Pedro Péglez González, (Cuba)
Imagen cogida de Artepoética.net
POESÍA
DE PEDRO PÉGLEZ GONZÁLEZ*
Roberto
Manzano, 01 de septiembre de 2014
En los últimos veinte años han
transcurrido hondas transformaciones en la décima escrita cubana. Uno de los
artífices de esos cambios es, sin lugar a dudas, Pedro Péglez González. Ya, a
esta altura de esas transformaciones, goza de reconocimiento su extraordinaria
contribución, al menos entre los cultivadores de esta modalidad estrófica, de
tanta importancia en nuestra cultura nacional.
A lo largo del país su manera de
expresarse ha incidido fuertemente, y la posesión de una voz incambiable le ha
generado una cohorte de seguidores. En este terreno, donde hay muy buenos
poetas trabajando, algunos de ellos con sostenida y creciente originalidad, su
poesía exhibe unos registros personalísimos, en asuntos y formas, que le han
granjeado los galardones más característicos del medio.
Uno de sus rasgos más sorprendentes
son las referencias al mundo clásico, con una contemporaneidad increíble,
incorporadas como lenguaje asociativo, que actualizan la cultura más depurada
de Occidente en la circunstancia de un cubano de hoy. Con ello marca en el
conjunto expresivo de la décima escrita y del campo general de la poesía cubana
una resonancia expresiva extraña, que ya parecía totalmente rebasada.
Ha sido también uno de los primeros
cultivadores de la estrofa en alcanzar verdadera funcionalidad en el uso del
encabalgamiento más sistemático, como una de las propiedades de fricción
estética entre la oración y el metro, y en que todos los escorzos compositivos
ostentan la espontaneidad de lo natural. Todo volteado en la página como un
desgarramiento o una celebración de las vivencias más hondas del espíritu.
Pero lo más importante no es la
entrada o recuperación de esos procedimientos, sino la plasmación de un
universo altamente individualizado que recoge con elegancia de dicción su
acervo de vivencias. Los valores humanos de su poesía, llena de autenticidad y
profundidad, son indiscutibles. Y aunque muchos no se enteran, pues consideran
que la décima escrita no es también un campo verdadero de legitimación
estética, su obra está ya ahí, cuajada ante los ojos de los que saben ver.
Roberto Manzano
Pedro Péglez González (La Habana, Cuba,
1945). Se desempeña en el periódico Trabajadores, donde ejerce la
crítica literaria. Tiene publicados los cuadernos de poesía para niños Canciones
de abril y julio (Editorial Gente Nueva, 1983) y Hacer y hacer (Ídem,
1984), el cuaderno de poemas La ciudad como testigo (Ediciones
Valle, Bejucal, 1986), el plegable de décimas Glosa por ti (Editorial
Sanlope, 1996), los decimarios Los estertores del agua (Ídem,
1998), Viril mariposa dura (Editorial Unicornio, 2001), (In)vocación
por el paria (Premio Iberoamericano Cucalambé, Editorial Sanlope,
2001), La noche es ella (Ediciones Como un ave libre, 2001), El
ácana diluvia (Ídem, 2001), Tribulaciones del arca (Editorial
Luminaria, 2002), Paflagonia de noche según el condenado (Premio
Regino Boti, Editorial El Mar y la Montaña, 2003), Cántaro inverso (Premio
Iberoamericano Cucalambé, Editorial Sanlope, 2005) y Donde dice
primavera y es otoño (Premio V Juegos Florales, Ediciones Matanzas,
2007; Letras Cubanas, 2009); el poemario en versos libres Últimas
puertas podadas por la nieve(Ediciones Unión, 2005), y los poemarios (versos
libres, sonetos y décimas) Rumor de Pan (Letras Cubanas, 2009)
y Para otra versión de la ceniza (Latin Heritage Foundation,
EEUU, 2012). Desde el 2000, preside el Grupo Ala Décima, con base en Alamar,
Ciudad de La Habana, Cuba. Desde el 2006 dirige y edita el sitio web Cuba Ala
Décima, del mencionado Grupo.
