En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



viernes, 5 de diciembre de 2008

Otoniel Guevara: Un poeta en la posta_André Cruchaga

Otoniel Guevara, El Salvador


___________Otoniel Guevara, un poeta en la posta




Empiezo este recorrido sobre la poesía de Otoniel Guevara, [Quezaltepeque, la Libertad, El Salvador, 1967] [1], diciendo que lo conocí en Zacatecoluca, justo en la entrega de premios de aquellos legendarios Juegos Florales de la Casa de la Cultura de dicha ciudad; luego me visitaría un par de veces en mi casa… Poeta prolífico, promotor incansable de la literatura; hacedor de talleres y más recientemente, junto con otros poetas, de festivales de Poesía. Cuenta, además, con innumerables premios y participación en eventos literarios fuera de El Salvador y traducción de su obra a otros idiomas, entre ellos el francés por parte de la poeta Nicole Cage-Florentiny[2].

Entre su obra publicada tenemos (no incluyo poemas en antologías): El Solar (1986); El violento hormiguero (1988); Lo que ando (1992, 1996, 1997); Lejos de la hierba (1994); Tanto (1996, 2000); El sudario del fugitivo (1998); Despiadada ciudad (1999); Erótica (1999); Simplemente un milagro (2001); Cuaderno deshojado (2002); Isla ilegal (2003); Sosiego (2003).

Buena parte de la poesía de Otoniel Guevara bien puede ubicarse dentro de la poesía revolucionaria[3] de América Latina; el poeta y su poesía cabalgan por los duros caminos del fusil en mano y la posta a la que bajo el cierzo de la noche, montado en el caballo de los cerros le salían los versos como luceros, luciérnagas. El alfabeto cifró también sus cicatrices ahí donde el sueño estaba en permanente vigilia. Un poeta distante, de Antofagasta —Alfredo Arteaga— dirá “el rojo lo hace sudar de angustia/ porque roja es la sangre derramada en la lucha./ ¡Sangre de héroes caídos para abrirnos la ruta;/ terror de almas estériles i frías como tumbas!”[4] La poesía de Otoniel ha estado cifrada en una nueva conciencia y muy distante de cualquier romanticismo y misticismo a ultranza.

El poeta “concibe la poesía como una religión alimentada por la vida y por la noción de la palabra”. Su poesía es de fervorosa fe en el ser humano; en la fuerza de su corazón están los seres queridos, sus tribulaciones y sus fraternidades. A través de la palabra y la emoción humaniza esta realidad histórica que nos ha tocado vivir y se solidariza con los que la padecen cotidianamente. Otoniel es un poeta en constante comunión y comunicación con este mundo de por sí hoy más complejo que antes porque la tensión global y la pobreza de nuestros pueblos son más cruciales y evidentes. Su ojo poético llega hasta las cosas, el corpus caótico de la sociedad es creación. Su aplomo poético, —más evidente en la obra ya caminada—, se ve en poemas como “MI PAÍS”. Aquí un fragmento: “Mi país la muerte rondando sobre los ombligos/ crepúsculo para cadáveres bohemios/ atosigados de fútbol y democracia/ cavilando para conseguir la próxima/ buchada de aguardiente”…[5] con hálito henchido de amor patriótico, le da rotundidad en el poema a la condición humana de los salvadoreños en este país donde ni gozamos de una plena democracia, ni tenemos condiciones para que este país sea un balcón de esperanza. La sociedad salvadoreña vive en un “presente perdurable” de soledad. Y aunque algunas situaciones sean historia, historia es “la sangre en los cafetales” y “la confección de cabezas en los barrancos”.

Otoniel Guevara es un poeta sin atenuantes y sin poses, siempre en pie y afán extraordinario; con absoluta claridad hacia el horizonte funde su acorde en el sumo de la verdad habitual. Su mundo es ese: nombrar las cosas sin tregua porque el destino también corre en el tren de la lucha, aunque el avance nos aparezca sinuoso. Pero el poeta no se queda ahí, como un trémulo embarcadero, y de eso es consciente porque “en la poesía el que no evoluciona se termina convirtiendo en una momia. Además, hay que estar siempre atento a lo que ocurre, a lo que te ofrece la vida, y también hay que buscar maneras de escribir que se adapten a lo que pretendes en cada momento y con cada libro.”[6] de esto también da fe la poesía de Otoniel Guevara.

