En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



domingo, 11 de enero de 2009

Luis Alberto Ambroggio, del pie de Los Andes a los Montes Apalaches

Luis Alberto Ambroggio, Argentina-USA






____Luis Alberto Ambroggio____
del pie de los Andes a los montes Apalaches


Luis Alberto Ambroggio, es miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y PEN. Poeta, ensayista y crítico con nueve poemarios publicados, integrante de antologías poéticas de los EE.UU. (Cool Salsa, DC Poets Against the War), España (Nueva Poesía Hispanoamericana, Prometeo y otras) y Latinoamérica. Su poesía aparece en numerosas revistas, suplementos culturales, textos de Literatura (“Pasajes” y “Bridges to Literature”). Ha obtenido premios y distinciones. Su poesía ha sido grabada en los Archivos de Literatura Hispana de la Biblioteca del Congreso de los EE.UU.

Poeta infatigable, afable en su palabra. Nos hemos conocido hace ya un par de años en el marco de uno de los festivales de poesía que se celebra aquí en El Salvador. Platicamos. Enfrente, en la misma mesa redonda nos acompaña María Poumier: mujer incansable en los afanes literarios y solidarios. También está junto a nosotros, un poco huidizo, José Carlos Cataño, de Canarias, España, poeta con quien había cruzado unos correos antes de venir al festival. El tema obligado: la poesía hispana en los Estados Unidos. Tema sobre el cual, Amboggio ha profundizado con solvencia y escrito un buen ensayo.

En ese encuentro gratificante, Luis Alberto Ambroggio, me hace entrega de tres de sus libros: Por si amanece (Cantos de guerra), Ed. Horizonte 21 editores; Los habitantes del poeta, Ed. Horizonte 21 editores; El testigo se desnuda, Madrid, 2002. También ha escrito y publicado, con atinado sentido y acuciosa investigación, ensayos sobre el exilio argentino, Vallejo, Paul Celan, etc. Ambroggio es poeta de alto vuelo y fresco cierzo, como debe ser un poeta y como debe ser la poesía.

En Por si amanece (Cantos de guerra…) con prólogo de la Moraima de Semprúm Donahue, Catedrática de Literaturas Hispánicas de Howard Univerrity, es un libro testimonial, sálmico de nuestro tiempo. El gran tema del libro lo constituyen los derroteros del hombre, de la mujer, del ser humano como tal, en medio de tanta convulsión y desasosiegos, de esta época siempre actual y siempre presente. Justamente porque los grandes intereses políticos, económicos, sesgan la sana convivencia, el cultivo de ciertos valores necesarios para la respiración transparente. Amor, vida, muerte, soledad, están presentes en el libro, desde la epopeya de los hechos de la humanidad, pasando por guerras, sus dudas, el tema de Abel y Caín y la peste de ese Diluvio universal que cada vez se hace tan actual por su amalgama apocalíptica.

El libro Por sí amanece…[1] dá pie con la Divina guerra, es decir, la gestación del mundo. De ahí que el poeta nos hable en el CANTO I[2] “En el principio fue la guerra/ entre átomos, dioses, vapores tensos,/ el todo contra la nada,/ lo infinito contra lo que puede ser/ fácilmente sometido/ la luz triunfante contra la oscuridad maldita,/ la multitud concreta contra la unidad lejana,/ el aire que estalla en partículas, virus, moléculas, bacterias neónicas, vibraciones de Amma”… como toda creación están presentes sus contradicciones: Evolución de la naturaleza y sociedad humana y pensamiento que en esencia es el mundo de la dialéctica.

“El cielo nace —dice el poeta— desde un barro original comprometido”. Y esto porque “El bien y el mal copulan estrepitosamente/ hombres, niños, mujeres, amebas,/ ratas y caballos (los de las estatuas)/ pierden su virginidad/ además de su inocencia/ mil millones de veces por cada piedra./ y todos roban las reliquias del escándalo”. [3] Hay pues, en esta parte del libro una constante: la continua destrucción de todo; pero estos son los fuegos estelares del tiempo, no hay pócimas para evitar esta constante porque es inherente a la naturaleza. Desde luego el ser humano, en uso de sus facultades, de su raciocinio, puede hacer de la historia un aljibe de imágenes conciliatorias. Desde tiempos remotos la poesía nos salva de la Nada, es decir, del caos, de la anulación. La poesía nos dá la posibilidad de fluir a través de esos cauces sin telarañas.

