Fotografía: Francisco Azuela, México-Bolivia
CANTO DE UN ABUELO A SUS NIETOS
Azuela Valencia, con todo mi amor.
I
Ha despuntado el siglo veintiuno,
anoche he vuelto a escuchar el canto del ruiseñor,
es noviembre,
el frío se siente en la escarcha de la tarde,
en tres meses y trece días
sentiré sesenta años de vida
como el viento del otoño,
una buena edad para ser abuelo,
es un sueño y un grato asombro.
II
Dos nietos de golpe como la luz del día,
varones gemelos de vida,
España de raíces profundas y viñedos.
Aún no abren los ojos
y ya se sienten sus miradas
que cruzan el océano
como aves peregrinas.
III
Yo, desde esta América del Sur
les doy la bienvenida a nuestra tierra.
Nuestro pasado es el mismo
sangre en nuestras venas
y futuros inciertos.
No nos conocemos y ya nos hemos visto,
el canto del ruiseñor tenía un sonido único,
más bien eran dos cantos,
dos sonidos,
dos ruiseñores.
IV
En el espejo de la noche
se retrató en mi sueño,
veía su imagen,
en realidad eran dos imágenes,
oía su canto despertando mi sueño,
eran dos cantos,
dos ruiseñores.
Le pregunté a la imagen
qué era ese sueño,
la imagen me contestaba en un canto,
nuevamente me confundía,
estaba a punto de despertar
sin entender.
Fíjate bien -me dijo la imagen del espejo-
somos dos,
la sombra de la noche no te deja mirar
y la rama del árbol es muy alta.
V
Me levanté en el sueño,
dormido,
encendí una vela azul
y veía dos luces,
una de las luces se hizo rostro
y veía dos rostros
tiernos recién nacidos
parecían melocotones rosados.
VI
El ruiseñor volvió a cantar
esta vez oí muy claro los dos cantos;
por la ventana que mira hacia las estrellas del sur
en la rama de un eucalipto muy grande
estaban las dos hermosas aves,
una volaba a la ventana y picoteaba el espejo
después la otra hacía lo mismo,
entonces entendí porque la imagen eran dos imágenes
y el canto dos cantos
y el ruiseñor dos ruiseñores.
VII
Canté una canción
abrí los ojos
se me cayó la vela de las manos
y los rostros de mis nietos
iluminaron la noche,
los ruiseñores se habían ido,
un ramo de flores frescas
soltaba el aroma de la vida.
VIII
Ahora,
cada vez que deseo ver a mis nietos
que aún no conozco,
antes de dormirme
tengo el cuidado de poner el espejo en la ventana
que da de frente al eucalipto
en dirección a las estrellas del sur
a donde llegan los ruiseñores
para traerme en sus cantos
los rostros hermosos de mis nietos
a los que amo,
no nos conocemos y ya nos hemos visto.
Francisco Azuela
La Paz, 29 de noviembre de 2007.
Leer más en: www.artepoetica.net
CANTO DE UN ABUELO A SUS NIETOS
Azuela Valencia, con todo mi amor.
Para Tristán Izel y Francisco Alejandro
I
Ha despuntado el siglo veintiuno,
anoche he vuelto a escuchar el canto del ruiseñor,
es noviembre,
el frío se siente en la escarcha de la tarde,
en tres meses y trece días
sentiré sesenta años de vida
como el viento del otoño,
una buena edad para ser abuelo,
es un sueño y un grato asombro.
II
Dos nietos de golpe como la luz del día,
varones gemelos de vida,
España de raíces profundas y viñedos.
Aún no abren los ojos
y ya se sienten sus miradas
que cruzan el océano
como aves peregrinas.
III
Yo, desde esta América del Sur
les doy la bienvenida a nuestra tierra.
Nuestro pasado es el mismo
sangre en nuestras venas
y futuros inciertos.
No nos conocemos y ya nos hemos visto,
el canto del ruiseñor tenía un sonido único,
más bien eran dos cantos,
dos sonidos,
dos ruiseñores.
IV
En el espejo de la noche
se retrató en mi sueño,
veía su imagen,
en realidad eran dos imágenes,
oía su canto despertando mi sueño,
eran dos cantos,
dos ruiseñores.
Le pregunté a la imagen
qué era ese sueño,
la imagen me contestaba en un canto,
nuevamente me confundía,
estaba a punto de despertar
sin entender.
Fíjate bien -me dijo la imagen del espejo-
somos dos,
la sombra de la noche no te deja mirar
y la rama del árbol es muy alta.
V
Me levanté en el sueño,
dormido,
encendí una vela azul
y veía dos luces,
una de las luces se hizo rostro
y veía dos rostros
tiernos recién nacidos
parecían melocotones rosados.
VI
El ruiseñor volvió a cantar
esta vez oí muy claro los dos cantos;
por la ventana que mira hacia las estrellas del sur
en la rama de un eucalipto muy grande
estaban las dos hermosas aves,
una volaba a la ventana y picoteaba el espejo
después la otra hacía lo mismo,
entonces entendí porque la imagen eran dos imágenes
y el canto dos cantos
y el ruiseñor dos ruiseñores.
VII
Canté una canción
abrí los ojos
se me cayó la vela de las manos
y los rostros de mis nietos
iluminaron la noche,
los ruiseñores se habían ido,
un ramo de flores frescas
soltaba el aroma de la vida.
VIII
Ahora,
cada vez que deseo ver a mis nietos
que aún no conozco,
antes de dormirme
tengo el cuidado de poner el espejo en la ventana
que da de frente al eucalipto
en dirección a las estrellas del sur
a donde llegan los ruiseñores
para traerme en sus cantos
los rostros hermosos de mis nietos
a los que amo,
no nos conocemos y ya nos hemos visto.
Francisco Azuela
La Paz, 29 de noviembre de 2007.
Leer más en: www.artepoetica.net
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