André Cruchaga (El Salvador), Ledo Ivo, (Brasil)
_____Descubrimiento de lo inefable____
_____Descubrimiento de lo inefable____
Sin lo sublime ¿qué es el poeta? Sin lo inefable
¿cómo puede
alabar, si no trae para sí mismo,
la plena y extraña juventud de la joven a
quien ama?
¿Qué es el poeta, que imita las mareas,
sin adquirir con el tiempo una serenidad de
cosa siempre desnuda
como si las estrellas estuviesen caminando
gobernadas por su sonrisa
y sus brazos agitasen los árboles heridos por
la claridad de la luna?
Sin que su canto suba hasta los cielos,
sofocante música de la tierra,
¿qué es el poeta?
Soy libre cuando canto. Y quiero
que mi respiración oriente la voluntad de las
nubes
y mi amoroso pensamiento se mezcle al
horizonte.
Cantando quiero a octubre, quiero la lágrima
de sal
en el instante anterior al despertar: hoja
volando.
Sin lo inefable, que dura siempre sin permanecer
¿cómo conseguiré alabar a esa joven a quien
amo,
que nace en mi recuerdo plena como la noche
y triunfante como una rosa que durase
eternamente
no se limitase a la gloria de un día?
Sin lo inefable, que valoriza las manos y hace
volar el amor,
no podré descender de repente
al infierno de su cuerpo desnudo.
Lo sobrenatural todavía existe. Y no seremos
nosotros
los que alteraremos el indivisible orden de
las cosas
con nuestras manos que podrán quedar
inmóviles
en pleno amor, frente al cuerpo amado.
Es inútil pensar que los ángeles murieron
o partieron, buscando otros lugares.
Ellos todavía están, unidad admirable del
Día y la Noche,
entre las nubes y las casas en que habitamos.
Repentinamente, las voces de la infancia
nos llaman hacia el mágico viaje
y recuerdan que podemos huir hacia la
lejanía conservada aún en la eternidad.
Entonces, nuestras necesidades no se reducen
sólo a comer, dormir y amar.
Necesitamos de los ángeles para ser hombres.
Necesitamos de los ángeles para ser poetas.
Ven incontable música, y anuncia
(al poeta y al hombre, humilde unidad)
la resurrección diaria de los ángeles.
Restaura en mí la certeza de que la hoja
[que vuela es su indomable divertimiento
pues a veces siento que mi primer verso fue
murmurado tal vez,
sin que yo lo supiese, por un ángel
perturbado por mi aire desesperado de papel
en blanco.
No es la mañana, depositando la simiente de
alegría en el corazón de los hombres.
No es la vida, cántico triunfal descendiendo
sobre las almas.
No es el poeta, subiendo por los andamios de
la carne del recuerdo de una mujer.
Son los ángeles que vinieron a vincularnos,
una vez más,
al orden eterno y a la anunciación.
No nos liberaremos jamás de esos ángeles
hechos de tierra y mar, creaturas celestes
que dejan caer en nosotros el sol de la
armonía.
Es inútil matar a los ángeles.
Ellos son invisibles y traicioneros.
De pronto, cuando nos sentimos seguros, ya
no somos
los consumidores de instantes, y estamos
entre el Día y la Noche, en el umbral
de una eternidad vigilada por ellos. _____________________
alabar, si no trae para sí mismo,
la plena y extraña juventud de la joven a
quien ama?
¿Qué es el poeta, que imita las mareas,
sin adquirir con el tiempo una serenidad de
cosa siempre desnuda
como si las estrellas estuviesen caminando
gobernadas por su sonrisa
y sus brazos agitasen los árboles heridos por
la claridad de la luna?
Sin que su canto suba hasta los cielos,
sofocante música de la tierra,
¿qué es el poeta?
Soy libre cuando canto. Y quiero
que mi respiración oriente la voluntad de las
nubes
y mi amoroso pensamiento se mezcle al
horizonte.
Cantando quiero a octubre, quiero la lágrima
de sal
en el instante anterior al despertar: hoja
volando.
Sin lo inefable, que dura siempre sin permanecer
¿cómo conseguiré alabar a esa joven a quien
amo,
que nace en mi recuerdo plena como la noche
y triunfante como una rosa que durase
eternamente
no se limitase a la gloria de un día?
Sin lo inefable, que valoriza las manos y hace
volar el amor,
no podré descender de repente
al infierno de su cuerpo desnudo.
Lo sobrenatural todavía existe. Y no seremos
nosotros
los que alteraremos el indivisible orden de
las cosas
con nuestras manos que podrán quedar
inmóviles
en pleno amor, frente al cuerpo amado.
Es inútil pensar que los ángeles murieron
o partieron, buscando otros lugares.
Ellos todavía están, unidad admirable del
Día y la Noche,
entre las nubes y las casas en que habitamos.
Repentinamente, las voces de la infancia
nos llaman hacia el mágico viaje
y recuerdan que podemos huir hacia la
lejanía conservada aún en la eternidad.
Entonces, nuestras necesidades no se reducen
sólo a comer, dormir y amar.
Necesitamos de los ángeles para ser hombres.
Necesitamos de los ángeles para ser poetas.
Ven incontable música, y anuncia
(al poeta y al hombre, humilde unidad)
la resurrección diaria de los ángeles.
Restaura en mí la certeza de que la hoja
[que vuela es su indomable divertimiento
pues a veces siento que mi primer verso fue
murmurado tal vez,
sin que yo lo supiese, por un ángel
perturbado por mi aire desesperado de papel
en blanco.
No es la mañana, depositando la simiente de
alegría en el corazón de los hombres.
No es la vida, cántico triunfal descendiendo
sobre las almas.
No es el poeta, subiendo por los andamios de
la carne del recuerdo de una mujer.
Son los ángeles que vinieron a vincularnos,
una vez más,
al orden eterno y a la anunciación.
No nos liberaremos jamás de esos ángeles
hechos de tierra y mar, creaturas celestes
que dejan caer en nosotros el sol de la
armonía.
Es inútil matar a los ángeles.
Ellos son invisibles y traicioneros.
De pronto, cuando nos sentimos seguros, ya
no somos
los consumidores de instantes, y estamos
entre el Día y la Noche, en el umbral
de una eternidad vigilada por ellos. _____________________
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