En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



sábado, 22 de febrero de 2025

VIGENCIA DE LA MUERTE. UNA RELECTURA DESDE EL DISCURSO POÉTICO DE ODALYS INTERIÁN

 

La Mort et le Bucheron (1859) de Jean-François Millet.


VIGENCIA DE LA MUERTE.UNA RELECTURA DESDE EL DISCURSO POÉTICO DE ODALYS INTERIÁN


 

 

La vida es proyecto y espera. El término debiera ser fruición, goce

y reposo. Pero jamás se llega a este término. La muerte irrumpe

desde el exterior la propia realización. Estamos condenados a

unas conquistas sin sentido y a unos anhelos sin cumplimientos.

La vida es una pasión inútil

JEAN PAUL SARTRE

 

… Y en mi sangre confundida,

¿no serás, Muerte, en mi vida,

agua, fuego, polvo y viento?

XAVIER VILLAURRUTIA

 

Si agradable descanso, paz serena,

la muerte, en traje de dolor, envía,

señas de su desdén de cortesía:

más tiene de caricia que de pena.

FRANCISCO DE QUEVEDO

 

 

Si «La muerte es la negación de todas las posibilidades.» ¿Dónde queda la trascendencia? ¿Basta con poetizarla para entender la vida? Si la vida es espera y esperanza, la muerte nos quita todas esas posibilidades, nos inhibe del devenir. En realidad es un territorio que nadie conoce no obstante ser parte de los misterios de la vida. Para algunos es un paisaje de irrealidades, encandilante, zona tórrida, núcleo de una cruz que se extiende en la espalda, un torbellino humano, para otros, un río delirante, algo así como un abismo, pero un abismo en la belleza y el sueño; niebla del alma a la cual uno se puede aferrar porque el fenómeno posee su propia metafísica, infierno o paraíso intangible, un mundo quizás de ahogos y pesadillas que se abre a la cotidianidad de la vida. «Espero alegre la salida y espero no volver jamás», escribe Frida Kalho previo a su deceso. De hecho, quien sufre por las razones que sean «ve a la muerte como liberación, y no quiere volver jamás a repetir lo mismo, a no ser que de lo que se trate es de volver a repetir los momentos buenos, plenos, felices; si el "repetir" es entendido como recuperar lo perdido gratificante de la vida, abundante, generoso, como Kierkegaard relata en el caso de su “pensador privado” Job, estamos hablando de otra cosa. (Pero Nietzsche habla de repetir lo mismo, y él era alguien que sufrió mucho, pero quería reprimir dentro de él todo sentimiento en contra de la vida. Su querer volver a repetir lo mismo implicaba al amor fati y a la voluntad de poder que crea al superhombre, en un momento preciso; después de la muerte de Dios, y más allá de un nihilismo pasivo imperante.» (Andrea Díaz: Nietzsche y el pensamiento de la muerte).

La muerte acompaña al ser humano desde un pretérito remoto porque belleza y horror van de la mano, se le admira y se le teme; en este punto convenimos que la muerte es poesía materializada; a través de la palabra damos cuenta  del dolor sintiente de sí mismo o del prójimo. Pero todo es elucubración, inferencia, según cómo se entienda esta dialéctica vida-muerte. Lo cierto es que no podemos entenderlas separadas, vida y muerte forman parte de lo mismo: la vida humana. José Emilio Pacheco en su poema «Caverna», expresa: «Es verdad que los muertos tampoco duran/ Ni siquiera la muerte permanece/…» Algo hay de fatalidad en este tema y de ambrosía que no escapa a escritores: poetas, ensayistas, narradores. La muerte es una constante, a menudo embiste como una fiera. La muerte se presenta como algo terrible y fatal. Lo cierto es que quien se muere lo hace para siempre y ella nos produce diferentes sentimientos. La poesía es un «commentatio mortis», una meditación sobre la muerte al igual que para Platón y Cicerón lo fue la filosofía.

