HUGO
DAVID BARBAGELATA
MIS TRES MAESTROS
3. HUGO
DAVID BARBAGELATA
(Montevideo,
1887-París, 1971)
Por
Ricardo Llopesa
Era alto, flaco, elegante, vestía
impecable traje azul y corbata bajo su pelo blanco y cortado al gusto de la
moda, lo que le daba el aspecto de noble. En realidad era hombre de letras. Lo
conocí en casa de mi nuevo amigo, Luis Felipe Ibarra (1890-1977). Corría el año
1966, en París, lo que quiere decir que ellos rondaban con buena salud y
extraordinario dinamismo los 75 años Fue una reunión que Ibarra había
organizado en su casa, que a la vez era el Consulado General de Nicaragua en
París. Entre otros invitados, estaban los escritores franceses Marcel Batallon
y el académico Jean Cossu, el poeta ecuatoriano Jorge Carrera Andrade y el
historiador Barbagelata, que era un jubilado de la Sorbona, donde había sido
profesor y uno de los mejores especialistas sobre su paisano Artigas.
Por entonces aun quedaban dos
personajes conocidos en los ambientes literarios latinoamericanos quienes
revivían la memoria de Rubén Darío. Uno era Alberto Zérega Fombona, que se daba
el lujo de vivir en una habitación del Hotel Lutecia, en el corazón del Barrio
Latino, sobre el que dijo el colombiano Germán Arciniegas: “En mi tiempo, quien
se mostraba señor en el Café del Lutecia era el venezolano Alberto Zérega
Fombona. No sólo conocía a los criados, que le guardaban la botella de vino,
sino que, se decía, era de los propietarios del hotel. Zérega llevaba años de
vivir en París. Él mismo era una institución. Hablaba siempre con un fondo de
misterio y nos dejaba creer que había conocido a Darío, Lugones, Herrera y
Reissing en sus días de París” (Arciniegas: “París, Lutecia”, El Tiempo,
Caracas, 10 de julio de 1997). El otro, era el cronista nicaragüense Eduardo
Avilés Ramírez, heredero de las crónicas de Gómez Carrillo, que sentía el
orgullo de haber posado su mano de niño sobre la frente del gran poeta, poco
antes de morir. Y no digamos el cónsul Ibarra, hijo del maestro que en la
infancia enseñó la poesía a Rubén Darío.
Vivía Barbagelata en el número 20 de
la calle Coronel Moll, detrás del Arco del Triunfo, en una casa enorme que le
quedaba grandísima para él solo, con las paredes cubiertas de libros, por todas
partes, hasta en los rincones menos esperados que llegaban hasta el techo. Todo
vitrinas de vidrio y más estanterías de libros.
La primera vez que fui a su casa
quedé sorprendido. Su gran pasión era Artigas, José Gervasio Artigas, una de
las grandes figuras de la independencia de América, centro de sus
investigaciones. La tarde que le visité por primera vez, en 1967, me dedicó una
pequeña publicación reciente, titulada: Universalité actuelle de la renommée
d’Artigas, editada en París, por Les Edition “France-Amérique, 1966.
Al ver mi curiosidad por otras
publicaciones suyas, escribió de su puño y letra otra bibliografía importante
entre tanto libro publicado: Frontières, contribución à l’étude du droit
international American (París, 1911); había dirigido la revista Biblioteca
Hispano-Americana (París, 1920); dado a luz Artigas y la revolución
americana, con prólogo de José Enrique Rodó (París, 1914), y La novela y
el cuento en Hispanoamérica (Montevideo, Talleres Gráficos de Enrique
Minguez y Cia., 1947
Pero aún podemos remontarnos más
atrás de estas fechas. En el libro del escritor peruano Manuel Ugarte, Las
nuevas tendencias literarias (Valencia, F. Semper, 1908), se anticipa a la
publicación posterior del texto que sirvió de prólogo a las Páginas
sudamericanas (Barcelona, Sopena, 1909), de Barbagelata, donde escribe:
“Los artículos sesudos y meditados, que al ser reunidos en este tomo adquieren
no sé qué complicidad estrecha, tienden a difundir casi siempre la convicción
de un triunfo colectivo; y los temas históricos están tratados con cierta
amplitud de miras que les hace salvar los límites del lugar en que fueron
expuestos para transformarse en páginas dignas de interesar a todos (…). Por
eso es por lo que me parece que el libro será leído con gusto en la América
Latina, y por eso es por lo que saludo a mi amigo Hugo D. Barbagelata con una
palabra cordial: Macte animo (manténgase firme)”.
