En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



lunes, 2 de mayo de 2022

LA VOZ FEMENINA EN LOS CONTEXTOS DE MARTA ROJAS PORRAS

 

Lic. Miguel Fajardo Korea



LA VOZ FEMENINA EN LOS CONTEXTOS DE MARTA ROJAS PORRAS

 

Lic. Miguel Fajardo Korea

Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural

minalusa-dra56@hotmail.com

 

 

Lic. Miguel Fajardo Korea

(Guanacaste/Moravia) El nombre de Marta Rojas (Costa Rica, 1950) se inscribe en las letras costarricenses, como la de una poeta con un sostenido compromiso literario y humano, sin dobleces, en favor de visibilizar la figura de la mujer a lo largo de la historia, tanto nacional como universal, desde los cimientos de su valiosa obra en favor de la cultura.

         Marta Eugenia Rojas Porras es Licenciada en Filología Española y Magíster en Lingüística de la Universidad de Costa Rica. Su catálogo poético incluye los libros La sonrisa de Penélope y su costumbre del adiós, 1993-1998; Aposentos del deseo, 1996-2005; Habitar la casa del tesoro, 2005; Destejiendo la intemperie, 2019; Zárate desencadenada, 2019; El fuego nombrado, 2021.

         Paralelamente, ha escrito, en coautoría, seis libros de investigación Conocimiento, participación y cambio en el aula; en textos didácticos Despertando a las palabras, así como nueve libros de Español de la serie Hacia el siglo XX1, seis libros de Palabras juguetonas. Dinámicas con léxico escolar gradual y una Guía de uso del lenguaje inclusivo del habla culta costarricense.

         Actualmente es directiva de la Asociación de Escritoras Costarricenses (ACE). Es asidua participante y organizadora de recitales culturales, tanto presenciales como virtuales. Su labor como gestora cultural es muy importante en favor de grupos y colectivos culturales.

         Durante mi ejercicio docente en el Liceo Laboratorio de Liberia me correspondió analizar su poema “Penélope”, con mis estudiantes de bachillerato.  La discusión interpretativa de su texto fue muy enriquecedora para el estudiantado de ese nivel educativo.

         Los 42 poemas que integran el más reciente libro de Marta Rojas. “El fuego nombrado”. (San José: Editorial Guayacán, 2021: 120 pp.) significan un dossier con intensa unidad temática sobre la condición de las mujeres a lo largo de la historia. Contiene prólogo de Carmen Nozal. El libro se estructura en cinco apartados: Pronuncio su nombre, Banderas de amor, Cantos de pandemia, Urgente y Soy barro.

         El libro regresa en el tiempo “Como a Eva se nos ha responsabilizado / de la pérdida del paraíso, / de desatar todos los males / y de negar la esperanza, / desde nuestra ánfora de Pandora”. Critica la desvaloración patriarcal y social como mujeres/objeto “nos exhiben como madres y esposas buenas; / como cuidadoras infatigables del nido familiar. / Somos la calladita y de discreta sonrisa, / la dulce, frágil y angelical”.

         La presencia de nombres religiosos, mitológicos e históricos, tanto del acervo nacional como de la tradición universal, es una especie de sistema recolectivo, para mostrar que muchas de esas condiciones deben ser superadas, de cara al siglo XXI que estamos viviendo. “Públicamente, nos incineraron. /Rompieron nuestros huesos. / Nos arrebataron el derecho sobre nuestros cuerpos. / ¿Cuántas fuimos quemadas? / El grito aún arde en los vientos”. Las nefastas maneras históricas de invisibilización de las mujeres debe acabar “Ya no nos cazan con fuego ni guillotina. / Ni como a Juana / nos encierran en calabozos de locas / para silenciarnos”.  El silencio cómplice y el lenguaje descalificador no deben seguir atentando contra las mujeres del mundo. Basta ya.

         El poema a Pancha Carrasco (1816-1890), heroína de la Campaña Nacional (1856-1857) es un texto de justicia histórica para la defensora de las libertades patrias “Sobre estas piedras de la memoria, / vos, Pancha Carrasco, / costarricense, pioneras de la igualdad de género / y quijote de la autonomía, pasaste. / Y oigo tuis pasos combativos”. Junto con Francisca Carrasco Jiménez, existen otros nombres ninguneados: Bernabela Chavarría, Mercedes Mayorga, María de Jesús Lunn, Rita Gutiérrez o Bernarda Durán.

         Los feminicidios aumentan en una proporción alarmante, como el caso de Eva “y su expareja, el padre del niño, la mató. / Y en Eva, todas las Evas. / Y en el hijo de Eva, toda la orfandad. / Y en la familia de Eva, todas las familias / torturadas por la violencia”.  Las mujeres asesinadas no deben ser una estadística fría.  La sociedad debe reaccionar.  Los mecanismos jurídicos no funcionan con la celeridad de los casos. Los agresores no deben quedar en la impunidad.

