FRENTE
AL ASOMBRO,
LA MATERIA TANGIBLE EN LOS CLAROSCUROS DEL ÁNGEL
TELÚRICO
Sigo la ilación
extraña
de la vida.
Llama que vuelve novedad
lo que toca.
Como mano de niño.
Rafael Cadenas en
Aproximaciones.
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA.
Luis Ángel Marín
Ibáñez, con un gesto genuino ha intitulado este haz de poemas breves como
Meditaciones, el primer elemento visible a su sensibilidad es el asombro por la
vida en cualesquiera de sus manifestaciones. Sigue esa ilación de síntesis de
lo que el ojo ve en lo cotidiano, al punto de “soltar perlas”. Y ello me
conduce a repensar a Jules Renard, Montaigne, y Óscar Wilde, entre otros. Desde
luego los encasillamientos, las clasificaciones, nunca suelen ser lo mejor,
pero en este caso, la poesía de Marín Ibáñez tiene ese viso del aforismo;
posee, sin lugar a duda y muy arraigada “la estirpe aforística. Tampoco podemos
soslayar su inclinación en concordancia con lo ya señalado: la poesía
minimalista, cuya esencia radica en que el texto poético ha sido reducido a lo
esencial y que no presenta ningún elemento sobrante o accesorio. Richard
Wollheim (1923–2003), se decantaba por el uso de la abstracción, la austeridad
y la síntesis como nervios que envuelven al poema.
«LA POESÍA NO HA CAÍDO EN DESGRACIA», fuentes
clásicas y contemporáneas en la obra poética de Aurora Luque, José Manuel
Caballero Bonald, nos dice que la poesía «proporciona una similar sensación de
sabiduría y belleza». En este punto la poesía de Marín Ibáñez marca un hito,
una voz poética muy peculiar, cuyos imaginarios van más de la mera meditación.
La vida en poesía “es hablar de los ojos que lo contemplan, de las lecturas que
han configurado esa mirada y del gozo estético derivado de la conciencia de ser
poeta”. «La mitad de lo inexplicable/ suele tener un lenguaje profético.» Esta
es una afirmación de contundencia insospechada, o sospechada tras una
observación aquilatada, tan profunda como la raíz de un árbol, Tan humana y
exhausta como el universo. Es como un bocado de destellos de virginales
desasimientos.
Por lo general,
un poeta como Marín Ibáñez, se decanta por este tipo de poesía, en virtud de un
rechazo al letrismo (Isidore Isou, poeta rumano). Y el prosaísmo, “Término
prosaísmo, que no recogen los diccionarios de la Real Academia Española hasta
1852 (si bien el de prosaico aparece ya en el de 1737 ), se refiere al
«[d]efecto de la obra en verso, o de cualquiera de sus partes, que consiste en
la falta de armonía o entonación poéticas, o en la demasiada llaneza de la
expresión, o en la insulsez y trivialidad del concepto» y en la «[c]alidad de
prosaico, vulgar, trivial»7” Como se ha
acotado, no es objeción a que se utilicen vocablos de la vida cotidiana, ni los
textos poéticos demeriten por su estructura independientemente del tema tratado por los poetas, sino en la
incoherencia, muchas veces, cuando se pierde la identidad del destello poético
y aquello (el artefacto) se torna ininteligible y grotesco. En este punto,
diría que hay un emboscamiento del pensamiento, contrario a la condensación e
incandescencia del poema breve, en cuyo caso, deja una estela de luz, un
misterio que el lector habrá de dirimir en las entrañas sendero.
«Nunca habrá una
luz eterna/ sin el Poema del primer origen.» ¿De qué origen nos habla el poeta?
¿De qué luz nos habla el demiurgo? Si nos atenemos a la filosofía platónica
tendríamos que remitirnos a la divinidad que crea y armoniza el universo. Sì
fuese desde los ámbitos de la filosofía de los gnósticos, alma universal,
principio activo del mundo. Em ambos casos me atrevo a decir que luz y primer
origen están estrechamente vinculadas al ser que armoniza el horizonte. En este
contexto también encontramos intertextualidad como el siguiente: «El caballo de
Troya semeja/ el canto más perfecto de todos los poemas.» Antes el poeta nos ha
referido los molinos de viento, de Cervantes. Pero volvamos, El caballo de
Troya, es toda una metáfora vinculada al reconocimiento de la victoria y
también a la destrucción. En ambos puntos, hay al menos aparentemente cierta
correspondencia: la primera vendría a ser, la posesión absoluta del poema, su
síntesis metafórica y la segunda porque reducimos el universo, incendiamos la
emoción para verterla en un sembradío genésico.
