Perfil del tiempo,
Salvador Dalí.
EL CIELO DIVIDO COMO CERTIDUMBRE DE REALIDAD Y
EXPRESIÓN DE LA TEMPOREIDAD HUMANA
En el cielo que más su luz recibe
estuve, y vi unas cosas que no puede
ni sabe repetir quien de allí baja;
DANTE
Las palabras no valen más que
como mediadores entre la virtualidad del
pensamiento y la realidad de la acción. Y
hasta se puede afirmar que son las
palabras las que hacen real el
pensamiento, aun no siendo ellas todavía
más que una acción virtual.
LOUIS LAVELLE
Miladis
Hernández Acosta, (1968, Guantánamo, Cuba), Poeta y ensayista con una vasta
obra poética publicada, además de múltiples reconocimientos. Su obra ha sido
objeto y merecedora de artículos diversos dentro y fuera de su país. Dicho
esto, la idea de este correlato es transitar dentro de las dimensiones que
encierra su discurso poético. Nuestra poeta expresa la identidad de su «yo
poético» mediante un lenguaje que nos descubre, que la poesía funda la
escritura autobiográfica más auténtica, dado que «pretende acercarse de la
forma más directa posible a la identidad vital y espiritual de una conciencia
individual»; su tono, siempre está aquí, de frente y no del otro lado del
espejo. Su discurso más allá de los diversos matices viene a ser una
representación de la escritura confesional y a su vez, lo distópico como nos lo
sugiere el título del libro. Desde luego éste constituye un mérito, una
verdadera escritura que rebasa los límites de las circunstancias bajo las
cuales escribe la poeta este viaje a través de un cielo divido. Una voz íntima
y robusta destinada al vuelo nos envuelve con su magia y arden hasta que sangra
la magia de la palabra.
Contrario
a lo que postula el maniqueísmo (desde la perspectiva religiosa) evidencia el
aserto de que en general, la concepción monista de la realidad siempre ha dado
por sentada la imposibilidad de que puedan ser reconciliables elementos
apriorísticamente opuestos como el bien y el mal, la vida y la muerte, la
conciencia y la inconsciencia. Esta actitud puede ser considerada como un claro
ejemplo de lo que Jacques Derrida llama logocentrismo —concepto clave de la
deconstrucción—, esto es, la búsqueda, de un centro generador para cualquier
cosa. Adentrarnos en la visión maniquea del mundo, la cual es hoy muy actual y,
desde nuestro punto de vista, ha sido utilizada para manipular a la masa.
Traigo a cuenta esta referencia porque adentrarnos en la visión maniquea del
mundo, es hoy muy actual y, desde nuestro punto de vista, ha sido utilizada
para manipular a la masa, a un pueblo en virtud del Paraíso infierno, donde se
usurpa la esperanza, la necesidad de creer en un futuro promisorio. La poeta lo
avizora, lo construye y deconstruye, a partir de la visión que tiene del país
que le robó sus sueños, su vida. Y en consecuencia a la imposibilidad de
acceder a una sociedad más humana en el sentido más profundo del concepto.
Un vamos hacia la
pérdida. Llegar a la yerma desventaja. ¿Congelación o huellas? Monturas para
acercarnos a la desobediencia. Tenemos que expulsar las espinas o
compadecernos. Grietas del ayer o de esta noche con líquidos mortales. Una puerta hacia la cueva. Un
ante-paso. Letrero con sentido inverso o una engrosada fila de mujeres bellas.
Aves de distintas manadas donde morir es esa coalición en la cueva o ese golpe
que damos en las alturas para luego ir en retroceso. Morir es ese frío agujero
donde entra una última conversación o las palabras divididas ¿Ruinas o
sucesiones en el ojo incauto? Excitación que día a día se antepone. Vasijas. Un
nardo. Un turbante. Una luna muerta. La
muñeca grita. Voy como antes con ese fiero níquel en la lengua. Voy en seguida o más tarde a morder
el póstumo hueso del exterminio o esa luna ya muerta en cuarto creciente.
