Adela Castillo
Crónica desde España
LUZ Y COLOR EN LA
PINTURA
DE
ADELA CASTILLO
Ricardo Llopesa*
Adela Castillo,
siempre mágica y siempre sorprendente, tanto ella como sus cuadros, presentó lo
último de su obra, como en años anteriores, en el Salón de Plenos del Ayuntamiento
de Puebla de Don Fadrique, presidido por su alcalde, Mariano García Castillo.
La exposición se abrió al público, el pasado primero de agosto de este año,
2014, en un acto solemne, donde hubo de todo, vino de honor y brindis. La
pintora lucía bella, llena del esplendor que da a sus telas. Volvía a su
pueblo, donde nació, repleta de la sensibilidad de sus cuadros. Su obra es
poesía, son líneas de escritura salidas de su alma, a través de calles,
rincones, callejones en silencio que transmiten paz.
Vive en Granada, la ciudad del arte.
Ha traído consigo unos bodegones modernos, que nada tienen que ver con aquellos
surgidos de la fruta sobre la mesa. Los suyos rompen los moldes clásicos, son
copas vacía, vidrios transparentes, que hacen contraste con objetos afines,
como libros, velas, cubiertos, cuyo trasfondo atraviesa el cristal, hasta más
allá o lo que hay detrás, produciendo una exquisita sensibilidad en el tacto de
las cosas.
Adela es pintora de sensibilidad. El
público quedó fascinado con un cuadro de donde brota un chorro de agua, que
parece real. Su pintura es realista, así la define la artista. En aquel salón,
donde el diálogo y la conversación invadían el ambiente, estaba contenido el
corazón de Puebla de Don Fadrique, con su tejas, sus jardines, sus casas y la
vida que encierra, apenas sugerida en los cuadros.
El pueblo es dinámico, cordial, un
pueblo en movimiento, su gente es laboriosa y muy, muy simpática. En el bar
comí unas papas que eran manjar, porque la tierra de Puebla de Don Fadrique es
suelo de la vega granadina. En octubre celebran la Feria del Cordero Segureño,
otro de los manjares de la tierra y, según el alcalde, el año pasado el pueblo
devoró 36 corderos en hora y media. Todo un record del buen paladar.
Esa es la tierra que preside la
elegancia de una pintura del realismo español, que vive en Granada, donde tiene
su taller y pinta el paisaje de la Alhambra, el Generalife, el barrio gitano
del Sacromonte, la luz y el color de la ciudad encantada, que ella representa
envuelta en la magia de los colores. Su última exposición, con este lujo de
realismo andaluz, fue comprada al completo por un marchante extranjero. Sin
lugar a dudas, la obra de Adela puede cotizarse en el futuro a precio de oro.
Como la Minerva de Fideas, tallada
en oro macizo, Adela Castillo es la mejor exponente de la pintora en la
historia de Puebla de Don Fadrique. Su pintura, expresiva y llena de ternura,
arranca de la realidad, de su propia naturaleza y gira en torno de su
sensibilidad; pero es su sexto sentido, el ojo mágico de la emoción, quien la
transforma en lienzo.
Si de alguna manera hay que
definirla sería conveniente dicir que Adela Castillo es una gran artista de la
pintura española.
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