Es importante
destacar a efecto de darle sustento teórico a «Meditaciones», la alocución que hace
Leticia Bustamante Valbuena (Tesis: Universidad de Valladolid): «El concepto de
brevedad, que es el rasgo más evidente y destacado por la crítica —al menos en sus inicios— resulta controvertido. En
primer lugar, la extensión es un concepto relativo que ha de vincularse a una
tradición literaria concreta y a un momento determinado, es decir, la
concepción de lo que es breve y de lo que no lo es depende de factores
histórico-contextuales o, si se prefiere, diacrónicos y sincrónicos, que se ven
afectados por el ámbito geográfico, cultural, lingüístico y literario. En
segundo lugar, la nomenclatura según la extensión encuentra dificultades para
fijar los límites que se toman como referencia. Y, por último, no parece que
este sea un criterio válido para distinguir manifestaciones literarias cuyas
características definidoras apuntan hacia rasgos pragmáticos, semánticos y
discursivos que no se pueden medir exclusivamente por el número de palabras.»
Lo cierto es que este poemario, aunque parezca marginal (por su brevedad)
respecto del resto de su obra, constituye la raíz vivencial y lírica del poeta
Marín Ibáñez y, acaso, un eje esencial de su existencia como creador, la
reflexión del yo poético frente al paisaje humano. El espejo desde el cual el
ojo desmigaja los ultramundos de las armaduras de la realidad.
Podemos hablar,
también de poesía epigramática si nos atenemos a su definición, pues su
contenido revela una verdad profunda o un sentido oculto. Tenemos grandes
cultores desde la época griega o romana, la «Antología Palatina», por ejemplo,
Séneca, John Donne, Jonathan Swift, Ramón Gómez de la Serna, Camilo José Cela,
Góngora, los poetas que pertenecen al Siglo de Oro entre otros cultores, a más
de los ya mencionados al inicio de este escrito. Pero qué lo hace relevante o
atractivo, sin duda: la brevedad, la economía del lenguaje, su concisión y
concentración expresiva, Perfección técnica, sorprender, deleitar y en
ocasiones, conmover. Materia artis (variedad temática). En el caso de «Meditaciones»
de Marín Ibáñez, su trabajo, constituye todo un manifiesto poético: «El hombre
crucificado/ cada noche va al encuentro/ del primer Silencio.», o este otro, «También
los jazmines/ ocultan esos labios petrificados/ que fueron el arabesco de un
Todo.» Algunos tecnicismos como indican, medida, ritmo y metro, son
infrecuentes en el estricto sentido de los conceptos; no así el ritmo. Lo
importante, en todo caso, es destacar que «Meditaciones»”, es un haz de poemas
cuya Agudeza y Arte de ingenio, son incuestionables. Marín Ibáñez es un orfebre
en este punto.
«Meditaciones»,
es una obra de mucho merecimiento. «Fidelidad a la vocación, un encendimiento
sereno sostenido en una larga vida,» de poesía. En esta obra tallada y
reveladora, es una cercanía a su propia humanidad y a la humanidad de los
demás, pues su estro alumbra en definitiva luz de orfebre. Es el ángel entre
los claroscuros de la humanidad, del tiempo, de la historia, su vinculación con
lo real del ojo que observa y aquilata las imágenes del entorno. «Meditaciones»,
es un trabajo poético certero y sobrio, de un brillo que nos permite ver todo
lo posible, el latido, el secreto de la poesía, la belleza profunda del alma, a
veces, una pasión cándida que nos mira en el sueño.
En la plenitud de
cada poema, una semilla diseminada, fruición de vigilias y alucinaciones,
hendeduras que se deslizan como volutas sobre la epidermis de la luz. Es un
torrente sobre la superficie de nuestra humanidad, cada poema está hecho de
tiempo, de instantes, de fotografías primordiales, de vuelos ávidos que quieren
convertirse en articuladas lentejas terrestres. Es el poeta frente al asombro.