(Poema Observatorio)
Ahora
bien, la revolución trajo consigo un estado casi de culto y los problemas por
los cuales se erigió, con el devenir se agudizaron e invalidaron inclusive la
realidad nacional. En principio se tiende a idear una idea de futuro, a menudo
muy remoto para el pueblo como la coyuntura dentro de la cual habrán
desaparecido los obstáculos: esos esquemas plantados hasta la saciedad en la
conciencia están lejos de ser un esquema cristiano como el llamado a instaurar
el Reino de Dios sobre la tierra. Nada más falso, por supuesto. Ese pensamiento
utópico que se implantó en su país estaba destinado a que la gente pensara en
términos de un tiempo futuro, pero esa utopía no llegó ni estuve al alcance de
todos. Si miramos alrededor nuestro con los ojos abiertos vemos solo esas
condiciones de miseria, de explotación. ¿Dónde está el reino prometido, el
Paraíso prometido en medio de un país que parece más un infierno? En realidad,
la revolución nunca instauró una sociedad más justa, mas bien nunca se alejó
del infierno precedente por lo que tenemos otro infierno de postergación. No se
puede, entonces, tocar el cielo, vivir en el Paraíso sino en una especie de
vórtice, mismo que la poeta rompe en este libro. El silencio roto, no alienado
para conquistar la libertad. La poeta desmitifica, precisamente el mito y las
falacias que lleva consigo el concepto.
¿El mal o el bien te fortifican?
Reducida fuga o presa que se
antepone
O se pronuncia. Exalta el templo
O distorsiona en agonía.
¿Cuál reclamo o novena frente?
¿Cuál retroceso de un fallecido?
¿Musgos o espejos? Llamar un
familiar.
¿Cómo orientarme en la fosa?
¿Ser un oprimido?
¿Cómo extraen el oro o el cascajo?
¿Quién hace las inhalaciones?
¿Quién conmigo se deteriora?
Lápidas. Masa neutralizada. Un
cielo.
Todas nuestras vidas
Idas o dispuestas.
¿Quién de un lado a otro
¿Hace a solas las divisiones?
¿Cuál cesárea o anestesia?
¿Cuál inminencia? Legrado.
¿Casa o carrusel?
Canario con fiebre amarilla
En angosta jaula.
Mi nombre es lo que queda.
Mi nombre auspicia las separaciones.
¿Sombra o Ley?
(Extradición: Fragmento, poema III
«Al
cielo divido», no es el cielo de Dante, en éste según se deduce del viaje que
emprende con Beatriz que gozan de la paz y beatitud, algo que dista mucho del
viaje que emprende nuestra poeta. Pero, al igual que él, pienso desafiar esos
simbolismos, esas cosas que se encierran en el corazón para avanzar en este
tránsito contundente de imágenes. Así, todo poema constituye un templo, en el
cual está encerrada, el alma del poeta. Una obra, está orientada a un
interlocutor, representa un acto bilateral (poeta-lector); y se determina por
aquel a quien pertenece y por aquel a quien está destinada, aunque el sujeto a
quien va dirigida sea impersonal. En este punto debemos acotar que cada palabra
expresa a «una persona» en relación con la otra y es esta última la que hace
real (depositaria) del pensamiento, tomando en cuenta que el contexto afecta lo
que se dice o quiso expresar el poeta. Por otro lado, el poema es una entidad
humana y como tal no se reduce a mero artefacto estético. Alrededor de su obra
bien intencionada y depurada, hay una convicción de compromiso con la palabra.
Cuando
hablo de certidumbre de realidad, en la poesía de nuestra poeta, me refiero al
génesis de su poesía, a los temas que la hacen posible y que se realiza y
concreta en el poema, asumiéndola como realidad histórica. En esta concepción
dinámica y trascendental de la realidad, se fusionan todos esos microuniversos
de nuestro entorno. Así nos lo advierte la poeta que los ve como «Una galería
de ancianos famélicos/ Unos siervos o un cerco despuntando/ Luz cerrada que ha
forjado la agonía». Ante lo inhóspito, ella lo dice «Sólo quiero resguardar la
fuga». Asumir la realidad, supone una liberación, aunque la misma sea dolorosa
y suscite el desarraigo, la duda, el amargor hacia lo que no se desea regresar.
Por ello y en clave, la poeta nos lo dice: «Tener luego que volver/ A la
entrada de la casa/ Para que la luz o la muerte/ Sigan haciendo de las suyas.»
