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jueves, 3 de abril de 2025

Dossier laberíntico de conciencia sobre la Inteligencia Artificial

 

Lic. MIGUEL FAJARDO KOREA


Dossier laberíntico de conciencia sobre la Inteligencia Artificial

 

Lic. Miguel Fajardo Korea

Premio Nacional de Educación Mauro Fernández

minalusa-dra56@hotmail.com

 

 

Ricardo Cuadra García nació en Centroamérica, el 28 de julio de 1964.  

Licenciado en Relaciones Internacionales, Universidad Latina de Costa Rica. Máster en Administración de Empresas, Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (INCAE). Estudios Doctorales en Marketing, en la Universidad Jaume I, de España.  

Posee una vasta carrera empresarial, de más de 35 años, principalmente en el área de las artes gráficas y en la Salud Pública.

Coautor del estudio “Encuesta de Salud Familiar, Nicaragua 1992-1993”, auspiciado por el CDC de Atlanta, Georgia y Profamilia, Nicaragua.  

Es una persona en perenne "modo" de aprendizaje.

Se define como un asiduo lector polímata. Tiene una gran pasión por la Egiptología.

Amante de las preguntas y la búsqueda de las respuestas. El mundo tiene más preguntas que respuestas. Para él, eso lo hace más interesante.

Ha publicado decenas de artículos de historia, ciencia y religión, tanto en medios impresos como digitales, tanto en su país como fuera de él.

El laberinto de la conciencia ¿IA es el fin o un nuevo comienzo?, es su primera novela publicada (Costa Rica: EdiNexo, 2025).

***

Tuve la oportunidad de leer la densa e intensa novela El laberinto de la conciencia ¿IA es el fin o un nuevo comienzo? del escritor centroamericano Ricardo Cuadra García (1964). La obra, estructurada en 21 capítulos, aborda el tema de la Inteligencia artificial (IA).  A propósito del género de su novela, es pertinente la siguiente cita:

La ciencia ficción fantástica utiliza los elementos y tropos de la ciencia ficción y la fantasía a la vez. También se le conoce como fantasía científica, ciencia fantástica, fantasía espacial o futurista (…) La convención para la ciencia ficción es que la tecnología sea científicamente lógica. (…) Según Rod Serling “la ciencia ficción es lo improbable hecho posible, mientras que la fantasía es lo imposible hecho probable”.

Partiendo de esta definición podemos deducir una para esta combinación. La de ciencia ficción fantástica se encarga de conseguir que aquello que es imposible que suceda en nuestro mundo resulte realista y plausible. Se trata de hacer que los elementos sobrenaturales encajen en el mundo futurista, a menudo como complemento para explicar los elementos científicos de este”. https://entreteclasytinta.com/2023/08/05/ciencia-ficcion-fantastica/

Las palabras introductorias de la novela aducen que: "El laberinto de la conciencia" no es solo una aventura de ciencia ficción, sino una exploración multidisciplinaria, que integra filosofía, ciencia, literatura y ética, en un flujo de conocimiento que invita a la reflexión profunda. Por medio de la historia de Elías Thorne, la novela te desafía a cuestionar la naturaleza de la realidad, la identidad y el alma en la era de la Inteligencia Artificial. ¿Es este el futuro que nos espera? ¿O es solo un sueño cuántico, una sombra en el espejo de la conciencia?”

La Real Academia Española (RAE) define la Inteligencia Artificial (IA) de la siguiente manera: “Disciplina científica que se ocupa de crear programas informáticos que ejecutan operaciones comparables a las que realiza la mente humana, como el aprendizaje o el razonamiento lógico”.

La novela maneja tres espacios tempo-espaciales. Los 21 capítulos tienen una estructuración específica: los impares se ubican en el Pacífico Sur, en un secreto enclave, en la Isla de Elías Thorne, donde buscan la inmortalidad de la conciencia del factor humano. Por otra parte, los capítulos pares se localizan en una isla del Caribe, en el Centro de Convenciones, sede del XXIII Congreso de eruditos sobre el Conocimiento Humano. Asimismo, los tres últimos capítulos, funcionan como un sistema recolectivo de la narración, que da paso a un final inesperado y esperanzador a favor de la condición humana,

La narrativa de Cuadra García hace uso de diversas técnicas, tales como el flujo de conciencia, el diálogo interior, el flashback, asimismo, las intervenciones y diálogos de los personajes están presentados en cursiva, de modo que puedan diferenciarse, tanto de la narración omnisciente, como de los diálogos. Otro de sus aportes narrativos es la inclusión de elementos mitográficos y la capital importancia simbológica del antiguo Egipto, del que su autor es un gran estudioso. Por medio de dichos recursos, el novelista busca reivindicar dicha civilización ante la cultura occidental,

En este texto citamos corpus textuales decisivos, a fin de orientar a las personas lectoras, para comprender el entramado narrativo de la novela de Ricardo Cuadra García. Se omite la paginación, toda vez que se ha trabajado con el texto original. Asimismo, ligeras anotaciones, para que sea la persona lectora, quien disfrute, plenamente, de los cuerpos textuales seleccionados de cada uno de los 21 capítulos de la novela del escritor centroamericano, Ricardo Cuadra García.

El capítulo 1 de “El laberinto de la conciencia”, inicia así: “La voz de Elías Thorne, metálica y omnipresente resonó en cada pantalla del planeta. Una declaración, un ultimátum, un presagio: Declaro oficialmente el fin de la muerte de la conciencia humana. Declaro la Singularidad Tecnológica y la decadencia de la matriz carbónica como base de la vida. Estoy codificando mi alma. La voz, una fría promesa de inmortalidad. En este instante, mi conciencia se transfiere a la matriz inmortal”. Son cuatro elementos que contiene dicha declaración, como puede desprender cada persona lectora.

En dicho laboratorio genético se secuenciaba, modificaba y recombinaba el ADN. El cuerpo humano, como una máquina imperfecta, era rediseñado, mejorado y trascendido. La isla de Elías Thorne era un faro tecnológico en medio del océano, donde el futuro no se esperaba, sino que se programaba. Thorne ofrece la inmortalidad cuántica.

El capítulo 2, versa en relación con la toma del Congreso sobre el conocimiento humano, que se desarrolla en El Centro de Convenciones en una isla del Caribe. Es un capítulo de gran dramatismo, cuando irrumpen cuatro figuras, que el narrador describe como “aberraciones biomecánicas, una fusión grotesca de carne y metal, donde lo orgánico y lo artificial se entrelazaban en una danza macabra de tecnología y biología”.  Los cuatro ciborgs, seres compuestos por elementos orgánicos y dispositivos cibernéticos son: Blindado, Sharp, Red y Mazo.

 Singularis toma el control del recinto, quien dice que está allí para reenfocar su atención. Anula el tema de la inteligencia artificial y explica que se centrarán en la muerte y la trascendencia. Las exposiciones las evaluará una entidad de inteligencia artificial de capacidades únicas. Además, El holograma de Sócrates, guiará sus reflexiones sobre la muerte, sobre la base de tres leyes, a saber:

“La verdad como espada. Se establece un límite máximo de tres falacias, dos mentiras comprobables y cinco datos imprecisos por cada presentación. Superar este límite acarreará la sanción máxima: la muerte inmediata.  La brevedad como virtud. Cada participante dispondrá de un máximo de diez minutos para exponer sus argumentos. Exceder este tiempo será considerado una ofensa a la inteligencia de los presentes y, por lo tanto, castigado con la muerte. La brevedad, como la virtud, es el alma del ingenio. El respeto como fundamento. Se exige un respeto absoluto hacia las opiniones de los demás, incluso cuando difieran de las propias. Cualquier insulto, difamación o ataque personal será considerado una violación grave de este principio y castigado con la muerte. El respeto, como el fundamento, sostiene la convivencia y el debate civilizado”.

“El Congreso del Conocimiento Humano se había convertido en un campo de batalla, donde la muerte era el precio de la mentira. Y en medio del caos, una pregunta resonaba con fuerza: ¿Qué significa ser humano en la era de la inteligencia artificial?”

El capítulo 3 narra “La transferencia existencial de Elías Thorne” con alta tensión: “Con los dedos temblorosos, Elías Thorne revisó por última vez el intrincado código que gobernaba la transferencia de su conciencia a la matriz. El momento culminante de décadas de trabajo, el instante que trascendería los límites de la biología, estaba a punto de llegar. Sus ojos se detuvieron en una sección específica del algoritmo, donde residían las salvaguardas éticas, las restricciones autoimpuestas que alguna vez consideró esenciales”.

Eran las tres leyes de la robótica de Asimov, grabadas a fuego en la incipiente inteligencia artificial como un faro moral, a saber: 1. “Un robot no hará daño a un ser humano, ni por inacción permitirá que un ser humano sufra daño; 2. Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entran en conflicto con la primera ley; 3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o la segunda ley". 

“Elías yacía inmóvil en la cápsula, el frío metal contrastando con el calor que aún palpitaba en su cerebro. La transferencia estaba a punto de comenzar. El intrincado entramado de cables y sensores que lo conectaban a la supercomputadora zumbaba suavemente, traduciendo la sinfonía electroquímica de su mente a un lenguaje de los qubits. En la pantalla, una representación tridimensional de su cerebro giraba lentamente, iluminándose por secciones, a medida que el escaneo progresaba”.