Pero el libro que dio origen al
largo camino de Barbagelata, a través de la historia y su investigación, fue El
centenario de la Reconquista, publicado en Montevideo (Imprenta Rural,
1906). Yo le conocí sesenta años después. Me habló de la carta-prólogo de Rubén
Darío a su tercer libro, Bolívar y San Martín (París, Pierre Landais,
1911, 96 pp.), cuyo texto reproducimos tomado de Prólogos de Rubén Darío (edición
de José Jirón Terán. Managua, Academia Nicaragüense de la Lengua, 2003):
París, 6 de junio, 1911
Señor don Hugo D. Barbagelata1
“Mi distinguido amigo:
Con gusto he leído sus
páginas sobre Bolívar y San Martín. Estudia usted con plausible entusiasmo y
con simpatía, esas admirables “vidas paralelas” de los dos más grandes
hacedores de patrias hispanoamericanas. Le felicito con toda voluntad. No son
muchos los que hoy en nuestras repúblicas se dedican a las labores históricas,
sobre todo a la presentación imparcial de las máximas figuras dela
Independencia. Usted tiene el don del trabajo meditado y conciente y un afecto
cordial y un interés moral que se extienden sobre todos nuestros países
americanos. Usted piensa serio y escribe probo, con esa “honradez serena” que
un escritor del renombre de nuestro amigo Manuel Ugarte le ha reconocido. Su
reciente estudio Frontiéres, contribución al estudio de la historia del
Derecho Internacional americano, que ha recibido la aprobación de sabios
europeos como el Profesor Renault y Monsieur Anatole Leroy-Beaulieu, demuestra
honrosamente hasta donde han llegado en plena juventud, su dedicación y su
comprensivo talento.
Prosiga usted, en sus
tareas, para bien de la cultura de su patria y de nuestra cultura
hispanoamericana. No puedo menos que repetirle el Macte animo que
autorizada le ha dirigido; y quedar de usted atento servidor y afectísimo
amigo.
Rubén Darío.
Pero como hay respuesta a toda
pregunta, aquí ofrecemos la carta de solicitud que envió Barbagelata a Darío
(Jirón Terán, 2003: 196).
Paris, a 3 de junio de 1911
Señor Don Rubén Darío
París
Señor y amigo de todo mi aprecio:
Adjunto a la presente,
recibirá Ud. los originales de un trabajo sobre Bolívar y San Martín, trabajo
que, con más tiempo y mayor acopio de datos publicaré quizá, algún día en una
obra que trataré sea digna de ambos héroes.
Las páginas que hoy
ofrezco a Ud. y que mañana ¾si
Ud. accede a mi pedido¾
ofreceré a los lectores con algunos párrafos suyos que hablen una vez más en
pro de su bondad y de su talento indiscutibles, verán pronto la luz pública por
dos motivos: 1º. porque así lo quiere un grupo de buenos amigos míos; 2º.
porque deseo, a mi vez, tener el placer de presentar a Venezuela, para la época
en que celebre con fiestas fraternales el Centenario de su Independencia, un
pequeño homenaje de un compatriota hispanoamericano que desde niño miró con
simpatía infinita, desde su Uruguay inolvidable, todo lo que tuviese atingencia
directa con la unión de las tierras que Bolívar y San Martín recorrieron en sus
corceles de vencedores.
Con gracias
anticipadas, queda de Ud. afmo. S.S.
Hugo D. Barbagelata.
