Alexis Gómez Rosa, República Dominicana
PRIMER PARTE
¿Cuáles características definieron su formación literaria?
Como hijo de la generación del 60, toda nuestra cosmovisión del mundo en relación con la literatura y la realidad que la sostiene se produjo “sobre la marcha”. (título del primer libro de poemas de Norberto James que, a la vez, refleja la una de las características más visible de la época: la improvisación). En el bachillerato, con los amigos que posteriormente me acompañaron en el proyecto literario del grupo La Antorcha, fui definiendo gustos y afinidades de una vocación que con los años ha cobrado perfiles muy particulares en su ramificación y complejidad. Yo te diría que comencé a hacer camino al andar intercambiando libros, discos, nombres; visitando las vacas sagradas del parnaso: poetas mayores de menor cuantía y, en ese largo camino de búsqueda insaciable y sed infinita de un ideal de belleza, fui consolidando mi formación artístico-literaria entre los huecos y desatinos de una gran insuficiencia.
Bueno, has escrito fundamentalmente poesía; ¿pero has tenido algún acercamiento a otro género literario?
Sí. He trabajado narrativa y crítica literaria y de arte. Publiqué algunos ensayos en periódicos y revistas del país y del extranjero: los ensayos de una imposición académica. Recientemente obtuve el primer lugar de un concurso de cuentos auspiciado por la Secretaría de Cultura con el tema del béisbol, titulado: “The real thing”.Tiempo después, poco tiempo después, obtuve premio en el Concurso de FUNGLODE con el cuento “Oir y nada decir, una mañana”: los cuentos de un mal endémico. Allá en el barrio todos eran cuentistas.
Participé con dos relatos que forman parte de mi libro Mesa culpable: una obra en la que vengo trabajando desde mis días niuyorquinos y que, al igual que la poesía, no busca hacer concesiones a un gusto huero y acartonado.
¿Con qué género literario se siente más cómodo escribiendo?
Para mí el trabajo de literatura es uno sólo. Por ser un acto de lenguaje no establezco mayor diferencia entre hacer poesía o cuento; analizar un hecho o formular tesis desde el ensayo. Se podría decir, incluso, que la narrativa se ha convertido en el espacio donde revientan otras manifestaciones del lirismo: allí la poesía ha ganado pulmón; respiro a mis anchas. Si antes la escribía (la poesía) pidiendo permiso entre un verso y otro; ahora, cuando narro, la siento brotar con la elocuencia de un poderoso caudal. Escribo siempre con vocación de desafío, de apuesta. De ahí que me niegue a repetirme abultando de libro en libro un currículum que ahoga el valor real de la escritura.
¿Por qué lo inquietó la poesía?
Si se puede hablar de un género literario en Santo Domingo es de la poesía. Desde la escuelita hogar y las veladas dominicales, en una primera edad, el género a través del cual todo se canalizaba era la poesía: el amor y el desamor; la patria y sus héroes; la vida y sus imponderables. Es el género de mayor tradición en el país y, por tanto, hay más poetas en él que trabajadores en la nómina del Estado, que es mucho decir. Y es que a falta de radio, poesía; a falta de televisión y cine, poesía; para matar el tiempo, poesía. ¿Me explico? Para los políticos inseguros, los cortesanos del poderlos solitarios, los tímidos enamorados y los pobres publicistas de frases enlatadas, el remedio es el mismo: poesía, la señora poesía que se levanta la falda todos los días.
¿Cómo está la poesía dominicana en comparación con la escrita en otros países de lengua española?
La poesía dominicana vista en el ámbito de la lengua castellana goza de muy buena salud, en el decir de muchos. En el decir de unos pocos padece por la ausencia de oxígeno y vitalidad creadora. Es cómoda, gratuita, repetitiva y no se inquieta en ensayar nuevas formas y procedimientos. Siento que se oxida con suma rapidez y se conforma con estar a la sombra de los discursos prestigiosos y de los nombres altisonantes que hacen las horas de cafeterías y tertulias. La crítica dice que está muy bien. Y los poetas del parnaso también repiten la especie, muy orondos, con sus poemas de bolsillo de sonoras y aburridas profundidades.