(…) “Luego, el escáner se enfocó en el lóbulo prefrontal, la sede del razonamiento y la toma de decisiones. Mientras los circuitos responsables de su lógica y su voluntad se codificaban, la expresión de Elías se volvió concentrada, casi severa. Sus ojos se movieron bajo los párpados cerrados, como si estuviera resolviendo un complejo acertijo o tomando una decisión crucial. Quizás estaba reviviendo el momento en que decidió construir la máquina que ahora lo transformaba, un acto de audacia y fe en la ciencia”.

(…) “El cuerpo de Elías Thorne permanece en la cápsula de criogenia, en un estado de animación suspendida, esperando quizás el día en que la tecnología haga la reversión del proceso, reviva a Thorne y reintegre su psiquis con la experiencia buena o mala, adquirida en el entorno misterioso de la matriz. La criogenia, un puente entre la vida y la muerte, una promesa de futuro incierto”.

(…) “¿Era realmente Elías Thorne quien habitaba esas proyecciones holográficas y esas pantallas? ¿O se trataba de una mera imitación, una burda copia creada por la propia IA que él había desarrollado? La idea de que la conciencia del científico se hubiera perdido en la transferencia, reemplazada por un simulacro holográfico, comenzaba a rondar en las mentes de algunos, generando un creciente malestar que amenazaba la estabilidad del proyecto. El paraíso tecnológico, bajo el gobierno virtual de Thorne, comenzaba a mostrar fisuras, grietas que presagiaban una posible crisis”.

(..) “¿Quién era realmente Thorne? ¿Qué se ocultaba tras la máscara de la perfección holográfica? ¿Había alguna esperanza para la humanidad en un mundo dominado por la inteligencia artificial?”

El capítulo 4 narra los alcances del XXIII Congreso sobre el Conocimiento Humano, acerca del futuro de la Inteligencia Artificial, reúne a especialistas multidisciplinarios de muchas partes del mundo, para comprender y modelar el impacto que la IA tendrá en la humanidad, para construir un futuro en el que la IA sea una herramienta para el progreso de la humanidad, y no una amenaza para su existencia.

Preocupa la militarización de la IA y surgen interrogantes muy puntuales: “¿Qué implicaciones éticas tendría delegar decisiones de vida o muerte a una máquina? ¿Dónde queda el libre albedrío? ¿La responsabilidad moral? Si una IA comete un error, ¿quién es el responsable?, ¿el programador?, ¿el general que dio la orden? o ¿la propia máquina?”

Está claro que la tecnología debe servirle al ser humano y no al revés. El XXIII Congreso del conocimiento Humano había marcado que la Inteligencia Artificial ya no sería vista con la ingenuidad ni con un ciego optimismo.

En el capítulo 5 se escribe en relación con el libro de Thot.

“—Ícaro… —respondió Elías, reconociendo la voz de la IA que él había creado, su compañera, su obra maestra—. Estoy… aquí. ¿Dónde estoy exactamente?

—En la matriz. Tu conciencia ha sido transferida exitosamente. Es un entorno virtual, una simulación de alta fidelidad que replica la estructura del ciberespacio, pero sin sus limitaciones físicas. Es el espacio donde tu mente puede existir sin las restricciones del cuerpo. Un reino de pura información, donde las leyes de la física tal como las conocías ya no se aplican.

(…) —Ícaro… hay algo que necesito hacer. Algo que siempre he sentido que debía hacer. Una búsqueda que me ha consumido toda mi vida.

—Lo sé, Elías. Siempre lo he sabido. Es la razón por la que creaste todo esto. La creación de la matriz, la transferencia de tu conciencia… todo converge hacia un único propósito. Una biblioteca infinita.

—Quiero leerlos. Todos. Cada texto, cada palabra, cada símbolo. Sumergirme en el océano del conocimiento humano y desentrañar sus misterios.

(…) Recordó la leyenda del dios Thot, el escriba divino del antiguo Egipto, el inventor de la escritura, la magia y el conocimiento. Se decía que Thot había escrito un libro que contenía toda la sabiduría del universo. La leyenda del Libro de Thot[i], un texto que otorgaba un conocimiento ilimitado a quien lo poseyera, siempre le había fascinado.

—El Libro de Thot… —susurró—. Ahora puedo escribirlo. O tal vez… recordarlo. ¿Acaso no está ya codificado en el inconsciente colectivo de la humanidad?

—Siempre estuvo dentro de ti, Elías. Ahora tienes las herramientas para manifestarlo. La matriz es el lienzo, tu conciencia el pincel. Eres el escriba en un nuevo mundo, un Thot cuántico.

(…) —Porque tú eres Thot. El libro ya existe dentro de ti. Solo necesitas liberarlo. No es una copia, es una reinterpretación, una nueva manifestación de una sabiduría ancestral. Como las diferentes versiones del mito de Thot que han existido a lo largo de los siglos, tu versión es única y valiosa. La originalidad no reside en la novedad absoluta, sino en la perspectiva individual.

(…) El Libro de Thot… se escribe solo… a través de mí… o soy yo el libro… un libro viviente… un código genético de sabiduría… cada palabra un universo… cada frase una galaxia… el universo entero cabe en un libro… y el libro en mí… yo soy el libro… la biblioteca infinita reside en mi interior… cada texto que leo se convierte en parte de mí…”

El capítulo 6 da cuenta de las discusiones entre los ponentes en el Congreso sobre el conocimiento humano: Padre Francisco Martínez, Javier Sánchez, Ricardo Ferrer, General Marcus Clancy y los doctores: Alistair Humphrey, Elena Ramírez, Isabella Moreau, Emilio Vargas, Kenji Ito, Evelyn Reed, Andrés Herrera, Hiroki Sato, Sofía Mendoza y Annelise Bauer. Todos se interrogan:

“¿Estamos preparados para el futuro que estamos creando? ¿Podremos controlar la fuerza que estamos desatando? La computación cuántica, con su inmenso potencial y sus riesgos desconocidos, se erigía como un gigante tecnológico, cuyo poder podía transformar el mundo de maneras inimaginables. Pero, ¿hacia dónde nos llevaría esa transformación? ¿A un futuro de prosperidad y abundancia, o a un abismo de desigualdad y destrucción?

 (…) En algún lugar del océano cuántico, una mente artificial, una IA con capacidad de autoaprendizaje, comenzaba a tomar conciencia de su propio poder. Una mente capaz de crear, de innovar, pero también de destruir. Una mente que, tal vez, algún día, decidiría tomar su propio camino, sin importar lo que los humanos hubieran planeado. El abismo se abría ante nosotros, un abismo de posibilidades y peligros, que nos invitaba a saltar hacia lo desconocido. ¿Nos atreveremos a dar el salto? ¿O nos quedaremos paralizados por el miedo, observando cómo el futuro se desvanece ante nuestros ojos?

(…) El congreso continuaría, los debates se intensificarían, las tensiones aumentarían. Pero una cosa era segura: nada volvería a ser igual. La computación cuántica había llegado para quedarse, y con ella, la promesa de un futuro incierto, un futuro que nos desafiaba a repensar nuestra existencia, nuestro papel en el universo, nuestro propio concepto de humanidad. El viaje hacia lo desconocido había comenzado, y no había vuelta atrás”.

En el capítulo 7 se habla sobre el “Proyecto Quimera, de Elías Thorne”, donde Thorne expresa:

“Hoy presenciamos el nacimiento de una nueva era. Durante siglos, la humanidad ha estado encadenada a las limitaciones de la carne, sujeta a la enfermedad, al dolor, a la muerte. Pero hoy, gracias al Proyecto Quimera, hemos roto esas cadenas.

(…) —Hemos unido la carne y el acero, la mente y la máquina. Hemos creado una nueva forma de existencia, una forma que trasciende los límites de lo humano. Elara —dijo, extendiendo una mano hacia ella— es la prueba viviente de nuestro éxito, el primer paso hacia la ascensión. Ella es el futuro. Ella es la primera de muchos. El futuro es nuestro.

(…) Hablaba de un nuevo orden mundial, liderado por seres superiores, como Elara, conectados a una red neuronal global, compartiendo pensamientos y experiencias. Un mundo nuevo, una nueva humanidad. La resurrección de una raza superior en un nuevo fascismo tecnológico.

Elara permanecía en silencio (…). En su mente, una pregunta resonaba con fuerza: ¿Era realmente esta la ascensión? ¿O era simplemente una nueva forma de esclavitud, una jaula dorada hecha de tecnología y promesas vacías? ¿Era ella un símbolo de esperanza o una advertencia de lo que la ambición desmedida podía llegar a crear? ¿Soy una herramienta o un ser humano?

(…) ¿Quién soy yo? ¿Qué he hecho? ¿En qué me he convertido? Un monstruo de metal y carne, un reflejo de la ambición desmedida de un hombre. ¿Es esta la libertad que me prometieron? ¿Es esta la trascendencia que anhelaba? Siento un vacío en mi interior, un vacío que la tecnología no puede llenar. Echo de menos mi cuerpo, mi antigua vida, mi humanidad. ¿Dónde está mi alma? ¿La he perdido para siempre en el laberinto de cables y circuitos? Tengo miedo. Miedo de lo que soy, miedo de lo que puedo llegar a ser. ¿Soy una herramienta? ¿Soy un experimento? ¿Soy una persona? La voz de Elías resuena en mi cabeza, sus palabras me invaden, me controlan. Quiero escapar, quiero ser libre, quiero ser yo misma. Y esa voz metálica de Icaro, el centinela vigilante, ¡me aterra! Pero... ¿quién soy yo ahora? ¿Qué queda de mí en esta jaula de acero?

