En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



martes, 4 de junio de 2019

LA OBRA LITERARIA INÉDITA DE FRANCISCO FAERRON SUÁREZ

Francisco Faerron Suárez





LA OBRA LITERARIA 
INÉDITA DE
FRANCISCO FAERRON SUÁREZ



Lic. Miguel Fajardo Korea
Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural de Costa Rica
minalusa-dra56@hotmail.com




         (Guanacaste/Moravia). Francisco Faerron Suárez nació en Liberia, Guanacaste, el 3 de noviembre de 1873. Murió en San Pedro de Montes de Oca, San José, el 6 de setiembre de 1961. Fueron sus padres: Federico Faerron Baltodano y Ana Matías Suárez.

            Realizó estudios secundarios en el Liceo de Costa Rica. Aunque se inclinaba por la medicina, estudió y  se graduó como abogado, el 12 de mayo de 1899, hace 120 años. El tribunal calificador de lujo estuvo integrado por Ascensión Esquivel Ibarra, Cleto González Víquez y Ricardo Jiménez Oreamuno, quienes ejercieron, posteriormente, la Presidencia.

            Se desempeñó como profesor en el Liceo de Costa Rica. Trabajó en la  Inspección General de municipalidades. Laboró como promotor fiscal. Fue Alcalde de San José. Trabajó en la Sala Segunda de Apelaciones. Fungió como Magistrado suplente de la Corte Suprema de Justicia.  Ejerció como Ministro Plenipotenciario en Guatemala. Ejerció como diputado durante tres periodos, a saber: (1900-1904); (1912-1917). Miembro de la Asamblea Constituyente de 1917. Presidente de la Cámara de Diputados de 1918 a 1919. Primer guanacasteco en alcanzar dicha posición en la Asamblea Legislativa.

            Fungió como Decano del Colegio de Abogados hasta su deceso. Ganó la Medalla del Jubileo Profesional de dicho Colegio, en 1960, que le fue impuesta por el Lic. Fabio Fournier. Se distinguió como orador, conferencista, abogado, profesor, alcalde, diputado, magistrado, ministro y pensador humanista.

            Dirigió la revista “El estudiante”, órgano de la Sociedad de Estudiantes del Liceo de Costa Rica.  Asimismo, fundó los siguientes semanarios: “El Guanacaste”, en San José; “El Nuevo Régimen”, en Liberia, órgano del Partido Civil de Guanacaste, durante la administración de Ascensión Esquivel Ibarra; “La Vanguardia”, órgano político afín a Cleto Gonzalez Víquez; “El Imparcial”, independiente, fundado en Liberia; “La Opinión”, diario publicado en San José, codirigido con el periodista hondureño, Augusto C. Coello.  Usó el seudónimo  “Jacobo Rey”, en muchos de sus escritos.

            El Lic. Francisco Faerron Suárez fue uno de los fundadores  de “La Casa de Guanacaste, donde editó “El Guanacaste” (1935-1947) y 1949, órgano que apareció mensualmente, después tres veces cada mes, en San José. Dicha publicación fue el vocero del Partido Confraternidad Guanacasteca, liderado por el Dr. Francisco Vargas Vargas.

            Colaborador en diversos  medios, a saber: “La Prensa Libre”, “Diario Nacional”, “Diario de Costa Rica” y “La Nación”. En este último publicó artículos, tales como “Las elecciones modelo de 1953” (11-8-1953); “El Colegio debe ser consultado por todo porque la ley es para todos” (19-5-1960, p.18); “El caso Argentina-Israel” (8-8-1960, p.22).

            Dejó inédito el libro Cuentos tropicales (15 textos). Rafael Pérez Miguel lo incluye en Exploración bibliográfica sobre el  cuento  erudito costarricense (1991-2013).

He publicado dos de sus cuentos, a saber: “El rosario” en el suplemento cultural Anexión (Año 20, edición 229, julio, 2012: p. 4). Además, “Escenas liberianas”  (“Perfiles”, Núm. 298, junio, 2019: p. 16).

Su obra inédita me la entregaron sus nietas: Prof. Leticia Faerron Ramírez y Prof. Ivette Faerron Ramírez, el 24-5-2012.  Asimismo, su nieta, María Lorena Faerron Rivera, el 3-9-2018, con el propósito de coordinar el proyecto de edición de este cuentario, en el marco de los 250 años de la fundación de la Ciudad Blanca (1769-2019).