Tomemos un ejemplo elocuente y por todos respetado: Franklyn Mieses Burgos. Pongamos su obra poética ante la de sus contemporáneos latinoamericanos: Pablo Neruda, Humberto Díaz Casanueva, Lezama Lima, Cintio Vitier, Enrique Molina, José María Eguren, César Moro, Carrera Andrade, Xavier Villaurrutia, Octavio Paz y tendremos su real dimensión. ¿Qué sucede entonces? Un sentimiento de pequeñez nos arropa que nos hace ver lo que somos en función de nuestra geografía, de nuestra pobreza, y no de la lengua que nos homologa y que posibilita que un poeta como Rubén Darío llegue al mundo en Nicaragua y no en la metrópolis. Seguro estoy que el paradigma no está en Franklin, con su séquito de serafines y arcángeles. Otros poemas, como Vlía, Yelidá, Rosa de tierra, representan caminos de mayor riqueza y sorpresas para los jóvenes poetas dominicanos.
¿Cuáles son los poetas jóvenes que están alzando el vuelo en RD?
Yo gusto mucho de lo que vienen haciendo los poetas de la generación del milenio, como los he bautizado. El trabajo de Homero Pumarol, Juan Dicent, Frank Báez, Rita Indiana Hernández, Ariadna Vásquez Germán me crea mucha expectación por la fuerza liberadora de su propuesta estética que prescinde de presupuesto poético y de teorías amordazantes. Leerlos es recibir una bocanada de aire fresco aunque a los lejos se sientan los ecos de la Beat Generation y Black Mountain, que le quitaron a la poesía ese olor rancio a mirra y alcanfor.
Tengo mucha fe en ese grupo de poetas bilingües, amantes del heavy metal y del cine underground, que han logrado matrimoniar tradición y eclosión callejera; los nombres del canon y las hambres del villano.
No incluyo a “los erranticistas” (donde aprecio mucho talento) pues literatura y oralidad no son sinónimos. Ambiciono leer sus textos que, como las muelas del gallo, brillan por ausentes.
Dicen que la poesía es un género casi extinto, una cultura de minorías. ¿Qué papel crees que puede jugar la poesía en nuestros días?
Mientras exista el hombre habrá poesía. La poesía realmente esta íntimamente vinculada a la naturaleza humana, es una necesidad del ser para alcanzar un equilibro con la existencia. Es un culto de minorías mayoritarias porque son las que hacen el sentir público aperturando los puentes de la pasión y el deseo. Poesía es revelación en el asombro; sorpresa en la cotidianidad. Es la fuerza responsable de producir ese luminoso temblor colectivo que generaliza y eterniza en la palabra la verdad de quienes somos.
Los poemas son fáciles de concebir en el sentido de que son muchos los que se pueden escribir al día, ¿cierto? O mejor dicho: ¿Cómo te llega la inspiración para hacer un poema?
Hace poco, en Brasil, se me hizo una pregunta parecida y respondí que no he sido tocado por ángel alguno ni un favorecido del cielo. No, no tengo un momento, ni un método, ni se me presenta un duende que señale y determine “la inspiración” para escribir. No existe una fórmula para escribir poesía como tampoco nadie se gradúa de poeta. La poesía es un acto de lenguaje y lo determina la necesidad interior de abrir puertas a insospechados latidos. Por eso yo escribo sin lugar específico y a cualquier hora y todo me sirve de escritorio en un aprendizaje infinito: el asiento de una guagua, de un tren, o de un avión; un banco en el parque, una avenida. Luego, el trabajo artesanal, de orfebrería, lo realizo en mi casa donde sí poncho tarjeta en mi mesa de trabajo. Allí le doy forma, corrijo, someto a rigor y pulimento esas cosas que de manera aleatoria la vida entrega y nos deja como ineludible presencia.
A veces me he sentido como un intérprete de ese dictado que muchos llaman inspiración, y que no es otra cosa que ceguera por exceso de luz: un oscuro escalofrío que necesariamente necesitamos compartir; entrar en diálogo con los demás (los hombres, la naturaleza, el mundo): un diálogo en el que nadie te invita a participar y donde por gravedad, sientes, el peso de una vocación participante.
¿Cuáles son tus autores favoritos? ¿Han influido estos en tu obra o en tu estilo poético?
La literatura es la culminación de un proceso y ese proceso la suma de lecturas que a lo largo la vida dan sentido a una obra, un estilo. Es la búsqueda de formas de la expresión que tipifican un carácter, una personalidad. Tras ese objetivo yo formé mi galería de héroes de circunstancias, que sumaron nuevas circunstancias, por lo que son muchos mis héroes.