Su poesía no es apta para turistas, es decir, no es para la mera contemplación romántica y no sé si cartesiana, porque merced a la palabra, cada poema cifra su centro en la embriaguez aciaga de la historia, en el albedrío político, en la luz inocente de las bocas que mueren de hambre o las que tiritan entre nubes amarillas hacia lo oscuro de las almohadas. El alfabeto entonces se vuelve un raudal de “gritos” y fragor su entraña desgarrada. “Por tu palabra encontré mi anual sumergido en pedernales/ por tu muerte despeniqué caminos de ceniza/ por tu brazo conquisté una plaza en la alborada/ por tu dolor no dudé en sumergir el puñal/ por tu ausencia estoy de pie/…/y si me arrastro es para avanzar/ por debajo de las alambrada”[7] El poema no sólo constituye un escaparate de la realidad, es el fondo íntimo del poeta, —terriblemente herido, caminando por calles de graves crepúsculos—, el redoble del arcano viviendo su tiempo.

Su poesía está hecha de viento y granito, de altivez y resabios. Ella ha acumulado la armonía y la fatalidad de la vida. El sol respira en las consonantes de sus pulmones; el poder del dolor, obtuso, lo mantiene en permanente rebelión con la vida que la vive en concreto celo y erupción. Porque de otra manera el poeta no se derrama, ni multiplica sus ojos contra la miseria. Entre las tantas vidas que la funden palpita clamorosa entre la carne y las piedras. Por eso la poesía es inseparable del ser humano: humea en los desgarrados colores del arco iris; se edifica subiendo los peldaños del vértigo y la imaginación. La condición humana la hace respirable: la nutre con sus relámpagos terrestres.

“La poesía es mi vida, —dice Otoniel. Es la muralla que me defiende del mundo. Es lo que queda temblando, agónico e invencible después de la destrucción.”[8] frente a la realidad social y la actitud del poeta ante ella, Otoniel dice: “La sola existencia del poeta es un acto de protesta contra el orden de las cosas, que en el mundo que hasta hoy se nos ha dado conocer, no ha variado su aritmética criminal, que no tiene que ver con lo salvaje, ni ha variado su instinto de dominación, que no tiene que ver con la naturaleza.” [9] Acorde a estos planteamientos Otoniel construye su poética, en su ceño está la sombra de la ceniza y los bienes y males que se mueven como remos en esta maquina desbaratada que es la sociedad. Pocos poetas escriben como piensan; la creación es un manantial de constantes agonías y aunque se nutra de trenes, de luto, ansiedades y desasosiegos, el vagón que la contiene es un orden de luz prometéica.