Constantemente la poeta hace alusión a «jaula» en sus poemas. Una manera muy
sutil y capital de denuncia hacia lo que percibe su conciencia, su palabra
garantiza la existencialidad de su realidad, tanto como la realidad de los
otros. Su palabra desmonta el mito y hurga en ese ámbito de las ideas. De hecho,
su poesía es de ideas lúcidas, una respuesta personal derivada del dogma al que
está sometida toda una sociedad.
Voy transformándome por escasos
montajes.
Ideologías de los semejantes o
ancianos muertos
Van por esa calle
Con molares o cuadros rotos
Hablo o golpeo desde esa jaula
severa
Estrecheces o reducción sobre
esos canales
Que aseguran haberme dado por
viva
Como quien hiere o se
planta
No seré ese convite
ciego ni esa lágrima
Limaduras o persecuciones
Recordar otras
fragancias
Broqueles o tácticas
suramericana
Vías para cruzar la
amazona o perderme
Para conquistar a los
perros
…
Aplástame por el
centro
Formas de aplastar o
llamar la atención
Recelo de construir o
cargar con los tablones
Hierros o cruces
Cementerio de abetos
o pinos
Para ser sepultado
Identidad del ser
Llorado
Cuán ajeno puedo ser
Cuánto cuesta mapear los huesos.
Fragmento del poema «Contorsiones»
El cielo aquí, me remite a paraíso (utopía),
pero es la metáfora del entorno, del «yo poético»; nuestros pueblos (lo digo en
plural), con sus problemas humanos y sociales en donde se institucionaliza la
injusticia. Digamos, entonces, que lo que nos plantea la poeta es la máxima
concreción de una realidad abstraída, internalizada que a su vez se constituye
en ultimidad poética histórica. La poesía siempre supone al ser humano real, concreto,
haciéndola más suya, más íntima en cuanto producto de la conciencia. Resulta
que este cielo con el determinante «divido», nos reduce el ámbito y nos limita,
si se quiere, nuestro correlato. Claro que, en «Al Cielo divido» hay más
sustantivación e individualización con una riqueza propia y peculiar. En el
fondo me parece que existe aquí una distopía. Y acoto: «el estado actual
de ese modelo de discurso no hace otra cosa que subrayar un triunfo general del
pesimismo que no permite habilitar una razonable parcela de porvenir que
conquistar. Se podría decir de otra manera: vivimos un presente donde parecen
haberse cumplido parcialmente muchas de las distopías más influyentes del siglo
XX. »
Si convenimos que la utopía articula sueños, la
distopía nos ofrece la distorsión de ese sueño, el escenario distópico se
mantiene desde dentro y fuera de la insularidad: la idea de pérdida de
libertad, el entorno grotesco, en muchos casos decadente y que se profundiza
desde la visión del exilio respecto al país de origen. El cielo divido se
metaforiza, la realidad y sus elementos constitutivos se convierten en
«residuos simbólicos» y ello afecta el imaginario de la poeta e incluso la
manera de ver al mundo. Convengamos que vista así la poesía, ésta se ve forzada
al desarraigo, al extrañamiento y al enajenamiento. Las alas son un recurso
reiterado que Miladis Hernández Acosta, utiliza en sus publicaciones para
salir, supongo de ese paisaje que no es propicio para el encantamiento. Su ya
dilatada obra manifiesta siempre un compromiso con la realidad humana y en la
dimensión existencial e histórica. Hay en su poesía una afirmación contundente
de las afectaciones que emergen del exilio y que subyacen como coordenadas de
su poética. Su voz poética en este contexto traza líneas maestras que signan el
tono de su poesía y su perspectiva de búsqueda.