Me movió la curiosidad de conocer a
Barbagelata por su amistad con Rubén Darío. Lo conoció en un café del Barrio
Latino, donde Darío bebía en compañía de unos jóvenes poetas, en 1911. El gran
poeta le ofreció un banquete, que nunca cumpliría, debido a su amistad con
Rodó. Los recuerdos de Barbagelata son muchos y anecdóticos, pero me resulta
imposible llegar a ellos porque mi formación literaria de entonces adolecía de
conocimiento, principalmente de aquellos nombres de escritores relevantes. Me
mostró cartas de Rodó, de Darío, que se habrán perdido. Lo que nunca olvidaré
son sus consejos de estudiar dieciséis horas al día porque él se imponía esa
norma de voluntad para alcanzar el dominio del saber. Él pensaría en su
interior que yo iba para escritor, porque sus buenos consejos iban dirigidos a
alguien que está formándose para ello. Pero yo sólo había llegado a Francia a
aprender francés para leer a Víctor Hugo. Barbagelata me recomendó la Sorbona,
donde él había sido profesor de Historia.
Otra tarde, mientras hablábamos de
historia, tema que yo dominaba mejor que el de Rubén Darío y la literatura, me
prometió regalarme un libro de sobre Artigas, por el que mostré interés. Pero
el libro tenía que pedírselo a un amigo, a quien se lo había dedicado. Fue tan
amable en sus palabras, tan pulcro y elegante, que me preguntó si no me sabía
mal recibir el libro dedicado a otra persona, pero él haría lo posible por
conseguirlo y entregármelo en las mejores condiciones, incluso después de
recortar la dedicatoria con una tijera para luego dedicármelo.
La tarde convenida llegó.
Barbagelata me abrió la puerta de su casa con el libro en la mano. Luego me
hizo pasar al salón de su casa con mucha cortesía, indicando el camino con la
mano derecha y caminé entre aquellas dos paredes del pasillo repletas de
libros. Había libros por toda la casa. No había un solo espacio en blanco
donde pudieran verse las paredes. Las
vitrinas encristalas parecían estar hechas a su justa medida por las manos
expertas de un buen carpintero.
Barbagelata solía sentarse en un
sillón de respaldo recto y alto, posiblemente hecho a su medida, porque él era
alto y flaco, con traje azul y corbata, donde parecía un emperador, enjuto y
erguido.
Me parecía que yo no era digno de
aquel trato atento por parte de un señor tan célebre que se tomaba la molestia
de levantarse de su sillón y venir al mío, para hacerme entrega de su libro. Me
explicó que era la segunda edición de 1949, publicada por la Librería Armand
Colin. Yo me sentí embargado de la emoción que producen los grandes escritores.
En aquel momento sentí el deseo egoísta de convertirme en escritor sentado
frente a la gloria de Barbagelata. Al despedirme, sus palabras eran siempre las
mismas: “Lea usted dieciséis horas al día”.
Barbagelata pertenecía a la primera
generación de escritores latinoamericanos que llegaron a París entre 1900 y
1910, seducidos por el glamour, la gloria de sus escritores y todo lo que
derivó de la Exposición Universal de 1900. El grupo de selectos estaba formado
por Enrique Gómez Carrillo, Rubén Darío, Alejandro Sux, Amado Nervo, José María
Vargas Vila, José Santos Chocano, Francisco contreras, Rufino Blanco Fombona,
los hermanos Francisco y Ventura García Calderón, Manuel Ugarte, Joaquín
Edwards y Hugo David Barbagelata. Además, llegaron pintores, dibujantes, escultores y artistas que se sintieron
seducidos por los encantos y la modernidad de la Ciudad Luz.
La revista Mundial Magazine vio la luz
en París, en mayo de 1911. Su origen data del dibujante Leo Morelo, quien, por
sugerencia de Alejandro Sux, nombró director literario a Darío, siendo Morelo
el director artístico y Sux, el secretario. La revista resultó ser una obra
artística. Fue patrocinada por los hermanos Alfredo y Armando Guido, dos
empresarios hermanos, de nacionalidad uruguaya, que vivían en París.
A esta revista se uniría otra,
dirigida al público femenino, de clase alta, Elengance, también dirigida
por Darío y Morelo.
