Universo armónico y compacto
La poesía de André Cruchaga, por su parte, siempre me ha parecido sólida y auténtica. Cuando escribí el prólogo a su libro “Rumor de Pájaros”, el cual leí de un solo tirón y disfruté profundamente, de inmediato me identifiqué con las emotivas imágenes que su poesía desborda, que si bien en su mayoría, son desamparadas, agónicas, y amuralladas, también las hay tesoneras y decididas, desafiantes y vencedoras, constituyendo dicho poemario, no sólo un muy buen libro de poesía, sino además un universo armónico y compacto. En su palabra creí percibir ese diálogo interno del poeta consigo mismo, diálogo que sólo puede estar presente en la cavilación del hombre de bien, conciente de su fragilidad, de sus limitaciones, así como de su espiritualidad, únicas razones que lo sostienen en un mundo de luchas y pesares, de prisas y agonías terrenas.
André, como auténtico poeta que es, se sabe inmerso en un mundo de materia, que lacera, que arrebata, que extermina, que divide y del cual, únicamente a través del don de la palabra bien expresada, privilegio conferido a unos pocos, logra liberarse y sobreponerse.
Así este escritor, a ratos intimista y hermético que sabe conjugar su ritmo interno con el de las fuerzas de la naturaleza, resulta ser un solitario vencedor en la batalla del alma y de la vida, tal como lo testimonia su poema A manera de paréntesis de “Oscuridad sin fecha”
“Y hablando de la vida no hay por qué temerle a los fantasmas.
Toda penuria tiene su esperanza y su sigilo”
Pero también la extensa poesía de Cruchaga, suele abarcar, las luchas y dolores por las que la patria se desvela y se desangra desde siempre; así ante la injusticia y la traición su voz ha sabido alzarse, responder y solidarizarse con los penitentes y desvalidos. El poeta, porta como único estandarte, la poesía transformada en grito de denuncia por aquellos que un día callaron para siempre y por los que sometidos por hambre, callan hoy; y mientras su voz continúe como fiel guardiana de recuerdos y nostalgias, siempre podrá escucharse llevado por el viento aquel primer verso de su poema Boceto, también de “Oscuridad sin fecha” que canta “En el fuego de la memoria el país.
María Cristina Orantes,
El Salvador, América Central.
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