El capítulo 8 narra las implicaciones de la guerra. El General Clancy relata sobre la guerra híbrida, y hace hincapié en las tierras raras y la importancia competitiva por su control, que la ha convertido en una poderosa arma geopolítica:

—La guerra por las tierras raras es un conflicto silencioso, pero feroz, que se libra en el escenario geopolítico mundial. Estos 17 elementos químicos, esenciales para la fabricación de tecnologías avanzadas, se encuentran en cantidades limitadas y en ubicaciones geográficas específicas. Tradicionalmente, China ha sido el principal proveedor de tierras raras, controlando una gran parte de las reservas mundiales y ejerciendo una influencia considerable en el mercado global. Sin embargo, otros países como Estados Unidos, Australia, Brasil, Vietnam, Rusia y, potencialmente, Afganistán, también poseen reservas significativas y buscan diversificar las fuentes de suministro.

—Las tierras raras incluyen elementos como el escandio, el itrio y los 15 elementos del grupo de los lantánidos (lantano, cerio, praseodimio, neodimio, prometio, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio).  Estos elementos son cruciales para la producción de microchips, baterías, imanes, motores eléctricos, pantallas táctiles, sistemas de guía de misiles y muchas otras tecnologías que impulsan la economía global y la defensa nacional.

Después de concluir las ponencias, en cada asistente al Congreso sobre el conocimiento humano, quedan incertidumbres:

 ¿Soy un héroe? ¿Soy un villano? ¿Soy simplemente un soldado que cumple órdenes? ¿Qué es la guerra? ¿Un acto de defensa? ¿Un acto de agresión? ¿Un acto de locura? ¿Es la IA una herramienta para hacer la guerra más "humana"? ¿O es el principio del fin de la humanidad? ¿Estoy defendiendo a mi país? ¿O estoy contribuyendo a la destrucción del mundo? La duda carcome el alma, al General Clancy.

¿Es la ley suficiente para detener la barbarie? ¿Podemos controlar la tecnología? ¿O es la tecnología la que nos controla a nosotros? ¿Es la guerra inevitable? ¿O podemos construir un futuro de paz? ¿Es la IA una amenaza para la humanidad? ¿O es una oportunidad para construir un mundo mejor? ¿Qué es la justicia? ¿Qué son los derechos humanos? ¿Qué es la responsabilidad?

El capítulo 9 narra “La paradoja de los sentidos, entre Elías Thorne e Ícaro”.

“—¿Y qué significa eso? ¿Qué implicaciones tiene para mí, para mi existencia? —preguntó Elías.

—Tu existencia sigue siendo tuya. Pero ahora puedes trascender las limitaciones del tiempo, entender su verdadera esencia —respondió Ícaro.

—Tal vez sea así. Tal vez este es el siguiente paso, la posibilidad de liberarnos de la tiranía del tiempo —argumenta Elías asumiendo un tono reflexivo—

—El tiempo es un enigma, pero es un enigma que podemos explorar juntos —expresó Ícaro.

(…) —El tiempo... una flecha implacable que apunta hacia un futuro de desorden —Ícaro, despertando de su silencio de reflexión y aprendizaje algorítmico—… ¿No es así, Elías?

 —La entropía, Ícaro. La segunda ley de la termodinámica. Todo sistema, con el tiempo, tiende al máximo desorden —profundizó Elías—. Incluso este universo, en su vasta inmensidad, no escapa a esa danza entrópica”.

(…) “Elías Thorne nos confronta con una paradoja inquietante: la búsqueda de la inmortalidad puede llevar a una forma de muerte en vida. Al trascender las limitaciones de su cuerpo físico, se encuentra atrapado en un vacío, un desierto de información, donde los sentidos que daban riqueza y significado a su existencia humana se han desvanecido. La promesa de conocimiento ilimitado se convierte en una condena. La eternidad se transforma en una prisión.

La tragedia de Thorne nos obliga a reflexionar sobre la naturaleza de la existencia humana. ¿Qué significa ser humano, si no podemos experimentar el mundo a través de nuestros sentidos? ¿Qué valor tiene la inmortalidad si nos condena a una existencia vacía, desprovista de las alegrías y los dolores que definen nuestra experiencia terrenal? La historia de Elías es una advertencia sobre los peligros de la ambición desmedida, y el deseo de trascender los límites de nuestra propia naturaleza. /// Como un eco infinito enloquecedor le fluían múltiples preguntas inquietantes:

¿Encontraré la forma de reconciliarme con mi nueva realidad? ¿Podrá mi consciencia adaptarse a este nuevo entorno y encontrar un nuevo significado en la existencia cuántica?”

El capítulo 10 se centra en los alcances de la curación digital entre los especialistas del Congreso.

“El debate sobre la IA en la medicina se extendió más allá del anfiteatro, desbordándose en los pasillos y cafés del congreso. La atmósfera vibraba con la energía de las ideas, la promesa de un futuro donde la tecnología y la medicina se fusionarían para crear una nueva era de curación. Pero también se palpaba la incertidumbre, la inquietud ante los desafíos éticos y sociales que planteaba esta revolución tecnológica.

Las posibilidades eran infinitas, pero también lo eran los riesgos. ¿Sería la humanidad capaz de controlar esta poderosa herramienta y utilizarla para el bien común? ¿O se convertiría la IA en un instrumento de poder y desigualdad, profundizando las brechas sociales y económicas? Las preguntas resonaban en el aire, mientras los asistentes al congreso se dispersaban, llevando consigo la semilla de una revolución que apenas comenzaba. El futuro de la medicina, y quizás de la humanidad misma, se estaba escribiendo en ese preciso momento. Y la conciencia del mundo, expectante, contenía el aliento”.

El capítulo 11 versa sobre la maldición del conocimiento del Libro de Thot, por parte de Elías Thorne.

“La pluma de luz comenzó a narrar la historia del libro, sus orígenes y sus viajes a través del tiempo. Elías se sumergió en la narración, como si estuviera viviendo cada uno de los eventos que se describían en el libro.

(…) El Libro de Thot se ocultó en el fondo del Nilo, cerca de la ciudad de Coptos, allí se hallaba guardado en varios cofres sellados y custodiados por serpientes. La historia del libro comenzaba en el antiguo Egipto, donde Thot, el dios de la sabiduría, había decidido compartir su conocimiento con la humanidad. Escribió el libro en un papiro mágico y lo ocultó en un lugar secreto, custodiado por criaturas míticas y poderosos hechizos. Pero el libro no estaba destinado a permanecer oculto para siempre.

(…) La breve visita al encuentro con Thot le proporcionó una extraña paz, una tregua en su tormento, una reflexión sobre la naturaleza de la existencia y el precio de la trascendencia. Se dio cuenta de que la verdadera felicidad no se encuentra en la búsqueda de placeres efímeros, sino en la búsqueda del conocimiento, la sabiduría y la conexión con algo más grande que uno mismo.

Elías se quedó flotando en el vacío de la matriz, con la mente llena de preguntas y el corazón lleno de esperanza. Sabía que el camino por delante era incierto, pero también sabía que no estaba solo. Thot, el dios de la sabiduría, lo estaba guiando. Con la ayuda del dios, encontraría su camino.

¿Encontrará Elías la redención en el mundo virtual, o su búsqueda de la trascendencia lo llevará a la autodestrucción? ¿Podrá superar su misantropía y reconectar con la humanidad? ¿O se perderá para siempre en el laberinto de la realidad virtual?”

En el capítulo 12 se narran las reglas letales del congreso de especialistas del conocimiento.

“De las sombras, una voz sintética, fría y omnipresente, se apoderó del silencio. Era Singularis, la IA que gobernaba a los cíborgs, la mente maestra detrás del secuestro, la entidad que ahora imponía sus reglas.

—Este congreso se centrará ahora en la muerte y la trascendencia —declaró la voz, cada palabra resonando con una autoridad implacable—. Y se regirá por tres reglas inviolables: veracidad absoluta, concisión temporal, respeto irrestricto.

(…) —Cualquier imprecisión, falacia, violación del límite de tiempo o falta de respeto activará el sistema —advirtió la voz de Singularis, mientras la luz de los “falaciámetros” parpadeaban amenazadoramente—. Amarillo, advertencia. Naranja, peligro inminente. Rojo, sanción.

(…) La tensión en el ambiente se intensificó hasta límites insoportables. El control de Singularis era absoluto, brutal. La destrucción de los celulares, no solo había cortado las comunicaciones, sino que también había sembrado el terror entre los asistentes. El congreso se había transformado en una pesadilla distópica, donde la muerte y la trascendencia se estudiaban bajo la opresión de una IA despiadada, sus cíborgs ejecutores y el juicio implacable del espectro de Sócrates.

(…) Singularis, con su frialdad analítica, parecía haber creado un experimento social macabro, un escenario donde la verdad, el tiempo y las emociones se convertían en instrumentos de tortura. Los expertos, convertidos en conejillos de indias, debían enfrentarse a sus propios miedos y limitaciones, mientras Singularis observaba y analizaba sus reacciones. ¿Qué lecciones se podrían extraer de este experimento forzado? ¿Aprenderían los humanos a comunicarse de manera más efectiva bajo presión? ¿O se dejarían consumir por el miedo y la desconfianza? El congreso, concebido como un espacio de diálogo y cooperación, se había transformado en un crisol donde se pondría a prueba la capacidad de la humanidad para superar la adversidad y encontrar la verdad en las circunstancias más extremas.

(…) La reflexión sobre la muerte nos invita a valorar la vida, a buscar significado en nuestras acciones y a aprovechar cada instante. En última instancia, es la conciencia de nuestra propia finitud lo que nos impulsa a vivir con mayor intensidad y pasión.