En mi primera juventud leí a Pedro Mir: Lorca y Neruda reciclados. Leí a Mieses Burgos
y a los poetas sorprendidos donde hallé dos perlitas: Vlía y Rosa de Tierra y de esa misma época otra gema: Yelidá. Los Poemas de una sóla angustia de Incháustegui Cabral y un nutrido puñado de poemas de Manuel del Cabral equilibran la balanza. Ya haciendo vida universitaria conocí a Rubén Darío (fundamental); César Vallejo, Huidobro, Lezama Lima, Octavio Paz (fundamentales). El conocimiento de este último marchó parejo con los poetas que él me sugería en sus ensayos y los que por mi cuenta iba sumando a ese conjunto de iluminados: Walt Whitman, Ezra Pound, T.S. Eliot, Wallace Stevens, Edgar Lee Master, Elizabeth Bishop, entre los norteamericanos. Leí también con mucho entusiasmo a Fernando Pessoa, Saint John Perse, René Char y Henri Michaux, Ives Bonnefoy, Jacques Roubaud. Claro está: te hablo de clásicos contemporáneos y a quienes más visité.
¿Crees que la poesía y la música tienen relación?
La poesía es música, la música no es poesía. El origen: común es a las dos; su desarrollo: pronto reclamó independencia. ¿Qué te diría? (Excúsame la paternidad de los versos): Pensar como hablar / ¿borrar? / La escritura: es la cicatriz del sonido.
¿Por qué muchos escritores ponderan la poesía como el género de los géneros?
Porque la poesía es la expresión más alta de la lengua; la que no aparece por mandato, ni decreto, ni mecánica per se; la que se oculta en la punta de la lengua: la otra, en largo y sostenido trabajo. En el poema no hay espacio para la novela, pero la novela puede contener (y contiene) poesía en sus diversas manifestaciones. (“Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura”. (Eso es de Cortázar, en Rayuela, capítulo siete.) En otra dirección podemos ver el poema como espacio de reflexión indeterminada (Octavio Paz); y, en sentido complementario, tenemos el ensayo que toca cielo por la magia y el encanto de sus atributos (el mismo Paz), de su predicamento. Y es que la poesía, al ser un artículo hecho con palabras, atraviesa la madeja de la sensibilidad y el pensamiento.
¿Qué tipo de ética surge entre lector y escritor?
La ética de la complicidad, la del desasosiego; la de esa llamita inquietadora que va de boca en boca construyendo su propio universo: un universo creado por el solista en dirección al coro y que, ya en coro convertido, despierta sus sonoras individualidades, su entramado de vasos comunicantes, para revivir y destapar a ese cómplice dormido que viene jalonando nuestra propia historia.
SEGUNDA PARTE
Cuando tú piensas en la ciudad, ¿qué ideas se te vienen a la cabeza?
Para comenzar debo decirte que soy un capitaleño de la escuela del Profesor Amiama Gómez y de Franklin Mieses Burgos. De los que superpone la ciudad soñada a la ciudad herida y abandonada. De los que se refugian en la ciudad romántica de Joaquín Balaguer (la ciudad colonial) y por eso la rescató y elevó alejada de mi bolsillo.. De los que situados en la acera de enfrente aplaudió la construcción de la Avenida 27 de Febrero y la Plaza de la Cultura; y ahora defiende los elevados y los pasos a desnivel y el Metro de Santo Domingo de Leonel Fernández. De los que se sienten frustrados por la ceguera de munícipes, sociólogos y políticos que no tuvieron visión para promover la construcción de la isla artificial. De los críticos a una población de indolentes que arrabalizan la ciudad con espíritu deportivo y la reproducen con sus ruidos en destartalados carros de concho. De los que ven con pena cómo la falta de conciencia cívica convierte las áreas comunes de condominios y edificios en anexos y verjas que adulteran su arquitectura. En fin, soy un enfermo celebrante de la ciudad que sufro en cada paso por las aceras rotas y los montículos de cemento que dejan albañiles chapuceros. Pese a la enfermedad, a ese sentimiento de amor/odio que te genera un tránsito caótico de guagueros desaprensivos, soy un loco enamorado de Santo Domingo (día y noche), con su atarazana, puertos, monumentos coloniales y un malecón que es una invitación al delirio.
¿Cómo llegan tus acercamientos a las editoriales?
Bueno, en un principio, como todos, reuní mis chelitos y me acerqué donde conseguí mejor precio. Aunque, a decir verdad sólo hice una publicación pagada (vanity press); las demás se hicieron posible como resultado de premios o por el interés de ciertos editores en publicar mis cosas.