Todo vuelve a ser polvo, tierra, desecho. «La muerte nos causa gran curiosidad. Nos mantenemos cerca de ella pero nos alejamos con premura si vemos que está demasiado cerca. Es un gran tema romántico porque suicidarse es la expresión máxima de la crueldad del ser amado; es un tema heroico porque los más valientes caballeros pierden la vida para salvar a su pueblo y es un tema de horror porque lo desconocido detrás de ella hace que pensemos que los que ya están del otro lado puedan regresar.» A veces la muerte es la fuga del mundo vil y horrendo en el que vivimos, tal como quería Shakespeare; Víctor Hugo, por su parte la consideraba belleza y enigma, cosas profundas; una vida centrada en sí misma, encerrada entre cuatro paredes es a su vez una especie de muerte, quien no arriesga nada, según lo vemos en Neruda. Para otros, acaso sea, alzar el vuelo, sin alas, sin ojos y sin cuerpo, como propopía Elías Nandino. Xavier Villaurrutia, llega al punto de describirla como algo cóncavo, tibio y silencioso, «es dura en el espejo y tensa y congelada, el hueco que queda en el lecho»…Digamos que la muerte tiene su propio peso en lo espiritual, sicológico y emocional. La muerte y el dolor es, finalmente la victoria del dolor.

La muerte, dice José María López Sevillano, asumida por la persona humana, viene a coronar las distintas opciones de nuestra existencia. Es situación límite que ilumina el sentido de la vida: desde la intramundanidad como quiere el ideario agnóstico y ateo (Heidegger, Sartre); o desde la transmundanidad, como confiesa el ideario cristiano (Marcel, Lavelle). Una visión materialista y pragmática del vivir humano, agrega, reduce la preocupación por la muerte al estado de una sociología del débil que puede desembocar en dos actitudes enfermizas: moral, la desesperación; siquiátrica, la depresión. Para Epicuro, la muerte es un obstáculo por cuanto impide la felicidad del sujeto en y de la sociedad.

Siendo por lo general el tema de la muerte una representación de la existencia humana, conviene ahondar en tal menester de la mano de Mijaíl Málishev: «La conciencia de la muerte introduce, entre el animal y el hombre, una ruptura más profunda que la capacidad del segundo para fabricar utensilios, hablar y pensar. Quizá el hombre se convirtió en hombre desde el momento en que empezó a enterrar los cadáveres de sus congéneres, inventó el ritual funerario y elaboró las creencias en la supervivencia o en la resurrección en el más allá de los fallecidos. En todo caso, el hombre es el único ser vivo que sabe que tarde o temprano va a morir y, por tanto, piensa no sólo en cómo va a vivir, sino también en cómo va a morir. Ante la amenaza del arribo de la muerte, el hombre identifica al hombre y se identifica a sí mismo como ser humano. Podemos suponer que el hombre primitivo sabía ya, cuando enterraba a sus congéneres, del sentido de la muerte, pues en caso contrario difícilmente hubiera inhumado a sus cadáveres.»

La experiencia de la muerte sobre la vida supone también un vínculo entre poeta y poesía que solo trasciende a través del lenguaje. En la poesía de Odalys Interián, la muerte ocupa lugar privilegiado entre los temas recurrentes de su poesía. Como otros poetas predecesores y contemporáneos ella sufre la sombra, la angustia, la soledad y la muerte. El tiempo, el amor y la muerte se manifiestan de manera singular, múltiple, reiterativa y, desde una perspectiva íntima, objetiva, experimental, vanguardista, simbólica y meditativa va revelándonos su lucha interior. Miedo, luz, sombra, se juntan en el latido para luego convertirse en ceniza: poesía reveladora, de batallas interiores en la que la poeta desde la conciencia del sujeto lírico alcanza la esencialidad de la palabra y la comunión humana.

 

El ojo en su víspera Eunice

 

el párpado tranquilo de la muerte

posándose aquí.

Esta es la hora en que besamos

los crepúsculos

la imagen de la lluvia

el salmo

el sitio /un sitio

desde donde saltamos

para vernos

la ilustre orfandad.

El ojo peligroso que nos mira.

La vena de Dios

estallando

sobre el hueso real de las oscuridades.