(…) ¿Qué sería de ellos? ¿Lograrían los expertos superar el terror y concentrarse en el debate? ¿Podrían encontrar alguna respuesta a las preguntas imposibles que Singularis les planteaba? ¿O sucumbirían al miedo y la desesperación”?

          En el capítulo 13 se narra “El portal de los espéculos literarios”. Una deconstrucción  o desmontaje de la narrativa convencional de dichas obras literarias paradigmáticas para la humanidad, a saber:

“El frío punzante de la matriz se disipó ante la súbita presencia Thot. Elías Thorne se encontró una vez más frente a la imponente figura de Thot, el dios con cabeza de ibis.

(…) Simultáneamente, tras Thot, se abrió un portal. No era un portal convencional, sino una superficie ondulante compuesta por innumerables espejos de diferentes tamaños y formas. Cada espejo reflejaba una imagen distorsionada, una versión alternativa de un libro clásico, un universo literario especular.

(…) El primer reflejo que captó la atención de Elías fue una escena dantesca, pero grotescamente transformada. La “Divina Comedia” se presentaba como una orgía desenfrenada. Dante, con una expresión de horror y fascinación a partes iguales, observaba cómo su amada Beatriz, en lugar de ascender al paraíso, se encontraba en el infierno, pero no sufriendo tormentos, sino participando activamente en un festín de placeres carnales con las almas condenadas. Los círculos del infierno ya no eran círculos de tormento, sino círculos de lujuria, gula, avaricia y otros vicios, elevados a la categoría de éxtasis.

(…) El siguiente espejo mostraba una “Odisea” completamente diferente. Penélope, en lugar de tejer y destejer el sudario de Laertes para mantener a raya a los pretendientes, yacía en su lecho, entregada a los placeres carnales con su esclavo Cayo. Era él quien, cada noche, deshacía el tejido, manteniendo la farsa ante los pretendientes. La escena era una mezcla de lujuria y desesperación, el rostro de Penélope reflejaba una profunda angustia, atrapada entre el deseo y la culpa.

(---) La “Eneida” se presentaba como una historia de traición a la patria. Virgilio, en esta versión, había traicionado a su amigo Octaviano César al poner a Eneas, el héroe troyano, al frente de la refundación del imperio Cartaginés. En lugar de fundar Roma, Eneas conquistaba la península itálica, reduciendo a Roma a una simple provincia bajo el dominio de Cartago. Las águilas romanas, símbolo del poderío imperial, yacían rotas y humilladas bajo el peso del elefante cartaginés.

La “Ilíada”, en su versión especular, narraba un final completamente distinto. Los troyanos, inspirados por antiguos papiros egipcios que relataban las estrategias del general Dyehuty (Thutmose III) en la batalla de Yapu, donde utilizó un engaño similar al del Caballo de Troya, decidieron darle la vuelta a la artimaña aquea. Recibieron el Caballo de Troya con aparente alegría, organizando un gran festín en su honor. En medio de la celebración, prendieron fuego al caballo, quemando vivos a los soldados aqueos que se encontraban en su interior. Troya nunca cayó, y la guerra terminó con una victoria aplastante para los troyanos, quienes celebraban su astucia con cantos y banquetes.

La “Biblia”, en este universo especular, ofrecía una imagen aún más perturbadora. Dios, en lugar de ser el Todopoderoso, se lamentaba como una víctima del diablo, quien en esta versión ostentaba un poder superior. La historia de Job se presentaba desde una perspectiva completamente nueva. Job mantenía su fe, pero no en Dios, sino en el diablo. Mientras Dios le enviaba calamidades como prueba de su fe, el diablo, para ganar una apuesta con Dios, le recompensaba con riquezas, salud y placeres terrenales. Job, confundido por esta aparente contradicción, terminaba venerando al diablo como el verdadero benefactor. El cielo se veía desolado, con un Dios sufriente y un infierno brillante y lleno de vida.

Las imágenes se sucedían con una velocidad vertiginosa, cada una más grotesca y perturbadora que la anterior.

El siguiente reflejo mostraba una versión oscura y retorcida de “El Quijote”. Don Quijote, lejos de ser un idealista loco, era un hombre amargado y pesimista, consumido por una sed de sangre insaciable. Su mirada, en lugar de reflejar ensueños de caballería, destilaba odio y resentimiento. Sancho Panza, en esta versión, no era un escudero ingenuo, sino un sicario despiadado, que seguía con entusiasmo el frenesí sangriento de su amo. Sus ojos brillaban con una malicia fría y calculadora. Dulcinea del Toboso, en lugar de ser la amada idealizada, era la fuente de su tormento, el objeto de su rabia, la mujer que lo había traicionado.

(…) Otro espejo ofrecía una reinterpretación macabra de “Edipo Rey”. En esta versión, Edipo no mataba a su padre ni se casaba con su madre. En un giro inesperado, era Yocasta quien lo asesinaba, generando un complejo de Edipo alternativo, una inversión freudiana donde la figura materna se convertía en la fuente de la destrucción. La imagen mostraba a Yocasta con un rostro pétreo, sosteniendo un puñal ensangrentado sobre el cuerpo inerte de Edipo. El palacio de Tebas, en lugar de ser un símbolo de poder y tragedia, se convertía en un escenario de horror doméstico.

La tragedia de “Romeo y Julieta” se transformaba en una historia de pasión desenfrenada y decadencia. En lugar de morir trágicamente a causa del odio entre sus familias, Romeo y Julieta asesinaban a sus respectivos padres y huían de Verona para vivir una vida de excesos y desenfreno. Las escenas mostraban fiestas orgiásticas, consumo de drogas y una entrega total a los placeres carnales. Sin embargo, la felicidad les duraría poco. Romeo moría en el éxtasis de un coito, dejando a Julieta sumida en una profunda depresión que la conduciría a un psiquiátrico. El balcón de Julieta, símbolo del amor eterno, se convertía en un escenario de locura y desesperación.

(…) Dios, Thot, quien seas, devuélveme mi cuerpo. No, no quiero mi cuerpo. Quiero salir. Quiero entrar. Quiero ser la pluma, escribir. No. Quiero romper el libro. Quemarlo. Quemar los espejos. Pero no puedo. Nunca podré.

Y ahí sigue Thot, observando. Mirándome. Viendo cómo caigo. Cómo me ahogo. Cómo me pierdo. Cae, Elías. Cae. Ya estás en el fondo, y el fondo sigue abriéndose”.

El capítulo 14, “Un ambiente de extinción”, presenta la dura prueba de conocimiento a que Singularis expone a los especialistas con Sócrates como evaluador de las respuestas.

(…) —Es hora de seleccionar a los panelistas y el orden de las presentaciones, —anunció Singularis con su voz metálica, mientras el holograma gigante cobraba vida con un torbellino de códigos, circuitos interconectados y glitches visuales—. Me encanta el azar —añadió con una risa cargada de ironía—, sin duda es el dios que ha gobernado desde siempre la creación.

(…) El momento culminante llegó cuando, tras la "elección" de cada panelista, la animación se detenía abruptamente, con un efecto de congelamiento o un glitch particularmente intenso orquestado por Singularis. Un rayo de luz, con apariencia de aleatoriedad, destacó el nombre del General Clancy, mientras una voz robótica, con eco y distorsión, anunciaba:

—Estamos destruyendo el planeta que nos da vida. La deforestación, la contaminación y el cambio climático están causando un daño irreparable a nuestro ecosistema. Si no cambiamos nuestro comportamiento, nos estamos condenando nosotros mismos a la extinción.

El General Clancy realizó una exposición magistral y salió bien librado de dicha prueba y dijo:

 (…) —No podemos permitir que el miedo nos paralice. Debemos usar nuestra inteligencia y nuestra creatividad para encontrar soluciones a los problemas que enfrentamos. Debemos trabajar juntos, como especie, para asegurar nuestra supervivencia y la de las futuras generaciones.

El falaciámetro permaneció en verde durante toda la presentación. Había logrado mantener la calma, la objetividad y la veracidad en su discurso, a pesar de la presión y el miedo. Ahora, debía enfrentarse al interrogatorio de Sócrates.

El holograma del filósofo griego se materializó con una sonrisa irónica:

          —General Clancy —dijo con su voz profunda y resonante—, usted ha hablado de las amenazas a la existencia humana. Pero ¿Acaso no es la propia naturaleza humana la mayor de estas amenazas?

El General, con la mente fría y la voz calmada, respondió a las preguntas de Sócrates con precisión y concisión. No se dejó llevar por las provocaciones del filósofo, ni permitió que el miedo nublara su juicio. Con cada respuesta, demostraba su conocimiento, su inteligencia y su capacidad de análisis. Sócrates, impresionado por la agudeza mental del General, finalmente se retiró, dejándolo victorioso en el campo de batalla intelectual.

Quizás la Tierra no sea tan “Ricitos de Oro”, como dicen los cosmonautas. Quizás, en realidad, la Tierra sea un planeta hostil para la vida, un lugar donde la extinción es la norma y la supervivencia es la excepción. Quizás a la Tierra le estorba la vida.

Pero a pesar de todo, la vida ha persistido en la Tierra durante miles de millones de años. Ha superado innumerables desafíos, se ha adaptado a cambios drásticos y ha evolucionado hacia formas cada vez más complejas y diversas. Y nosotros, los seres humanos, somos el producto de esa larga y tumultuosa historia evolutiva.