La II parte del libro la constituye Caín y Abel. Esos personajes bíblicos, genesíacos, nos los trae Ambroggio hasta nuestra época. Son otros y los mismos, son los de siempre: Abel y Caín. Ambroggio tiene la virtud de llevarnos de la mano en cada poema; de repente lo verosímil, lo palpable, lo mensurable, lo que a diario podemos ver en cualquier parte del mundo: “La complicidad verde de un campo abierto/ (la inocencia a veces traiciona)/ convierte a Abel en el primer desaparecido./ “Qué has hecho con tu hermano?/ ¿Está en la fosa común detrás del estadio de Santiago/ o en la tumba apenas cubierta de polen/ al lado de una ruta a Nueva Cork/ o lo arrojaste al mar desde el arrecife de tu enojo/ o desde un avión condecorado?/ ¿Dónde está tu hermano?” preguntó un Yahvé engañado/ en el Te Deum oficial de la Catedral Metropolitana/ en las morgues comerciales, en las cárceles sin prontuarios”…[4] Des de esos tiempos remotos nos viene ese Karma. Y se agudiza y expande como una peste en las sociedades dictatoriales, donde la anulación del adversario, del que piensa diferente es aniquilado. La intolerancia es un felino sin fatiga que está ahí, rugiendo al trasluz de los sueños. No da tregua su cósmica vigilia.

Y más adelante, en Diluvio Universal, con su voz desvelada, nos dice el poeta: “Los diluvios son de siempre” […] y los hay de toda clase e intensidad. Al final en nuestras sociedades antagónicas y antisolidarias, se salva el que puede. Sufren siempre los más desvalidos, los que se ahogan en el cieno de la pobreza, los que no tienen esperanza en el arca del auxilio, ni en las efusiones de una ventana vespertina, ni siquiera en los espejismos, porque hasta eso ha sido borrado de su destino.

Luego el poeta nos habla de El Nazareno, pero no del personaje que creo sutilmente la ficción humana. Nos habla de ese Jesús hombre, vivo, capaz de moverse entre las multitudes, no ese que está encerrado en vitrinas, en dogmas. Ambroggio ha extrapolado no el concepto, sino la carne viva del que sufre en cualquier parte del mundo. Invoca y evoca al descalzo con esa palabra suya que se torna en expectante trino y alucinante llave. Desde el abismo de los mudos, y la zozobra de los ciegos, la palabra de Ambroggio respira como una hogaza de pan y peces.

Los habitantes del poeta [5] tiene un tono más personal, íntimo. En palabras de Orlando Rossardi, [6] están aquí, “en su forma definitiva una desbandada de habitantes, metidos en sus poemas para que se dé con cierto orden su traspaso y cabida al mundo cognoscitivo, aquel de aquellos que no son poetas pero sí lectores de poesía a los que, de algún modo, a través de la selva selvaggia del asedio poético”… Toda poesía si bien se nutre de elementos externos al poeta, al fin termina siendo la ciudad con enredaderas del poeta. Al entrar al interior del poeta, la conciencia devuelve en su orden las noches y los días. Toda poesía es un acto de rebelión y revelación, de pertenencia y desapego. El poema germina en el poeta desde la tierra de sus relojes. Así, la poesía nace en los oráculos.

“En fuga imposible/ nunca está solo el poeta,/ lo poseen voces/ inasibles y punzantes,/ lo consume el aroma fatal de su amada,/ la palabra,/ esa divinidad salvaje/ que copula con espejos indisolubles.” [7] Y más adelante agrega, en otro poema [8] “Este silencio/ no es mi silencio ni tu silencio/ ni el silencio con que nos sabíamos tocar./ Este silencio alienta un hueco infinito,/ el silencio que no les perdono a los muertos,/ ese frío impenetrable, sin regreso, ese vacío que ya por igual nos llena” . Me parece interesante este poema por una sencilla razón. Una cosa es el silencio como mecanismo para acallar la voz o de mordaza porque termina siendo hostil; y otro, ese estado de absorción de nuestro entorno porque implica gratificación, serenidad, plenitud. Esto último es como poner el alma nuestra, la del poeta en un cedazo. Un reguero de palabras puede darnos fragancia; rememorar en silencio nos permite transpirar los diferentes colores de la luz. Su ala de papiro también es habitante del poeta.

