Fotografía: Francisco de Asís Fernández
Las almas son estrellas en el cielo...
Hace muchísimos años
los Dragones gobernaban la tierra.
Ahora sus almas son estrellas en el cielo.
Así hablarán mis hijos de mi cuando muera,
cuando me hayan convertido en una estrella
en el amasijo de su memoria,
cuando la oscuridad usurpe el lugar de la claridad
y vagos espectros emerjan de las tinieblas del recuerdo.
La muerte me acecha pero aguarda.
Viene como de un espejo espeso.
La siento como un ciego toca la vida con su piel
y todos los otros sentidos se magnifican.
Es una Diosa sola. Su soledad la fortalece.
¿Cuál es la virtud de su espíritu miserable
en el esplendor de la vida ?
El silencio es su música desdeñosa y arrogante.
Pronto tendré la mano seca de un viejo
y soñaré que la muerte es una alucinación,
que cada vez que regrese al sueño de la vida
tendré una mejor manera de encontrarla,
y que nervioso con la brutalidad obsesiva de la vida
ordenaré lo ordenado y desordenaré el desorden
del cuerpo espiritual de mi lascivia.
Pero mis hijos sabrán leer en la luz de las estrellas
que no supe gobernar mi corazón,
que escribí para los Ángeles
y terminé con el pecho destrozado.
Granada, 13 de Septiembre 2001
Las almas son estrellas en el cielo...
Hace muchísimos años
los Dragones gobernaban la tierra.
Ahora sus almas son estrellas en el cielo.
Así hablarán mis hijos de mi cuando muera,
cuando me hayan convertido en una estrella
en el amasijo de su memoria,
cuando la oscuridad usurpe el lugar de la claridad
y vagos espectros emerjan de las tinieblas del recuerdo.
La muerte me acecha pero aguarda.
Viene como de un espejo espeso.
La siento como un ciego toca la vida con su piel
y todos los otros sentidos se magnifican.
Es una Diosa sola. Su soledad la fortalece.
¿Cuál es la virtud de su espíritu miserable
en el esplendor de la vida ?
El silencio es su música desdeñosa y arrogante.
Pronto tendré la mano seca de un viejo
y soñaré que la muerte es una alucinación,
que cada vez que regrese al sueño de la vida
tendré una mejor manera de encontrarla,
y que nervioso con la brutalidad obsesiva de la vida
ordenaré lo ordenado y desordenaré el desorden
del cuerpo espiritual de mi lascivia.
Pero mis hijos sabrán leer en la luz de las estrellas
que no supe gobernar mi corazón,
que escribí para los Ángeles
y terminé con el pecho destrozado.
Granada, 13 de Septiembre 2001
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