Por eso dirá con tono y alusión bíblica: “Tomo la sal entre mis dedos y siento enjambres de hombres remontar parajes asesinos/ atravesar oceános de infinitas incertidumbres/…La sal/ con toda su blancura/ no pronuncia la sangre vertida tras su aroma de mar/ nunca invoca la paz/ muy al contrario/ se devela mortaja sobre el cabello de las santas mujeres/ … La sal es cruel/ Esther lo sabe en lo que aún le queda de corazón.” Poema: Sal, [10] resulta en suma interesante este poema porque posee una larga tradición y connotación, sobre todo en las culturas antiguas. “En el universo bíblico la sal es puente de unión entre Dios y su pueblo. La diosa lituana Gajiba dominaba el fuego sagrado y, para honrarla, se lanzaba sal a las llamas.” Su simbolismo ancestral es tal que este elemento Sal, mencionado en el «Symposion» de Platón y también utilizado en la conservación de alimentos corruptibles. Homero llama "divina" a la sal que se utilizaba también en sacrificios expiatorios y misterios para purificación simbólica. En la antigua Roma se ponía sal en los labios de los lactantes para protegerles de peligros. En ciertos mitos sirios Dícese que los demonios abominaban la sal y todavía en leyendas relativamente recientes acerca del "sabbat de las brujas" se dice que, en el banquete que se ofrecía, todos los manjares eran sin sal. En la Biblia es la "sal" un medio simbólico de unión entre Dios y su pueblo («en tu ofrenda de manjares no permitas que falte la sal de la alianza con tu Dios», Levítico 2, 13 y otros), y Eliseo purifica una fuente echando sal en ella (II Libro de los Reyes 2, 19 y s.). En el Sermón de la Montaña Jesús llama a sus discípulos la «sal de la tierra» y el padre de la iglesia Jerónimo (348-420) llama al mismo Jesucristo la sal redentora que penetra el cielo y la tierra. También es conocida una acción destructiva de la sal. En la India, el consumo de sal se consideraba afrodisíaco, y estaba prohibido a los ascetas y matrimonios jóvenes así como a los brahmanes en determinados actos sacrificiales. En el lenguaje de la alquimia, al hablar de sal no se refiere al cloruro sódico, sino al tercer principio primario junto ni azufre y mercurio, que probablemente (quizá por vez primera en Paracelso) representa la cualidad de la «palpabilidad». Sin embargo, también allí se relaciona la «sal» en otros conceptos simbólicos, por ejemplo, "sal sapientiae", sal de la sabiduría. La locución "con un granito de sal" (lat. cum grano salis) significa que hay que consumir algo sólo con prudencia. Esto se remonta a una prescripción, mencionada en Plinio, para antídotos que sólo debían consumirse con un granito de sal. "Convertirse en estatua de sal" hace referencia a la mujer de Lot en la destrucción de Sodoma y Gomorra. [11] Como se ve, en el poema anterior, el poeta Guevara utiliza la acepción destructiva de la sal, como elemento no convergente de la vida; lo emplea como algo que arrebata innoblemente la creación. Es algo más que la voluntad humana la que se cierne sobre el planeta convirtiéndolo en una extensión del peligro.

Mientras el poeta declara su “soledad entre las piedras/ donde la Abuela secaba ropas que sus manos inventaban” el poeta construye la historia de su madre en un poema tierno y de rompimiento, sublime y enternecedor. Veamos: “Prendió una inquieta lumbre con sus manos/ A caballo bajó por agrestes escalinatas de roca/ Acarició capullos Saludó al musgo Defendió al sol/ Coronada con sombrero y guirnalda/ envestida con machete y ocote/ atravesó los campos:/ Se irguió fértil antes sus ojos/ abrigada con la música y la matemática/ que todavía podemos adivinar con emoción en los resquicios/ Su espejo era la hierba aromada de hormigas/ las cortezas barbadas de orquídeas y poesía/ el crepúsculo inasible salpicado de pájaros/hasta que descubrió/ ­-sentado en la banca de un parque de postales-/al hombre que sería mi padre/ (Maravilló los sentidos de ese hombre/y holló su nombre/ bajo toda la lluvia)/ Se liaron cartas de una a otra parte de sus ávidos mundos:/ Febriles/ Perfectos/ para apuñalar al mundo/con una ardiente estirpe de arcángeles indóciles/ Yo principié mis días/cuando los últimos pétalos de sus palabras/ se precipitaban/ inexorablemente/ Justo cuando el silencio/ ya no supo decir nada”[12] No hay tema más humano y desgarrador que el de la madre, el de la muerte o la soledad. Ahí se inicia la vida y del devenir cardinal del amor del poeta que sin destruir, crea en lo trágico la totalidad posible de la existencialidad suya. Y es esta existencialidad la que irremediablemente lo edifica y nutre en ontológico espejo.

“Contracorriente”, por su parte constituye un haz de reminiscencias que se tornan a menudo en un bello rostro. “En mi infancia/ monté en un río que me pertenecía/ Me hacía creer que su aroma de piedra encantada/era como las simples palabras de mi madre/ Lo contemplaba adquirir el color de las cosas/que iba resucitando:/una rama con hojas transparentes/la indecible alegría de mis compañeros/ o el fresco ángulo errático de mi pie desnudo/ Mi río me arrullaba a la hora del sueño/ en lugar de mi madre/ Hay ocasiones en que despierto/ soñando con él/ Y agradezco al agua el no haber aprendido a nadar nunca/ De esa manera puedo naufragar en paz en la corriente/ de mi interminable río perdido.” [13] Infancia perdida y no recobrada o recordada a través de la memoria. Las sombras miran al poeta, lo interpelan o él en cuanto creador de su conciencia las agarra para darles vida. El poeta sabe y conoce y vive; calla para escuchar el río que atraviesa sus sienes como pájaro; medita para resucitar cuanto dejaron de ver sus ojos para luego recobrada la esencia fragante de su pálpito, retornar a lo que queda en sus manos.