         Las Naciones Unidas declararon el 25 de noviembre de 1999 como el Día Internacional de la Eliminación de la violencia contera las mujeres.  Esa fecha recuerda el  triple asesinato de las hermanas Mirabal: Patria, Minerva y María Teresa, denominadas “Las Mariposas”, durante el régimen de Rafael Leónidas Trujillo, en República Dominicana,  “Todavía, después de tanto duelo, / tres mariposas persisten, / en estas calles, / con sus alas desplegadas”.

El poema “Madres” es la evidencia de ser un texto que desmitifica el cuadro idílico que la sociedad ha impuesto a la figura maternal “Madre. / Nunca la agresora. / La bondadosa y abnegada, siempre. / Jamás la que abandona a su nidada. / No la gruñona. / No la explotada. / Madre estereotipo. / Objeto mercantil. / Pintura fantástica”.  El texto incorpora, asimismo, a las lobas, las lloronas, las ciegas las mágicas o las brujas, entre otras.

En la “Extranjera de mí: no más”, cita los intertextos de Casandra, Medea, La Llorona en una integralidad del dolor “Me acusaron por gritar: / Penétrenme con abrazos, no con culpas”. “No me lograron detener con sus decretos. / La mistificación me hirió, sí / pero hoy bato mis propias alas. / No más asfixia. / No más asesina.  / No más víctima”.

“Caperucita”, plantea diversas digresiones “El lobo dice que yo usurpé su bosque/ y sin ningún permiso andaba por ahí, / ton todo el irrespeto, cortando sus flores. / A Penélope también la asediaron. / La Llorona gritaba la muerte de su pueblo indígena. / Medea pagana la culpa de ser extranjera. / Magdalena, por sensual e inteligente, / de prostituta acusada. / María con una gran carga virginal a cuestas:/ Y hoy vengo a descubrir / que los lobos no comen abuelas”.

La voz lírica alude al lenguaje sexista “Y yo no me resuelvo/ a sellar sus partidas en el rotundo adiós. / Continúo esperando sus serenatas. / Continúo, cual Penélope, destejiendo la maraña/ atada a su olor”. (…) “La inexistencia se cuela en la madeja de lana / y Penélope sifgue tejiendo destiempos / en el “traje del emperador”

La hablante se siente cansada de las asechanzas, los temores, los miedos “Quiero renunciar al ayer y al mañana, / jugar en su aquí y ahora; / en ese siempre lúdico / columpiarme sin miedos; /que ni fantasmas del pasado / ni Odiseos ni Juanes / ni muertes futuras /acechen mis sueños”.  Las figuras patriarcales de Odiseo y don Juan significan el otro lado del río.

“El fuego nombrado”, de Marta Rojas, incluye un espacio para quienes padecen del Azhaimer “Y aun ahí, / del silencio de sus recuerdos / emergían, / luchando contra el olvido, / sus roces de enamorada”.

A pesar de tantos muros, la poeta costarricense no pierde las esperanzas de habitar en un mundo posible y mejor “Derribarlos es transitar en hermandad los mares, / las montañas, las ciudades, las fronteras. / Es mecer la esperanza y arrullarla / con la nana más humana. / Es crecer como el girasol hacia la luz. / Me niego a deshabitar la esperanza”.

Su poesía es un canto para izar la bandera del amor “Una bandera sin fronteras” (…) Una bandera que o arropa la usura ni la explotación”. El suyo es un anhelo colectivo en este mundo de alta velocidad que compartimos, hoy.

El poema “Y yo no dije nada” tiene una gran fuerza expresiva, cuando callamos ante las injusticias humanas o somos indiferentes ante muchos atropellos a la condición humana “Primero vinieron a desalojar de sus legítimas tierras a las poblaciones indígenas (…) Luego vinieron a buscar / a quienes profesaban credos ”ajenos” (…) Luego vinieron a buscar a los grupos ateos/ …() a quien no fuera heterosexual.

 En esa línea, alza la voz desde la poesía y expresa “Hoy, avergonzada, / quiero ser la mujer / que no calla en las asambleas/ ni pasa por alto que sangra mi tierra”. Su propuesta es “derribar muros/ es crecer como el girasol/ hacia la luz/ y que ningún yugo/ amordazará a la esperanza”.

La voz lírica es defensora de los territorios indígenas. Sí, la de los territorios, cuyos habitantes tuvieron cédula costarricense 500 años después. “Indiferencia y difamación. / La tierra ancestral sangra (…) / Eran del linaje de Presbere/ y les mataron (…) / La tierra ancestral resiste (…) / La tierra ancestral grita/ con espíritu de jaguar indómito. / No habrá tajo de hacha/ que, como a árbol, la derribe”.  De ese modo, el suyo es un grito de liberación y resistencia.

