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lunes, 24 de febrero de 2020

ANTONIO LOÁICIGA PANIAGUA, UN HUMANISTA DEL APRENDIZAJE

Miguel Fajardo Korea





ANTONIO LOÁICIGA PANIAGUA,
UN HUMANISTA DEL APRENDIZAJE


Lic. Miguel Fajardo Korea
Premio Nacional de Educación Mauro Fernández





(Guanacaste/Moravia). Siempre he creído que la vida es un encuentro y un desencuentro. Me interesa hablar de cuando nos encontramos con personas de excepción, quienes dejan huella y sendero en nosotros. 
De ellas, aprendemos y tratamos de emular sus valores, esfuerzos y capacidades de luchas y realizaciones. De los desencuentros, no me gusta hablar. Son personas tóxicas, por lo tanto, el alejamiento y la ausencia es el mejor signo por aplicarles.
La crítica polaca Magdalena Perkowska escribe en su libro Historias híbridas: “El tiempo verbal de un relato biográfico suele ser el pasado que connota la fijación.  Se narra la vida como una línea continua, borrando las fisuras y las líneas en fuga, lo que subraya la solidez del sujeto” (2008: 247).
En tal sentido, me he encontrado con una persona paradigmática: don Antonio Loáiciga Paniagua (Nicaragua, 17 de setiembre de1929) y su estimable familia. Él cuenta con 78 años de radicar en Liberia, Guanacaste.
Conocer a don Antonio, a don Toño Loáiciga, como se le conoce, cariñosamente, ha sido una gran alegría. Su historia de vida es un ejemplo de tenacidad, lucha y perseverancia para alcanzar los objetivos vitales, en procura de la superación y el logro por una mejor calidad de vida, tanto para él como para su descendencia.
A los 12 años quedó huérfano de madre.  Asimismo, su padre murió muy joven, sin haber tenido una importante relación afectiva. Su tío Jorge se encargó de hacerlo hombre, cuando lo puso a trabajar en su finca, desde tempranísima edad. Don Antonio reitera y agradece a su tío, el haberle dado esas enseñanzas, que él llama “prácticas de aprendizaje”.
Ingresó en la hacienda El Pelón de la Bajura, el 8 de febrero de 1949, a la edad de 19 años y se retiró, definitivamente, el 16 de febrero del 2017. Don Antonio estuvo trabajando en dicha hacienda durante 68 años ininterrumpidos. Toda una vida de aprendizajes y luchas. En mi criterio, él es un humanista del aprendizaje cotidiano.
         Siempre contó con el respaldo y la confianza de sus jefes, quienes una vez alcanzada su jubilación de ley, lo recontrataron durante dos periodos más, con incremento en sus ingresos. Todo ello, debido a su lealtad y gran capacidad administrativa.
          Progenitor de una numerosa descendencia, se comportó como un hombre responsable e integral. Todos sus hijos registran su apellido. Asimismo, contaron con su apoyo económico y afectivo.  La mayoría de ellos son profesionales en diversas áreas del conocimiento.
          Otra de las facetas de don Antonio es su proyección comunal, con la ayuda generosa a grupos organizados e instituciones educativas. Igualmente, como miembro directivo del Centro Agrícola Cantonal de Liberia.
          Me interesó, al adentrarme en el conocimiento de don Antonio, saber su criterio sobre 36 términos y valores. En ese ideario, es valioso el cuerpo textual expresado, pues refleja una amplia cosmovisión del mundo.  Sé que dichas conceptualizaciones ayudarán a los lectores para comprender o discrepar de los alcances de su contenido discursivo.
Recomiendo que se analice su ideario, pues sus criterios señalan rutas y vías de un pensamiento superior, de una persona con formación autodidacta, pero de firmes convicciones en la universidad de la vida y el trabajo honesto sobre amplias zonas temáticas. Hasta la fecha, don Antonio continúa siendo un gran y ordenado lector.
          Su anecdotario es un registro de peripecias y pruebas de vida. Fueron contadas mediante su privilegiada memoria, que atesora un intenso recordar selectivo, pleno de luchas, faenas y travesías, desde la hacienda El Pelón de la Bajura.
          En la mirada ajena, incluimos cuatro criterios. El de un trabajador de campo, el de una académica universitaria, el de un administrador de empresas y del propietario de El Pelón de la Bajura. En ellos, se evidencia la admiración, el cariño y la entrega de don Antonio dentro de espacios geográficos, comunitarios, laborales y humanos, desde donde alentó diversos proyectos de bienestar humano solidarista y comunitario.
Se incluye, asimismo, un álbum del círculo familiar. En él, la mayoría de sus hijos e hijas ha vertido un criterio sobre don Antonio, donde se puede establecer un corpus, en relación con la mirada desde el espacio de la convivencia más cercana e íntima, como padre.
La inclusión fotográfica se hizo conforme fueron llegando las fotografías y los textos. La crítica polaca Magdalena Perkowska aduce en su obra precitada: “El paralelismo que se establece (…) entre las fotografías y el texto funciona como un metacomentario sobre la organización temporal del relato y la dimensión selectiva de la narración (2008: 214).  El libro contiene 82 fotografías en blanco y negro, tanto personales, familiares y comunales.
Con base en dichos cuerpos textuales, consigno los elementos que se reiteran, en relación con don Antonio, a saber: humildad, lucha, trabajo, guía, caritativo, consentidor, amoroso, guardián, sabio, tutor, intenso, apasionado, coraje, fuerte, pilar de familia, perseverancia, amoroso, superación, perdón, discernir, puso límites, honesto, atento, inteligente, luchador, noble, ejemplo.
Don Antonio manifiesta su regocijo de haberse casado, en segundas nupcias, con doña Rosa Adilia Borge Borge, el 9 de enero de l978, hace más de 42 años.
         Si tuviese que construir un campo semántico sobre la personalidad de don Antonio Loáiciga Paniagua, sería el siguiente:
         Varonil, conversador, un ser humano integral, leal, honesto, abnegado, creyente, altruista, con gran preocupación para que su descendencia recibiera la mejor educación, con una gran capacidad de trabajo sin horario, y con una lealtad a prueba de siempre con sus patronos, en la hacienda El Pelón de la Bajura. Por esa razón, trabajó casi siete décadas en dicha hacienda, en tareas de administración.
           Él disfruta hoy de su jubilación y utiliza el ocio creativo, dado que es un gran lector y gran conversador. Goza de una notable memoria para fijar los acontecimientos que nos da a conocer. Mientras lo escuchamos rememorar sus luchas y peripecias, dentro del espacio dificultoso que le correspondió vivir, pero lo hace sin queja, más bien agradecido con Dios por la oportunidad de servir, desde diversos frentes de lucha, en faenas azarosas que cumplió con lealtad y compromiso.
Por otro lado, don Antonio disfruta de la cercanía de su familia, así como de la visita de sus 17 hijos e hijas, 34 nietos, 12 bisnietos y un tataranieto, cada vez que pueden reunirse, con ocasión de alguna fecha especial dentro del entorno familiar.
Antonio Loáiciga Paniagua: pasado y presente de luchas (San José: Lara & Segura Editores, 2020: 118) es un texto aleccionador, porque testimonia el hacer y quehacer de un ser humano, quien ha sabido ejercer un humanismo desde el permanente aprendizaje que es la vida.
En él, creo válido aplicar el pensamiento del escritor alemán Bertold Brech (1898-1956), cuando expresó que: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay quienes luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”.


Antonio Loáiciga Paniagua


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