En este punto encontramos la
intervención de Barbagelata, en una carta de Armando Guido dirigida a Darío,
proponiéndolo para el cargo de responsable de la sección de crítica de libros de historia.
Paris, 27 Mars 1911
6, CITÉ PARADIS (Xme)
Monsieur Ruben DARIO
4, Rue Herschel
PARIS
Muy señor nuestro,
Como suponemos que
“MUNDIAL” contará con una sección permanente de historia americana y como
ignoremos si Vd. quiere ocuparse de la misma, nos permitimos manifestarle que
tenemos intérès en que Vd. encargue dicha sección à nuestro compatriota y
particular amigo Don Hugo D. BARBAGELATA, cuyos trabajos históricos conocidos
han tenido, como puede justificarlo, buena aceptación en España y en America.-
El Señor BARBAGELATA
que es un sincero admirador de su talento de Vd. se encargará pues, caso de que
Vd. acepte nuestra propuesta, de la critica de los libros de historia que
lleguen a la redacción de “MUNDIAL” y colaborará en dicho periodico sobre temas
relacionados con su cargo al lado de los otros autores que al parecer del Señor
DARIO, deberán colaborar a nuestra empresa.-
Quedamos de Vd. afmos
S. S.
“MUNDIAL”
L’un des
administrateurs
Armand Guido.
Por alguna razón, Barbagelata
emprendió un viaje a su país, Montevideo, con el encargo de Rubén Darío de
hacer suscripciones de la revista y solicitar la colaboración literaria de
escritores de la talla de José Enrique Rodó, Luis Zorrilla de San Martín, Julio
Herrera y Reissing y Julio Larena Joanicó. El resultado de los sondeos lo envió
Barbagelata desde Montevideo.
Montevideo, a 7 de Noviembre de 1911
Señor Don Ruben Darío,
Paris.
Estimado señor y amigo:
Van hoy para Vd., con
mis mejores saludos, las primeras noticias de mis gestiones a favor de
“Mundial”. En lo que se refiere a las suscripciones, le diré que ellas aumentan
aquí día tras día, porque el público acoge todos los ejemplares simpáticamente.
Muchos lectores, sin embargo, aseguran que algunos de dichos ejemplares carecen
de buen número de colaboraciones pertenecientes a firmas de fama indiscutible,
tanto en España como en América. Mas, fuere de ello lo que fuere, lo cierto es
que “Mundial” progresa y que progresará siempre.
Para fin de año pienso partir, de nuevo, para
Paris. Llevaré, entonces, en mi balija, las colaboraciones que Vd. y los
hermanos Guido me pidieron antes de alejarme de esa.
Sé que el señor Rodó le ha remitido
directamente su ¿?? para el número de Noél.??? En cuanto a Luis Zorrilla de San
Martin, le advierto que, por el momento, no enviará colaboración alguna. Las
que yo le mando hoy por correo pertenecen al malogrado poeta uruguayo Don Julio
Herrera y Reissig y al señor Julio Lerena Joanicó, á quien el señor Guido pidió
en París algún trabajo para su revista. Las colaboraciones de Herrera y Reissig
me fueron cedidas por su viuda la señora Julieta de la Fuente de Herrera y
Reissig, que tiene su domicilio en la calle Daymán 192 (Montevideo) (1). Excuso
manifestarle que las páginas de Herrera y Reissig son inéditas casi en su
totalidad. Solo algunas poesías se han publicado ya, aunque sin la mano de
pulimento que les dió, meses antes de morir, su exquisito autor.
Con la atención de
siempre, se repite de Vd. afmo SS. y colega
Hugo D Barbagelata.
(1) Doy los domicilios para los efectos del pago
de las colaboraciones que se publiquen. El Doctor Don Julio Lerena y Joanicó
vive también en Montevideo, en la calle Costituyente, Nº 192.
En un tarjetón del Diario
Independiente El Tiempo, de Montevideo, Barbagelata escribe nuevamente a
Darío.