Así vino en la sorpresa mi primer libro: Oficio de post-muerte, financiado por el Comité Pro Defensa de los Derechos Humanos de República Dominicana, con asiento en Nueva York, donde vivía. Cuando regresé al país lo reimprimí con la Editorial Alfa & Omega, en una versión ampliada. Luego, trabajando en el Centro Dominicano de Promoción de Exportaciones, vi la posibilidad de hacer una colección poética con el papel sobrante al desfilarse la revista de esa institución. Noté que se desperdiciaba una franja de papel considerable y decidí utilizarla para hacer la Colección de poesía “Luna Cabeza Caliente”. Digamos que un desperdicio chico significó mucho para decir algo grande. Y por todo lo alto se dijo, con muy buenos títulos de poesía. Dentro de la colección publiqué High Quality, Ltd. en 1985 y Contra la pluma la espuma en 1990. Esas fueron publicaciones en un proyecto de efervescencia colectiva en el que hice de chamán para el desconcierto de los iluminados.
¿Cómo describirías tu poesía?
Mi poesía es la crónica de un viaje sobre el filo de la navaja. El ojo atento y la mirada en ristre y en ese trance, en ese tránsito, el presagio de una marcha en la que todo es riesgo, apuesta. Escribo con pie de plomo sobre el lomo del tiempo presente. Mi poesía, entre pisada y pisada, camina en extrema tensión de la lengua que la sostiene y en la que avanzo retrocediendo, corrigiéndome. El poema que la encierra se nutre de un viaje hecho de asombros y perplejidades.
Cuándo escribiste “Lápida circa y otros epitafios de la torre abolida”, por ponerte un ejemplo, tuviste que desechar algunos poemas o todo lo hiciste condensado con la publicación que ibas a sacar.
Con Lápida circa y otros epitafios de la torre abolida yo quise hacer un homenaje a la amistad desde el imaginario de la ausencia. Pensé a mis amigos poetas del otro lado de la barda, en el barrio de los acostados y quise retratarlos destacando sus mejores galas. A diferencia de los epitafios cubanos que tienen la intención de zaherir, subrayando vicios y defectos de la personalidad, yo he procurado celebrar por lo que admiro y hermana en su picardía.
Tienes a nivel de tu escritura una manera de cambiar de escenario, de cambiar de tema, y te has movido en diversos terrenos… ¿Cómo logras cambiar de una forma a otra?
Bien sabemos (verdad de Perogrullo) que la escritura es diversa y el acto escritural (cuando se asume visceralmente), es único. Drama, novela, cuento, poema, son formas de la literatura que traducen expresiones de la vida. La diversidad de mi escritura es la diversidad de la vida que delínea en un género lo que mejor le acomode a su propósito, a su intencionalidad. Mi actitud no difiere cuando escribo poesía, ensayo o cuento. Es la misma: sufrir y sudar en la palabra su más fina vestidura.
¿En algún momento pensaste en ser alguien diferente, distinto?
Siempre he sido el que vendrá; el de la máscara imprecisa, unisex; el de voz impostasiada en su pluralidad. De niño soñé con ser bombero y paracaidista; terminé como boy scout. Ya grande, y con esa experiencia de boy scout, me negué a ser del Club Rotario. Ya sabes lo que decía Franklin Mieses Burgos del que transita entre esos extremos.
¿Cuál es tu compromiso con la palabra?
Hacerla gritar, mutar, experimentar y significar en el terreno inexplorado de lo inédito, a fin de producir el estallido expresivo de sus posibilidades sonoras y semánticas, en abierto juego de imágenes y símbolos.
¿Qué les dirías a los jóvenes que sienten ese imperioso deseo de pasar al mundo de la literatura?
Atreverse a morir en cada página demorando en el trabajo su vida. Como decía Wilde, “genio es trabajo” y se hace preciso trabajar de manera sistemática, pausadamente, nunca contra el reloj. No hay peor enemigo para el escritor que la prisa en terminar, la prisa por publicar. Me hubiese gustado haber tenido conciencia de oficio cuando publiqué mi primer libro, porque mi carta de presentación se habría dado con mayor equilibrio y madurez. Soy del parecer que hay que dejar el forro sobre la mesa leyendo, escribiendo, corrigiendo, reescribiendo, hasta que el ojo rechine al borde de su insuficiencia. Hacer de la poesía un sacerdocio.
Y es que la literatura se alimenta de literatura. Conocer bien la tradición (porque la letra entra con sangre), para luego dar fisonomía a la escritura: voz que se perfila e ilumina en el habla de todos; voz solitaria en la trastienda del deseo.
Roira Sánchez. Dominicana. Periodista y manager de agrupaciones de rock de Santo Domingo. Actualmente es la Coordinadora de Literatura y Cultura del matutino El Caribe, donde ejerce la crítica literaria y de arte. Tiene una novela inédita.