«Bajo la poesía se oculta (subyace) la personalidad de la poeta, su
desgarro y alborozo, sus aspiraciones y relaciones con el mundo físico y la
realidad suprasensible. Para expresar lo inefable, la poeta procurará recuperar
cada una de sus vivencias porque en cuanto producto de una época, seguidora y
renovadora de alguna corriente o línea de pensamiento, hace de su arte la
expresión más profunda de lo vivido, lo sentido, lo soñado o querido, lo
perdido, lo velado, lo vedado.» La escritura suele ser un arte de
circularidad y ruptura en donde múltiples situaciones definen el complejo
universo literario de la poeta. En su repertorio poético a menudo dotado de su
territorialidad insular, encontramos una especie de diálogo transtextual que
nos remiten a caminos inusitados de búsqueda, al tiempo que avivan su memoria
para repensar los micromundos que habita. Intensidad y fuerza orbitan en su
palabra. Ya Marcelo Pagnini nos dice: «El aspecto fundamental distintivo del
mensaje poético se reconoce hoy en día con criterio bastante parecido, en la
ambigüedad, que es precisamente la cualidad fluida, evocadora, del símbolo. En realidad,
en virtud de este aspecto, el lector se hace partícipe de la fenomenología
artística, y de su tiempo y en gran parte se debe a este margen sugestivo (en
cierto sentido ad libitum) el que la obra pueda vivir fuera de su autor y de su
tiempo para convertirse en íntima posesión de cada uno de los lectores». En
todos los contrarios de la existencia, el vivir y el morir, la plenitud y el
vacío.
[He aquí la mujer
Consumida por las ruinas que entran por la carretera
Puedo divisar que nos estamos muriendo o naciendo
Yo sólo giro hacia el hueco o hacia el tubo de humo
Sin más gloria que esa montaña de yerbas muertas
Después gritar que estamos encaramados
Uno sobre otros en ese nicho de tropical bandera.
He aquí los niveles o la involución
¿Miseria o grito?
Acaso una posible llovizna inmensa
Hongos o momias extintas
Cortaduras o cenizas. Estruendo o bisutería
Provinciana. Digo que me quedo en el Sur
Fragmento del poema de: «Santiago de
Cuba a Guantánamo»
En el ensayo
«Constantes temáticas en la poesía cubana: el tema amoroso en dos colecciones
poéticas de Lucía Muñoz Maceo», publicado por la Universidad de Granma, Granma,
Cuba.(Ver al respecto referencias bibliográficas), se dice: «En la creación
poética de las mujeres cubanas se observan regularidades y rupturas que han
hecho del proceso de la escritura un acto de continuidad, donde, a pesar de las
evidentes diferencias formales instituidas por generaciones y movimientos
literarios, es posible definir una noción de cubanidad y a la vez de feminidad
que funden, sin que sean necesariamente visibles, las raíces de la identidad
con las de la espiritualidad femenina. El hilo conductor se mantiene invariable
en autoras de diferentes estilos o etapas y en las que el pasado y el presente
históricos, la pasión, la nostalgia, la política, y sobre todo, sus vivencias
humanizadas en cada realidad, resultan la génesis de temáticas comunes que
apuntan hacia el doble reconocimiento de quiénes son como mujeres y escritoras americanas.»
Por
su parte, Reina María Rodríguez, en su ensayo, «Poesía cubana: tres
generaciones», expresa entre otras cosas que: «…tiempo de éxodo, de pérdidas
(como el suicidio de Ángel Escobar hace ya catorce años, y de Raúl Hemández
Novás). “La nave que se hunde, siempre / da náufragos; y todos los náufragos
son huérfanos/ y creen en los augurios / esas supersticiones que tienen los
deseosos / pueden hacerlos llegar a otra costa, a una costa cualquiera: /
calafatear otro barco y hacerse, / de nuevo, a la mar…hasta que la nave que
cuidan sin melindres vuelva a hundirse. / Son además, tercos. No volverán a
construirla / una nave y otra son la misma / porque tienen paciencia y orgullo,
y saben que siempre fueron náufragos, que siempre fueron huérfanos…» Esta
experiencia que es común del exilio es quizás clave para entender la poesía de
Miladis Hernández Acosta porque marca un destino personal y geográfico, por
ello, la escritura de esta poeta hay que verla en este horizonte de tiempo
histórico. Memoria y esperanza siempre o casi siempre están entrelazadas: D.
Pedro Laín Entralgo en «La Espera y la Esperanza, historia y teoría del esperar
humano», no dice: «San Agustín descubrió para siempre la esencial conexión que
existe entre la memoria y la esperanza Una y Otra constituyen, en último
extremo, la expresión de la temporeidad humana; y la llamó “peculiar” porque en
la realidad del hombre se entraman de
modo unitario y misterioso su visible y vívida temporeidad y su invisible y adivinada
eternalidad, su tránsito terreno y su permanencia espiritual.» Más allá de la
cita, la poeta nos muestra desde su perspectiva a un pueblo vencido, reducido,
pero con ganas de resistir los embates que propicia el opresor desde su
posición de poder.