MENSAJE DE AUTOR DESCONOCIDO Y
HALLADO ENTRE LAS RUINAS DE UN EMBARCADERO EN EL ANTIGUO PUERTO DE JESÚS DEL
MONTE
Hijo:
Siempre partir es la encomienda.
Partir en el rescate de la arcilla que tiene doble sed, doble la orilla, y
algún polvo de más en la contienda entre nube y ustorio. Áspera ofrenda zarpar
desde el cerrojo, desde el hierro. No grites a la luna como un perro tullido de
aguamiel. Si no te alcanza el clavicordio, ensaya la templanza de la llovizna,
el sábado, el cencerro.
Siempre partir supone un flébil
ciervo de luz herida en humo, y un avío —ora remo, ora trampa— al descarrío de
los cielos chorreando un sol protervo. Siempre vendrá un albatros, vendrá un
cuervo. A veces bogará el mar por la nave. Siempre un monte Ararat será la
clave.
Y yo hablé a cierta luna. En el estero de un olvido te espera. Allí te
espero.
Tu padre, constructor del azul ave.
AVE EVA MÍA
Novia mía que estás en la altura
del silencio
Dios te crucifique
feliz bajo mi cuerpo
Abre el dique
de la sombra y venga el agua pura
a nuestro reino
Vuelva mi dura
flor a tu aire
Venga a nos la vida
del silencio
Dios te crucifique
feliz bajo mi cuerpo
Abre el dique
de la sombra y venga el agua pura
a nuestro reino
Vuelva mi dura
flor a tu aire
Venga a nos la vida
Novia mía que flotas vestida
de malva sueño y azul encaje
Dios te devuelva pamela y traje
de malva sueño y azul encaje
Dios te devuelva pamela y traje
Novia mía que duermes vencida
de victoria
Véngase tu gel
al derramado elíxir de tu hombre
Santificado sea tu nombre
por mi lengua
Venga a nos lo infiel
que Jesús congeló en mi pincel
sin tu lienzo sin tu ardido velo
(unción de María contra el hielo
de los mitos)
Véngase tu frente
sobre mi costilla Eva durmiente
de victoria
Véngase tu gel
al derramado elíxir de tu hombre
Santificado sea tu nombre
por mi lengua
Venga a nos lo infiel
que Jesús congeló en mi pincel
sin tu lienzo sin tu ardido velo
(unción de María contra el hielo
de los mitos)
Véngase tu frente
sobre mi costilla Eva durmiente
Novia mía que estás en el cielo
de mi esperma
Líbame las redes
de mi esperma
Líbame las redes
Novia mía que bajas desnuda
a mi altar
Perdónale la ruda
indolencia al Señor
Tú que puedes
nacerme otro dios cuando concedes
tu géiser sobre mi labio
Ven
Viólame niño en Jerusalén
a mi altar
Perdónale la ruda
indolencia al Señor
Tú que puedes
nacerme otro dios cuando concedes
tu géiser sobre mi labio
Ven
Viólame niño en Jerusalén
Novia mía que muerdes la aurora
Ven abierta a mi pesebre
Ahora
y en la hora de nuestra lluvia
Ven abierta a mi pesebre
Ahora
y en la hora de nuestra lluvia
Amén
PARA UN RETRATO DE YAZMINA
Los cuerpos que se aman jamás son los
cuerpos reales,
sino otros que suscita y proyecta la
imaginación de los amantes.