Evitamos decir este es el miedo

Este es el cortejo huérfano de la luz.

Este el pájaro de Emily

con su pata golpeando

gritando

danos razón /danos -vida-

razón.

Dónde poner el cuerpo

el trazo de desnudez que arde.

Alza y Alza la flor sobre la espuma

quédate como un mirlo ondeando

en la blancura de la noche.

Alza y alza el pistilo del Reino mayor

los pájaros del futuro

acógelos en su marcha.

Ven recoge el mástil rompiente

de las mismas estrellas.

Aquí se junta el latido

todos los ojos del amor.

Qué cielo batirá el cerco de polillas

que inundarán lo vivo.

Quién andará encubriendo los adioses

el golpe

la angostura que viene de esa chispa

que escapa de la muerte.

 

Ante la presencia de la muerte, se revelan una serie de arquetipos que se vinculan a la espiritualidad, la otredad en un escenario propio de la metafísica: finitud e infinitud, en definitiva el ritual del adiós transfigurado en presencia viva, doliente como el latido que se rompe en la marcha. Odalys Interián es consciente de que «La noche vierte sobre nosotros su misterio,/  y algo nos dice que morir es despertar.» El miedo de ser solo un cuerpo vacío, la angustia y la duda en su vastedad. «La interioridad es la ciudad en la que se despliega la muerte, es el territorio en el que funda sus ciudades.» La ciudad como cuerpo donde se forjan las huellas del ahora, el territorio donde se reza en agudo sacrificio y tortura.

 

Porque miras muerte con estos ojos míos

qué rememoras

diluye estos andrajos que visten el amor

dilúyeme la luz que duele

los escombros pasivos que acobardan el aire.

Contémplame casta

en el charco tremendo de la luz

donde se contemplan las bestias del silencio.

 

Porque hablas muerte con mi boca

y enciendes la parábola 

porque callas al ángel

y vas minando al hombre

con un residuo de memorias fatales

con un gesto de agonía final.

Que lastre tu lastimadura

que poca tú 

que tanta muerte en la muerte

tu victoria.

 

Este momento absoluto de desdoblamiento y espejo dulcifica en cierto modo la contemplación y no puede ser comparado más que con la muerte. Sin embargo, la muerte no es aquí por momentos lo negativo de la vida; es la medida misma de lo eterno opuesta a la fragilidad de la existencia pasajera carcomida por el tiempo. La vida suele ser siempre una llama atizada por múltiples incendios. La muerte de algún modo es una rutina vitalicia, un dolor vario con sus aristas desvencijadas, un pie aquí y otro allá, las municiones de la noche, un duro sonar de campanas que cuaja en el fruto de la carne. «Como quien lee en un renglón tachado», eso es la muerte, no reflejo sino imagen, arenilla en medio del eco del escombro. Al ojeo profundo y maduro, Odalys Interián, apunta a todo eso y lo hace afincada en el ala de la luz y escucha y siente al corazón que tiembla como un arado.

          Importante destacar el artículo de Damodar Peña Pentón: «La muerte y el arte. Cuatro visiones de la caída de José Martí en la pintura cubana». Importante, digo, porque estas indagaciones sobre la poética de Odalys Interián, tiene una estrecha conexión de contenido: «El arte y la muerte han mantenido una estrecha vinculación derivada de la significación esencial que paradójicamente ella tiene en todos los aspectos de la vida; su representación ha sido una constante a lo largo de la historia. Primero fue abordada como la muerte del héroe, del dios o del santo y luego tuvo su mayor exponente con la figuración de “la danza de la muerte” acompañando los tiempos de las grandes epidemias. Desde entonces no ha dejado de ser un tema o género artístico. Héroes y grandes personalidades de la antigüedad, reales o imaginados, fueron trasferidos a alguna manifestación artística, fundamentalmente a las artes plásticas. Muchos se representaron en el momento de su muerte natural o trágica. Es el caso de José Martí, el héroe nacional de Cuba, quien tuvo una especial relación con la vida y con la muerte, esperada por él siempre como consecuencia lógica de los constantes riesgos a los que se exponía.» La muerte es una interrogante que la poeta desde su escritura se propone resolver. Desde «De Anima» de Aristóteles,  la poeta con su capacidad intelectiva procura conocer la naturaleza de la muerte y entreteje con infinito entusiasmo, esa asunción como totalidad final de la vida.

