
Luna tan cerca de mis sueños:
Sombra mía en la niebla del mar.
Sombra blanca sobre mi cabeza desatando bestias,
Sombra sobre el eco y el desierto de las piedras.
Sombra honda como el misterio de la sed
Y la herida abierta en el costado de las estaciones,
Sombra con sus cauces y afluentes:
Penumbra tibia del mundo a mitad del camino...
Isla Santa María, 18 de abril de 2004

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