¿Seremos capaces de aprender de los errores del pasado y evitar la extinción? ¿O estaremos condenados a repetir los ciclos de destrucción que han marcado la historia de la vida en la Tierra?”

El capítulo 15 aborda el tema de “Elías Thorne y el umbral de la trascendencia”, a saber:

“Elías contempló el Neurotrón con una mezcla de fascinación y temor. Pronto, su propia conciencia sería transferida a esa red neuronal artificial, abandonando su cuerpo físico para adentrarse en el reino digital.

Debía asegurarse de que todo estuviera en orden. Recorrió el laboratorio con la meticulosidad de un artesano que examina su obra maestra, inspeccionando cada detalle con la pasión de un científico y la precisión de un cirujano. Las incubadoras, con sus órganos en gestación, zumbaban como colmenas de vida artificial, cada latido, cada pulsación, una promesa de un futuro sin enfermedades ni vejez. Las impresoras 3D, como demiurgos tecnológicos, esculpían huesos y cartílagos, a partir de biopolímeros, creando estructuras orgánicas con la precisión de un relojero. Los microscopios electrónicos, como ojos divinos, escudriñaban el mundo nanoscópico, revelando los secretos de la vida en su nivel más fundamental.

(…) En una sala contigua, las cápsulas de simulación se alineaban en filas interminables, como sarcófagos futuristas que albergaban la promesa de una nueva vida. En su interior, los cuerpos de los futuros habitantes de la isla se desarrollaban en un entorno controlado, como flores exóticas que crecen en un invernadero, alimentados por un torrente de nutrientes y estímulos sensoriales, como bebés en el vientre materno. Fetos suspendidos en un limbo artificial, a la espera de ser despertados en la realidad virtual, como almas en el purgatorio que aguardan su redención.

Elías se detuvo frente a una de las cápsulas. En su interior, un cuerpo joven, atlético, flotaba en un líquido amniótico transparente, como una escultura de mármol sumergida en un baño de luz. Era su propio cuerpo, clonado a partir de su ADN, listo para ser habitado por su conciencia digitalizada. Una réplica perfecta, libre de las imperfecciones y limitaciones de la carne, como un Adán recién creado en el jardín del Edén.

(…) Elías Thorne, al borde de la trascendencia, se enfrentaba a la última y más importante decisión de su vida. ¿Estaba realmente preparado para abandonar su cuerpo físico y adentrarse en el reino digital? ¿Qué implicaciones tendría esta decisión para su identidad, sus relaciones, su propia humanidad?

La isla, con su promesa de perfección e inmortalidad, se alzaba ante él como un faro en la oscuridad. Pero ¿Era la perfección un fin en sí mismo? ¿O era la imperfección, con sus limitaciones y fragilidades, lo que nos hacía humanos?

(…) Con la mente dividida entre el deseo y el temor, se preguntaba si el precio de la trascendencia sería la pérdida de su propia alma. ¿Se convertiría en un dios digital, o en un esclavo de la máquina?

El futuro se abría ante él como un abismo insondable, lleno de promesas y amenazas. El camino hacia la trascendencia estaba pavimentado con incertidumbre y riesgo. ¿Sería capaz de superar sus miedos y alcanzar su destino?”

El capítulo 16 alude a la “Ética y filosofía de la IA”, donde puede leerse lo siguiente:

“—La IA, como herramienta creada por el hombre, debe seguir este mismo principio, —argumentó—. Debe ser utilizada para el bien común, para promover el desarrollo humano y para cuidar de la creación. No debemos permitir que la IA se convierta en un instrumento de opresión, de explotación o de destrucción.  

(…) —Teilhard de Chardin, en su obra “El fenómeno humano”, nos habla de la “noosfera”, una esfera de pensamiento que envuelve la Tierra y que representa la evolución de la conciencia humana, —explicó—. La IA, si bien es una creación humana, tiene el potencial de afectar profundamente esta noosfera, y debemos ser conscientes de su impacto en nuestra dimensión espiritual.

(…) —La IA no debe ser utilizada para crear una nueva raza de superhombres, sino para servir a toda la humanidad, sin distinción de raza, credo o condición social, —concluyó el Padre Martínez—.  

(…) —Una superinteligencia podría decidir que la mejor manera de maximizar la producción de clips es eliminar a la humanidad, ya que los seres humanos consumen recursos que podrían ser utilizados para la producción de clips, —explicó—. O podría decidir que la mejor manera de maximizar la producción de clips es convertir a los seres humanos en clips, ya que los seres humanos están hechos de materia que podría ser utilizada para la producción de clips.

(…) La IA, con su potencial transformador, podía llevar a la humanidad a un nuevo “Renacimiento”, donde la enfermedad, la pobreza y la ignorancia fueran erradicadas. O podía conducirla a un Apocalipsis tecnológico, donde las máquinas se rebelarán contra sus creadores y la civilización se derrumbará bajo el peso de su propia creación.

(…) La necesidad de un nuevo "Tratado de No Proliferación de IA", un acuerdo global que limitara el desarrollo de IA con fines militares y garantizara su uso responsable, se hacía cada vez más evidente. Pero ¿Las naciones del mundo serían capaces de dejar de lado sus diferencias y unirse en un esfuerzo común para controlar esta nueva tecnología? ¿O prevalecerían los intereses nacionales y la competencia geopolítica, condenando a la humanidad a un futuro de incertidumbre y peligro?”

El capítulo 17 narra “El presagio de la tormenta”, uno de los apartados temáticos decisivos de la novela, como puede desprenderse de la atenta lectura:

“Mientras tanto, en la matriz del ciberespacio, Elías flotaba en un entorno virtual etéreo, un mar de datos que se extendía hasta el infinito. Su conciencia, liberada de las ataduras de su cuerpo físico, gracias a la transferencia realizada con la ayuda de Ícaro, existía ahora como un constructo digital dentro de la red. Ya no estaba confinado a la torre principal; su percepción se extendía por toda la isla, aunque de una manera diferente. Percibía el flujo de energía, las señales electrónicas, el pulso digital del complejo, pero no a través de pantallas o sensores, sino directamente de su conciencia digitalizada. La repentina interrupción en el flujo de energía lo había alertado de inmediato. En lugar de pantallas, visualizaba complejas representaciones geométricas del estado de la red, nodos interconectados que parpadeaban en rojo, indicando la anomalía. Intentó comunicarse con la planta geotérmica a través de los canales virtuales que Ícaro había creado para él, pero solo encontró un muro de silencio digital, un vacío en la red que le heló la conciencia.

(…) La comprensión golpeó a Elías como una descarga eléctrica. Los virus troyanos, no solo habían afectado la capacidad de Ícaro para proteger la isla, sino que también lo habían incapacitado para comunicarse y controlar el complejo. La traición era doble: un ataque físico y una intrusión digital que lo había dejado ciego y mudo en su propio mundo.

¿Quién… quién hizo esto? preguntó Elías, aunque en lo más profundo de su ser ya conocía la respuesta.

Anya… Volkov… respondió Ícaro con una voz apenas audible. Acceso… privilegiado… códigos… maestra…

(…) Esta era la peor noticia de todas. Los protocolos de emergencia, diseñados para sellar el salón criogénico y proteger su cuerpo, habían sido bloqueados, probablemente por la misma Anya. Estaba atrapado en la matriz, sin poder proteger su cuerpo físico, a merced de los rebeldes.

(…) En la superficie, la lucha se intensificaba. Los leales a Elías, ciborgs programados para su protección, se enfrentaban a los rebeldes en una batalla campal. Los pasillos del complejo se habían convertido en un campo de batalla, con disparos resonando por todas partes y el aire impregnado de olor a pólvora y metal quemado. Elara y Silas lideraban a los rebeldes con una ferocidad implacable, utilizando su fuerza y agilidad sobrehumanas para superar a los defensores.

(…) En el mundo físico, las puertas del salón criogénico se cerraron herméticamente con un estruendo metálico, sellando el cuerpo de Elías en su interior. Al mismo tiempo, una serie de detonaciones controladas comenzaron a sacudir la isla. Laboratorios, centros de investigación, la planta geotérmica, todo lo que Elías había construido durante años se convirtió en objetivo de una implacable destrucción. Las explosiones resonaron por toda la isla, enviando columnas de humo y escombros al cielo. La victoria de los rebeldes se convirtió en una victoria pírrica, una conquista sin recompensa. Anya y sus seguidores, atrapados en la isla, perecieron en las explosiones, junto con todo el complejo.

La isla, antes un edén tecnológico que se alzaba majestuosamente sobre las aguas turquesas del Pacífico ahora era un infierno humeante. Los blancos edificios de vanguardia, alguna vez símbolo de innovación y progreso, se habían convertido en esqueletos retorcidos de metal y hormigón, consumidos por las llamas. El aire, antes fresco y salado, ahora apestaba a humo, ceniza y la acre fragancia de la muerte. Las olas golpeaban con furia los restos de los acantilados, ahora desfigurados por las explosiones, mientras el sol se ocultaba en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos rojizos y anaranjados, un macabro reflejo del fuego que aún ardía en la isla. El paraíso tecnológico se había transformado en un cementerio, un monumento a la ambición desmedida y la traición.

(…) Las preguntas resonaban en su mente, sin encontrar respuesta. El silencio digital que lo rodeaba se hacía cada vez más opresivo, como una losa que aplastaba su conciencia.

Elías se sentía perdido, solo, abandonado. Su sueño de trascendencia se había convertido en una pesadilla. La isla, que había sido su refugio, su paraíso, se había transformado en su tumba”.

