Pintura de Henri Matisse,francés, 1869-1954.
Nota a una señora que me acusa de inmoral
En la hora del gusano y de la hormiga;
En la hora en que no bastan los cuervos del mundo
Para arrancar los ojos a los muertos cosechados en la guerra;
En la hora en que los niños hambrientos no encuentran
Ya más seno para su hambre;
En la hora en que está seco todo seno,
Y extraños híbridos, cruces de araña y mariposa,
Pueblan el campo y la ciudad del hombre.
En la hora del sálvese quien pueda;
En esta hora, digo,
En que me sirven aún tres veces diarias la mesa y
Bebo de vez en cuando un vino;
En esta hora en que, desvergonzado de mí, voy al cine,
Leo libros y converso con amigos;
En la hora del cereal atribulado,
En que duermo no menos de seis horas y procuro
Encontrar tibia la cama;
En esta hora en que es tanta mi fortuna que tengo
Todavía una cama;
En que elevo mis ojos al cielo y sigo el ritmo de los cambios
De forma de las nubes, y en las tardes espero
Hasta que sale una estrella;
En esta hora en que el sapo y el búfalo de agua se
Asquean de la sangre que llena los charcos de los
Arrozales vietnamitas;
En que el hijo patea repetidamente el vientre de su
Madre y aplasta los testículos del padre;
En que el mosquito se adapta al insecticida en tanto
El hombre ahoga al hombre echando gases en las cuevas;
En esta hora de barbas y de hígados heroicos, de santos
Laicos, de ángeles hermafroditas y corderos violentos;
En esta hora en que calla mi garganta el penúltimo
Crimen del que he sido testigo;
En esta hora de vírgenes impúdicas, de sanguijuelas y
Parásitos varios; de ojos que no ven de frente, como
Figuras egipcias;
De puños que se ablandan,
De iras que no estallan,
De verdades selladas a cal y sangre,
De obispos bien cebados,
De cópulas sombrías,
De héroes mutilados y monedas vergonzantes,
De abortos santificados,
De viudas apacibles,
De esperma ciega,
De lluvia desatada,
De huesos habitados emponzoñados de estroncio,
De hostias ensangrentadas…
En esta hora
Yo te doy la razón.
Nota a una señora que me acusa de inmoral
En la hora del gusano y de la hormiga;
En la hora en que no bastan los cuervos del mundo
Para arrancar los ojos a los muertos cosechados en la guerra;
En la hora en que los niños hambrientos no encuentran
Ya más seno para su hambre;
En la hora en que está seco todo seno,
Y extraños híbridos, cruces de araña y mariposa,
Pueblan el campo y la ciudad del hombre.
En la hora del sálvese quien pueda;
En esta hora, digo,
En que me sirven aún tres veces diarias la mesa y
Bebo de vez en cuando un vino;
En esta hora en que, desvergonzado de mí, voy al cine,
Leo libros y converso con amigos;
En la hora del cereal atribulado,
En que duermo no menos de seis horas y procuro
Encontrar tibia la cama;
En esta hora en que es tanta mi fortuna que tengo
Todavía una cama;
En que elevo mis ojos al cielo y sigo el ritmo de los cambios
De forma de las nubes, y en las tardes espero
Hasta que sale una estrella;
En esta hora en que el sapo y el búfalo de agua se
Asquean de la sangre que llena los charcos de los
Arrozales vietnamitas;
En que el hijo patea repetidamente el vientre de su
Madre y aplasta los testículos del padre;
En que el mosquito se adapta al insecticida en tanto
El hombre ahoga al hombre echando gases en las cuevas;
En esta hora de barbas y de hígados heroicos, de santos
Laicos, de ángeles hermafroditas y corderos violentos;
En esta hora en que calla mi garganta el penúltimo
Crimen del que he sido testigo;
En esta hora de vírgenes impúdicas, de sanguijuelas y
Parásitos varios; de ojos que no ven de frente, como
Figuras egipcias;
De puños que se ablandan,
De iras que no estallan,
De verdades selladas a cal y sangre,
De obispos bien cebados,
De cópulas sombrías,
De héroes mutilados y monedas vergonzantes,
De abortos santificados,
De viudas apacibles,
De esperma ciega,
De lluvia desatada,
De huesos habitados emponzoñados de estroncio,
De hostias ensangrentadas…
En esta hora
Yo te doy la razón.
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