Atreverse a morir en cada página
ALEXIS GOMEZ ROSA
o la entrega hecha poesía
ALEXIS GOMEZ ROSA
o la entrega hecha poesía
Por Roira Sánchez
PRIMER PARTE
¿Cuáles características definieron su formación literaria?
Como hijo de la generación del 60, toda nuestra cosmovisión del mundo en relación con la literatura y la realidad que la sostiene se produjo “sobre la marcha”. (título del primer libro de poemas de Norberto James que, a la vez, refleja la una de las características más visible de la época: la improvisación). En el bachillerato, con los amigos que posteriormente me acompañaron en el proyecto literario del grupo La Antorcha, fui definiendo gustos y afinidades de una vocación que con los años ha cobrado perfiles muy particulares en su ramificación y complejidad. Yo te diría que comencé a hacer camino al andar intercambiando libros, discos, nombres; visitando las vacas sagradas del parnaso: poetas mayores de menor cuantía y, en ese largo camino de búsqueda insaciable y sed infinita de un ideal de belleza, fui consolidando mi formación artístico-literaria entre los huecos y desatinos de una gran insuficiencia.
Bueno, has escrito fundamentalmente poesía; ¿pero has tenido algún acercamiento a otro género literario?
Sí. He trabajado narrativa y crítica literaria y de arte. Publiqué algunos ensayos en periódicos y revistas del país y del extranjero: los ensayos de una imposición académica. Recientemente obtuve el primer lugar de un concurso de cuentos auspiciado por la Secretaría de Cultura con el tema del béisbol, titulado: “The real thing”.Tiempo después, poco tiempo después, obtuve premio en el Concurso de FUNGLODE con el cuento “Oir y nada decir, una mañana”: los cuentos de un mal endémico. Allá en el barrio todos eran cuentistas.
Participé con dos relatos que forman parte de mi libro Mesa culpable: una obra en la que vengo trabajando desde mis días niuyorquinos y que, al igual que la poesía, no busca hacer concesiones a un gusto huero y acartonado.
¿Con qué género literario se siente más cómodo escribiendo?
Para mí el trabajo de literatura es uno sólo. Por ser un acto de lenguaje no establezco mayor diferencia entre hacer poesía o cuento; analizar un hecho o formular tesis desde el ensayo. Se podría decir, incluso, que la narrativa se ha convertido en el espacio donde revientan otras manifestaciones del lirismo: allí la poesía ha ganado pulmón; respiro a mis anchas. Si antes la escribía (la poesía) pidiendo permiso entre un verso y otro; ahora, cuando narro, la siento brotar con la elocuencia de un poderoso caudal. Escribo siempre con vocación de desafío, de apuesta. De ahí que me niegue a repetirme abultando de libro en libro un currículum que ahoga el valor real de la escritura.
¿Por qué lo inquietó la poesía?
Si se puede hablar de un género literario en Santo Domingo es de la poesía. Desde la escuelita hogar y las veladas dominicales, en una primera edad, el género a través del cual todo se canalizaba era la poesía: el amor y el desamor; la patria y sus héroes; la vida y sus imponderables. Es el género de mayor tradición en el país y, por tanto, hay más poetas en él que trabajadores en la nómina del Estado, que es mucho decir. Y es que a falta de radio, poesía; a falta de televisión y cine, poesía; para matar el tiempo, poesía. ¿Me explico? Para los políticos inseguros, los cortesanos del poderlos solitarios, los tímidos enamorados y los pobres publicistas de frases enlatadas, el remedio es el mismo: poesía, la señora poesía que se levanta la falda todos los días.
¿Cómo está la poesía dominicana en comparación con la escrita en otros países de lengua española?
La poesía dominicana vista en el ámbito de la lengua castellana goza de muy buena salud, en el decir de muchos. En el decir de unos pocos padece por la ausencia de oxígeno y vitalidad creadora. Es cómoda, gratuita, repetitiva y no se inquieta en ensayar nuevas formas y procedimientos. Siento que se oxida con suma rapidez y se conforma con estar a la sombra de los discursos prestigiosos y de los nombres altisonantes que hacen las horas de cafeterías y tertulias. La crítica dice que está muy bien. Y los poetas del parnaso también repiten la especie, muy orondos, con sus poemas de bolsillo de sonoras y aburridas profundidades.
