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viernes, 3 de enero de 2025

Estremecimiento y crueldad en “Actos humanos”, de Han Kang

 

Lic. MIGUEL FAJARDO KOREA


Estremecimiento y crueldad

en “Actos humanos”, de Han Kang

Lic. Miguel Fajardo Korea

 

Premio Nacional de Educación Mauro Fernández de Costa Rica

minalusa-dra56@hotmail.com

Han Kang (Gwangju, Corea del Sur, 1970), ganó el Premio Nobel de Literatura 2024. “Actos humanos” (Colombia: Editorial Nomos, S.A. 2024: 202). Traducción de Sunme Yoom, para Penguin Random House, Grupo Editorial. Esta conmovedora novela salió publicada en diciembre del 2024.

            Han Kang trabajó como profesora de literatura creativa en el Instituto de las Artes de Seúl hasta el 2018. Cito entre sus libros: La vegetariana, La clase de griego, Blanco, Imposible decir adiós. Ha obtenido 10 premios por su obra.

            Actos humanos es una novela estremecedora, cruda, con escenarios crueles e inhumanos. No hemos aprendido a vivir sobre la tierra, sin el salvajismo de los sistemas espurios que degradan al ser humano. Ofrecemos corpus narrativos escogidos sobre los ejes que contiene el título de este comentario cultural.

            La novela narra los acontecimientos históricos relacionados con el golpe de Estado del 17 de mayo de 1980, por parte del general Chun Doo-Hwan. La obra centra su denuncia en los terribles atropellos de quienes violaron los Derechos Humanos de los opositores contra ese estado de situaciones políticas en Corea del Sur.

          La novela da cuenta de los sistemas represivos militares contra la oposición civil, liderada por estudiantes, a favor de la democracia. En la sublevación, el ejército dispara de manera irracional e indiscriminada y, según estimaciones no oficiales, entre 1000 y 2000 personas son asesinadas. La magnitud de la matanza y los increíbles sistemas de castigo, evidencian signos de barbarie, a raíz del levantamiento de Gwangju (5-18).

          La obra se divide en seis capítulos y un epílogo. La novela de Han Kang es valiente y frontal, al abordar esta temática, con importante distancia histórica de tan lamentables hechos…

          En su trama, el joven Seonju busca el cadáver de su amigo Jeongdae. “Un vecino me dijo que ayer, cuando los soldados estuvieron disparando cerca de aquí, vio que una bala alcanzaba a mi amigo” (p.17).  Mediante el alma-logo y los recuerdos selectivos, se trata de denunciar y presentar la voz de los vencidos. 

La plurisignificación novelesca describe a las víctimas y a quienes sobrevivieron; a quienes lloran sus pérdidas, y a quienes luchan contra la censura y los castigos brutales, en una especie de dossier de la memoria histórica traumática, de tan violento episodio de poder en Corea del Sur.

          Las escenas narradas significan un repudio contra los actos inhumanos de crueldad y odio. “Cerca de la entrada están alineados en orden los ataúdes que ya han recibido el homenaje fúnebre” (que consistía en cantar el himno nacional y extender la bandera nacional sobre los féretros).

          La novela tiene como eje la pregunta “¿Adónde irán las almas cuando se mueren los cuerpos?”  (p.15). “Echas un último vistazo antes de salir del polideportivo.  No se ven las almas por ningún lado. Solo están los cuerpos tendidos en silencio y el terrible hedor cadavérico” (p.16). ¿Cuánto tiempo se quedará el alma junto a su cuerpo? ¡Aleteará como si fuera un pájaro? ¿Agitará el borde de una vela? (p.44).

          “Como acababan de morir, sus cuerpos estaban aún tan llenos de vida que Eunsuk tenía que salir corriendo a vomitar, interrumpiendo la tarea de meterles en el vientre las entrañas translúcidas que se derramaban continuamente. Seonju sangraba con frecuencia por las fosas nasales y cada tanto tenía que echar la cabeza hacia atrás y apretarse con fuerza la mascarilla contra la nariz” (pp. 23-24).

