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sábado, 30 de abril de 2022

“NINGÚN LUGAR ES LEJOS” de MIGUEL FAJARDO: la tierra, el tiempo y la distancia

 




NINGÚN LUGAR ES LEJOS” de MIGUEL FAJARDO:

la tierra, el tiempo y la distancia

 

 

Por: Ligia Zúñiga Clachar

ligiamundo@yahoo.com

 

 

(Costa Rica).  El libro “Ningún lugar es lejos”, del poeta costarricense Miguel Fajardo Korea, testimonia una vez más el alma del poeta, que inmerso en su misión de concienciar al mundo mediante el arte literario, se enfrenta ante la injusticia, la infamia y la opresión que han estrujado y aniquilado a la humanidad durante milenios en la historia de la Tierra. Es un verdadero reto establecido en su conciencia en toda su prolífera obra poética.

Miguel Fajardo promete y testifica en “Ningún lugar es lejos” (San José, Costas Rica: Editorial Poiesis, 2022:86m pp.). Prólogo de Ronald Bonilla, Premio Magón de Costa Rica. Portada del Ing. Guillermo Navarro Mairena: la cercanía intrínseca del tiempo y los espacios que vivimos en el planeta. Donde “espacio-lugar” está dentro de nosotros mismos. Donde no existe el tiempo para sufrir o sentir la angustia y la tristeza o la alegría y la solidaridad para los demás, en cualquier lugar que estemos o que estén los seres humanos o cualesquiera de los otros seres de los diferentes reinos que habitamos nuestra Madre Tierra.

En esta obra, el poeta Fajardo nos conmueve de nuevo, reencontrándonos con los auténticos y ancestrales valores de la ética, la libertad y la paz, concentrados en el linaje del amor. Evoca con pasión y clama con ansia el rescate de nuestras esencias como seres, para integrar el poder de un mundo de Luz.

“Ningún lugar es lejos”, título que nos acerca sobremanera y nos adentra en nuestras propias almas, nos une y nos envuelve en forma magistral con la naturaleza: el mar, la roca, el risco, la arena, los árboles, el paisaje, los volcanes, la montaña, esa tierra de la que somos parte. Esa misma Tierra de la que fuimos conformados, las mismas células cercanas y ausentes en el mismo tiempo; nos muestra con solvencia la capacidad de fundir en sus metáforas esos vínculos, así como el oro se funde con el fuego, el agua con la justicia, la luz con los suicidas, la arena con los exilios, las sombras y las raíces con los migrantes, el oleaje y los sueños.

         El poeta nos sumerge en un conglomerado éxtasis de sentimientos entre rupturas y encuentros. La vida misma, en sus diversas facetas, fundiendo las vías de las múltiples opciones que al mismo tiempo absorben los límites y fecundan la esperanza infinita de la sobrevivencia.

Miguel Fajardo no aparta en su obra su “Guanacaste eterno”, cita lugares, costumbres, geografía, testimonios históricos, su “Árbol que escucha”, sus noches, sus días, esa vida que lleva en su alma de sol y lluvia. Donde los encuentros son renacimientos y las separaciones atraen la muerte, porque “Ningún lugar es lejos”. 

Transporta su sentimiento solidario a nuestra América, pregonando y compartiendo el clamor de sus ilustres poetas, en un gesto de admiración, solidaridad y amor:

“La mirada prosigue en los fantasmas/ del silencio rodeado, inacabable, /como recelosa tierra que habita /en el tronco de la sed, /más allá de los recorridos marinos. / Llega el atrevimiento de los mitos/que devoran la playa Pan de Azúcar. /Estamos enfrentados en la piedra, /obligados a reconocer que llegamos/ a lugares donde siempre debimos ir:/el desove en Ostional, /además de Garza y San Juanillo” (p.69).

El yo lírico clama en este poemario, con reiterativa urgencia, como eje primordial de su extensa obra literaria: por la justicia y la equidad de nuestra América y el mundo. Donde los bastiones de sus orígenes deben fortalecer los lazos de la hermandad para lograr restablecer el cauce de la certera misión del hombre y la mujer en este mundo.