La sed de lo humano. Sed inmortal. Sed de ese espejo o esas nubes que dan
pena. Déjenme preguntar o estabilizarme. He pensado en ese muerto que velan en
un cuarto obscuro. He pensado que antes estuvo en una ambulancia. Me reconozco
en una esquina como un hecho imprevisto. Yo subí con la ley del hielo. Sujeta a
los flancos endebles de una hermandad sin futuro. Yo subí viendo pasar a los
muertos desde este umbral confiscado por la muerte. Somos todos los que somos y
no lo que pudimos haber conseguido. Cuál es el ansia para abrirles paso a las
bestias que tragan los sables blancos con que los hemos heridos.
Yo crecí desechando a un falso enemigo. Lo único cierto es contenerme o abrirme
frente a un falso enemigo. He pensado en esa sed por lo humano. Yo misma doy la
sed por lo humano. Yo misma me vuelo la
cabeza pensando en cómo sobrevivir cuando ese enemigo irredento baje conmigo.
Fragmento del poema: «Cioran. Cirrus»
Sus poemas son
deslumbrantes porque nos marcan o señalan esa travesía y continua luz en desarrollo.
La poeta Hernández Acosta entiende que la poesía está hecha de vidas y, al mismo tiempo, de todos esos elementos que
emergen frente a nuestros ojos. No hay, pues, contradicción al afirmar que como
ser humano está dotada, «por una parte, de fuerzas y facultades naturales, que
existen como tendencias y capacidades. Por otra parte, como ser natural,
corpóreo, sensible, objetivo, es un ser sufriente, condicionado y limitado…» Para
la poeta el regreso a casa supone, la poesía como camino, después de haber
descifrado los enigmas y redimir todo lo pasado como diría Friedrich Nietzsche.
Siguiendo un poco el pensamiento Max Scheler, la poeta se revela en su
singularidad de ser humano destacando las múltiples paradojas del mismo, lo
abisal dentro de la incertidumbre para emanciparse. Ella abraza «el oxímoron de
la totalidad infinita». Desde la poesía, Miladis Hernández Acosta, se torna
visionaria y buscadora de esa pérdida vital: anhelante y voraz para
racionalizar la vida real.
Darle
una mirada a la poesía de Miladis Hernández Acosta, es hacer un viaje intenso
que media entre la poesía tierra adentro y la del exilio, un viaje entre
Baudelaire y toda esta visión que nos provee de otra sensibilidad, es
relacionar su figura poética con lo contemporáneo y postcontemporáneo. Hay una
zona, pues, que debe estudiarse desde el interior de sus mutaciones, justamente
porque desencaja con la tradición y el cielo dividido al cual se enfrenta;
juventud y madurez dan paso a un fuerte estilo que la poeta ha sabido delinear
en este rico devenir evolutivo. Detrás de su poética hay un foco de
espiritualidad sustancial, unificadora de sus vivencias de interioridad humana
que le permite mostrarnos una realidad externa. Si bien la vida es compleja,
ella, supera eso de que «la vida es tan horrible que sólo se la puede soportar
evitándola.» La poeta la habita, convoca, la hace suya y la transforma en cada
verso. La vive a la sazón con todos sus significados posibles. Octavio Paz diría
que la suya es auténtica poesía en movimiento y que «oscila entre los dos polos
más significativos de la historia: el pasado y el futuro.» El yo poético en su
principio ético se abre a la realidad para hacerse cargo de ella como
realización humana y poética.
El cadáver sabe derrumbar las tapias y guarnecerse ¿Hay un
croquis de los calabozos? ¿Hay ponzoña o apatía sobre el clavel? Muertos
expatriados en el reflector. ¿Cuál es el grado de violencia? Duda para lanzarse
al terraplén. Inexperta abeja en la matriz ¿Roca o cuba visceral o guarida del
sedoso riesgo? Recojo los cascajos absurdos. Recojo los nidos infecundos
¿Violación o ayuno separador? Reproducción –réplica- o cicatriz. Raíz medular
de alta frente. Palabra que reservo para escapar de las prebendas. Con nociva
bravura me cercenan las sienes ¿Cuál fetiche con los ruines y las
aniquilaciones? ¿Cuál levadura o secuela?