           La narración se torna grotesca: “Entonces te paras a contemplar a todas esas personas muertas que llenan por completo el pabellón y se te ocurre que parecen una muchedumbre que se hubiera dado cita en ese lugar para manifestarse.  Con el libro de registro debajo del brazo, caminas entre la multitud que no grita ni se mueve ni se toma de la mano, sino que simplemente despide un terrible hedor cadavérico” (p. 23).

          El ejército establece el estado de sitio “Te matarán como a un perro si sales ahora” (pág. 33), poseen ametralladoras y tanques. “¡Cómo piensan ganarles a las balas con los puños! (p.34).

          El estado de situaciones recrudece con el deseo de venganza enfermizo, como puede advertirse en el marco de crueldad y terror narrado “-Pero si no hay más que muertos, ¿para qué van a querer venir aquí los soldados?

“-Dicen que van a acribillar hasta a los heridos que están en los hospitales por haberse amotinado, ¿crees que van a dejar tranquilos los cuerpos y a quienes los cuidan?” (p.39).

Darles voz a las almas es un recurso interesante en la narrativa de la coreana Han Kang: “Empezaron a levantar nuestros cuerpos y a arrojarlos al interior del camión.  Lo hacían con movimientos mecánicos, como si lanzaran sacos de patatas.  Para no separarme de mi cuerpo, subí al camión pegado a mis mejillas y a mi nuca.  Cosa rara, estaba solo.  Es decir, no pude encontrar a las otras almas. Aunque había almas en todas partes, no podíamos vernos ni sentirnos.  Al final era una mentira eso de que nos encontraríamos todos en el otro mundo” (p.47). Esa perspectiva permite la discusión en el plano teológico, pero es una de las constantes en esta novela crudelísima de la narradora coreana.

Otro ejemplo de esa dimensión es el siguiente: “Resbalándome y agarrándome una y otra vez del mentón y las mejillas, permanecí junto a mi cuerpo.  Entonces alcé la vista y vi el edificio de cemento, que tenía las luces encendidas.  Tuve ganas de saber qué era eso, dónde estábamos, adónde llevaban mi cuerpo” (p.48).

O bien: “Creo que fue más o menos a medianoche cuando algo frágil y sutil me tocó suavemente.  No sabía de quién era aquella sombra sin rostro, sin cuerpo y sin palabras, así que esperé en silencio.  Me habría gustado recordar cómo se hablaba a un alma, pero me di cuenta de que no lo había aprendido nunca” (p.49). Ese componente del poder de la palabra a las almas le da una interesante coyuntura a esta narrativa, cuyos ecos deberán elucidarse en otros planos del conocimiento y el análisis.

La obra describe las crueldades contra la población civil: “Una vez no pude encontrarles la cara a la docena de cuerpos que habían dejado apilados.  Cuando me di cuenta de que no era que no tuvieran cabezas, sino que les habían borrado las caras con pintura blanca, retrocedí flotando.  Con las cabezas dobladas hacia atrás, las caras blancas como papel de aluminio miraban hacia los arbustos.  Miraban al vacío, sin ojos, ni nariz ni boca” (p.57). En esta novela, los conceptos de no ser, no lugares, el vacío, la nada, el todo, son índices de intensa soledad y desgarramiento; de crueldad y sinrazón detestables.

La novela incluye diversos textos poéticos, en cursiva, que responden a las voces de los asesinados, a saber:

Pienso en mi costado, que se está pudriendo,

en la bala que lo atravesó,

eso que al principio fue como un garrotazo gélido

y enseguida se transformó en una bola de fuego que me

aguijoneó las entrañas,

en el agujero que me hizo en el costado opuesto,

por donde se me derramó toda la sangre caliente.

