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sábado, 7 de enero de 2023

La intensa poesía amatoria/social de José Francisco Quirós Mena

Miguel Fajardo (Costa Rica)



La intensa poesía amatoria/social

de José Francisco Quirós Mena

 

 

Lic. Miguel Fajardo Korea

Premio Nacional de Educación Mauro Fernández

 

 

(Costa Rica). José Francisco Quirós Mena nació en Ureña de Pérez Zeledón, Costa Rica, el 9 de febrero de 1953.

Durante toda su vida ha sido un trabajador insigne por la cultura desde Pérez Zeledón, como se puede constatar al leer su perfil biobibliográfico. Al alcanzar sus siete décadas, lanza este poemario, como una celebración de vida en la plenitud de su producción literaria.

El pájaro encendido (2023), se convierte en su libro publicado número 13. Consta de 55 poemas. Contiene epígrafe muy ilustrativo de Bob Dylan: “Nadie es libre, / hasta los pájaros están /encadenados al cielo”. Desde esa marca textual, el hablante genera un poemario denso e intenso.

El libro incorpora elementos animalesHuye el pájaro / de la sombra que lo acecha” (…) y no sé dónde buscarte, / te llevaste todos los rincones, /dejando rotas las esquinas”, como una manera de representar la ausencia de la amada. Ante esa acezante angustia, el hablante lírico expresaTenemos urgencias /que habitamos / como sí no alcanzara la angustia /de decirnos adiós / (…) Te llamo, mujer, con agonía de labios fugitivos”.

En ese estado de distanciamientoNo sé por qué, pero tus ojos me miran / a través de la distancia. / (…) Es que de repente estás anclada en mi mejilla”. En otro orden, existe una intensa angustia contra el tiempo de la desesperanza. Por eso, se aferra a un elemento de la corporalidadNos dimos el último abrazo, / porque no traía esperanza la mañana”.

En ese estado amatorio, los recuerdos afloran como un devocionarioTenías la costumbre de chorrear el café en el jarro, / que inventamos para bebernos los besos. / (…) No es que quiera herirme, / es que extraño tu presencia”. El extrañar no tiene brazos, pero aprieta el corazón, dice un refrán.

En todo ese proceso amoroso, la espera y la ausencia se hacen presentes como un binomio de martirioDebajo de la sombra te esperaba. / Sabía que traías la alforja / con aromas a manglar / y a guacamaya. // (…) La casa está vacía. / Cada rincón tiene el sonrojo de tus labios / untado en la memoria. / ¿Me dejas caminar en silencio /presintiendo tu caricia?”

Tres de los elementos de la corporalidad más poéticos y delicados como cabello, ojos y labios configuran la construcción de un poema muy íntimo “Tenía el cabello largo / como la sombra. / El brillo de sus ojos era una metáfora / al amanecer de sus labios. / Tenía el cabello largo, /como el delantal /con el que secaba su llanto”.

El texto que da título al poemario es de gran intensidad expresiva. En él se conjugan una serie de palabras determinantes para el abordaje integral: silencios, opresiones, asombro, grito, urgencia, tiempo, memoria, noche, ataduras, esclavo, canto, heridas, olvidos, clamores. Y todo ese conjunto de elementos, que pueden parecen aislados, conforman un sistema recolectivo con mucha vibración energética. 

 

Dicho poema contiene el siguiente epígrafe del poeta libanés Khalil Gibran (1883-1931): “El ruiseñor se niega a anidar en la jaula, / para que la esclavitud /no sea el destino de su cría”.

 

El pájaro encendido

 

“La noche vino como un pájaro encendido.

Rompió su jaula de silencios y opresiones

y voló con la angustia reflejada

en sus ojos.

Traía el canto enmudecido por el asombro

y un grito urgido en su pico.

Sus alas agrietadas. Sangrantes,

eran una urgencia repetida

un clamor de tiempo sin memoria.

No tenía azul la madrugada.

No tenía ramas la noche,

solo antiguas ataduras.

Para olvidar que fue esclavo,

rompió el silencio con sus heridas,

y con su canto, los pliegues de la noche”.