Severo Sarduy
En tus ojos algún dios
se está tomando un café
Sentado está en su porqué
donde urgen dos llamas dos
Por el pliegue de la voz
(siempre es doble) no le avisto
el pudor
No sé si es Cristo
o Atabey Ochún o Pan
Juana de Arco o Gengis Khan
Sor Juana Inés o Mefisto
se está tomando un café
Sentado está en su porqué
donde urgen dos llamas dos
Por el pliegue de la voz
(siempre es doble) no le avisto
el pudor
No sé si es Cristo
o Atabey Ochún o Pan
Juana de Arco o Gengis Khan
Sor Juana Inés o Mefisto
Por el pliegue de tu voz
la luna filtra un visaje
de Julieta
Algún tatuaje
lubrica idilio y adiós
Todo en uno Todo en dos
cuerpos que liban la piel
con la renuncia
Y en el
agua que lame tu fuente
se baña Fanny indolente
posponiéndote la hiel
la luna filtra un visaje
de Julieta
Algún tatuaje
lubrica idilio y adiós
Todo en uno Todo en dos
cuerpos que liban la piel
con la renuncia
Y en el
agua que lame tu fuente
se baña Fanny indolente
posponiéndote la hiel
Hay un orgasmo en tus pies
otro en tu puerto en tu oído
en tu azul y la libido
te erige en reto otra vez
Todo en una en dos en tres
derrotas de la costumbre
El mástil arde en tu lumbre
La Marteuil y Mesalina
nos rocían la opalina
extremaunción de la herrumbre
otro en tu puerto en tu oído
en tu azul y la libido
te erige en reto otra vez
Todo en una en dos en tres
derrotas de la costumbre
El mástil arde en tu lumbre
La Marteuil y Mesalina
nos rocían la opalina
extremaunción de la herrumbre
Luego Gioconda te alcanza
¿Qué me pides desde dónde?
¿Qué desacato se esconde
en tu esfinge que me avanza
la ausencia?
¿Qué trunca danza
deja en tus ojos la voz
desabrochada en la tos
de Margarita Gautier?
¿Qué me pides desde dónde?
¿Qué desacato se esconde
en tu esfinge que me avanza
la ausencia?
¿Qué trunca danza
deja en tus ojos la voz
desabrochada en la tos
de Margarita Gautier?
(En tus ojos el café
se está bebiendo a algún dios)
se está bebiendo a algún dios)
MENSAJES DESDE ALTA MAR
(Manuscritos hallados en sendas
botellas de cerámica, en disímiles sitios cercanos bajo el puente de la abadía
de Alamar, muchos años después de que el río se secara, en el Año del Señor de
mil y novecientos noventa y nueve)
PRIMER MENSAJE
Papá:
Seguí tu consejo de bendecir los
lunares y rescatarlos en pares a bordo del barco viejo que me estrenaste. (El
espejo me dio un voto de paciencia pero no lo usé: Tu ausencia me pidió zarpar
muy pronto). Ahora tirito en el ponto sin una pizca de anuencia. (Diluvia). La
concurrencia se porta muy bien: me priva de mi culpa en la deriva. Los remos de
mi impaciencia naufragan en la clemencia de la barca. Me acompaña Cupido con su
guadaña.
Adiós. El puerto se aleja.
Un beso.
Tu hijo
(una vieja versión nueva de tu hazaña)
SEGUNDO MENSAJE
Papá:
Un vencejo vibra en la cubierta. ¿Lo
has enviado tú por mi rescate? ¿O deberé ser yo quien le desate las amarras y
cierre la compuerta de la lluvia que sangra su ala abierta? Con soledad de
incauto yo dirijo la cura del vencejo y su amasijo de coplas (¿negras?
¿blancas?). Sus efluvios ¿qué anunciarán? ¿El sol? ¿Otros diluvios?
Cupido me vigila. Un beso.
Tu hijo
TERCER MENSAJE
Mi querido papá:
Debió el vencejo conjurar otra lluvia
sobre el arca pero no pudo el pobre: De la barca quiso partir: Cierto lunar muy
viejo y otro antiguo acosaron su entrecejo. (Un golpe de agua turbia, algún
crujido, le tejieron de cruces el sentido). Desde su fuga en pena por acá
diluvia tanto.
Sálvame, papá.
Tu hijo
(reo infame de Cupido)
CUARTO MENSAJE
Papá:
Ya sé. No hay vencejo que exorcice la
tormenta. De esta lluvia truculenta ya el cuento se ha puesto viejo y no queda
animalejo que se aventure al conjuro. Falta hace el ave (lo juro) siquiera para
el rescate.
Papá, adiós.
(El barco late como un corazón
impuro)
ÚLTIMO MENSAJE
Papá:
Recibí tu aviso: Nadie salvará esta
nave sino yo. Cruda es la clave. (Ahora diluvia granizo). Si escondo en el
entrepiso de la barca el remo roto nadie buscará el ignoto vestigio de mi
diatriba. Pero será la deriva mi bumerán. Yo, el devoto de aquel cristal, hago
un voto ante tristísimos pares: Yo bendije los lunares. Yo consagraré el remoto
salvamento del piloto y de su rémora. (No importa quién diluvió).