“El litio es de América, /el oro arrebatado/se llenó de muertes/en los altiplanos de América/ en las pampas de la aurora” (p.24). “Las batallas ancestrales/no derrotaron al corazón de América”. (p.25).

“La lucha es el camino de la patria extensa, /sin banderas divisorias, sin criterios esclavistas, /para subsistir con el trabajo de las tierras/generosas de nuestro continente abierto. /Dejar de hacerlo sería una excusa/ para que los dominadores/arriben, indeseados, a nuestros límites, /sentados en el mar/de nuestra vigilia permanente” (p.28).

Fajardo conlleva en sus textos un permanente y solidario amor por la poesía y sus encuentros, donde manifiesta con gran conocimiento el apoyo y admiración a la obra poética de escritores de distintas latitudes, en sus poemas y dedicatorias:

“Recorrimos las calles de Santiago/con la poesía de Andrés Morales/y Jaime Quezada, /para confirmar, una vez más, /que la literatura es un encuentro/donde ningún lugar es lejos, /para llegar hasta el territorio austral. / Chile es poesía intensa/con Pablo Neruda, Gabriela Mistral, /Nicanor Parra, Gonzalo Rojas, /Raúl Zurita, Juan Cameron…/Chile es grande en la voz de Víctor Jara, /Violeta Parra…/Chile mágico:/Todo Chile/ Franja Chile:/Territorio austral” (p.33).

“Ningún lugar es lejos”, marca el naufragio de la indiferencia del ser humano ante el dolor y la agonía, de manera tajante, abrumadoramente seguro de que la esperanza no muere, que esa insensibilidad quedará sepultada:

“Volvés a reamar:/ caricias en la medianoche, / me arrullo en tu cabello/ en el territorio del gozo, /antes que regrese el día, / para seguir amando, / contra la espera, / sin la distancia del sol, / en el deseo por la vida” (p.64).

Miguel Fajardo nos entrega una obra capital, muestra fidedigna de la madurez poética y humana del poeta. Un testimonio veraz de la certeza de sus creencias convertidas en poemas en encumbrado ascenso.

 El diálogo consigo mismo que transmite al lector, aniquila los demonios de la oscuridad, hace gritar el silencio de los abandonados, sepulta los vicios de los poderosos, convirtiendo esos anhelos, esos sueños en ráfagas de esperanzas clandestinas hoy, para revertir el mañana.

 La vinculación magistral que realiza con los ambientes naturales que conforman nuestros entornos, nos involucra en forma óptima en el discurso de sus temas inconfundibles, certeros y de profunda convicción, con nuestros más esenciales sentimientos que brotan de nuestras raíces.

“Las montañas recogen la mirada/con las pestañas de la ausencia. /Otean el resplandor, más allá /de los bosques y las mareas, / para evitar los naufragios. /En la cercanía del olvido/tiemblan las culpas encendidas, /después de todas las cenizas/que rechaza el mar/contra los veleros de la impunidad, /en el dolor de las travesías, /mar adentro, /en las islas acorraladas/por piedras y musgos” (p.61).

Este poemario inscribe el “ahora” eterno de Miguel Fajardo, que ha vivido y citado en todo el recorrido de su obra poética con la pasión y la vehemencia de una elevada conciencia humanista y solidaria que lo ha caracterizado. Una valiosa entrega a las hojas del Guanacaste eterno, este libro engrandece el caudal que el autor abrió hace ya varias décadas para la literatura costarricense.

Fuerte, profundo, hermoso y congruente testimonio nos ofrece “Ningún lugar es lejos”, donde el poeta Miguel Fajardo nos embriaga con la sustancia lírica de la poesía, al identificarnos con los espejos de la sabiduría, la solidez de la Luz en la esperanza y la fe, y la solidaridad plena por los desposeídos; fundiendo las cadenas para la libertad y la paz en el magno refugio natural de nuestra Tierra.

*Presentación interpretativa en la Feria del libro, Cañas, Guanacaste, Costa Rica, 29 -4 2022.

Lic. Miguel Fajardo Korea (Costa Rica)