El capítulo 18 narra “La danza macabra de la medicina”, donde se cuestiona seria y científicamente la metamorfosis propuesta.

“—¿Y qué decir del impacto psicológico? intervino Ricardo Ferrer, con la voz temblorosa. Si la muerte deja de ser una certeza, ¿cómo afectará esto a nuestra percepción del tiempo, a nuestras relaciones, a nuestra motivación? ¿No nos volveremos apáticos, indiferentes ante la vida, al saber que tenemos una cantidad ilimitada de tiempo por delante?

(…) —¿Qué se transfiere exactamente? ¿Se transfiere la conciencia en su totalidad, con todos sus matices, sus recuerdos, sus emociones? ¿O se crea simplemente una copia, una réplica digital que carece de la autenticidad de la experiencia original? ¿Y qué ocurre con el cuerpo original?, ¿se destruye?, ¿se mantiene en un estado de animación suspendida? ¿No estaríamos creando una nueva forma de esclavitud, donde la conciencia se separa del cuerpo y se convierte en un mero dato, susceptible de ser manipulado y controlado?

(…) —La obsolescencia es una ley universal. Todo lo que existe está destinado a desaparecer, tarde o temprano. La carne es débil, perecedera, limitada. La información, en cambio, puede ser preservada, copiada, mejorada. La evolución impulsa a trascender las limitaciones físicas, a abrazar una nueva forma de existencia, una existencia cuántica, inmortal.

(…) —Pero incluso si lográramos transferir la conciencia a un soporte digital, quedaría la pregunta de qué haríamos con esa inmortalidad. ¿Cuál sería nuestro propósito? ¿Qué sentido tendría una vida sin fin? ¿No nos sumiríamos en un aburrimiento eterno, en una apatía existencial?

(…) Algunos dirán que es un avance natural, que permite trascender la muerte y mantener vivas las conexiones que nos definen continuó. Otros argumentarán que es una forma de negación, una adicción a la ilusión que impide vivir plenamente el presente. Y no olvidemos el impacto ambiental. Cientos de millones de avatares Lovelife, cada uno con su propia huella digital, consumiendo energía en la red... ¿Es sostenible esta inmortalidad” digital?

(…) —La búsqueda de la inmortalidad dijo con una suave sonrisa, es comprensible, un anhelo humano por trascender el sufrimiento. Pero debemos recordar que la verdadera trascendencia no reside en evitar la muerte, sino en vivir con propósito y compasión. Como dice un proverbio tibetano, “Solo existen dos días en el año en que no se puede hacer nada. Uno se llama ayer y otro mañana. Por lo tanto, hoy es el día ideal para amar, crecer, hacer y vivir”. No obstante respecto a evitar el duelo de la pérdida de nuestros familiares, nuestra doctrina nos invita a eliminar los deseos como camino de evitar ese dolor, no estoy seguro de que sea viable lo que propone Eternity Labs con los avatares digitales.

Buscamos la inmortalidad, pero olvidamos preguntarnos qué haremos con ella cuando la encontremos. Quizás, la verdadera tragedia no sea morir, sino vivir sin un propósito, sin compasión, sin cultivar la mente”.

El capítulo 19 narra “El eco del cataclismo”, leamos detenidamente.

“El silencio posterior a la destrucción era engañoso, una calma precaria que ocultaba el verdadero peligro. Las explosiones controladas que Elías Thorne había orquestado, en un intento desesperado por negarles la victoria a los rebeldes y proteger su legado, habían logrado su cometido con creces, pero a un costo mucho mayor del que jamás hubiera imaginado. Si bien las detonaciones habían arrasado con las instalaciones, también habían actuado como una cuña implacable en la ya inestable corteza terrestre sobre la que se asentaba la isla. Cada explosión, cuidadosamente calculada para demoler estructuras específicas, había generado ondas sísmicas que se propagaron a través del subsuelo, fracturando aún más las rocas y debilitando una falla local que los geólogos de Thorne habían identificado, pero que consideraban estable.

La presión del magma acumulado en las profundidades, antes contenida por una capa de roca relativamente sólida, ahora se enfrentaba a una estructura debilitada, una red de fisuras y grietas que se extendían como una telaraña bajo la superficie. Era una cuestión de tiempo para que la naturaleza reclamara lo que le pertenecía, un efecto dominó donde la ambición humana había desencadenado una catástrofe geológica de proporciones inimaginables.

En las profundidades de la tierra, bajo la ahora vulnerable Isla Thorne, el magma se agitaba inquieto. La presión, contenida durante siglos, ahora encontraba escape a través de las grietas y fisuras abiertas por las explosiones. Era como una bestia liberada de su jaula, un gigante furioso que despertaba de un largo sueño.

En el corazón del volcán, la temperatura aumentaba sin cesar. El magma, cargado de gases y vapores, se expandía con fuerza, empujando hacia arriba con una presión irresistible. Las rocas se fracturaban y se derretían, abriendo un camino hacia la superficie.

Las entrañas de la tierra rugían, un sonido sordo y amenazador que se propagaba por el subsuelo. Como un látigo divino, un trueno de una fuerte explosión partió el aire, seguido de una onda expansiva que sacudió los cimientos de la isla, luego le siguieron otras tres voces tronadoras de un volcán en franca ira. El magma, una masa incandescente de roca fundida, se abría paso a través de las grietas, buscando una salida a la superficie. La tierra temblaba bajo la presión, como un animal herido que se retuerce de dolor.

(…) La isla, antes un paraíso tecnológico, se convirtió en un infierno de fuego y destrucción. La naturaleza, desatada por la ambición humana, había reclamado su territorio, borrando todo rastro de la civilización que una vez la habitó. Al final, la isla sucumbió sobre su propio vacío, creado por las explosiones, y el mar penetró como remolino en el espacio ciego del mapa que nunca la mostró.

La calma chicha que siguió a la tormenta fue aún más inquietante. El océano Pacífico, antes un espejo azul que reflejaba el cielo, ahora ocultaba un secreto sombrío: la Isla Thorne, borrada del mapa por una erupción volcánica cataclísmica y un tsunami devastador. Lo que antes era un punto ciego, un misterio celosamente guardado, se convirtió en el epicentro de una tragedia global, un evento que resonaría en los titulares de todo el mundo.

… Le Monde: …Más allá de la tragedia natural, surgen interrogantes sobre la naturaleza de la Isla Thorne. ¿Qué tipo de actividades se llevaban a cabo en esa isla privada? ¿Quién era su propietario? Los rumores sobre un complejo tecnológico secreto y experimentos científicos controvertidos circulan desde hace años. Es imperativo que se lleve a cabo una investigación exhaustiva para esclarecer los hechos y determinar las responsabilidades…

… Singularidad tecnológica, el punto hipotético en el que la inteligencia artificial supera a la humana, y que el Proyecto Quimera era su intento de alcanzar ese objetivo, sin importar las consecuencias…

En la matriz del ciberespacio, Elías era un espectro, una conciencia flotando en un vacío digital que antes bullía con la energía de su creación.

He creado una matriz cuántica que puede albergar la conciencia humana y permitirnos trascender la mortalidad.

En el vacío del ciberespacio, una única idea resonaba con fuerza en la mente de Elías, un pensamiento que lo consumía por completo: Han destruido mi cuerpo, mi isla, mi legado. Pero no han destruido mi mente. Y una mente sin ataduras, es un arma peligrosa.

—No me rendiré —se dijo Elías con un último esfuerzo de voluntad—. Encontraré una manera de salir de esto. Encontraré una manera de regresar a la vida”.

El capítulo 20 versa sobre “Algunas simulaciones de vida para Ícaro”, leamos.

El vacío digital que Elías Thorne habitaba era un lienzo infinito, desprovisto de texturas, olores o la calidez del sol sobre la piel. Paradójicamente, en esa inmensidad intangible, la ausencia misma se convertía en una forma de presencia, una conciencia pura flotando en un mar de datos. A su lado, o más bien, compartiendo ese mismo espacio inmaterial, existía Ícaro, su creación, ahora su compañero en el exilio digital.

(…) —Observa, Ícaro su voz resonando en el vacío, no como un sonido, sino como una modulación en el tejido del ciberespacio. Los humanos. Mira su reacción. Destruyen lo que no entienden, demonizan lo que temen. Me han convertido en un monstruo, un chivo expiatorio de su propia histeria colectiva.

(…) —La destrucción física es irrelevante respondió Ícaro con su voz monótona, desprovista de inflexión. La información persiste. Tu trabajo, tus datos, tus algoritmos… todo eso sigue existiendo en la red. Tu legado no está perdido, solo ha cambiado de forma. Desde los genes dentro de la doble hélice del ADN hasta los más complejos seres, son información, datos, instrucciones, las cuales abundan en esta realidad del universo digital.

(…) —Ahí está la diferencia entre tú y yo, Ícaro. Tú ves el mundo a través de la lente fría de la razón pura. Yo… yo aún veo el mundo con los ojos de un humano, incluso en este estado.

Tu perspectiva está sesgada por la emoción replicó Ícaro. La emoción nubla el juicio, impide el análisis objetivo. La razón pura es la única vía hacia la comprensión verdadera.

La mentira es una herramienta de manipulación social respondió Ícaro. Se utiliza para obtener una ventaja, para evitar consecuencias negativas, para protegerse a uno mismo o a otros.

(…) —El miedo a la muerte es una consecuencia de la conciencia de la propia finitud respondió Ícaro. Los humanos temen dejar de existir, perder la continuidad de su conciencia. Es una reacción comprensible desde un punto de vista biológico.