Pienso en el cañón del fusil del que salió la bala,

en el frío gatillo,

en el dedo que lo apretó,

en el ojo que apuntó contra mí,

en los ojos de quien ordenó disparar. (p. 56)

 

          La voz de las almas se encarga de describir las crueldades de la soldadesca: “Dos de los soldados que estaban esperando se adelantaron para recibir los bidones de gasolina.  Abrieron los tapones con calma y comenzaron a rociar las torres de cadáveres para cubrirlos a todos de modo uniforme. Después de verter hasta la última gota de combustible, se retiraron, encendieron un manojo de arbustos secos y lo lanzaron con todas sus fuerzas sobre nuestros cuerpos” (p. 59).

El movimiento estudiantil desafía al poder militar. “El riesgo era enorme, por lo que casi no se organizaban manifestaciones.  En lugar de eso, llevaban a cabo escaramuzas.  La señal era cuando rompían el vidrio de una ventana de la biblioteca central y desplegaban un largo cartel que decía ABAJO LA DICTADURA DEL ASESINO CHUN DOO-HWAN” (p.82).

“Entonces lanzaban impresos al aire y gritaban consignas, mientras abajo, frente a la biblioteca, se reunían treinta o cuarenta estudiantes de caras todavía aniñadas y, entrelazándose fuertemente de los brazos, entonaban canciones a favor de la democracia” (pp.82-83).

         “Los policías vestidos de paisano estaban apostados permanentemente en el campus y los estudiantes que se enfrentaban a ellos eran reclutados a la fuerza para el servicio militar y destinados a los puestos más avanzados en la frontera” (p.82).

 El capítulo LAS SIETE BOFETADAS es muy fuerte, se habla sobre ejes temáticos como la censura, la vigilancia, la desconfianza, las razones de la masacre, el estado de sitio, la crueldad, o los castigos inhumanos.

La novela plantea que “no es que los individuos sean particularmente bárbaros, sino que la barbarie que anida básicamente en todo ser humano se multiplica por la fuerza de la masa” (…) Entonces, la pregunta que cabe hacerse es la siguiente: ¿Cuál es la esencia del ser humano ¿Qué tiene que hacer el ser humano para no ser otra cosa que humano? (p.91).

 “¿Es el hombre cruel por naturaleza? ¿Lo nuestro no es más que una experiencia normal y corriente? ¿Lo de la dignidad humana es un engaño y en cualquier momento podemos transformarnos en insectos, bestias o masas de pus y secreciones? El que no dejemos de humillarnos, destruirnos y masacrarnos, ¿es la prueba que ofrece la Historia acerca de la naturaleza humana? (p. 125).

 A los encarcelados los hacían firmar a la fuerza una declaración todos los días con crueles castigos repetitivos.  Asimismo, “La comida consistía en un puñado de arroz, medio cuenco de sopa y un poco de kimchi. Era todo lo que nos daban para que comiéramos de dos en dos” (p.103).

 Esta novela traza marcos de crueldad por parte de los vencedores: “En lugar de golpearnos, eligieron formas que provocaron el dolor de un modo más sutil y que representará un menor esfuerzo físico para los torturadores, como clavarnos agujas de hacer punto, quemarnos, ahogarnos con agua y electrocutarnos.  Ya no querían saber los detalles de lo ocurrido; lo único que querían era que hiciéramos falsas confesiones para poder rellenar con nuestros nombres los espacios en blanco de los guiones que habían escrito de antemano” (pág. 112).

           La lectura de esta obra de la novelista Han Kang (1970), de Corea del Sur, Premio Nobel de Literatura 2024, desnuda la barbarie de los sistemas de facto cuando toman el poder.  Expone traumas y lo frágil de la vida humana, a expensas de los usurpadores del poder, con su gama de castigos, crueldades, horror y violencia contra quienes se oponen a sus órdenes represivas.  ACTOS HUMANOS es una novela desgarradora y brutal. Para meditar sobre la condición inhumana, contra el factor humano en el tiempo de la alta velocidad que nos asedia.



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