Tomemos un ejemplo elocuente y por todos respetado: Franklyn Mieses Burgos. Pongamos su obra poética ante la de sus contemporáneos latinoamericanos: Pablo Neruda, Humberto Díaz Casanueva, Lezama Lima, Cintio Vitier, Enrique Molina, José María Eguren, César Moro, Carrera Andrade, Xavier Villaurrutia, Octavio Paz y tendremos su real dimensión. ¿Qué sucede entonces? Un sentimiento de pequeñez nos arropa que nos hace ver lo que somos en función de nuestra geografía, de nuestra pobreza, y no de la lengua que nos homologa y que posibilita que un poeta como Rubén Darío llegue al mundo en Nicaragua y no en la metrópolis. Seguro estoy que el paradigma no está en Franklin, con su séquito de serafines y arcángeles. Otros poemas, como Vlía, Yelidá, Rosa de tierra, representan caminos de mayor riqueza y sorpresas para los jóvenes poetas dominicanos.
¿Cuáles son los poetas jóvenes que están alzando el vuelo en RD?
Yo gusto mucho de lo que vienen haciendo los poetas de la generación del milenio, como los he bautizado. El trabajo de Homero Pumarol, Juan Dicent, Frank Báez, Rita Indiana Hernández, Ariadna Vásquez Germán me crea mucha expectación por la fuerza liberadora de su propuesta estética que prescinde de presupuesto poético y de teorías amordazantes. Leerlos es recibir una bocanada de aire fresco aunque a los lejos se sientan los ecos de la Beat Generation y Black Mountain, que le quitaron a la poesía ese olor rancio a mirra y alcanfor.
Tengo mucha fe en ese grupo de poetas bilingües, amantes del heavy metal y del cine underground, que han logrado matrimoniar tradición y eclosión callejera; los nombres del canon y las hambres del villano.
No incluyo a “los erranticistas” (donde aprecio mucho talento) pues literatura y oralidad no son sinónimos. Ambiciono leer sus textos que, como las muelas del gallo, brillan por ausentes.
Dicen que la poesía es un género casi extinto, una cultura de minorías. ¿Qué papel crees que puede jugar la poesía en nuestros días?
Mientras exista el hombre habrá poesía. La poesía realmente esta íntimamente vinculada a la naturaleza humana, es una necesidad del ser para alcanzar un equilibro con la existencia. Es un culto de minorías mayoritarias porque son las que hacen el sentir público aperturando los puentes de la pasión y el deseo. Poesía es revelación en el asombro; sorpresa en la cotidianidad. Es la fuerza responsable de producir ese luminoso temblor colectivo que generaliza y eterniza en la palabra la verdad de quienes somos.
Los poemas son fáciles de concebir en el sentido de que son muchos los que se pueden escribir al día, ¿cierto? O mejor dicho: ¿Cómo te llega la inspiración para hacer un poema?
Hace poco, en Brasil, se me hizo una pregunta parecida y respondí que no he sido tocado por ángel alguno ni un favorecido del cielo. No, no tengo un momento, ni un método, ni se me presenta un duende que señale y determine “la inspiración” para escribir. No existe una fórmula para escribir poesía como tampoco nadie se gradúa de poeta. La poesía es un acto de lenguaje y lo determina la necesidad interior de abrir puertas a insospechados latidos. Por eso yo escribo sin lugar específico y a cualquier hora y todo me sirve de escritorio en un aprendizaje infinito: el asiento de una guagua, de un tren, o de un avión; un banco en el parque, una avenida. Luego, el trabajo artesanal, de orfebrería, lo realizo en mi casa donde sí poncho tarjeta en mi mesa de trabajo. Allí le doy forma, corrijo, someto a rigor y pulimento esas cosas que de manera aleatoria la vida entrega y nos deja como ineludible presencia.
A veces me he sentido como un intérprete de ese dictado que muchos llaman inspiración, y que no es otra cosa que ceguera por exceso de luz: un oscuro escalofrío que necesariamente necesitamos compartir; entrar en diálogo con los demás (los hombres, la naturaleza, el mundo): un diálogo en el que nadie te invita a participar y donde por gravedad, sientes, el peso de una vocación participante.
¿Cuáles son tus autores favoritos? ¿Han influido estos en tu obra o en tu estilo poético?
La literatura es la culminación de un proceso y ese proceso la suma de lecturas que a lo largo la vida dan sentido a una obra, un estilo. Es la búsqueda de formas de la expresión que tipifican un carácter, una personalidad. Tras ese objetivo yo formé mi galería de héroes de circunstancias, que sumaron nuevas circunstancias, por lo que son muchos mis héroes.