          Pese a ser un tema de suyo escabroso, Odalys Interián, voz anhelante, muestra y configura esa totalidad caótica y simbólica. Su lenguaje con diversos matices conlleva pulsiones órficas en cuanta pérdida que se sucede en el sujeto. Por supuesto la muerte no es espejismo, le gana a la realidad mientras avanza a condición de conformar otro conocimiento o realidad. En este punto es importante la mención a Vallejo. «Vallejo experimentó el dolor, el desgarramiento por los afectos perdidos frente a la muerte, la fe y la esperanza de un mundo más humano.»  El camino de la poeta por esta vía alcanza la fusión del «yo poético» con el mundo real hondamente acumulado en sus vísceras. Al desdoblar sus pensamientos estos se convierten como un espejo retorcido por los espasmos.

 

Este dolor Vallejo no es uno

 ni es un dolor de jueves

 es un dolor de espanto

 abierto en su víscera

 un doler en todos los latidos

 y las corrientes

 un dolor hermano

 en su intemperie

 en su grito mayor

 en su fábulas de mañanas muertas

 y persiste en su ronda

 en su cíclope lluvia

 y lame las palabras

 en su costra y poder

 este dolor hermano

 retorcido en su espasmo

 de quebrantos veloces

 quedándose en mí

 como un amante

 poblándome

 con su mal deseo

 circulando en su plaga

 y tormenta

 en su torbellino de rotos silencios

 

Ese juego y escisión del yo, explica en alguna medida explica y alude al desdoblamiento interrumpido solo por esa condición de vacío, inmaterial después de la muerte física.        Ese quebranto de realidad atroz únicamente comparable con la imagen romántica y amatoria de un amante. La percepción de la realidad es vista como un inventario de entidades descuajadas. En su percepción de la realidad está presente una atmósfera deformada, surreal si se quiere donde transitan cadáveres vivientes: uno adquiere la conciencia de la propia existencia al entender la muerte que nos rodea como algo real. El resultado es un poema de simultaneidades derramadas en la mente, en los ojos, en el cuerpo ahogándose como compañera del sueño. Ante esta concepción de la muerte de Odalys Interián, existencia y conocimiento la acompañan otros poetas que seguramente la ven, la intuyen como presentimiento. «Aquí cualquier silencio habla de la muerte/ mira cómo se hunde la visión de la vida», nos dirá la poeta. «Cuánto candor de muertos/ en su tierra dolorosa», nos enfatiza.

No podían negarlo

estúpido era creer

tratar de convencerme.

No podían decir en el último minuto

esto es una verdad.

No podían saber

qué músculo infértil de la luz soportaría

la vieja estrategia del destino.

Nada podía borrar esa aberración.

La muerte y su silencio.

La muerte y tú:

una fotografía.

            Como en Los heraldos negros, la muerte es el «Idilio muerto». Pero a diferencia de Vallejo, en la poesía de Odalys Interián, no «…llorará en las tejas un pájaro salvaje», porque ni la vida ni los pájaros se agotan, aun cuando en ocasiones el ensimismamiento parece absoluto. En la poeta hay una búsqueda constante e incesante. «La poesía moderna —apunta Depetris, Carolina —se define no tanto por su concreción sino por la búsqueda que inspira.» No es una realidad fantástica a la que la poeta se enfrenta, sino a una imagen real que nos borra del mapa; y ello, es posible solo a través del lenguaje. Desde luego  éste (el lenguaje) sólo tiene lugar en la representación y a través de signos precisos y determinables, y «representar», recordemos, tiene filiación semántica con «encarnar», «figurar», «fingir», «hacer de», «ir de», «personificar», «simbolizar». La poeta explícitamente encarna en su escritura la dislocación que ella (la muerte) supone. En suma, desde su metafísica intuye que la muerte no es apariencia, en tanto está en el espejo como un torrente que baja con su barbarie íntima:

 

El tiempo es otra irrealidad

un pájaro

un temblor que sabe de la muerte.