Así como Otoniel Guevara ha abordado temas de crujiente contenido social, también los alfileres del amor lo han tocado. Dejaría de ser humano si esa luz a menudo menguante no lo hubiese hecho caminar por los rieles de noches prolongadas. El tema toca sus límites humanos, las raíces de sus alas tiemblan cuando la noche desnuda sus sentidos. “¿Cuánto duró la ceniza/ en que mi trastornado aliento se dibujó en tu cuello?/ ahora veo que nada. Ahora estoy seguro/ que del clamor con que mis manos recibían tu cuerpo/ únicamente quedan retazos nebulosos de momentos./… Si no hubiera tenido tan roto el corazón./ Si por las noches me hubiese dedicado a contemplar tu sueño./ Si hubiese tenido con que pagar tus lágrimas./… Pero aquello se rompió en el fondo de un pozo demasiado seco/ Y yo soy solo(¿Sólo?) un hombre que te mira alguna tarde/… y se consume lento como un orpbioso cigarrillo.” [14] Está aquí el hombre atribulado en su camino, colgado en el terraplén de sus problemas vitales que no le dejan respiro ni resquicio esperanzador para rearmar ese rompecabezas del sentimiento amoroso. Un resplandor de cenizas lo absorbe y lo distancia de las puertas de su compañera. Si bien la vida del poeta está signada por el clamor, él se lamenta por no tener los medios para curar y dejar que las lágrimas goteen como lluvia torrencial en la materia herrada de sus mejillas.

La poesía de Otoniel Guevara es un cristal de mar cuya claridad sucesiva quema las pupilas. Poesía a veces terrible en su grandeza cuando plasma esta edad del desaliento de nuestra tierra, cuando el trueno todavía pulula en nuestras respiraciones y en el cielo nace inútil y sin límites la ceniza. Algo nos dice que esta poesía es permanente ojo y que en el alba permanece sin aliento de barrotes junto a la posta de la vida aunque la noche del vejamen lo aceche.


André Cruchaga,
Barataria, 03.XII.2008



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[1] Ver Arte Poética-Rostros y Versos.
[2]
Ver No apto para turistas
[3] Es interesante el plateamiento en este sentido que hace Fernando Buen Abad Domínguez, Poesía Revolucionaria, publicado en rebelión el 12.07.2007
[4] Alfredo Arteaga, “El miedo al rojo”, homenaje a la literatura revolucionaria.
[5]Mi país, poema en la antología: Piedras en el huracán, Dirección de Publicaciones e Impresos, El Salvador, 1993.
[6] Entrevista a José caballero Bonald por Benjamín Prado, aparecida en Babelia, El País de España, el 22 de noviembre de 2008.
[7] Poema “Pequeño regreso para armar un regreso”, op cit. Pág.36
[8] Entrevista realizada a Otoniel Guevara por Marta Leonor González y publicada en La Prensa Literaria, el sábado 11 de febrero de 2006
[9] Entrevista, cita 8.
[10] Poema tomado de Vivir poesía.
[11] Hans Biedermann, artículo "Sal", en Diccionario de Símbolos, Barcelona, Paidós, 1993, 409-410.
[12] “Historia de la madre”, poema inédito de Otoniel Guevara publicado en
Álbum Nocturno.
[13] “Contracorriente”, poema de Otoniel Guevara publicado en
Laberinto del Torogoz.
[14] De ayer, poema de Otoniel Guevara publicado en Nueva Poesía Hispanoamericana, Lord Byron ediciones, 9ª. Edición, Lima, Perú.


2 comentarios:

Luna de Cristal dijo...

muy buen ensayo sobre Otoniel Guevara y su poética , poesía que evoluciona...

felicitaciones André por su trabajo



un fraterno abrazo
Marisa Aragón Willner

André Cruchaga dijo...

Muchas gracias, Marisa, por tu paso y comentario. Y pues sí, Otoniel es un poeta de gran aliento metafórico y evoluciona como ser, como la poesía en su tiempo.

ANDRÉ CRUCHAGA