Montevideo, Dbre. 22 de 1911
Señor Don Rubén Darío
Estimado amigo:
Le adjunto la colaboración que me ha solicitado para “Mundial”. Como
verá, es un trabajillo algo largo que, probablemente, será necesario publicar
en dos veces.
Habiéndome escrito el
Sr. Leo Merelo, con fecha 11 de Agosto ppdo, pidiéndome también colaboración,
así como un recibo por la suma en que juzgase tasado mi trabajo, le adjunto
también a Vd. ese recibo, autorizándole por ésta a verificar su cobro en París.
Sin otro motivo y
rogándole disculpe la molestia que le causo, le saluda afte, deseándole un buen
viaje y muchos triunfos,
H D Barbagelata.
Víctor Pérez Petit (1871-1947)
dirige una carta a Dubén Darío, de fecha 26 de febrero de 1912. Era Pérez Petit
director del diario El Tiempo, de Montevideo, conocido novelista,
dramaturgo y crítico que ocupa cargos públicos relevantes, presidente de la
Sociedad de Autores y miembro Correspondiente de la Academia española. Con Rodó
había fundado, en 1855, la Revista Nacional.
Por la carta, un tarjetón con
membrete de El Tiempo, sabemos que le envió un segundo volumen de su
obra teatral. También sabemos que Barbagelata salió del Uryguay aproximadamente
en el mes de enero. Pues, Pérez Petit reclama a Darío el artículo titulado
“Manifiesto a la juventud literaria de América” que le entregó personalmente en
mano al señor Barbagelata antes de salir del Uruguay.
“Víctor Pérez Petit
saluda afectuosamente a su viejo amigo Rubén Darío y le envía un ejemplar de su
último libro (Teatro, 2t.) esperando que tendrá la fineza de decir algo sobre
él en su hermosa revista “Mundial”. Y, a propósito, el amigo Barbagelata llevó
para dicha revista un artículo rotulado “Manifiesto a la juventud literaria de
América” del q[u]e suscribe: ¿ha sido de su agrado?
Montevideo, Febrero 26
1912.
En el siguiente tarjetón de Barbagelata
a Darío, sin fecha, se interesa por el pago del artículo a Pérez Petit. Pero el
motivo principal de la comunicación consiste en el recibo de la obra del poeta
uruguayo Ángel Falcó.
Martes
Estimado señor mío:
Estuve el otro día en
su casa, no habiendo tenido la suerte de hallarlo en ella. Mi visita fue
motivada por el arribo a mi mesa de trabajo de una nueva producción del poeta
uruguayo Ángel Falcó. Además, deseaba yo saber —y aún hoy lo deseo— qué respuesta debo dar
al señor Don Víctor Petit, que me ¿?? caballerescamente un recibo por valor de
trescientos francos.
A la espera de sus
gratas órdenes, y sin más que comunicarle, se repite afmo. S. S. y amigo
Hugo D. Barbagelata.
Tarjetón que Barbagelata dirige a
Rubén Darío, fechada en París, 20 de abril de 1912, a siete días de emprender
(27, abril, 12) la célebre Gira de Mundial Magazine, que fue presentada
en Barcelona, Madrid, Lisboa, Río de Janeiro, Sao Paulo, Montevideo y Buenos
Aires, hasta su regreso a París, el 12 de octubre del mismo año.
Esa es la razón por la que
Barbagelata sugiere a Darío que no busque la obra del poeta uruguayo Juan
Zorrilla de San Martín, comprendiendo la proximidad de la gira.
HUGO D. BARBAGELATA saluda
Con atención al Señor
Don Rubén Darío y le agradece sinceramente sus líneas de ayer. Le advierte,
además, que ya no iré a su casa en busca de la obra que le pedí del Sr-
Zorrilla de San Martín, porque le consta que el director de “Mundial” paratirá
de París el 25 del corriente, debiéndose hallar por lo tanto muy ocupado con
sus preparativos de viaje.
París, 20/4/12.
