Domingo Acosta Felipe, España
Ramas del Tiempo: cinco fragmentos
Toda la noche oyendo las estrellas y la
luna.
Dormitan los violines de la aurora.
Surco la arena mirándote a los ojos,
cómplice del viento,
del pan azul que cura heridas,
de la sonrisa alada de la espuma;
sobre mis pies
tus pies desnudos.
*****
Dónde exiliarme sin tus ojos,
si el corazón no tiene patria
sino manos que laten y no abrazan,
si la calle, el sol, se asfixia sin tu
boca,
si este pan no tiene piel y es hambre.
Dónde exiliarme sin tu noche,
sin las olas ni los bosques,
sin tus fuentes sobre el alma.
Cómo alejarme del abrigo de tus pasos,
del aroma de tus ojos,
del oasis de tu canto.
Cómo arrancarme de tu pecho
y no morir de sed,
sin luz ni voz,
ahogado en hiel y en sangre.
*****
Llueve en el sombrero
hambriento de la noche.
En el alarido
lento del asombro que no sostiene el aire ni la vida.
En la muerte
de los niños poco importa que se crea que son otros y es de día.
Y ya no tengo
manos o sangre para el frío.
Sólo el horror
dice mi nombre en esos ojos fijos que me miran.
*****
Éste era el futuro.
Un enjambre de bocas en la piedra,
la orilla con grietas en los labios
y el beso que nace entre las olas
debajo de la tinta.
El tiempo cambia cuando existes.
No borrará la magia de tus ojos.
*****
Beberse el
grito y el abrazo.
Cambiar la sed
con el asombro.
Levantarse
y abrir los
ojos.
Y no cerrarlos
nunca.
Vivir.
Vivir de nuevo
cada día.
Llevarle un
sueño al horizonte.
Dejar la
muerte sin heridas.
Dejar la vida
viva
y con sus
niños.
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