 

La casa-cuerpo cumple una función declarativa, configurada por elementos de la naturaleza y la corporalidad “La casa es un planeta / donde florecen girasoles /y los crisantemos murmuran /que somos amantes.  (…) Me asombra el arcoíris / prendido en tu cabello / y la maleta (…) Eras fuego en mis labios, / y tus caricias tenían sabor / a media noche, / a madrugada”.

         En otro orden, la ausencia de la amada se intensifica al recordar elementos de la corporalidad “Tenías el cabello sobre mi pecho, / y mirabas / como si miraras el océano. Entonces la noche ya no es noche, / sin la sombra era tu cuerpo. /Todo es noche /en este laberinto de cerrojos”.

En un momento de la lectura del poemario de Quirós Mena, abre un espacio para establecer una mirada crítica a diversos dramas sociales “Esos niños tuvieron un sueño: / Que la leche hirviera… / Un día el madrazo del abandono /les arrancó la sonrisa /y su esperanza rodó, pateada; /mueca huraña en la calle. / (…) y los niños empujados por una multitud /que los mira indiferente”.

El siguiente poema sostiene una airada protesta contra el estado de situaciones, que se han vuelto cotidianas ante la indiferencia de los demás.  Esa mujer/pájaro tiene un nombre que nadie pronuncia, porque está invisibilizada.  De hecho, es una apuesta por los derechos humanos de las mujeres, los cuales les han sido arrebatados históricamente por los comportamientos patriarcales de la sociedad y el lenguaje.

“La mujer pájaro no tiene casa

vive en un nido de cartones

y latas podridas.

Tampoco tiene sueños,

se los robaron las noches de desvelo,

mientras tramaba como robarle

un trozo de ilusión a la vida.

(…) A la mujer pájaro se le fue la sonrisa

tratando de sosegar los dolores

del hambre.

(…) La mujer pájaro tiene permiso para sufrir hambre,

para llorar mientras sus lágrimas muerden

sus pómulos resecos.

Tiene un nombre

la mujer pájaro

que nadie pronuncia”.

 

En Poema 21, se aborda el tema de los migrantes en pleno siglo XXI.  Un drama cada vez más cruel, que conmueve las fibras del ser humano. Las tres primeras líneas simbolizan parte de ese dolorido sentir de las personas que emprenden, enfrentan y confrontan ese triste estado de la condición humana, a pesar de que ningún ser humano es ilegal.

 

 

Poema 21

“Los caminantes

llevan el cansancio en los ojos

y la fatiga en el alma.

Sus pies han recorrido selvas

y arrastran el hambre

como pesada cadena.

sobre la espalda llevan hijos de piadosa mirada

y la bandera de Bolívar.

De Venezuela viene y para USA van

en busca del “sueño americano”

que se volvió pesadilla e infierno”.

 

Ese doloroso nudo temático lo he trabajado en dos de mis libros Comienza la palabra (2018) y Nunca como ahora (2019). La gran poeta mexicana Chary Gumeta, en su libro Despatriados, escribe: “No somos nadie, todo se pierde al cruzar la frontera, / nos convertimos en la estadística ilegal de ese país, / pero seguimos” (2018: 59).

 

Asimismo, el hablante advierte un grave problema de salud pública “Cada cigarrillo / es un aviso de cáncer. /Su brasa /anuncia la muerte”.

Igualmente, hay una severa denuncia ideológica cuando el yo lírico expresa “Contemplo un a b c sobre la bandera yanqui / y cuerpos tirados. ¿Muertos? / Ensangrentados. / (…) Cada quién toma su manojo / de segundos /y se lo guarda /como medalla candente”.

El hablante asume una actitud reflexiva ante la mudez de los elementos naturales. La ausencia de las respuestas a cada elemento es una llamada de advertencia de lo perdido, pero necesario, a saber:

 

“¡Qué muda el hacha!  Sin voz, ni canto

¡Qué mudo el brazo!  Carcomido por zompopas guerrilleras.