Según la RAE, extrañeza, cosa asombrosa. Es justamente esto: las palabras rozan
superficies y profundidades, soplan, nos hablan, hormiguean en bocanadas de
imágenes y esquirlas iridiscentes, es decir, brillo radiante, como un vuelo
renacentista de ventanas. «Noche nupcial:/ Hasta el semen de los dioses/ está
colgado del alba.» Y luego nos continúa diciendo el poeta: «Hay rosas ocultas
en los relojes/ como hay espejos atrapados en el mar.» El poeta ha sabido
conjugar su riqueza interior desde estas analogías con su espíritu creador. En
este su libro «Meditaciones», el autor traza un complejo cuadro y preciso de
todos esos descubrimientos merced a la palabra.
En
palabras del profesor David Lagmanovich, «Una manera
fresca de considerar la realidad y la literatura, una actitud auténticamente vanguardista
más allá del concepto histórico de las vanguardias […]. [La otra mirada
es] la que rechaza actitudes conformistas y afirma los privilegios de la
imaginación y la buena escritura. Una escritura que se practica, tanto en
España como en Hispanoamérica, con confianza en sí misma y en la capacidad de
comprensión del lector.» Frente a las diferentes perspectivas teóricas, es
importante la flexibilidad del género. En este punto Marín Ibáñez desarrolla
notablemente el poema, su viaje íntimo del alma. Éste es un viaje alrededor del
tiempo del poeta, un viaje con una marca propia y consolidada, inconfundible en
las líneas de pensamiento que lo caracterizan e individualizan. El poeta está
en una etapa de madurez, de ahí el cáliz fino de estas «Meditaciones» un ángel
o mensajero que se remonta a lo ancestral, a la orfebrería de la concreción, a
esa luz que resplandece en cada texto.
Cada texto, sin duda es una rebelión de los sentidos. Él
ahonda en la experiencia humana, con una estética producto de su observación
cotidiana y una arquitectura que se concreta en la reflexión: «En las cortinas/
cada instante suenan atabales/ pero sólo el Silencio es Luz»O este otro: «Con
insultante voz/ el campanario tensaba y tensaba/ el cantar de los mendigos.»
Continua y reiteradamente, el poeta hace referencia a luz, ¿a qué debemos
atenernos?, ¿cuál es su acepción aquí? Intuyo que lo extrapola, el concepto lo
coloca en el plano de: La iluminación espiritual (en alemán, Erleuchtung) es la
experiencia de lo divino. Es un esclarecimiento interior. Si el concepto lo
trasladamos al plano filosófico, diríamos que es la iluminación intelectual (en
alemán, Aufklärung). En este sentido, es esclarecimiento interior, llegar al
fondo, dilucidar un asunto o una doctrina, (los entramados del «alma» frente a
la cosmovisión del espíritu frente al mundo. Aún más, es la voluntad de
liberación, de las emociones, sentimientos y pensamiento. Por eso, expresa el
poeta: «Por mis manos vuela el canto de las giraldas/ y maitines que lloran en
la sombra.» y agrega: «Hay veces que la claridad no quiere dar la hora/ y no
presta la llave a la guitarra de los astros.» En este punto resaltan las
imágenes creacionistas, a la usanza de la greguería, que de alguna manera
hermana a este poemario.
Después de esta deliciosa lectura, zanjado el alfabeto,
seguramente «Todavía quedan dédalos silvestres/ que voltean el inconsciente/ con
ajuares poblados de Razón.» Tal vez la misma luz extensa y profunda, o una
exclamación de ojos sobre la superficie líquida de los equinoccios de la
palabra hecha poesía. Tal vez la claridad no sea un tiesto frágil, ni escama,
sino un resplandor quemante. «Meditaciones» resume lo que en el pecho deja la
vida. Nadie dude que, en cada palabra, en cada verso, existe ese fuego entre
las manos.
André Cruchaga,
Barataria, El Salvador, a veinte días transcurridos
del décimo mes de dos mil veinte.
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