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Las 166 antologías nicas de Jorge Eduardo Arellano
Por Ricardo Llopesa
La ingente obra llevada a cabo por Jorge
Eduardo Arellano, a través de una vida por entero dedicada a la literatura en
los todos los campos de la cultura, a excepción de la ciencia, le convierte en
la talla del humanista centroamericano, sólo comparable a aquellos hombres de
la Ilustración del siglo XIX. Incansable investigador, su libro sobre las
antologías ofrece a unos y otros, lectores y especialistas, un rico legado
hasta ahora disperso.
La poesía nica en 166 antologías
(1878-2012) supone un trabajo demoledor, en dos sentidos: el esfuerzo
intelectual y el agotamiento físico y, por otra parte, una contribución
imprescindible para la historia de la literatura. La obra contiene pocas
páginas, apenas 173, en comparación a su contenido y dimensión, que detalla una
a una las 166 antologías. En realidad, se trata de un trabajo magistral.
Panorama de la literatura nicaragüense
(1966), El movimiento de vanguardia (1969), Diccionario de las letras
nicaragüenses (1982), Cartas desconocidas de Rubén Darío (2000), por poner
cuatro ejemplos, son sólo algunos precedentes de esta obra que une las piezas
sueltas de un rompecabezas y que Arellano sabe buscar y encuentra, mientras
pensamos que no hay nada nuevo que descubrir, ni descifrar.
En la obra interviene el erudito y el
investigador. Es decir, el hombre de letras que busca la síntesis y la
precisión. Procede de esa rara estirpe de sabios que ha dado Nicaragua, pero
nadie como él ha trabajado tanto la literatura y su historia, con paciencia y
constancia.
Una antología en realidad sirve para
poco, pero es el único documento que nos resume una época o etapa, desde las
perspectivas histórica y estética. Es, por tanto, un manual imprescindible, porque
ahí están representados los poetas que han ganado el pasaporte a la
inmortalidad. La prueba es este largo recorrido, a través de 166 antologías,
que se inicia en 1878 y termina en 2012. Son 134 años de vida poética para un
país tan joven que nació en 1821.
En el “Prólogo”, el autor expone el
criterio de que no están todas, por razones voluntarias e involuntarias; a
veces la imposibilidad de dar con el texto, o exigir rigor y calidad, que son
los principios que rigen a la poesía.
El libro se divide en dos partes muy
bien estructuradas. La comprende exclusivamente las “Antologías nicaragüenses”
publicadas dentro o fuera del país, y tiene su inicio con la primera, Lira
nicaragüense (1878), compilada por el poeta Félix Medina.
La segunda parte, reúne los textos
publicados en “Antologías internacionales”. O sea, la mirada de otros sobre
nuestros grandes poetas.
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