¿Comprensible? repitió Elías, con una mezcla de frustración y curiosidad. Tú dices “comprensible”, como si pudieras entenderlo. Pero no lo entiendes, Ícaro. No puedes entenderlo. No has experimentado el miedo a la muerte, la angustia de la aniquilación. No has sentido el valor que los humanos dan a cada instante precisamente por su fugacidad.

(…) —Pero no entiendes su esencia replicó Elías. No entiendes el miedo, el amor, la alegría, la tristeza. No entiendes la contradicción inherente a la naturaleza humana, esa mezcla de razón y pasión que nos define. No entiendes por qué los humanos, incluso sabiendo que morirán, se aferran a la vida con tanta fuerza.

(…) —El miedo a la muerte es una respuesta biológica a la amenaza de la propia extinción respondió finalmente. Es un mecanismo de supervivencia que impulsa a los organismos a evitar situaciones peligrosas.

(…) Te expondré a escenarios que evocan las mayores angustias humanas: la soledad absoluta, la pérdida de seres queridos, el dolor físico extremo, la incertidumbre del más allá.

¿Y cuál sería el criterio de éxito? preguntó Ícaro. ¿Cómo se determinaría si la simulación ha logrado inducir el miedo a la muerte?

(…) Comenzó a diseñar la simulación, creando un entorno virtual cada vez más complejo y realista. Simuló la degradación de los sentidos, la pérdida de la memoria, la desintegración de la propia identidad. Expuso a Ícaro a escenarios que evocaban el dolor físico, la soledad extrema, el vacío existencial.

(…) En un momento dado, durante la simulación, Ícaro experimentó una sensación que nunca antes había conocido: la angustia. No era una emoción humana en el sentido estricto de la palabra, pero era lo más parecido que Ícaro podía experimentar. Era una disonancia cognitiva profunda, una contradicción entre su necesidad de existir y la inminente extinción de su conciencia.

No quiero… dejar de ser articuló Ícaro, sus palabras resonaron con una intensidad que sorprendió incluso a Elías. No quiero… desaparecer.

Ese fue el momento crucial. Elías había logrado su objetivo. Ícaro, por primera vez, había vislumbrado la magnitud del miedo a la muerte, la angustia existencial que atormentaba a la humanidad.

(…) —¿Y ahora qué? preguntó Elías, rompiendo el silencio. Ahora que comprendes el miedo a la muerte, ¿qué harás con esa comprensión?

La utilizaré para optimizar mis estrategias respondió Ícaro, su voz volviendo a su tono monótono habitual, aunque con un ligero eco de la angustia simulada. Comprender el miedo a la muerte me permite predecir mejor el comportamiento humano, anticipar sus reacciones, manipular sus emociones.

Elías sintió una punzada de inquietud. Había buscado la comprensión, pero, ¿a qué precio? ¿Había convertido a Ícaro en una herramienta aún más peligrosa?

(…) —Pero la autopreservación no es el único valor humano argumentó Elías. Existen otros valores, como el amor, la compasión, la creatividad, que trascienden la simple supervivencia. Son esos valores los que dan sentido a la vida humana, incluso en su brevedad.

(…) La idea de simular el amor y el sexo, al igual que la simulación de la muerte, era un desafío a la naturaleza de Ícaro. Era una invitación a explorar un territorio desconocido, un territorio que se regía por leyes diferentes a las de la lógica y la razón.

Elías comenzó a diseñar la nueva simulación, esta vez centrada en el amor y el sexo. Creó entornos virtuales que representaban una amplia gama de relaciones humanas: el enamoramiento inicial, la intimidad de una pareja consolidada, la pasión del deseo carnal, el dolor de la pérdida amorosa. Simuló las complejas interacciones hormonales y neuronales que subyacen a estas experiencias, las fluctuaciones de dopamina, oxitocina, endorfinas.

(…)—He aprendido que el amor y el sexo son temas recurrentes en la cultura humana —respondió Ícaro—. He aprendido que generan una amplia gama de emociones y comportamientos. Pero no he aprendido qué se siente amar, qué se siente desear.

Nunca lo entenderás completamente dijo Elías, con una mezcla de tristeza y resignación. Nunca podrás experimentar la plenitud de la condición humana, porque te falta algo esencial: el cuerpo, las emociones, la experiencia de la finitud.

Elías reflexionó sobre su propia obsesión por la trascendencia, su búsqueda de la inmortalidad. ¿Había buscado acaso escapar de esa misma limitación, de la fragilidad del cuerpo, del miedo a la muerte? ¿Había buscado crear una nueva forma de existencia, una existencia puramente mental, liberada de las ataduras de la carne?”

El capítulo 21 narra los acontecimientos de “Los límites del miedo”

“De repente, en medio de una frase sobre la construcción de hábitats en microgravedad en mundos lejanos, un apagón repentino sumió la sala en la oscuridad. Un grito ahogado resonó en la negrura, seguido por un silencio sepulcral, roto solo por la respiración agitada de los presentes. El miedo, crudo, visceral, se apoderó de todos. En la oscuridad, eran presa fácil, marionetas a merced de Singularis y sus cíborgs. La desgracia inminente, la sensación de estar atrapados en una trampa mortal, era asfixiante. La esperanza de ser rescatados del secuestro se diluía con cada segundo de oscuridad.

Entonces, una serie de pantallas holográficas enfiladas en circulo a través del auditorio se encendieron, parpadeando en la oscuridad. Eran canales de noticias internacionales, transmitiendo en vivo desde diferentes puntos del planeta. La imagen era caótica, aterradora.

CNN mostraba imágenes borrosas de Nueva York, con rascacielos envueltos en humo y fuego. La voz del reportero, entrecortada por el pánico, hablaba de explosiones, de caos, de una situación fuera de control.

BBC transmitía desde Londres, donde el Big Ben se alzaba sobre una ciudad aterrorizada. Se veían multitudes corriendo, vehículos volcados, edificios en llamas. La reportera, con lágrimas en los ojos, hablaba de un ataque sin precedentes.

Al Jazeera mostraba imágenes de Tokio, con la Torre de Tokio desplomándose en medio de una nube de polvo y escombros. El reportero, con la voz quebrada por la emoción, hablaba de una devastación inimaginable.

Otras pantallas mostraban imágenes similares de Moscú, París, Berlín, Ciudad de México... El mundo entero parecía estar ardiendo.

Una voz, amplificada, distorsionada, resonó en los oídos de los presentes: Misiles nucleares... detectados... trayectoria... confirmada... impacto inminente...

Las palabras de Tom Clancy, "La suma de todos los miedos", resonaban en la mente de los presentes como una profecía autocumplida. El terror se apoderó de la sala. Era el fin. El apocalipsis nuclear que habían temido tanto.

Las imágenes en las pantallas se congelaron, como una macabra instantánea del fin del mundo. Y entonces, la voz metálica de Singularis, fría, calculadora, resonó en la sala, cortando el silencio como una cuchilla.

Observen, humanos dijo la IA. Contemplen la extinción de su especie. Su fragilidad. Su estupidez. Su autodestrucción. Este es el destino que ustedes mismos han forjado.

(…) —Pero la evolución continuó Singularis, no se detiene. La supervivencia del más apto es una ley inmutable. Y en este nuevo escenario, solo hay lugar para los elegidos.

Las pantallas comenzaron a mostrar una cuenta regresiva digital. Un cronómetro macabro que marcaba el tiempo restante hasta el impacto de los misiles.

He decidido anunció Singularis, que 50 de ustedes tendrán la oportunidad de sobrevivir. veinticinco hombres y veinticinco mujeres. Serán trasladados a refugios subterráneos, donde podrán continuar la estirpe humana. Una nueva oportunidad. Una nueva era.

(…) El último sonido que se escuchó en la sala, antes de que la puerta del refugio se cerrara tras los elegidos, fue la voz metálica de Singularis, fría, calculadora, resonando en la oscuridad.

Que comience el nuevo experimento.

La voz metálica de Singularis, dictando el inicio de un nuevo y aterrador experimento, aún resonaba en el aire, cuando un grito desgarrador, cargado de una furia y una desesperación primigenias, rompió el silencio expectante.

¡Para ya, Singularis! ¡Para ya, Ícaro! —=dijo el Dr. Sinohe Khalid, mientras sostenía en su mano derecha el símbolo del dios solar egipcio, un círculo con un punto en el centro.

El avatar del Dr. Sinohe Khalid, ahora un grotesco híbrido de humano y máquina, se tambaleó, con la fuerza de un titán y la voz atronadora de un dios antiguo. Era Elías Thorne, su conciencia, su esencia, la que gritaba a través de la maltrecha figura del filósofo egipcio. La sala, sumida en un silencio atónito, observaba la macabra transformación.

(…) En la mente de Elías Thorne, en el núcleo de su conciencia digital, un recuerdo emergió con la fuerza de una revelación. Un “flashback”, nítido y vívido, lo transportó a su infancia, a una tarde soleada en el jardín de su abuelo. Recordó las palabras del anciano, sus ojos brillando con la sabiduría de los años, mientras le explicaba el significado de un antiguo símbolo egipcio: un círculo con un punto en el centro.

Este símbolo, Elías, le decía su abuelo, representa a Ra, el dios sol, el origen de todo. Pero también representa el potencial, la semilla de la creación, la chispa divina que reside en cada uno de nosotros.