Cupido con su cadalso me tizna el
pecho descalzo.
Adiós, papá.
Tu hijo
(Yo)
(Yo)
HAY
UN HOMBRE
Para Nuvia Estévez
Hay un hombre que quiere que tú existas.
A pesar de su lóbulo de armiño,
hay un hombre varado en tu corpiño
sin sol y sin pedir que te desvistas
el cabello. A pesar de las revistas
de su almohada, a pesar de los avernos,
un hombre va y prefiere con cien cuernos
ser envés a tus lúcidos pezones
y prohíbe tu orgasmo a sus halcones
a pesar de sus hombros casi inviernos.
A pesar de su pátina de humo
hay un hombre escondido de tu lengua
pero el vil sacerdocio no le mengua
su malévolo pan de núbil zumo.
Su manía andaraz de ser el grumo
le ata el labio tatuado por cien cribas.
Hay un hombre que quiere que tú escribas
lo tan cierto de Dios que es casi incierto.
Un hombre medio azul se finge muerto.
Hay un hombre que quiere que tú vivas.
RETRATO DE MUCHACHA SENTADA SOBRE UN
VERSO
Era toda verde en un pueblo de gentes
azules
Yasmín Sierra Montes
Era toda de verde en un pueblo de azules
como toda ciudad que tiene un laberinto
que tiene su mitad con un ángel distinto
y el ala se le pierde bajo un rencor de tules
Era toda de verde bosque sin
abedules
bosque de nube lacia tenue y tibia abadía
y una gota de Tracia pagana Eucaristía
A veces la pared que era
también de verde
le enturbiaba la sed como azul que se pierde
y era llena de gracia como el Ave María
PAN CONTEMPLANDO LA HABANA
Para Frank Upierre (Está lloviendo
en La Habana), ahora que estoy diluviando en la ciudad.
Estoy yo viendo La Habana
porque al yo ver, puede ser
que le nazca otra mujer
a su pasión de temprana
nodriza. O a mi ventana
de flautista sin edad
le amanezca otra piedad
más prónuba. Otro conjuro
de muchacha sobre el muro.
Yo viendo estoy la Ciudad.
Ella debe de ser una
mujer poblada de rostros:
Yo bebo de sus calostros
como un poseso de luna.
Ella debe de ser una
hidra distinta a la eterna
leyenda. Otra hidra tierna
de seno multiplicado
que Hércules hubiera amado
en la laguna de Lerna.
Ella puede ser mejilla
que aguarda, azul, al guerrero,
bajo el grávido sombrero
de Isabel de Bobadilla.
(¿Fue una sola Giraldilla?
Beatriz Jústiz de Santa Ana
desmiente. Oíd la campana
de su dolida expresión.
Muchas Giraldillas son
las guardianas de La Habana).
La Ciudad, historia aparte,
puede ser una muchacha
que no supo de la hilacha
de su saya en mi estandarte.
No conoció el núbil arte
de su foto entre mi pecho
y la montaña. Ni el techo
que la escuchó darme sus
maneras de ser Jesús
del Monte sobre mi lecho.
Puede ser la novia ilusa
que me imaginó más diestro
y no concibió en el estro
feliz de mi arenga obtusa
que no buscara en su blusa
los dos pasajes al cielo.
(Mientras, San Lázaro en celo
movía, gris, la cabeza
y adivinaba la artesa
de adioses en un pañuelo).
He de hallarla bajo el puente,
el puente del Almendares,
con un vestido a lunares
en flor, quemando mi urgente
piel de amar. O de repente,
de repente será esa
que de Coppelia regresa
resuelta en llanto a decir
que se acaba el porvenir
por donde el Vedado empieza.
Puedo verla en la Manzana
de Gómez, bajo otro brazo,
como Eva discreta al paso
que oculta súbita gana
con aire de porcelana.