En “Madre matria”, establece una serie de abusos contra la patria. “Matria mía, / las mujeres y hombres de mirada plena, / de ojos del color de tierra, montañas, mares y cuevas/ ya no queremos parirle más ovejas a la hacienda. / Algo duele en lo profundo/ y nuestro canto continúa inscribiendo la esperanza/ pero/ es tan tenue/ casi un susurro, / un llanto”.

La poesía de Marta Rojas no escapa de confrontar la realidad inmediata del planeta. En “Cantos de pandemia”, aborda la coyuntura pandémica de la Covid-19 “El anciano llama. / Está más flaco. Más arrugado.  Más triste (…) Sostiene la tos del hambre para que no lo bajen. / Necesita llevar comida al rancho. / No puede atender el miedo por el contagio (…) El “quédate en casa” le retumba, / hueco, en su cansado paso”.

Este tiempo pandémico forjó otros hábitos sanitarios “Perillas, cerrojos, teléfonos, / la compu, el maus; / todo está alcoholizado. / Necesitamos emborrachar al enemigo. / Soy de la generación en riesgo”.

A pesar de los reacomodos de nuestros hábitos, la pandemia deja una enseñanza “desde abajo, / una convivencia más austera, /comprometida con toda la creación/ y solidaria. / ¿Será que esto pasará?

En “Si no creyera”, la hablante expresa “El recogimiento devela/ un mundo global enfermo y chico. / El agravio voraz de Grecia contra Troya/ se desenmascara en esta pandemia. /Bajo el manto universal/ de destapan provisiones desiguales”.

Y en “Sumemos luz”, expresa, a propósito del confinamiento decretado por las autoridades sanitarias. “En este recogimiento domiciliar, / tu casa, la mía, la nuestra, / centros de luz. / Sus llamas unidas iluminarán el mundo”. “Al otro lado del horizonte, / que siga la espera”.

“Una apacheta (del quechua y aimaraapachita) es un montículo de piedras colocadas en forma cónica una sobre otra, como ofrenda realizada por los pueblos indígenas de los Andes de América del Sur a la Pachamama y/o deidades del lugar, en las cuestas difíciles de los caminos” (https://es.wikipedia.org/wiki/Apacheta).

“Trilogía de apachetas” es un sostenido poema de gratitud “Montículo de piedras/ en alabanza cónica crecida hacia el cielo, / una sobre otra, / en manos de mujer, / como ofrenda de gratitud, sagrada. / Flores, ramas verdes y lloviznas, / roces de la montaña” (…) “Las manos se multiplican en setenta apachetas/ como setenta por setenta es el perdón/ que imploramos al cosmos. / Nuestras rutas se atan, así, / a caminos florecientes”.

“Urge” testimonia la honda preocupación por nuestra tierra. “La conciencia se aletarga. / Nuestras plenitudes se asocian a pertenencias. / Nos define un número en el registro de propiedades. / Te agredimos. Tierra, te agotamos. / Urge transformar las rutas del despeñadero/ en decreto de vida (…) Urge reaprender la existencia de la ternura/ y alejarnos de la voracidad”.

En el “Salmo a Shadai”, Shaddai -el apelativo hebreo que se refiere a atributos femeninos de la deidad bíblica-. Es un denso e intenso texto reflexivo. La hablante expresa: “Shadai, Ser Superior Femenino, / dame tu mano para asir a la creadora de vida, / a la intuitiva, / a la Penélope reinventada que soy. / Ayúdame a recuperar mi fuerza atávica. / Quiero ser aquella, / la inclaudicable en la batalla/ la que disfruta del detalle del canto del ave/ y la tonalidad de una flor. / Quiero ser refugio y no refugiada, / y en mis habitaciones aromas de paz. / Señora, Diosa Madre, a vos clamo”. No hay nada más por decir.

“Sin nombre, con muchos nombres” es un poema esperanzador, de luz y certeza por un cambio. “Creo en un ser infinito. / Sí, creo. / Si me instalo en el rechazo, / mi espíritu en necesidad/ reclama su presencia”: “Sin ser la tierra, lo abrazo, cuando siembro un geranio. /Sin ser el río, lo escucho en cada arroyo. / Sin ser ave, me consuela con su canto. / Sin ser aire, me da vida. /Sin ser el sueño, en su regazo, descanso. /Sin ser la luz, me hace resplandecer. /Sin ser el mar, ahoga mis miedos. /Sin ser piedras, conserva mis memorias”.

El último verso es una consigna “Quiero la conexión conmigo misma / con los seres humanos que me rodean / y con el objetivo global de la madre tierra”.

Comparto con la poeta y académica española Carmen Nozal, que “Sus versos tienen una particularidad: portan el estandarte de la bondad y apelan a la esencia humana para que cese la bestialidad y se humanice esa energía que todo lo depreda”.


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