El tercer libro de Ambroggio, El testigo se desnuda [9] está divido en las siguientes partes: El testigo se desnuda, La muerte del tiempo, El farol seco, y Escape elemental. El poeta es desde lo que escribe, según palabras de don Juan Gelman. La escritura lo desvela en cuanto ser humano y en cuanto creador de fragancias y susurros. La palabra gobierna y edifica. Luego su respiración es compartida con todos los lectores posibles: sean mujeres u hombres o, sencillamente, seres humanos.

Dice de Luis Alberto Ambroggio, Moraima de Semprúm Donahue, [10] que “Uno de los aspectos más notables en la obra poética de Luis Alberto Ambroggio es la facilidad intuitiva y conceptual, sumamente original, que dá a sus metáforas…Es importante examinar —reitera de Semprúm Donahue— la profundidad de los conceptos filosóficos que emanan de su lectura”… El poeta se enfrenta a menudo a un mundo caótico, a ciertos pesimismos producto de los desmanes mismos del ser humano. El planeta no es injusto ni invisible por causa propia, quien lo hace de tal manera así es el ser humano. Pero también encontramos en su libro, temas como la sensualidad, soledad, tristeza que no son atisbos de nihilismo, ni simples poses. El poeta, ser sensible a la naturaleza en su máxima acepción, está cotidianamente enfrentándose a esos naipes del tiempo, dolorosamente bautizados como el mapamundi.

El poeta se desnuda. El poeta se torna médium, a través de él se exteriorizan, principio y fin, luz y sombra, vida y muerte, sueño e insomnio, furias y alegrías, angustias. Si Vicente Aleixandre preguntaba a sí mismo ¿Para quiénes escribo? Ambroggio lo expresa diferente para qué escribo. Estas simples interrogantes pueden parecer insignificantes, pero resulta que aquí está la razón o las razones del poeta frente a la realidad, no sólo exterior, sino también interior. Para qué escribo y para quiénes escribo deben ser respondidas —ellos ya han respondido— por todos los poetas en este caso particular de la poesía. Neruda lo hizo también en su momento, Roque Dalton lo expresó en versos desgarradores. El poeta debe por imperativo convertirse en un humanista, entendiendo este concepto como una reflexión constante del ser humano colocado en el centro de todos los problemas.

Resulta importante destacar sus tres arte poéticas. Porque “La voz como la luz como el agua/ no se dejan apresar./ El poema, viento sin límites, inunda con su llama/ y otros resucitan en el furor/ preñado de las olas.” [11] o El poeta debe contar mucho, palmo a palmo,/ sobre su poema, como Dios contó su génesis./ Revivir la lenta y amorosa gestación de la aventura,/ circunstancias y contexto, algún viaje, un embrujo de luna,/ en la que gotas de lluvia fertilizaron con húmedo susurro/ la intimidad de los besos”… [12] hacer, contar, nombrar la vida en todas sus manifestaciones. En este sentido Huidobro tenía razón en cuanto que el poeta es un creador de mundos. El poeta es un hortelano con diversos mensajes: en él se hace posible lo mortal e inmortal; el arado de sus manos escribe desasosiegos e ilusiones. Ambroggio lo sabe, por eso a su poesía le devuelve la respiración de lo cotidiano y la ordena sin alarde como un mar de domésticas almohadas. La perennidad de su poesía tiene el halo magnánimo de los textos del Eclesiastés, de la savia profunda de Proverbios y de la pasión del Cantar de los cantares.

André Cruchaga,
Barataria, 11.I.2009
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[1] Ambroggio, Luis Alberto. Por si amanece (Cantos de guerra) Horizonte 21 editores, USA, 1997.
[2] Ambroggio, Luis Alberto, pág. 43
[3] Op cit, Canto II, pág. 44
[4] Op cit. Abel y Caín, Canto I, pág. 35
[5] Ambroggio, Luis Alberto. Los habitantes del poeta. Horizonte 21 editores, USA, 1997.
[6] Prologuista del libro.
[7] Los habitantes del poeta, pág. 24
[8] Este silencio, pág. 29
[9] Ambroggio, Luis Alberto. El testigo se desnuda. Colección de poesía Puerta de Alcalá, Madrid, 2002.
[10] Prologuista de El Testigo se desnuda.
[11] El testigo se desnuda:Arte poética I, pág.32
[12] El testigo se desnuda: Arte poética III, pág.33
Leer más de Luis Alberto Ambroggio en Arte Poética-Rostros y versos y Laberinto del Torogoz.

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