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viernes, 13 de septiembre de 2013

LECCIONES DE LITERATURA ESPAÑOLA

Carátula de libro




LECCIONES DE LITERATURA ESPAÑOLA



Por Ricardo Llopesa




Hay libros que dejan huella. El escritor nicaragüense José Argüello Lacayo, que tiene tanto de sabio como de erudito, acaba de rescatar del olvido una parte importante de la obra titulada “Lecciones de Literatura Española”, de Santiago Argüello, el escritor amigo de Rubén Dario. El libro tienes dos destinatarios impresindinbles, además del lector, los profesores y los estudiantes nicaragüenses de bachillerato. El libro es alegre y anecdótico en todo su recorrido y despierta histerés a medida avanza. Yo recuerdo aquellas clases amenas que impartía el académico y doctor Enrique Peña Hernández, en el Instituto Nacional de Masaya. Eran alegres y anecdóticas.

De joven pensaba que la literatura española no servía para nada. Pero estaba en un error, porque de su fuente procede el pasado que nos ha llevado a ser lo que fuimos con nuestro gran Rubén Darío y, además, lo que somos, la manera de ir fragmentándonos hasta llegar a nosotros. Esa es la manera humana de contar del modernista Santiago Argüello, excelente prosista. Confieso desconocer estas “Lecciones de literatura española”, modesto, como tienen que ser las grandes cosas, pero gran libro que abre una ventana por lo breve y el acierto de cada uno de los temas. Nunca mejor dicho que lo bueno, si breve, es dos veces más bueno.

Tras su lectura he quedado sacudido por la emoción que produce tanta sencillez y precisión. Eso es estilo. Es el estilo modernista que supo sacarle provecho a la síntesis del lenguaje. Recordemos que Santiago Argüello (1871-1940) fue uno de los íntimos de Darío. Fue su continuador en Nicaragua. Argüello escribe como quien juega una partida de billar. Destaca aquello que somos capaces de intuir, sin el pretexto de encontrar ninguna razón, sino el encuentro con nosotros mismos, los lectores; aquello que somos capaces de percibir y comprender, siguiendo el método de despertar el ánima de nuestra creación y la memoria.

La selección que ofrece José Argüello Lacayo, seguramente pariente suyo, despeja la perspectiva histórica de la literatura española desde los orígenes de nuestra lengua, pasando por la figura guerrera del Cid; Alfonso X el Sabio, hombre de ciencia; Gonzalo de Berceo, introductor de temas religiosos; Arcipreste de Hita y su lexico abundante, lleno de esplendor; la novela de Don Juan Manuel; la poesía renacentista del Marqués de Santillana; Juan de Mena, introductor del verso de doce sílabas; Manrique y las coplas a la muerte de su padre; la Celestina y la novela inmoral; Boscán como introductor del verso de once sílabas y el soneto de corte italiano; el gran Garcilaso, que dio flexibilidad al verso; Gutierre de Cetina, sensual y erótico; Herrera, el Divino, hiperbólico, y Lope de Rueda, la luz en la escena.

La curiosidad de Santiago Argüello es similar a la búsqueda de aquellos hombres de letras del modernismo, donde una luz, una pluma flotando en el viento es una venatna más de observación. Sus fuentes de conocimiento son varias, Julio Cejador, el Padre Mariana y Menéndez y Pelayo, entre otros. Pero Santiago Argüello tuvo una perspectiva de visión más liberal que sus maestros en el momento de redactar estas lecciones magistrales, que ―según su artífice José Argüello― fueron publicadas en Guatemala durante los años 1935 y 36, y utilizadas para impartir enseñanza de literatura española en el Instituto Nacional de Guatemala, durante los años de exilio. Lástima que no se publicara la versión escrita sobre el glorioso Siglo de Oro que dio a Lope y Quevedo.

Desgraciadamente, Santiago Argüello se resistió a morir el mismo año de Rubén Darío, año de la muerte del pensamiento liberal con la llegada a Granada de los jesuitas y punto de partida del pensamiento conservador, que lo ha sepultado, a pesar de que su obra se mantiene viva y firme.

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