En mi primera juventud leí a Pedro Mir: Lorca y Neruda reciclados. Leí a Mieses Burgos
y a los poetas sorprendidos donde hallé dos perlitas: Vlía y Rosa de Tierra y de esa misma época otra gema: Yelidá. Los Poemas de una sóla angustia de Incháustegui Cabral y un nutrido puñado de poemas de Manuel del Cabral equilibran la balanza. Ya haciendo vida universitaria conocí a Rubén Darío (fundamental); César Vallejo, Huidobro, Lezama Lima, Octavio Paz (fundamentales). El conocimiento de este último marchó parejo con los poetas que él me sugería en sus ensayos y los que por mi cuenta iba sumando a ese conjunto de iluminados: Walt Whitman, Ezra Pound, T.S. Eliot, Wallace Stevens, Edgar Lee Master, Elizabeth Bishop, entre los norteamericanos. Leí también con mucho entusiasmo a Fernando Pessoa, Saint John Perse, René Char y Henri Michaux, Ives Bonnefoy, Jacques Roubaud. Claro está: te hablo de clásicos contemporáneos y a quienes más visité.
¿Crees que la poesía y la música tienen relación?
La poesía es música, la música no es poesía. El origen: común es a las dos; su desarrollo: pronto reclamó independencia. ¿Qué te diría? (Excúsame la paternidad de los versos): Pensar como hablar / ¿borrar? / La escritura: es la cicatriz del sonido.
¿Por qué muchos escritores ponderan la poesía como el género de los géneros?
Porque la poesía es la expresión más alta de la lengua; la que no aparece por mandato, ni decreto, ni mecánica per se; la que se oculta en la punta de la lengua: la otra, en largo y sostenido trabajo. En el poema no hay espacio para la novela, pero la novela puede contener (y contiene) poesía en sus diversas manifestaciones. (“Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura”. (Eso es de Cortázar, en Rayuela, capítulo siete.) En otra dirección podemos ver el poema como espacio de reflexión indeterminada (Octavio Paz); y, en sentido complementario, tenemos el ensayo que toca cielo por la magia y el encanto de sus atributos (el mismo Paz), de su predicamento. Y es que la poesía, al ser un artículo hecho con palabras, atraviesa la madeja de la sensibilidad y el pensamiento.
¿Qué tipo de ética surge entre lector y escritor?
La ética de la complicidad, la del desasosiego; la de esa llamita inquietadora que va de boca en boca construyendo su propio universo: un universo creado por el solista en dirección al coro y que, ya en coro convertido, despierta sus sonoras individualidades, su entramado de vasos comunicantes, para revivir y destapar a ese cómplice dormido que viene jalonando nuestra propia historia.
SEGUNDA PARTE
Cuando tú piensas en la ciudad, ¿qué ideas se te vienen a la cabeza?
Para comenzar debo decirte que soy un capitaleño de la escuela del Profesor Amiama Gómez y de Franklin Mieses Burgos. De los que superpone la ciudad soñada a la ciudad herida y abandonada. De los que se refugian en la ciudad romántica de Joaquín Balaguer (la ciudad colonial) y por eso la rescató y elevó alejada de mi bolsillo.. De los que situados en la acera de enfrente aplaudió la construcción de la Avenida 27 de Febrero y la Plaza de la Cultura; y ahora defiende los elevados y los pasos a desnivel y el Metro de Santo Domingo de Leonel Fernández. De los que se sienten frustrados por la ceguera de munícipes, sociólogos y políticos que no tuvieron visión para promover la construcción de la isla artificial. De los críticos a una población de indolentes que arrabalizan la ciudad con espíritu deportivo y la reproducen con sus ruidos en destartalados carros de concho. De los que ven con pena cómo la falta de conciencia cívica convierte las áreas comunes de condominios y edificios en anexos y verjas que adulteran su arquitectura. En fin, soy un enfermo celebrante de la ciudad que sufro en cada paso por las aceras rotas y los montículos de cemento que dejan albañiles chapuceros. Pese a la enfermedad, a ese sentimiento de amor/odio que te genera un tránsito caótico de guagueros desaprensivos, soy un loco enamorado de Santo Domingo (día y noche), con su atarazana, puertos, monumentos coloniales y un malecón que es una invitación al delirio.
¿Cómo llegan tus acercamientos a las editoriales?
Bueno, en un principio, como todos, reuní mis chelitos y me acerqué donde conseguí mejor precio. Aunque, a decir verdad sólo hice una publicación pagada (vanity press); las demás se hicieron posible como resultado de premios o por el interés de ciertos editores en publicar mis cosas.