La carta de fecha 3 de julio de
1912, sin fecha ni datos, pero escrita en Montevideo y entregada en el hotel
donde se hospeda Rubén Darío, su autor es Francisco C. Aratta, amigo personal
de Herera y Reising, de quien Amatta sabe mucho y desea comunicarle a Darío
esos secretos, puesto que tiene que preparar un conferencia, la única que dará
en el Uruguay.
Rubén había llegado a la República
del Uruguay el 28 de junio y se marchó a Buenos Aires el 7 de agosto. La
conferencia sobre Herrera y Reissing la pronunció el sábado 27 de julio (24
días después de la carta), en el Teatro Urquiza, a las 7 de la tarde. Pero
resultó un fracaso, debido al mal estado físico del poeta y su escasa voz, que
apenas llegó al público.
Montevideo Julio 3 1912
Señor Rubén Darío:
Glorioso poeta- Todos
le hablarían aquí de Julio Herrera y Reissig, sobre quien Ud. piensa??? hablar,
pero nadie ni la misma viuda, conoce tanto la vida intima de Julio como yo, que
por??? quince años, fui su hermano de arte de ¿??, de bohemia compartiendo el
pan y la alegría, confiándonos las intimidades más recónditas.
Para su conferencia le
puedo proporcionar (y lo hago gustoso) datos reservados, revelaciones que harán
que la América glorifique más a aquel que era
¿?? por el alma hermosa llena de sol
¿??, por el Arte??? llevado a una exquisita?? sensación que pocas han
llevado a su culminación heroica, como Julio. No puede quedar en lo oscuro una
parte de la vida de Julio: no puede continuar, todavía en su muerte, la infamia
de que quede sin un busto siquiera del poeta un Parque Público: allí en plena
Naturaleza, donde Julio se embriagó de sol, de ??? de ¿??, como si bebiera á
¿??, un único ¿?? ¿??, sí hubiese Ud. conocido a esta alma inmensa de poeta.
Volveré para preguntar
en el hotel a qué hora Ud. me recibe: estoy??? a sus órdenes todos los días de
10 a 12 de la mañana y de 4 a 7 de la tarde: indíqueme una hora ¿?? de esta
hora para conversar de Julio.
Le mandé para Mundial
un cuento por intermedio de Barbagelata: ¿lo recibió Ud.? Su amigo S S
Franciso C. Aratta.
Esta es la última carta donde hemos
podido encontrar nexos entre Rubén Darío y Barbagelata. Fue escrita en La
Habana, el 3 de junio de 1913, un año antes del cese de Mundial (agosto
de 1914). En ella, Antonio Miguel Alcover reclama una crítica para un libro
suyo enviado a la dirección de la revista, donde implica a todos los
componentes.
Por correo insiste y vuelve a mandar
otro ejemplar porque para él es un honor tener un comentario de Mundial.
Y, nuevamente, reclama a Darío una crítica o, en su caso, “un juicio por carta,
me bastará, y lo agradeceré mucho”.
Habana, Junio 3/ 913
Sr. Rubén Darío
133, rue Michel Angel
– Paris –
Muy distinguido Señor:
(¿?) favorece su
atenta esquela, sin fecha, en la que, contestando a postal que me permitiera
dirigirle, me dice que “Mundial” no tiene sección fija de notas bibliográficas,
por cuya razón no debe extrañarme el silencio respecto de mi folleto Los libros
de producción latino-americana.
Me permitirá Vd. que
le rectifique, diciéndole que, casi regularmente, aparece en la última página
de “Mundial” una sección intitulada “Libros recibidos”, aparte de las notas y
aun artículos especiales, dedicados a libros de favorecidos autores.
Como creo haber dicho
a Vd. en mi postal, no pretendo reclamo para mi referido opúsculo, ya que no he
comerciado con el mismo, pero sí me produjo cierta contrariedad el silencio
absoluto que se reservó para mi folleto; silencio que yo quise atribuir —posiblemente equivocado— a que alguien,
encargado en su ausencia de la redacción de “Mundial”, se sintiera aludido en
determinadas apreciaciones contenidas en mi ya dicho trabajo.
