Gabriel García Márquez
Artículo
GARCÍA
MÁRQUEZ
Por Ricardo Llopesa
Hemos tenido el privilegio de ser testigos de la
muerte de Gabriel García Márquez; hemos sido los primeros en conocer su obra,
por aquellos años cuando se puso de moda "Cien años de soledad". Un
libro espeso y lleno de esplendor.
Yo vivía en un habitación de la residencia de
estudiantes, ubicada en la colina del Rabot, desde donde podía contemplar, como
en una postal, el río Isêre, y más allá las tejas de grafito negro de Grenoble.
Detrás tenía la nieve de los Alpes coronados de nieve. Era el año 1967 y había
comprado la novela.
Después de cenar, a las seis de la tarde, empecé a
leer, con la idea de avanzar la lectura que continuaría al día siguiente. Las
horas fueron pasando, las siete, las diez, las doce. Era la medianoche, y tras
cada página y capítulo, la trama de interés se apoderaba de mi interés, dieron
las tres, las cuatro, las páginas más áridas, y cuando salí de aquella aridez,
llena de trampas literarias, en forma de tramas, me sentí tentado de seguir una
vez vencido el sueño. Me dieron las seis, las siete y a eso de las nueve de la
mañana llegué a la última página. ¿Qué maravilla!
Aquella experiencia fue extraordinaria. Detrás de
sus páginas veía andar a mi abuela con las venas de tabaco en la mano, hacer un
montoncito y hacerlas arder para ahuyentar a los zancudos. Mi infancia saltaba
a cada paso. Era el dibujo de aquella América nuestra herida por el progreso.
Hoy ha muerto García Márquez, un día jueves santo,
diecisiete de abril de 2014, en Ciudad México. Las campanas de las iglesias del
mundo castellano, que reza a Jesucristo, suenan a dolor. Tin-tán. Mañana lo
hará el golpe seco de las matracas, anunciando que García Márquez está tendido
sobre el suelo. Se ha ido en abril, el mes de la Poesía, cuando Shakespeare y
Cervantes eligieron el mes de la primavera.
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