Pero tú duermes el sueño sin lápida

ni epitafio

que sigue prolongándose

al fondo de un cielo inaplazable.

             En otro de sus textos nos dice, nos da cuenta de esa realidad interior. la soledad asociada, acaso, la muerte, elementos de la realidad que referencian la conexión emocional con el mundo en que vivimos. Los sentidos alcanzan su agudeza para explicarnos, decirnos sus posibilidades mágicas.

 

He recibido el disparo de gracia

que dan las soledades.

Como libélula estancada en el humo

como una tormenta de mariposas blancas

que agoniza en el lodo

vi mi mortalidad

la ciudad que llenaba el abismo

y vi la oscuridad que incubaba

como una mala semilla

desplomarse.

 

             «Las cosas que mueren jamás resucitan,» en palabras de Alfonsina Storni, los días que fueron tampoco retornarán. ¿Por qué entonces nos asedia como un mal y sin embargo acudimos a ella con fruición y embeleso? Sobre el tema existen diversas contradicciones; está claro que depende en gran medida a la sensibilidad del poeta, conmueven porque son testimonio de vida, testimonio, seguramente de un conflicto interior arraigado en nuestras sociedades, ineludible, inquietante, angustioso aunque haya quien, como el poeta Xavier Abril que expresó: «Solo la muerte morirá» No estoy seguro de tal afirmación, pero es poesía. Tampoco estoy seguro que la misma se circunscriba únicamente a lo negativo. La poesía en todo caso es una tramitación de misterios. Nuestra poeta, Odalys Interián, se asoma con su poesía con pálpitos alucinantes, un pozo que se sucede en el decurso del tiempo sin principio ni fin. Diríamos entonces que es una especie de angustia creadora. La poeta con sus propias ansiedades metafísicas asume  con estoicismos ese anhelo primigenio, el de las tempestades que vive el vigía. En ese ventarrón de fuga, el tema de la muerte es en mi opinión un acercamiento sensorial de eternidad y desasosiego. En este sentido de eternidad dialéctica, tenía razón Vallejo cuando escribe: «Para sólo morir, tenemos que morir a cada instante.» Y sucede también como en Elías Nandino: «…que despertamos con una muerte a cuestas, maternal, indolora, acariciante,»… Ahora bien la poeta Odalys interián, la asocia a menudo con la soledad como certeza última, al respecto nos dice en este fragmento: «que es un dolor espigado sobre los vértigos.»

 

Adónde vamos compañero

La soledad es la única certeza

y nos desampara.

La soledad será esta ceguera que exhibimos

la ingravidez

los desmayos amontonados

los candores de la vieja vigilia

regando el lado absurdo de la muerte.

 

             En al poeta Odalys Interián el silencio es una constante, su entorno de distancias, rupturas y de acercamientos, digamos el extramiento de la poeta con el mundo; y así da cuenta de lo inefable, de sus exploraciones del yo con la realidad vivida o deseada. Solo así es posible el esclarecimiento, la paridad sujeto-objeto de la poesía y su desdoblamiento. Este juego de soledad y muerte que la poeta advierte como una jaula, anquilosa, aunque a la postre fluya como «el gua renovándose«, tal sus palabras. Tal «ilusión» nos permite y acerca al yo contemplador, el que mira, infiere, intuye, se fusiona o deslinda.

 

Y el silencio siempre

y la luz como un cuchillo y la palabra.

Páramo y más páramo la oscuridad.

Siempre la noche      

y la muerte siempre

un pupilaje sereno

sobre la luz insomne de los peces.

