BOSQUE*
¿Con qué llave de cábala han de abrirse tus arcas?
¿Con qué piedra de gracias habré de golpearme el pecho
para que al fin se me abran como flores tus puertas?
¡Oh majestuoso duenda de la barba florida!
Aquí estoy de aventura, pero nada he resuelto.
Tantos signos me mienten. La centella, la aurora;
mis pasiones tan vivas, el diablo del laberinto
y esta duda de afuera como piedra y esfinge.
Aquí estoy de aventura, pero nada poseo.
Ni el caballo que tiene la herradura de vidrio,
ni la cota de mallas para cambiar de cara,
ni la espada que canta como un lirio en el aire.
¿Cuál será la medida de tu sésamo ábrete?
¿cuál la cisterna húmeda, pura como una polca?
Ya, comadre cigüeña, baje del campanario,
eche su cuello al viento, baraje como una mula.
Calzado con mis virtuosas espuelitas de cobre
corta se nos haría la estación de la luna.
Y linda princesa mía, cómo estarás llorando
porque tu estrella triste se tumbó a la deriva.
Mas yo seré el que conquiste tu castillo de naipes,
el que te sigue el pecho con su ramo de olivo.
Y pobre del dragón verde que está echado en el césped
gozándose en la doliente procesión de tus lágrimas.
Yo le haré que se oville como un perro de lana
hasta lamer el polvo de oro de tus sandalias.
Aquí estoy de aventuras, y está todo resuelto.
Yo seguiré mi norte, camino de la leyenda,
hasta que un sabio golpe de mi hacha de viaje
me haga llegar a siete estados bajo la tierra.
*poema perteneciente a la Antología de Poesía Nueva de Chile, de Víctor Castro, Editorial Zig-Zag, Santiago de Chile, 1953.
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