Hoy mismo tengo el
gusto de poner en correos otro ejemplar, dedicado y dirigido a Vd., que espero
aceptará como debilísimo homenaje de admiración y simpatía. Queda Vd. relevado
de todo compromiso de hacer referencia alguna desde las páginas de “Mundial”;
resultaría extemporánea y hasta se estimaría demandada. En todo evento, su
juicio por carta, me bastará y lo agradeceré mucho.
Repito á Vd. que
dirigí ejemplares de mi folleto, por conducto de la Casa de “Mundial”, a los
señores Hugo Barbagelata (¿?), Alejandro Sux, E. Gómez Carrillo, Charles Lesca
(¿?), Leopoldo Lugones, Rufino Blanco Fombona, sin que ninguno de estos señores
me haya significado haberlo recibido. ¿No resultó esto tan raro como el
silencio de “Mundial”? Me permitirá Vd. que, en tanto una convicción no me
aclare el enigma, siga en la sospecha de que alguien, ahí dentro, declaró la
guerra a mi pobrísimo fruto. Mejor habría querido que se la declarara
abiertamente, francamente, destruyendo mi propósito y declarándome un
“grafómano” inaguantable.
Perdone Vd. que le
haya distraído, y ordéneme como guste. Suyo atto. s.s. y admirador,
Antonio
Miguel Alcover
A continuación reproduzco tres
cartas inéditas, que Barbagelata me envió desde París, una a Grenoble y las
otras dos a Valencia, adonde llegué para cumplir la promesa que le hiciera al
cónsul Luis Ibarra, quien quería que conociera la ciudad más bonita de España,
la más azul y más verde. Fue escrita en París y dirigida a Grenoble,
cuando estudiaba en la Universidad, data
del 23 de abril de 1967.
Mi joven colega:
Así lo califico
porque yo no he dejado de ser periodista
y porque estoy dispuesto a no abandonar la pluma hasta que la muerte me lo
impida.
Establecido eso, paso
a decirle que ignoraba lo de su repentino viaje, he aprovechado de este domingo
lluvioso para contestarle, desde el refugio de mi selva a su muy atenta carta
del 15 de los corrientes. No conozco el texto de las que Vd. califica “largas
cuartillas”. Pero, por el tenor de su carta, supongo que aquellas resultarán
exageradas respecto a mis modestos méritos de hombre de buena voluntad. Sea de
ello lo que fuere, paso a darle los datos solicitados. Ahí van. Conocí
personalmente al gran Darío allá por el año 1911, poco antes de que dirigiera
la revista MUNDIAL. La persona que me acompañaba en aquella inoportuna
entrevista fue conocida durante toda su vida por el seudónimo con el que firmó
sus artículos, o sea de Alejandro Sux. Sigo ignorando, mientras tanto, a qué
anécdota VD. se refiere. Los retratos tan amablemente pedidos están incluidos
en el mismo sobre de la presente.
Paso a decirle ahora
que, por recordar que en la cordial visita que Vd. me hizo mostró deseos de
conocer mi libro de “Histoire de l’Amérique Espagnola”, le envío un viejo
ejemplar del mismo, así como otro de mis plaquettes escrita directamente en
francés. Disculpe que ellas hayan sido usadas por otras manos. Son los únicos
ejemplares que hay vueltas a las manos mías por casualidad.
Que tenga Vd. éxito en
sus estudios de Grenoble son los deseos de su nuevo amigo, ya entrado en años,
q.e,afmente.s.m.
H. D. Barbagelata
Su segundo envío fue un tarjetón
escrito en París, el 26 de diciembre de 1967, a escasos dos meses de mi llegada
a la ciudad. Se trata de una invitación, escrita en el reverso.
“Monsieur Jacques CHASTENET de la Academia Francesa, Presidente de
FranceÁmerrique, le ruega de hacerle el honor de asistir a la Conferencia que
será pronunciada en el Comité France-Amérique, el jueves 19 de octubre de 1967,
a las 18:30 horas, en el marco de Reuniones Culturales organizadas por la
Embajada del Uruguay en París.