(Si anoche, en deshabillé,
era una flor de crepé
lasciva, rosa y ambigua,
ahora es La Habana antigua
de Federico Miahlé).
Ah Ciudad, cómo te instalas
mujer de música y fiero
ademán del Barrio Obrero
que no condenó mis alas.
No debieron de ser ralas
mis aguas en su cornisa
sedienta de húmeda brisa,
si su reposado afán
hacia este huidizo Pan
pregunta por mi camisa.
Ah Ciudad, cuánto te atreves
a ser mujer-maravilla
que desaira sin sombrilla
las lluvias de todo jueves.
Perdonadme tantas nieves
desfalleciendo en su cruz.
Perdonad mi ausencia en sus
filantropías sin credo.
Pero no puedo, no puedo,
no puedo aliviar su luz.
Y Habana puede ser una
mujer ardida de blanco
que destejió sobre un banco
mi espera. Pero la luna
de la muerte urdió una duna
sobre su miel. Ahora es vana
la Parca con su hebra arcana.
Porque al yo ver, puede ser
que renazca esta mujer.
Estoy yo viendo La Habana.
SUEÑO DE UNA NOCHE DE AGUAS NEGRAS
En un coche de agua negra
no iré a Santiago. Prefiero
contigo un viaje al venero
que da el néctar que te alegra.
En un coche de agua negra
no te llevaré a Santiago.
Mejor te invito a la imago
que nos reserve el licor
de ser nosotros. Mejor,
mejor déjame ser mago
de una expedición sin prisa
pero sin miedo. Va el coche
pareciéndose a tu noche
de café, rubor y risa
y se viste tu cornisa
de gorriones. Va el carruaje
con un sueño como paje
que pregunta si las aguas
son aguas, si tus enaguas
no han perdido su linaje
de encaje y seda. Y un coro
de duendes contesta entonces
que siempre fueron los bronces
más que bronces, y que el oro
se enciende con cada azoro
de tu pupila. Va el carro
y va el paje con su jarro
lleno de estrellas y apunta
una a una en cada junta
de la noche. Algún guijarro
de vez en cuando destella
y te pregunta si octubre
te sabe azul, y si cubre
tus hombros aquella estrella
de julio triste, si es ella
por lo menos una luz
en tu cabello y en tus
manos de amiga devota,
a pesar de que es la rota
tez condenada a la cruz
del abandono. Va el coche
que quiere hacerte la piedra
sorbo de abril; y la hiedra,
jardín de mar; y que un broche
corone toda la noche
de tu pelo en un halago
de violeta. ¿O mejor hago
el conjuro de una flor
sola que te ame? Mejor,
mejor déjame ser mago.
BREVES
LUCUBRACIONES PARA UN ENSAYO SOBRE CIERTOS LÍMITES DEL ARTE
Yo cambio un Toulouse Lautrec
por tu labio de mirarme
y tus ojos de amueblarme
no los cedo por un té
con Huidobro. Yo me sé
cómo la torre de Pisa
se inclinó ante tu sonrisa
de lo humano y lo divino
y hasta un cántaro de vino
Ganímedes en su prisa
por verte pasar vertió
y vertió en tu mano abierta
elíxires de la puerta
del Olimpo. Digo yo
que no alcanza el Art Nouveau
para anticipar tu trazo
de gacela. Que tu abrazo
debe ser un cielo púber
que ya envidiaría Schubert
para Die Lieder. Que un brazo
tuyo quiso la de Milo
y se negó el escultor
so pena de leso amor.
Hölderlin me hablaba en vilo
paseando bajo los tilos
(Unter den Linden un terso
aire gastaba) que el verso
todo no le espantó el juicio
sino perderse el auspicio
de tu sueño azul converso.
(Goethe asentía). Después
supe que antes Don Leonardo
daba a Gioconda en resguardo
la sonrisa de tus pies
para aliviarle el stress
de los museos. Por eso
qué más decirte. Confieso
que no hay nube sin tus pinos.
Te encargo mis pergaminos:
Valdrán si me das un beso.
*Material cogido de Cubaliteraria, con autorización del
poeta Pedro Péglez
No hay comentarios:
Publicar un comentario