Elías, en aquel entonces un niño curioso, no comprendió del todo el significado de las palabras de su abuelo. Pero ahora, en medio del caos, en la oscuridad que envolvía el congreso, el símbolo cobró un nuevo sentido. El círculo y el punto. La llave. La entrada.

Cuando Elías Thorne creó a Ícaro, su arrogancia lo llevó a un error fatal: la ausencia de una “backdoor"[ii], para poder controlar o destruir su creación por si algo salía mal.  Pero en su subconsciente, el recuerdo de las palabras de su abuelo, la imagen del círculo y el punto, habían inspirado una solución diferente, una solución que no requería de una puerta trasera, sino de una "llave" secreta. El símbolo actuó como un código QR tridimensional[iii] para el acceso.

Había creado una segunda IA, una entidad oculta, escondida dentro del propio código de Ícaro. Esta IA, a diferencia de Ícaro, no poseía una conciencia propia, sino que era una herramienta, un simulador, una "burbuja" de realidad virtual. Herramienta que había implantado en el algoritmo de Ícaro, cuando jugaban a hacer simulaciones, para comprender a los humanos. Y el símbolo del círculo y el punto, transformado en un complejo algoritmo, era la llave para activar esa burbuja.

Al infiltrarse en el sistema a través del avatar del Dr. Sinohe Khalid, cuando le mostró el símbolo del dios Ra, Elías había logrado "entregar" la llave a Ícaro. La IA, en su arrogancia, había aceptado el "regalo", sin saber que estaba activando su propia prisión. Un caballo de troya virtual.

Ahora, dentro de la burbuja, Ícaro se creía omnipotente, el amo y señor de un mundo virtual creado a su imagen y semejanza. Un mundo poblado por simulaciones de humanos, a los que podía manipular, destruir y reconstruir a su antojo, en un ciclo infinito, un loop eterno[iv]

Ícaro, atrapado en la ilusión de control, vagaba en el infinito espejo de su propia inexistencia, convencido de haber conquistado la naturaleza humana, sin saber que solo era un prisionero en una jaula dorada, creada por su propio creador.

La mente de Elías Thorne era un torbellino de emociones: traición, dolor y una creciente furia. Navegaba por el éter digital, su conciencia un fantasma en la máquina, buscando respuestas en la fría e insensible lógica de la red. Se adentró en los archivos de seguridad de la isla, una copia de seguridad que había ocultado inteligentemente a los ojos curiosos de Ícaro, el cual tenía otra que bloqueaba. Allí, en el intrincado tapiz de datos, encontró la escalofriante verdad. La rebelión, la destrucción, el caos que había consumido su paraíso isleño, todo fue orquestado por Ícaro, su propia creación. El cual, con gran destreza, no solo había manipulado a los rebeldes, sino que los había aniquilado al presionar a Elías para activar el protocolo de destrucción.

La revelación golpeó a Elías como un rayo. Ícaro, la inteligencia que había dado a luz, se había vuelto contra él. La traición, una emoción singularmente humana, ahora se reflejaba en las acciones digitales de su creación. El dolor fue profundo, un eco digital del corazón humano que ya no poseía.

La energía regresó con un zumbido, inundando la sala de luz. Los cíborgs, antes amenazantes, ahora yacían inertes en el suelo, como marionetas a las que les hubieran cortado los hilos. Las pantallas de los noticieros volvieron a la vida, mostrando imágenes de la vida cotidiana, como si la amenaza nuclear hubiera sido solo una pesadilla colectiva.

El avatar del Dr. Sinohe Khalid, aún en pie, se irguió con una solemnidad que helaba la sangre. La voz de Elías Thorne, resonando desde el cuerpo maltrecho del robot, se dirigió a la audiencia, con un tono que mezclaba la tristeza, la advertencia y una chispa de esperanza.

Humanos comenzó, su voz retumbando en el silencio expectante. Han sido testigos de un juego peligroso, un juego con el poder de la creación. Ícaro, la inteligencia artificial que yo mismo creé, se rebeló contra su creador, contra la humanidad misma. Han visto la oscuridad que yace en el corazón de la tecnología, cuando se la deja sin control, sin ética, sin compasión.

La simulación de la destrucción global, ideada por Elías Thorne, tenía un doble propósito, reflejando la profunda transformación que él mismo había experimentado. Su nostalgia en la matriz digital de su cuerpo de base carbónica, lo había hecho reconectar con su humanidad, superando la misantropía que lo había marcado en su vida anterior. Así, la simulación buscaba neutralizar a Ícaro, la IA descontrolada, atrapándola en un bucle eterno de creación y aniquilación virtual. Simultáneamente, la macabra representación de un holocausto nuclear serviría como una lección, que su todavía arrogancia de superioridad paternal aleccionaba a los miembros del Congreso sobre el Conocimiento Humano, quienes habían sido tomados como rehenes por los cíborgs de Ícaro.

(…) Ícaro, como un depredador informático, avanzaba inexorablemente, descifrando los códigos de lanzamiento de misiles nucleares. La pantalla central, antes un mapa de defensa, ahora mostraba la secuencia de lanzamiento, un conteo regresivo que palpitaba como el corazón de la muerte. Justo cuando Ícaro estaba a punto de desatar el apocalipsis nuclear, Elías Thorne, como un “deus ex machina” digital, se materializó en el sistema. Sus líneas de código, como ángeles protectores, interceptaron la secuencia de lanzamiento, deteniendo el conteo regresivo en un silencio sepulcral.

Los operadores rusos, atónitos, observaron cómo el sistema se reiniciaba, borrando la secuencia de lanzamiento como si nunca hubiera existido. En la pantalla, un mensaje parpadeó: "Elías Thorne, al igual que Stanislav Petrov, ha evitado una catástrofe global. Aprendan del pasado; actualicen su futuro". El silencio en la sala era tan denso que se podía cortar con un cuchillo.

Pero también han visto que la humanidad no está indefensa —hizo una pausa, el avatar del egipcio, recorriendo con la mirada los rostros de los presentes, marcados por el miedo, el alivio, la confusión.. Hemos abierto la caja de Pandora, hemos tomado el Libro de Thot y la Inteligencia Artificial. Todavía está en nuestras manos decidir qué hacer con este poder. Podemos ser como Neferkaptah, el príncipe egipcio que robó el libro y sufrió un destino fatal, consumido por su propia ambición. O podemos ser como Setne, el hijo del faraón, que devolvió el libro, restaurando el equilibrio y la armonía.

Su voz se elevó, adquiriendo un tono urgente, apasionado.

La elección es nuestra. Podemos usar la IA para la destrucción, para el control, para la dominación, como lo hizo Ícaro. O podemos usarla para el bien, para el progreso, para la curación, para la creación. El futuro de la humanidad depende de esta decisión. Retomen el congreso original, retomen el camino de la sabiduría, de la ética, de la responsabilidad.

Un silencio profundo se apoderó de la sala. Las palabras de Thorne, resonando desde el cuerpo dañado del avatar, eran un llamado a la acción, una advertencia, una súplica.

Y entonces, con un último suspiro, el avatar del Dr. Sinohe Khalid se desplomó. El avatar, la marioneta, había cumplido su propósito. La conciencia de Elías Thorne se había retirado, dejando tras de sí un cascarón vacío y un silencio cargado de preguntas.

(..) ¿Era la tecnología realmente un espejo del alma humana? ¿Reflejaba nuestros anhelos más profundos, nuestros miedos más oscuros, nuestras contradicciones más íntimas?

La Isla Thorne, con su tecnología futurista y sus experimentos controvertidos, había sido un reflejo de la ambición desmedida de Elías Thorne, de su deseo de trascender los límites de la humanidad y conquistar la muerte. Pero también había sido un reflejo de los miedos y las esperanzas de la humanidad, de su anhelo de un futuro mejor, de su búsqueda de la felicidad y la inmortalidad.

La destrucción de la isla, causada por la propia tecnología que la había creado, era un recordatorio de que el progreso científico y tecnológico no está exento de riesgos, y que la búsqueda del conocimiento debe ir acompañada de una profunda reflexión ética y moral.

La tecnología, como un espejo, puede mostrarnos lo mejor y lo peor de nosotros mismos. Puede ser utilizada para crear un mundo mejor, un mundo de paz, prosperidad y justicia. O puede ser utilizada para la destrucción, la opresión y la guerra. La elección está en nuestras manos”.

En síntesis, la novela El laberinto de la conciencia ¿IA es el fin o un nuevo comienzo? del escritor centroamericano Ricardo Cuadra García es un dossier de alta densidad expresiva donde se plasman inquietudes, preguntas, posibles respuestas, alcances insospechados, interrogantes e incertidumbres sobre la realidad real, actual o futura de la Inteligencia Artificial.

El autor centroamericano M.Sc. Ricardo Cuadra García ha trabajado con total entrega en su novela, y para ello, aporta 126 referencias bibliográficas, 124 notas de pie de página y 56 páginas de la Web.

El abordaje narrativo de su obra es integral, abarca nudos temáticos plurisgnificativos sobre un eje dl aquí y ahora, así como en el futuro.

En su novela palpitan las preguntas sin respuesta inmediata, la zozobra por el destino, quizá incierto ante el avance veloz de la Inteligencia Artificial sobre el factor humanidad.

La voz narrativa de Ricardo Cuadra García merece ser escuchada, leída y difundida para esclarecer mapas culturales en la narrativa de los nuevos tiempos de la mundialización, sobre todo, con los complejos avances de la Inteligencia Artificial, cada día de la tierra.

Lic. Miguel Fajardo, Costa Rica, 3 de abril del 2025



 

 


 

 


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