 

Es importante señalar que en la tradición poética y, la moderna no escapa a ello, la presencia de la muerte como finitud y parte de la negación de la vida, está presente y lo seguirá estando, es parte de la metáfora perpetua, esta metamorfosis plural de la realidad del mundo y del lenguaje. La poesía y la literatura en general harán presente este encuentro del ser con esa otra realidad. Y, así como en Baudelaire, a través de «imágenes abisales» y «el paso del tiempo», tendremos siempre poesía que nos hable «La muerte de los amantes, La muerte de los pobres, La muerte de los artistas, El fin de la jornada, El sueño de un curioso y El viaje. La muerte se muestra como la última salvación frente al sufrimiento, como un paso a un mundo mejor.» La poeta desde su autoexploración nos conduce a diferentes reflexiones, a la nada existencial y a la realidad vital que nos impulsa, nos empuja a la configuración de un universo poético privativo a fin de cuentas en cada poeta.

 

 

 

André Cruchaga,

Barataria, El Salvador, 16.10.2022

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA:

 

1.      Díaz, Andrea: Nietzsche y el pensamiento de la muerte. Puede verse el artículo en: http://www.actio.fhuce.edu.uy/images/Textos/9/Diaz9.pdf

2.      López Sevillano, José María. (Artículo).  El tema de la muerte en la poesía de Fernando Rielo. Se puede ver en el siguiente enlace: https://www.arsmedica.cl/index.php/MED/article/view/356/286

3.      Málishev, Mijaíl. El sentido de la muerte. https://www.redalyc.org/pdf/104/10410106.pdf

4.      Rühle, Volker La insistencia de la muerte en la vida: Hegel después de Heidegger. file:///C:/Users/andr%C3%A9/Downloads/6995.pdf

5.      Jiménez Burillo, E. Del miedo a la muerte. Universidad Complutense de Madrid. https://www.uma.es/media/files/02._Miedo_a_la_muerte.pdf

6.      https://www.crearensalamanca.com/diez-poemas-de-odalys-interian-dedicados-a-alejandro-romualdo-y-diego-de-torres-villarroel-xxi-encuentro-de-poetas-iberoamericanos/

7.      http://www.crearensalamanca.com/odalys-interian-poemas-para-tocar-a-dios-comentario-y-seleccion-de-jose-hugo-fernandez/

8.      Medina Alcántara, Esteban. La poesía previa a Muerte sin fin. Tesis doctoral. Veracruz, México, 2019.

9.      Villarreal Acosta, Alba Roxana. La representación de la muerte en la literatura

10.   mexicana. Formas de su imaginario. Tesis doctoral. Madrid 2012.

11.   Connor, P. Stevenson. La presentación de la muerte física y psicológica en obras poéticas de Federico García Lorca. Mayo 2019.

12.   Murciano Maínez, Jorge. TIPOLOGÍAS DEL AMOR, DEL TIEMPO Y DE LA MUERTE EN LA POESÍA DE CARLOS MURCIANO (1970 -1983). Tesis. Universidad Autónoma de Madrid, sf.

13.   MENDOZA RIPAZ, Rosa Luz. Visión de la muerte en la prosa de César Vallejo. Tesis. Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Universidad del Perú. Perú, 2017.

14.   Peña Pentón, Damodar. «La muerte y el arte. Cuatro visiones de la caída de José Martí en la pintura cubana». Cuba 2018. Puede consultarse en el siguiente enlace: file:///C:/Users/andr%C3%A9/Downloads/Dialnet- LaMuerteYElArteCuatroVisionesDeLaCaidaDeJoseMartiE-7320986.pdf

15.   Medina, Raquel. El surrealismo en la poesía española de posguerra (1939-1950). Visor Libros, Madrid, 1997.

16.   De Unamuno, Miguel. Del sentimiento trágico de la vida. La agonía del cristianismo. Editorial Porrúa, México, 1999.

17.   Depetris, Carolina. Aporética  de  la  muerte:  estudio  crítico  sobre  Alejandra  Pizarnik. Fondo editorial de Acceso Libre. UAM Ediciones, Universidad Autónoma de Madrid, 2004.

18.   Cruchaga, André. Visión de la muerte. 1ª. Edición Suplemento Cultural Tres Mil de Diario Latino, El Salvador, 1994.

 

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