Mario Cajina-Reina
Poe-Mario
de Mario Cajina-Vega
Ricardo Llopesa
Todo libro de Mario
Cajina-Vega (1929-1995) es una novedad, motivo de celebración, aunque de
antemano sepamos que lo hemos leído en algún momento del pasado. La escritura
de Mario respira el oxígeno de una realidad conocida. De obra breve, escribió
poesías y cuentos impregnados de la vida folklórica de su ciudad, Masaya, donde
nació y respiró, desde la distancia social que otorga el privilegio de la
sangre, el ambiente indígena de Monimbó. Fue el primero en trazar la caricatura
de Masaya, con su folklore, su marimba y sus procesiones, y detrás el rancho de
palma y la danza del indio.
Mario es la voz de un gigante
solitario entre la vocinglería de la época, muy próximo a tres contemporáneos
incómodos, Mejía Sánchez, Martínez Rivas y Cardenal, que le hicieron sombra a
sus innovaciones, en materia lingüística y temática. Cultuvó el arte de índole
indigena y popular. Por eso se apartó de la estética cosmopolita de esos tres
grandes poetas, refugiándose en su carácter crítico y criticón, en una sociedad
deshumanizada por el poder y el dinero.
Este Poe-Mario, de título
sencillo, pero no simple, juego de palabras aprendido en las aulas del
Centroamérica, resulta sorprendente por su desnudez. Es fruto del esfuerzo de
un masaya notable, Jaime Vega Luna, su sobrino y actual Vicepresidente de la
Fundación Andrés Vega Bolaños, y el esfuerzo de otro grande de Masaya, Enrique
Bolaños Gayer, que fue Presidente de Nicaragua, quienes son responsables de
esta magnífica edición, con tapa dura, bellamente ilustrada y editada en
colaboración con el Banco Central de Nicaragua.
Poe-Mario es un libro que se
hace imprescindible para hacer un recorrido de cuerpo presente a través del
poeta. En un poco más de 300 páginas, en formato grande, figuran páginas
desconocidas o descarriadas de sus libros, todos ellos dispersos. Hoy, por fin,
al menos en Masaya, podrán conocer de cerca las caras de este gran poeta
polifacético. Su dimensión humana, con sus burlas y parodias de quien sabe que la
vida es sueño. Yo lo vi por primera vez en casa de su hermano, Noel Sánchez,
cuando Noel se echaba tragos. Mario había llegado al cumpleaños de María
Eugenia. Yo tenía trece años y por primera vez percibí el olor a alcohol que
expiraba su cuerpo. Admiré su figura de blanco con el vaso de güisqui en la
mano, agitando los trozos de hielo. Pensé, para mis adentros, que un día olería
a él.
En verdad, una de mis primeras
lecturas fueron sus poemas en la Biblioteca Municipal de Masaya que existió
frente al parque central. Sus poemas, impresos en libros muy pequeños, pronto
me identificaron con mis antepasados de Monimbó. Lo conocí pocos años antes de
su muerte heroica, pero yo llevaba mucho de él. Al menos, su espíritu
disidente. Hoy, cuando lo leo, lo siento cercano. Es sincero. Combatió la
hipocresía de nuestra sociedad y el casiquismo, los dos quistes del hispanismo.
Su lectura me abrió el horizonte de mi sangre. Y aunque él no lo sintió, simuló
comprender la lucha y laboriosidad del indio.
Todo lo recopilado, en doce
secciones, reúne la poesía escrita por el poeta, la recopilada y la dispersa,
en un trabajo encomiable por rescatar y reunir su obra poética en un volumen.
La excepción son dos textos en prosa, El hijo (1973) y Prosario (1959-1990),
que son cuentos breves. Aquí figuran los siguientes poemarios: El hombre
feliz (1949-1951); Caballos para un capitán muerto (1953); Tribu
(1954-1983), su libro más conocido; Rodelas (1982-1991); San Jerónimo
ex voto (1982); Fe de erratas (1969-1974); Minigramas (1971-1992),
y Tres códices y una estela (1959-1995). A estos libros se agraga un
apartado final, el apartado doce, “traducciones / tradiciones”, una breve
muestra que traduce dos poemas de Paul Eluard, uno de Ferlinghetti, uno de
Mirabeau Bonaparte Lamar, uno de Elman, dos de Kavafir y uno de Edgard Lee
Master. El libro termina con una carta firmada y fechada en Masaya, el 20 de
mayo de 1992, que es una proclama de su independencia cultural y rechazo al
frente sandinista, como antes lo hizo contra la dictura liberal encarnada por
la familia Somoza. No puede negar su filiación conservadora.
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