Así vino en la sorpresa mi primer libro: Oficio de post-muerte, financiado por el Comité Pro Defensa de los Derechos Humanos de República Dominicana, con asiento en Nueva York, donde vivía. Cuando regresé al país lo reimprimí con la Editorial Alfa & Omega, en una versión ampliada. Luego, trabajando en el Centro Dominicano de Promoción de Exportaciones, vi la posibilidad de hacer una colección poética con el papel sobrante al desfilarse la revista de esa institución. Noté que se desperdiciaba una franja de papel considerable y decidí utilizarla para hacer la Colección de poesía “Luna Cabeza Caliente”. Digamos que un desperdicio chico significó mucho para decir algo grande. Y por todo lo alto se dijo, con muy buenos títulos de poesía. Dentro de la colección publiqué High Quality, Ltd. en 1985 y Contra la pluma la espuma en 1990. Esas fueron publicaciones en un proyecto de efervescencia colectiva en el que hice de chamán para el desconcierto de los iluminados.
¿Cómo describirías tu poesía?
Mi poesía es la crónica de un viaje sobre el filo de la navaja. El ojo atento y la mirada en ristre y en ese trance, en ese tránsito, el presagio de una marcha en la que todo es riesgo, apuesta. Escribo con pie de plomo sobre el lomo del tiempo presente. Mi poesía, entre pisada y pisada, camina en extrema tensión de la lengua que la sostiene y en la que avanzo retrocediendo, corrigiéndome. El poema que la encierra se nutre de un viaje hecho de asombros y perplejidades.
Cuándo escribiste “Lápida circa y otros epitafios de la torre abolida”, por ponerte un ejemplo, tuviste que desechar algunos poemas o todo lo hiciste condensado con la publicación que ibas a sacar.
Con Lápida circa y otros epitafios de la torre abolida yo quise hacer un homenaje a la amistad desde el imaginario de la ausencia. Pensé a mis amigos poetas del otro lado de la barda, en el barrio de los acostados y quise retratarlos destacando sus mejores galas. A diferencia de los epitafios cubanos que tienen la intención de zaherir, subrayando vicios y defectos de la personalidad, yo he procurado celebrar por lo que admiro y hermana en su picardía.
Tienes a nivel de tu escritura una manera de cambiar de escenario, de cambiar de tema, y te has movido en diversos terrenos… ¿Cómo logras cambiar de una forma a otra?
Bien sabemos (verdad de Perogrullo) que la escritura es diversa y el acto escritural (cuando se asume visceralmente), es único. Drama, novela, cuento, poema, son formas de la literatura que traducen expresiones de la vida. La diversidad de mi escritura es la diversidad de la vida que delínea en un género lo que mejor le acomode a su propósito, a su intencionalidad. Mi actitud no difiere cuando escribo poesía, ensayo o cuento. Es la misma: sufrir y sudar en la palabra su más fina vestidura.
¿En algún momento pensaste en ser alguien diferente, distinto?
Siempre he sido el que vendrá; el de la máscara imprecisa, unisex; el de voz impostasiada en su pluralidad. De niño soñé con ser bombero y paracaidista; terminé como boy scout. Ya grande, y con esa experiencia de boy scout, me negué a ser del Club Rotario. Ya sabes lo que decía Franklin Mieses Burgos del que transita entre esos extremos.
¿Cuál es tu compromiso con la palabra?
Hacerla gritar, mutar, experimentar y significar en el terreno inexplorado de lo inédito, a fin de producir el estallido expresivo de sus posibilidades sonoras y semánticas, en abierto juego de imágenes y símbolos.
¿Qué les dirías a los jóvenes que sienten ese imperioso deseo de pasar al mundo de la literatura?
Atreverse a morir en cada página demorando en el trabajo su vida. Como decía Wilde, “genio es trabajo” y se hace preciso trabajar de manera sistemática, pausadamente, nunca contra el reloj. No hay peor enemigo para el escritor que la prisa en terminar, la prisa por publicar. Me hubiese gustado haber tenido conciencia de oficio cuando publiqué mi primer libro, porque mi carta de presentación se habría dado con mayor equilibrio y madurez. Soy del parecer que hay que dejar el forro sobre la mesa leyendo, escribiendo, corrigiendo, reescribiendo, hasta que el ojo rechine al borde de su insuficiencia. Hacer de la poesía un sacerdocio.
Y es que la literatura se alimenta de literatura. Conocer bien la tradición (porque la letra entra con sangre), para luego dar fisonomía a la escritura: voz que se perfila e ilumina en el habla de todos; voz solitaria en la trastienda del deseo.
Roira Sánchez. Dominicana. Periodista y manager de agrupaciones de rock de Santo Domingo. Actualmente es la Coordinadora de Literatura y Cultura del matutino El Caribe, donde ejerce la crítica literaria y de arte. Tiene una novela inédita.
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