Fragmento del poema: Coacción o trazo agitador
La poesía como creación
y producto de la sensibilidad, es, en mi opinión, expresión de la temporeidad
humana. Heidegger lo explica muy bien en su obra «Ser y Tiempo». El «Dasein»,
existencia, tan dinámica como la vida misma. Acaso símbolo del dinamismo,
interrelación de la poesía con su misterio discursivo y trascendente.
«…historicidad se refiere al conjunto de circunstancias que a lo largo del
tiempo constituyen el entramado de relaciones en las cuales se inserta y cobra
sentido algo, es el complejo de condiciones que hacen que algo sea lo que es:
puede ser un proceso, un concepto o la propia vida.» La poesía supone una
recuperación de la memoria, es más, siempre se escribe desde la memoria al
presente como vivencia, los recuerdos que son la manera auténtica de haber
sido. Así, Heidegger se refiere a una reapropiación del ente del «Dasein» que
este ya es al asumir y hacer suya una de las posibilidades heredadas, un
retomarse a sí mismo del «Dasein» que permite adelantarse hasta su más propio
poder‐ser (horizonte abierto por su haber-sido). Dicho de otra manera, la poeta
relaciona de manera audaz el texto con las circunstancias y su mismidad.
Avanzar sin
ritos ni duelos. Adoratorio o cadena. Preserva
la petición de descifrar cuál corriente inhalas en la galera. Invierte la
discordia o los remos del intercambio. La víctima se acopla en el bote. En el
hundimiento de la lengua. Insecto que
apabulla enalteciéndose en la llaga. Crueldad para acudir al rodeo. Imposición
de yacer o morder la ventana. Ley de Dios en horda vigorosa. Avanzar o
convertirte en un inepto con el liquen
de la intransigencia. Inmunidad de no adaptarse a la galera. Víctima por
desfigurar. Avanzar cuando cualquiera te intimida o te encarcela.
Fragmento del
poema: «Procedimientos para entender a George Orwell, Segundo Paso»
Carlos Bousoño de la mano de D. Dámaso Alonso, nos dice: «nuestra
representación interior de las cosas posee un aspecto triple: un aspecto
conceptual, un aspecto sensorial y el aspecto constituido por nuestra reacción
subjetiva frente a ellas (sentimientos, etcétera), aspectos, los tres, que se
corresponden con nuestro triple modo de captar una realidad cualquiera, viendo lo
que ella tiene de común con otras realidades de su género; 2~, lo que tiene de
distinto, de único; lo que esa realidad es para mi desde el punto de vista de
mi subjetividad.» Contrario al lenguaje común, en la poesía se nos produce la
impresión de contemplar el contenido anímico tal como es, en su aspecto particular,
sin forzar o invalidar la realidad vista desde dentro por la poeta. Para sus
lectores este haz de poemas constituye un testimonio de su condición
confesional, es parte de su memoria como necesidad de aprehender la totalidad
de la realidad y de sí misma. El sentimiento siempre es un medio de búsqueda de
su propia identidad con la identidad del mundo. En la articulación de sus
poemas la extrañeza y los desasosiegos se conjugan para revelarnos las
circunstancias de su poética.
Tal vez pueda arrasar esa celda cerrada.
Torbellino de cierva milenaria. Extranjera
Del agua. Ya quisiera yo reflejarme
O ir a sacar las estrellas de un río bajo
O los últimos glaciales de esa última mitad
Que aún debo protagonizar
Con espliego de un oro viejo
Todas las cosas que deben llegar
A mí. Yo que no soy culpable
De las ruinas. Ni antesala
Ni ninguna derrota. Caimán que protesta
Noche furtiva o inicua herida del hombre
Donde toda palabra o acción
Se malinterpreta ¿Cascabel o llanto?
Canción que se penaliza
Gladiolo o rocío de corsario viejo
Entre patria o vida
O antiguo lecho putrefacto.