            El 4-5-2019 tuvimos un café cultural para coordinar el proyecto editorial en la casa de la Prof. Leticia Faerron Ramírez, al que se sumaron líderes culturales: Verónica Navarro, Hugo Zúñiga, Nuria Cuadra, Orietta Baltodano, Mireya Hernández, Mélida Obando y Ligia Zúñiga,  quienes se han dado a la tarea de buscar suscriptores de honor de este proceso de recuperación literaria de un destacado guanacasteco, cuya obra ha permanecido inédita durante 58 años.

            En el libro se incluirá fotografías, aportadas por la Prof. Leticia Faerron Ramírez y la periodista Ana Lucía Faerron Ángel, nietas de don Francisco Faerron Suárez. El Ing. Jorge Sáenz Lobo, destacado artista costarricense, aporta 15 ilustraciones interiores para los cuentos, así como su magnífica portada.   La descendencia de don Francisco es la siguiente:

1.     Matrimonio con la costarricense María Murillo Sandoval, de quien enviudó: Guillermo Faerron Murillo, Olga Faerron Murillo, Ida Leonor Faerron Murillo, Gloria  Faerron Murillo y Francisco Faerron Murillo.
2.     Matrimonio con la guatemalteca María Valdés Montt, de quien enviudó: Federico Faerron Valdés y María del Carmen Faerron Valdés.
3.     Matrimonio con la colombiana, Abigail Cruz Santos: Ana Lottie Faerron Cruz.
           
            Ante la ausencia física de todos sus hijos, sus nietos han abanderado este noble proyecto de recuperación cultural de su obra literaria Cuentos tropicales, cuyo libro tuve que digitar de su manuscrito mecanográfico, hacerle la revisión filológica, el prólogo, presentación  y notas.  La respuesta de sus familiares ha sido importante, así como la de los suscriptores culturales, quienes con su colaboración económica, tendrán derecho, tanto  a consignarse como suscriptores de honor como a recibir ejemplares de cortesía.
La narrativa guanacasteca escrita se afirma en el segundo periodo que he propuesto para la literatura guanacasteca (1890-1935). Su primer autor pertenece al periodo inicial que he demarcado (1824-1890), pues Francisco Faerron Suárez nació el 3 de noviembre de1873, pero su único libro Cuentos tropicales, no se publica, sino hasta en el 2019, en el marco de los 250 años de fundación de la Ciudad de Liberia.
El libro Cuentos tropicales, de Francisco Faerron Suárez (1873-1961), se ha mantenido inédito durante 58. Es un hallazgo en la literatura de Guanacaste. Con este libro, él se convierte, cronológicamente, en el primer escritor de Guanacaste, seguido de María Leal de Noguera (1892-1989) y Ramón Leiva Cubillo (1892-1992).

En el libro, he incluido el cuento “La despedida del muerto”, publicado en “El Heraldo”, Puntarenas (1947), que localizamos dentro del proceso investigativo sobre la obra del autor, con la ayuda de la bibliotecóloga Meredith Pizarro Zúñiga, de la  Universidad de Costa Rica. Este texto no forma parte del cuentario, pero es autoría de Faerron Suárez.

En el apartado “La voz ajena sobre el Lic. Francisco Faerron Suárez”, he incluido criterios sobre el autor, por parte de Fabio Fournier, Agustín Salas Madrigal, Gerardo Zúñiga Montúfar, Ronald Vargas Araya, La Prensa Libre y La Nación, medios de esa época.

