Rubén Darío
MONUMENTO DE PALABRAS A
RUBÉN DARÍO
Ricardo
Llopesa
Con eso de que se
acerca el primer centenario de la muerte de Rubén Darío, en febrero de 2016,
unos y otros andan afanados en eso de las letras, con el fin de recordar al
genio de la poesía. Esa situación la viví en París para el centenario del
nacimiento, a finales de 1966, cuando unos y otros preparaban el discurso
magistral. Aunque todas estas cosas son pequeñeces del ego, lo más importante
es cuando la persona ejecuta su voluntad y elabora la obra de arte.
Günther Schmigalle, el autor de
admirables ediciones críticas de Rubén Darío, ha emprendido el forzudo trabajo
de levantar él solo un monumento de palabras para adherirse a los homenajes que
recibirá el gran maestro del modernismo. Se propone editar una magnífica
edición de Los Raros, ilustrada, nada más y nada menos que con mil
doscientas notas a pie de página. Algo insólito en el mundo editorial y de la
edición crítica, sólo superado por el Quijote, de Rodríguez Marín, con más de
cuatro mil notas.
Los Raros se convertirá en la
única obra de Rubén Darío jamás superada por ningún estudioso en varios siglos.
Ignoro el tiempo que ha invertido el gran hispanista alemán, pero la verdad es
que ha construido una obra colosal. El libro de Darío lo es. Si las obras se
midiesen por metros, Los Raros es esa obra faraónica, similar al
monumento colosal de palabras, porque está levantado sobre el cementerio más
ilustre que hayan dado los siglos, cuyos sarcófagos siguen proyectando luz
sobre nosotros.
Mucho tendrá que haber luchado
Schmigalle para poner en claro ese enmarañado tejido de telaraña de la
ilustración europea, principalmente francesa, de finales del siglo XIX. A tanto
esplendor literario, el investigador alemán ha unido el esplendor crítico,
construyendo una obra paralela a la de Rubén Darío.
Cuando Schimigalle me dio la
noticia, me dejó sorprendido. Maravillado. Mil doscientas notas. Qué belleza.
Leer aquellas notas es como hacer un recorrido por la vida urbana del París de
ayer, alcanzar los bajos fondos, aquella bohemia pobre del bistrot y el barrio
Latino.
Yo le auguro al libro vida eterna.
Un homenaje, el mejor, al último genio de la literatura, que pronto, muy pronto
recobrará vida en el primer centenario de su muerte.
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