Fragmento del poema: «Una página mayor»
En
su poesía, Miladis Hernández Acosta, rompe el espejo de la vigilia como forma
de resurrección de los recuerdos. Y lo expresa ella: «Angustia y fortaleza
formando un nudo corrosivo en mi garganta. Sin poder gritar». En la conjunción
de sus dos patrias, la concreción de su praxis poética desde la cual apela a la
situación del ser humano. Esas zonas de realidad humana le dan sentido y
coherencia a su poesía: ser e ideas, esenciales y purificadoras en las entrañas
de su alma. En el reino de este mundo, rotos, los ríos profundos del cielo, el
tiempo y sus variaciones, el mundo real orquestado por «furtivas alegrías», una
poesía asimilada y construida desde la introspección, eficacia del lenguaje; en
definitiva, una existencia histórica como prueba de vida en este cielo divido, acaso
silabario con alas de musgo con sus ahogos tocando la tierra. «Tierra de todo y
nada», como diría Enrique Lihn en «La musiquilla de las pobres esferas.» Hay en
su poesía un viaje a Ulises y a Dante, un viaje con sus especificidades,
esencial, configurado por su memoria, metonímico, intuido en la construcción y
reconstrucción de su viaje poético. En su imagen de cielo y mundo,
Paraíso-tierra, la gran antinomia, el vínculo de la imagen que se tiene
(mental) y la imagen totalizadora de lo real. Toda esta realidad intuida se
convierte finalmente en metáfora de su itinerario poético. «A final —tal como lo
expresa la poeta— llega la noche y todo comienza a encajar/
Porque en la noche conviven los alaridos/ La oscuridad no sana ninguna herida.
Ni la palabra/ Que elegimos para poder despertar/ Sobre las ruinas que hemos
construido.» Dentro de este fervor oscuro, lo que encontramos es «la realidad
iluminada», su poesía. El horizonte de una poesía viva a voluntad de ese río
interior que fluye y avanza como un «fenómeno luminoso». En esta poesía
lírico-política Miladis pone sus propias convicciones para cumplir con su meta
existencial espiritual no como «ciervo», sino en gran medida como proceso de
lucha por la vida y la dignidad.
No
olvidemos que la creación artística es una especie de autoanálisis de esos
espacios de la memoria cuya poetización se vuelve catártica. Su poesía no
obedece a ningún arrebato, sino a una especie de resistencia frente al
progresivo desmán y caducidad del tiempo y de un sistema político, consustancial
a las legítimas aspiraciones humanas. Ante lo insano, turbador, el cadáver, la
madre muerta, la incertidumbre. En líneas anteriores expresé que la poesía de
Miladis es de ideas, de ahí que coincida con Antonio López Eire. Él «concibe al
emisor de un mensaje generando un texto emanado de una clara intencionalidad y
adaptado a un contexto, a lo largo de un acto de habla con el que pretende
cambiar la situación psíquica y mental o cognitiva del receptor y con ello
influir decisivamente en su voluntad de acción.» Su poesía apunta siempre a la
racionalidad en paralelo con una realidad caótica, contingente, voluble e
intensa. A menudo percibo que el lenguaje le es insuficiente para darnos una
imagen del ser desvalido, atrapado en la espiral de la muerte. Destaca en
contraste a esta situación, la intensidad y sobriedad, la experiencia de
primera mano, la impotencia radical frente al túnel de la pérdida.
Su
escritura se debate, justamente, entre esa pérdida del Paraíso malogrado. Del
cielo difuso y agotado, cada vez más extraviado y oscuro. Con realismo y
vehemencia nos transmite el espejismo en el que sucumbió el país, su libertad.
Toda su poética dibuja, delinea «una realidad sin verdad, sin libertad,» La
relación de poesía y conocimiento conlleva desaparición y ausencia y activa en
la poeta su postura ético-política. Estamos, entonces, ante una poesía que nos
remonta a lo que fue, lo que fue y quiero. Pero techo y suelo siempre serán una
utopía en este mundo. Su poesía es con toda propiedad una nueva mirada, o
acaso, la misma mirada que revela con claridad esa huella de realidades y
disidencias como otra forma de pensar el cielo, el paraíso, un país.
André
Cruchaga,
Barataria
(El Salvador, 22 de sept. de 2022.
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