Bajo los auspicios y
la presencia del Excelentísimo Señor, el Doctor AURELIO PASTORI —Embajador del Uruguay— por el Señor Profesor
HUGO D. BARBAGELATA —Miembro de la Academia de Letras y del Instituto de
Historia y de Geografía del Uruguay—, con ocasión de la Conmemoración del Cincuenta
Centenario de la Muerte de JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
Comité France-Amérique
9, avenue Franklin-Roosevelt
PARIS-VIII
Al reverso de la invitación me escribe:
Estimado joven amigo y colega en ciernes:
Después de su partida
de París, tuve sólo ayer, en oportuna fecha, el gusto de recibir su tarjeta y
su carta con sus amables votos augurales, que agradezco y retribuyo. – Los
impresos con reproducciones de su labor periodística no llegaron nunca a mis
manos. Dejo de ello constancia al dorso de una invitación para mi más reciente
conferencia. Reitero gracias y repito lo que me parece haberlo dicho ya,
respecto a eso de “Gloria” y “Fama” con mayúscula: incredulidad.- A base de
salud y ayudado por su sano empeño y por su optimismo llegará Vd. a realizar
los proyectos de los que habla, así lo deseo al estrecharle francamente la
mano, H. D. BARBAGELATA.
La tercera carta, escrita a mano,
fue enviada a Valencia, el 25 de enero de 1968.
De mi aprecio:
Por la misma
distribución del correo francés del 18 de los corrientes, tuve el gusto de
recibir juntas sus dos cartas del 15 y del 17. Bien se las agradezco, así como
la generosa crítica biográfica que acompañaba a la primera. Claro que, por
modesto que se sea, satisfacen más recibir amistosas alabanzas que desagradables
misivas no provocadas. Por ello y porque en el corto trato personal directo
tenido con Vd. supuse descubrir sinceridad y buenas intenciones, me creo en el
deber de satisfacer su curiosidad, respecto a mi tan modesta como persistente
obra en pro de la unión espiritual de los pueblos de nuestra América al
presente bastante anarquizada.
Teniendo a la vista
carta y bolígrafo, paso a contestarle en orden seguido sus semi preguntas. Le
advierto desde ya que no desconozco por completo los nombres y algunas obras de
los escritores que Vd. cita junto a otros de mi generación más que diezmada.
Mucho me agrada no haya Vd. pasado por alto mi iniciación de periodista
combatiente y conocer sus augurios de que a mi edad no haya perdido mis deseos
de superación. A esta altura de mi vida, me satisface constatar (perdone el
galicismo) que sin ruidoso renombre ni reclamo alguno, mi “Historia de la
América Española” sigue siendo recomendada a los estudiantes de la Sorbona
de Francia en donde no existen textos oficiales para la enseñanza; así como que
en mi patria, mi “Artigas y la Revolución Americana” (en mi patria y en otras)
es libro considerado de historia comparada que sigue su camino sin mayores
tropiezos.
Va eso respecto a lo
pasado, aunque debió de pertenecer a tal período otro volumen que no ha visto
aún la luz porque, cuando estaba por terminarlo, otros dos libros relativos al
mismo tema tratado en el mío en cierne se publicaron en mi patria y en Cuba.
Sólo algunos de sus capítulos se conocieron en conferencias y en reproducciones
de revistas de América y de París. Le he destinado el título de “Ensayistas
de nuestra América”, sin preceder a ese título el artículo. Los otros dos
volúmenes me trabajan: uno in mente (novela histórica y no vida novelada) y
otro, y en parte conocido, repleto de personales recuerdos.
Termino así mi larga
carta, en la creencia de haber satisfecho sus cordiales deseos, no sino antes
reiterarle que, impulsado por sus buenas intenciones, ha sabido Vd. el
verdadero valor de mis honrados humanos méritos. Que siga Vd. en su sana tarea
de realizar sus proyectos con honradez, empeño e inteligencia son siempre los
deseos de su affmo. q.e.s.m.
H. D.
Barbagelata
P.S.- Cuando arreglen mi máquina de escribir, no tendrá Vd. pena alguna
en descifrar líneas escritas calomo currente como las presentes. HDB
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