ARTÍCULO
EL TOBOSO
Por
Ricardo Llopesa
El Toboso es la
patria chica de Dulcinea, la tierra prometida de Don Quijote. Lo dijo Cervantes
en palabras que inmortalizaron su nombre: “vino a llamarla Dulcinea del Toboso,
porque era natural del Toboso”. Y El Toboso en la literatura universal es tan
importante como Verona, cuna de nacimiento de Julieta, la amada de Romeo, o
como Valldemossa lugar de peregrinación tras las huellas de Georges Sand y
Chopin.
Después de cinco siglos El Toboso
sigue siendo el mismo. Sus calles conservan la estructura que el Quijote
conoció la noche en que llegó por primera vez, con casas bajas, blanqueadas, y
calles empedradas y llenas de tierra. Es el santuario del amor, como Teruel o
Florecia, donde Dante puso su altar a su amada Beatriz.
El Toboso recuerda cada año la
figura y genio del autor del hidalgo caballero, Don Quijote de la Mancha, el
enamorado de la triste figura. Lo hace en unas jornadas que empiezan en abril y
acaban en mayo. La noche del 30 de abril, después de la cena, las Amas de Casa
celebran la llegada del mes florido de las rosas. De la iglesia salen cantando
canciones a la virgen, que llaman “Los mayos”. Visitan a las autoridades,
quienes les brindan un refrigerio, se detienen en altares y así recorren el
pueblo, lleno de una multitud. Al día siguiente dan comienzo las “Jornadas
Cervantinas”. Una fiesta grande en la que participa todo el pueblo.
Jovenes y mayores se organizan en un
gran teatro que se divide en grupos y son tan profesionales como los actores
del María Guerrero de Madrid. El Quijote es su tradición, pero lo han
convertido en teatro para su escenificación. Se representan por las calles, al
aire libre, en parques y plazas, arropados por el pueblo y los turistas, que
sigen el cortejo de músicos, que animan la representación.
Los entremeses clásicos alternan con
creaciones actuales, como una variación del tema. Se incluye la cocina, los
platos típicos que dan orgullo al pueblo. Las “gachas” hechas con harina de
garbanzo; los “duelos y quebrantos”, y las famosas “migas”, que son migajas de
pan, todos a base de chorizo y cerdo.
El Toboso es bello como Dulcinea. El
carácter del pueblo recuerda el humanismo del Quijote y el humor de Sancho.
Hijos del realismo del Quijote, es un pueblo alegre y risueño, asentado sobre
una mina de oro. Según palabras de su alcalde, D. Marciano Ortega Molina, el
pueblo es el responsable de la limpieza de las calles y fachadas de las casas.
Una postal blanca en el corazón de Toledo, que bien merece el título de
Patrimonio Histórico de la Humanidad.
Como Verona o Teruel, Valldemossa o
Florecia, El Toboso es una cuna escrita en palabras de oro para la eternidad.
Se conserva la vieja casona de Dulcinea, con el dormitorio familiar y un enorme
pino milenario, junto al pozo. Y como no podía faltar el recuerdo del ilustre
pretendiente, se encuentra el Museo Cervantino, donde se guarda el Quijote más
grande del mundo, un libro descomunal de 700 páginas, escrito por manos
titánicas, a lo largo de diez años, de más de dos metros de alto, por más de
uno de ancho. Así es El Toboso.
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