¡Qué mudo el congo! Sin árbol. Sin frutas.

¡Qué mudo el río!      Sin agua.   Sin peces.    Sin algas”.

 

            Algunos breves textos abordan elementos de la cotidianeidad animal con un alto sentido de la ironía:

2

Le mordió una oreja a la avispa

y ella, en venganza,

le restregó el aguijón

por toda su boca

dejándole

mudo de silencios.

 

4

Llueve, es verdad, dijo la mosca

y se fue de bruces

en la taza de café.

Luego de ese espacio temático orientado a otros ejes, el hablante retoma los elementos plurisignificativos referidos al cuerpo:

“La percepción del cuerpo es múltiple, porque es un espacio para la significación expresiva del reconocimiento individual.  El cuerpo se muestra, y también se nos muestra, es decir, se compone y reconstituye. 

Genera sentidos, en la medida en que las partes de la anatomía representan un espacio, visible y tangible, a partir del cual se toma conciencia de él.  El cuerpo se redescubre en el lenguaje del Otro. El placer corporal que manifiesta la voz lírica se transforma en palabras” (Miguel Fajardo y Aracelly Bianco, 2018:39).

“No olvido de la sábana que cubrió

 la desnudez de tus senos,

mientras tus muslos danzaban

el último orgasmo.

 

Vengo hasta tu cuerpo                        

para quedarme.

(…) Quiero darme un chapuzón en tus labios

y acariciar el asterisco que adorna tu vientre.

Caminar de un monte a otro de tu pubis

y colocar en la cima de tus pezones mi lengua”.

 

El poemario cierra con poemas dentro de la casa, con la completa y fervorosa mirada familiar, con cadencia y gratitud, a quienes profesa un emocionado amor filial: su madre Teresa Mena Quesada, su padre José Joaquín Quirós Montoya, su hermano-poeta Carlos Eduardo Quirós Mena (+ 01-11-2017) y sus abuelos.

MADRE

 

“Mi madre está regando el jardín

               está en la rayuela

   que inventamos.

 

(…) Mi madre no se ha ido,

está en el abrazo

y en los recuerdos bordados

en el lienzo

en el que enjugaba su llanto”.

 

  PADRE

“Mi padre es tierra firme

oración en la mañana y en la noche.

La barca que me lleva

de regreso a la infancia.

Es recuerdo recostado en la memoria”.

 

 

SE MARCHÓ

“Nos quedan tus “Pájaros Tardíos”; de donde surgen

los fantasmas de la soledad

y el asombro ante la muerte.

Tus metáforas para seguir soñando latitudes,

para ir por tu “Ruta Dos”

y encontrarnos con los “Silencios de Lluvia”

que dejaste

en el regazo de todos.

Hermano:  un aroma a orquídea

emerge de tu abrazo”.

 

 

 

Aquí, se completa, también, el resto del núcleo familiar:

“Amo lo que tengo.

La madre que corretea gansos de luz.

Al padre que transgrede la nostalgia

y colma de besos al anciano.

 

(…) Amo lo que tengo que amar,

a mi abuelo que doblaba crucifijos,

a la abuela que blanqueaba molederos”.

Su verso “Contemplo a Dios haciéndolo todo” es muy importante dentro del corpus de su poesía, toda vez que signa una esperanza ante los avatares de la vida que enfrentamos todos los seres humanos.  Y, desde esa línea versal, se encierra un hondo significado de fe y esperanza, desde la poesía, el amor y las necesarias dificultades, para encontrarle sentido raigal a la vida.

En síntesis, la lectura del poemario EL PÁJARO ENCENDIDO del escritor José Francisco Quirós Mena, ofrece un canto amatorio y social, en planos bisémicos que convergen, en algún momento de la vida cotidiana de todos los seres humanos, en cualquier parte del planeta.

¡Albricias, poeta José Francisco Quirós Mena!

Salud, vida y poesía.

Dios es el guía.

¡Celebrémoslo!

 

LIC. MIGUEL FAJARDO

                              minalusa-dra56@hotmail.com

Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural de Costa Rica


 

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