Escenas liberianas”, de Francisco Faerron Suárez
         Ya estaba notificada la provincia de la próxima gira por todo su territorio del Ilustrísimo Señor Obispo de Costa Rica, de cuyas visitas estaba ayuno el Guanacaste desde hacía muchos años. Es verdad que Fray Gregorio había estado aquí el año anterior, con licencia para confirmar fieles que carecían de ese Sacramento primordial; lo que le había valido una abundante cosecha de colones, pues cobró la nueva tarifa de un colón y medio por cabeza y estas no bajaron de quince mil  no confirmadas, pero esto no era lo mismo para la feligresía, que deseaba ver y oír a su prelado, personalmente, y aún quedaba un buen rezago de semi-cristianos, que esperaban la confirmación.
            ¿Dónde desembarcaría su Ilustrísima? ¿Qué ruta seguiría para llegar a Liberia en donde se le esperaba con ansiedad? Estas y otras preguntas sobre el mismo tema se cruzaban de persona a persona, de grupo a grupo, sin que nadie diera respuesta cierta, porque tampoco nadie tenía noticia del itinerario que seguiría el Prelado en la provincia. Aquí se puede saber cuándo se entra en territorio guanacasteco, pero no cuándo se va a llegar a alguna parte.
            Opinaban algunos, que su Señoría llegaría a la Ciudad Blanca, un sábado por la tarde, entrando por El Capulín.  Aseguraban otros, que viajaba de incógnito y que entraría a medianoche, por el Paso Real, y Fallito, quien siempre estaba bien enterado de las novedades del lugar, juraba a dos cruces, que entraría a mediodía por La Carreta.
            Nadie, ni el mismo Párroco de la localidad, sabía de fijo cuándo ni por dónde abordaría la plaza su Ilustrísima, pero todos lo esperaban con entusiasmo y recogimiento, con ese placer que se siente al saborear de antemano las emociones de un acontecimiento anunciado con bombos y platillos, y que siempre da lugar a comentar y desahogos de chismes lugareños, para minarle las canonjías al cura, para moverle la rama al Gobernador, o quitarle a algún mayordomo el manejo de los ganados de la Cofradía del Patrono del pueblo.
            No eran pocos los vecinos que estaban encantados con la visita, no tanto por su fe cristiana, sino principalmente por sus ansiados hartazgos en los opíparos banquetes que se le darían al venerable huésped, para lo cual opinaban –siempre que de este tópico se hablaba- era el caso típico que el municipio, la Junta de Caridad, la edificadora y hasta una Junta de Notables, convocada al efecto, contribuyeran para echar la casa por la ventana en las fiestas proyectadas, y para con más caudal que el de una confesión, vaciarle al Prelado, todo el saco de alacranes de sus odios, sus malas pasiones, sus chismes, sus envidias y su perversidad, a guisa de sobremesa o de pus café o de riquísimo puro habano, con que hacen la digestión los heliogábalos.
            -Una  buena mesa, decían los gastrónomos en ayuno, es la mejor nota que puede darse en este recibimiento.  Hay que tenerle a su Señoría un “bocatto di Cardenalli”, quienes como los parroquianos de “El Tiro al Blanco”, insinuaban a la comisión de festejos, integrada por vecinos de gran valía, la necesidad de hacerle a su ilustrísima, un “buen tope”, con bastante néctar, para animar a la gente.
            -Un buen “tope”, decían, es un buen golpe, quedaremos planchados y en plena gracia con La Curia.  Por medio de su Ilustrísima, se pueden conseguir muchas gangas con el Gobierno: su influencia es infalible, en eso, precisamente, se  parece mucho a su Santidad.
            Un sábado a las doce, cuando el sol reverberaba calcinante en el aire, subió Cabalceta, como de costumbre, a repicar las campanas, y al llegar a la plataforma de la inconclusa torre del campanario, columbró una nube de polvo que se levantaba impenetrable en la entrada al callejón del puente del Paso Real, frente al Mocho, y se le ocurrió que era producido por la caballería del Prelado que ya llegaba, y con entusiasmo rabioso echó a vuelo las campanas, que tan pronto repiqueteaban, como tocaban arrebato o llamaban a completas, produciendo en los habitantes de la urbe, un verdadero disloque.
            Como movida por un mismo resorte, toda la población se vació en las calles: masas de gentes corrían atropellándose hacia la parroquia, toman el atrio por asalto y un millar de voces interrogan al campanero, este tiende un brazo con dirección al Paso Real adonde la nube de polvo se aproxima más impenetrable aún.
            La masa humana arremolinada se enfila hacia el puente Rojo, que cruza el río, al que llega jadeante, bajo un sol de plomo, capaz de fundir la escoria misma. Poco a poco, mediante el polvo, ya enrarecido, se descubre una cabalgata que marcha a todo trote, produciendo los cascos de los caballos un repique en el suelo, que produce un ruido sordo y espeluznante, y un “Viva el Señor Obispo y su comitiva”, salió como cañonazo de las bocas empolvadas de la abigarrada multitud agrupada a uno y otro lado de la vía.
            La caballería alcanza la cabecera opuesta del puente, se dibuja en la nube que escudriñan mil ojos con gran empeño, la robusta silueta de una amazona a horcajadas en un rocín, que parecía un manantial por el sudor que lo bañaba, y la muchedumbre alineada formando valla, al arrodillarse para recibir la bendición de quien creía que era el esperado Reverendísimo Señor Obispo, reconoce en ella a la niña Estercita Silva, quien presidiendo un grupo de maestras excursionistas, cruzó el puente atónita, por aquel inesperado y clamoroso recibimiento que se le hacía.
            Una carcajada general con la sonoridad de un retumbo de un volcán vibró en el aire, pero Fallito, siempre galante con las damas y con oportunidad genial, mostrándose al confuso grupo, con el sombrero en alto, la frente al sol y su mano derecha puesta sobre el corazón, con toda la fuerza de sus pulmones, gritó:
            -¡Vivan las maestras! 
            -¡Viva Liberia! 

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